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lunes, 4 de julio de 2022

Visión Espírita Año 13 | n. 52 | Verano


¡Nuestra edición de verano!

Ya tenemos la edición nº 52 de nuestra revista digital Visión Espírita.
Esperamos que podáis disfrutar de una lectura edificante en estas vacaciones.


Pincha en la imagen para acceder a la revista


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El amor es ley

Jose Luis Saez


transcripción de la conferencia impartida en la 20ª Jornada Espiritista de Barcelona 2022, organizada por el Centre Espírita Amalia Domingo Soler.


El Amor resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia y los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso alcanzado. Inicialmente el hombre sólo posee instintos; más avanzado y corrompido, sólo tiene sensaciones; más instruido y purificado, tiene sentimientos, y el punto cumbre del sentimiento es el Amor. No el amor en el sentido vulgar del término, sino ese sol interior que condensa y reúne en su ardiente núcleo todas las aspiraciones y revelaciones sobrehumanas.

¡Feliz aquél que, elevándose sobre su humanidad, quiere con gran amor a sus hermanos que sufren! 


¡Feliz aquel que ama, porque no conoce ni la angustia del alma, ni la miseria del cuerpo, sus pies son ligeros y vive como transportado fuera de sí mismo!


El espíritu debe ser cultivado como un campo; toda la riqueza futura depende del trabajo presente y más que bienes terrestres, os traerá la gloriosa elevación; entonces será cuando comprendiendo la Ley del Amor que une a todos los seres, encontrareis en ella las alegrías del alma, que son los preludios de las alegrías celestiales.


El Amor es de esencia divina y desde el primero hasta el último, poseéis en el fondo del corazón la llama de ese fuego sagrado. Dios depositó en los corazones ese germen que se desarrolla y engrandece con la moralidad y la inteligencia, y aunque sea relativizado por el egoísmo, es el origen de dulces virtudes que constituyen los afectos sinceros y duraderos que nos ayudan a vencer la ruta escarpada y árida de la existencia humana. Los efectos de la Ley del Amor son el mejoramiento moral de la raza humana y la felicidad durante la vida terrestre.


Amar en el sentido profundo de la palabra, es ser leal, probo, concienzudo, para hacer a los otros lo que quisiéramos para nosotros mismos. Es mirar a la gran familia humana como la nuestra, porque somos todos hijos de Dios destinados a elevarnos hasta el infinito.


El espíritu es un ser social por naturaleza, puesto que aislado no puede llenar los fines de la Creación. Viviendo en soledad no podría desarrollar sus facultades ni realizar esa innata perfección heredada de Dios.


Los espíritus para realizar su evolución y progreso deben vivir en común ya sea en el espacio o en los distintos mundos habitados. Esta vida en común está regida por las leyes eternas.


La ley de Justicia Amor y Caridad es esencial en las relaciones entre Dios y las criaturas, así como en la integración y el desarrollo de las sociedades humanas y espirituales.


Comprenderemos más fácilmente los objetivos y la aplicación de la justicia humana que los de la espiritual. Podemos tener una noción que existe, y es de todo punto necesario que exista (una justicia divina) y un amor divino sin el cual no se comprenderían los objetivos de la creación.


Cuando tratamos de unir el amor y la justicia, la tarea nos resulta casi imposible. El amor predispone al perdón. La justicia se opone al perdón, puesto que reclama la sanción de la ley.



Para comprender esto debemos realizar una ascensión. Así como el viajero no logra tener una visión clara de la región que recorre, sino subiendo a una cima que le permita abarcar bastas perspectivas, así el espíritu humano no podrá comprender la identidad de la justicia y el amor sin elevarse por encima de todo lo que es transitorio y contingente para contemplar los vastos horizonte en que se desenvuelven las metas universales.

    • Las leyes de Amor y Caridad sí son de aplicación personal por y para cada uno de los seres de la creación. 
    • En el ámbito espiritual la Ley de Amor se convierte en impulso generoso que induce al espíritu a todas las sublimidades de la abnegación y el sacrificio.
    • La ley humana es falible y temporal. La Ley Divina es infalible y eterna. La ley humana se perfeccionará cuanto más se acerque a la divina y se nutra de ella.
    • La justicia sin humanismo es como un mecanismo reseco. Necesita un lubricante y ese lubricante es el Amor.
    • El Amor es el magnetismo de las almas, es su ley de gravitación universal. El amor no admite enemistad y por ello todos los conflictos desaparecen ante él.
    • La manifestación del amor se ve obstaculizada por los defectos inherentes a la naturaleza humana. El egoísmo, la ingratitud hacen al hombre inmerecedor del beneficio del amor, o por lo menos dificultan la manifestación de este. Es entonces que la caridad se hace necesaria. 


La verdadera caridad no consiste en la ayuda material solamente, ella es: 

  • Benevolencia para con todos, es decir pensar bien siempre 
  • Indulgencia con las imperfecciones de los otros 
  • Perdón de las ofensas. 


El que ama de verdad no es quien enciende el fuego sino quien lo conserva

¿Recuerdas las veces en tu vida que alguien fue amoroso o amable contigo? 

Los actos de amabilidad verdadera, desde una mirada comprensiva a una acción que nos salva la vida, son tan preciados que dan la medida de la calidad humana.

Uno de los deseos más imperiosos de todo ser humano es sentirse apreciado, cualquier persona lo necesita para sentirse bien. 

Las personas que no obtienen aprecio o que obtienen menos del necesario tienden a deprimirse y a enfermar, tal y como las plantas sin agua tienden a secarse.


                   ¡El AMