La Fuerza (en el universo de Star
Wars creado por George Lucas) es un campo de energía metafísico y omnipresente creado por las cosas que
existen que impregna el universo y todo lo que hay en él
manteniéndolo unido, y que da a los Jedi y a los Sith su poder, estos pueden
controlar y utilizar la Fuerza con el cuerpo para lograr habilidades como la telequinesis, la clarividencia, el control mental, una amplificación de
reflejos, la velocidad y otras capacidades
físicas y psíquicas.
Hace ya más
de 40 años que escuchamos utilizar habitualmente este concepto de “la Fuerza”. Algunos
piensan que podría tener relación con elementos de filosofías orientales tales
como el chi o el prana.
Pero, ¿tendría
alguna correspondencia este concepto en la doctrina espirita? Debería ser
“algo” que lo penetrara todo, que lo conectara todo, “algo” a lo que todo el
mundo tuviera acceso. Podríamos examinar algunos ítems que cumplirían con esas
expectativas:
Dios: la Causa Primera de todas las cosas lo
penetra todo, lo alcanza todo, está en todas partes.
La materia
cósmica universal: la materia también está en todo lugar, ya sea como materia o
como energía.
Los fluidos
espirituales: son una variedad especializada de la materia cósmica universal.
Están caracterizados, cualificados, por el pensamiento de los Espíritus,
desencarnados o encarnados.
El
pensamiento: los pensamientos fluyen por doquier. Decía Léon Denis que vivimos
en un océano de pensamientos. El pensador norteamericano Prentice Mulford afirmaba
que continuamente atraemos pensamientos ajenos acordes con nuestras tendencias,
ya sean buenas o malas.
La
mediumnidad: decía Kardec, que, en mayor o menor medida todos somos médiums
(aunque se reserve específicamente este nombre para quienes poseen esta
capacidad de forma ostensible y reiterada). No olvidemos que la “Fuerza”, en
las películas de Lucas, comporta capacidades que podemos asociar perfectamente
con la fenomenología anímica (telepatía, clariaudiencia,...) y mediúmnica
(telequinesis, videncia,…).
La acción
de los Espíritus desencarnados: también ellos están en todas partes; podemos
afirmar, sin dudar, que nunca estamos solos.
Las
anteriores propuestas por sí solas no se ajustan totalmente a las
características de la “Fuerza”. Sin embargo, seguramente, comprenderíamos la
acción de ella, en el contexto espirita, como siendo una combinación de la
acción de los Espíritus (Kardec decía que son una de las fuerzas de la
Naturaleza) y la utilización de todo tipo de energías (fluidos espirituales),
ya sea por parte de los Espíritus desencarnados o encarnados (también la mediumnidad,
en este caso).
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En la serie
Star Wars se cualifica a la “Fuerza” tanto con características positivas como
negativas. En todos esos filmes se advierte sobre el gran poder de la acción
del “lado oscuro de la Fuerza”. En Espiritismo también sabemos, o deberíamos
saber, sobre el poder de la acción negativa de determinados elementos del mundo
espiritual. Sin embargo, hemos de ser prudentes en no tener la tentación de
achacar todos nuestros males, todos nuestros problemas, a esa acción negativa
del mundo de los Espíritus; de hecho, nos las apañamos bastante bien nosotros
solos para buscarnos problemas y actuar negativamente a causa de nuestra
inferioridad moral. El problema, especialmente para nosotros, es que con esas
actitudes nuestras llamamos la atención de individuos del “lado oscuro”
(permítaseme la licencia de llamarlos así), que secundan y se suman a nuestras
actitudes equivocadas.
En el mundo
material reconocemos fácilmente la existencia de un “lado oscuro”. Por esto no
podemos dudar de que ese “lado oscuro” también actúe de forma similar desde el
ámbito espiritual. Sin embargo, en demasiadas ocasiones se tiene una visión
ingenua de la realidad de las actividades de los Espíritus desencarnados. Se
tiende a pensar que, una vez desencarnados, la comprensión de las cosas aumenta
cuasi milagrosamente, como si el mero hecho de haber dejado la materia nos
proporcionara un conocimiento superior de las cosas. Realmente no es así en la
mayoría de casos. Siempre habrá Espíritus sensatos y honorables a quienes el
hecho de desencarnar les proporcionará, sin duda, una más amplia comprensión de
su realidad; pero, a nivel general, el hecho de dejar la materia no comporta en
absoluto un mayor entendimiento de ese nuevo estado. Generalmente somos y
estamos, en el mundo espiritual, tal y como éramos y estábamos en el mundo
material. Si éramos sobrios y estábamos relativamente centrados, así
seguiremos. Si nuestro comportamiento era inapropiado y reprobable, así continuaremos,
y con muchas posibilidades de engrosar el contingente del “lado oscuro”.
Según se
desprende de los relatos mediúmnicos, el “lado oscuro” está perfectamente
organizado.
El hecho de que esté compuesto por Espíritus con poco nivel moral no significa, de ninguna manera, que su nivel intelectual sea bajo. Eso se ve, así mismo, en el mundo material; hay espíritus encarnados con conductas morales muy erróneas, pero que son perfectamente capaces intelectualmente. Esta realidad es ciertamente desconcertante porque tendemos a pensar que a mayor inteligencia debería corresponderse una superior moralidad. Sin embargo, Kardec ya nos enseña que esa correlación no siempre se da, ni mucho menos. ¿Por qué? Probablemente porque la cantidad de esfuerzo que implica el progreso moral es muy superior al que se necesita para aprender intelectualmente.
La intelectualidad necesita esfuerzo, a veces mucho esfuerzo; sin embargo, la lucha moral es mucho más dura porque compromete mucho más. Es más duro luchar contra el egoísmo y el orgullo propios que no elevar el nivel intelectual. No obstante, nunca podremos suponer, ni por asomo, que el conocimiento intelectual pueda ser considerado como una rémora o como un obstáculo para el progreso moral. La inteligencia, a la larga o a la corta, es la que nos indicará la inevitabilidad de cambiar nuestra actitud y mejorar moralmente, aunque sea poco a poco.
El hecho de que esté compuesto por Espíritus con poco nivel moral no significa, de ninguna manera, que su nivel intelectual sea bajo. Eso se ve, así mismo, en el mundo material; hay espíritus encarnados con conductas morales muy erróneas, pero que son perfectamente capaces intelectualmente. Esta realidad es ciertamente desconcertante porque tendemos a pensar que a mayor inteligencia debería corresponderse una superior moralidad. Sin embargo, Kardec ya nos enseña que esa correlación no siempre se da, ni mucho menos. ¿Por qué? Probablemente porque la cantidad de esfuerzo que implica el progreso moral es muy superior al que se necesita para aprender intelectualmente.
La intelectualidad necesita esfuerzo, a veces mucho esfuerzo; sin embargo, la lucha moral es mucho más dura porque compromete mucho más. Es más duro luchar contra el egoísmo y el orgullo propios que no elevar el nivel intelectual. No obstante, nunca podremos suponer, ni por asomo, que el conocimiento intelectual pueda ser considerado como una rémora o como un obstáculo para el progreso moral. La inteligencia, a la larga o a la corta, es la que nos indicará la inevitabilidad de cambiar nuestra actitud y mejorar moralmente, aunque sea poco a poco.
¿Hasta dónde
llega la capacidad de actuar del “lado oscuro”?
La capacidad es amplia; pero, como en todo, todo tiene un límite. Así mismo lo vemos en las actividades del “lado oscuro” encarnado; las leyes materiales, más pronto o más tarde, suelen erradicar ese tipo de actividades. Pero, somos conscientes de que no siempre es así y que, en bastantes ocasiones, los perpetradores de esas acciones negativas se sustraen a la acción de la justicia. Sin embargo, hemos de estar convencidos de que esa sustracción se da en el mundo material; pero, no hay forma posible de evadirse a la acción de la justicia divina. No obstante esa certeza, ¿por qué la acción de la justicia divina no se efectúa siempre en el mundo material? Veamos algunos párrafos de la obra de Kardec El Evangelio según el Espiritismo (cap. V, ítems 5, 6 y 7)
La capacidad es amplia; pero, como en todo, todo tiene un límite. Así mismo lo vemos en las actividades del “lado oscuro” encarnado; las leyes materiales, más pronto o más tarde, suelen erradicar ese tipo de actividades. Pero, somos conscientes de que no siempre es así y que, en bastantes ocasiones, los perpetradores de esas acciones negativas se sustraen a la acción de la justicia. Sin embargo, hemos de estar convencidos de que esa sustracción se da en el mundo material; pero, no hay forma posible de evadirse a la acción de la justicia divina. No obstante esa certeza, ¿por qué la acción de la justicia divina no se efectúa siempre en el mundo material? Veamos algunos párrafos de la obra de Kardec El Evangelio según el Espiritismo (cap. V, ítems 5, 6 y 7)
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La ley humana contempla ciertas faltas y las penaliza. El condenado puede, pues, reconocer que sufre la consecuencia de lo que ha hecho. Con todo, la ley no abarca, ni puede abarcar, todas las faltas.
La prosperidad del malo
sólo es momentánea, pues si no expía hoy, expiará mañana, mientras que el que
sufre está expiando su pasado.
Así se explican, mediante
la pluralidad de las existencias y el destino de la Tierra como mundo
expiatorio, las anomalías que presenta la distribución de la felicidad y de la desgracia
entre los buenos y los malos en este mundo. Esas anomalías sólo existen en
apariencia, porque se las considera solamente desde el punto de vista de la
vida presente. No obstante, aquel que se eleve con el pensamiento, de modo de
abarcar una serie de existencias, verá que a cada uno se le ha dado la parte
que merece, sin perjuicio de la que le corresponderá en el mundo de los
Espíritus, y descubrirá que la justicia de Dios nunca cesa.
Por lo tanto hemos de ceñirnos a esta última frase “la justicia de Dios
nunca cesa”. Si las consecuencias de las acciones negativas no repercuten
durante la presente encarnación, pareciendo que se está sorteando la acción de
la justicia, esas consecuencias las encontraremos en el mundo de los Espíritus
y en próximas encarnaciones. Sin la perspectiva que nos da la pluralidad de
existencias del alma, se hace imposible aceptar las injusticias que se observan
en nuestro planeta.
Volvamos al “lado oscuro”. Pareciera
que estamos inermes ante su actuación, especialmente la del “lado oscuro
desencarnado”. Esos Espíritus actúan con aparente impunidad ya que nosotros no
los vemos y, por lo tanto, no podemos estar prevenidos ante sus acciones. Este
anterior razonamiento no es correcto, a pesar de ser real el hecho de que la
mayoría de encarnados no percibimos el entorno espiritual que nos rodea; no
obstante ello, no podemos soslayar la realidad de que la calidad (buena o mala)
de nuestro personal entorno espiritual es exclusivamente nuestra. Conforme
aseveraba Léon Denis la ley de las atracciones es ineludible. O sea, dándole la
vuelta al refrán se puede afirmar que: dime cómo eres y te diré con quién
andas. Somos, la mayoría, Espíritus imperfectos y atrasados moralmente; sin
embargo, sigue dependiendo de nuestro esfuerzo el conectar con un “lado cada
vez menos oscuro”. Y, así, ser cada encarnación vivida un poquito (aunque sea muy poquito) más
conscientes, consecuentes y felices.
Terminaremos estas reflexiones en el mismo estilo como se han iniciado: ¡Que
la (buena) fuerza os acompañe!
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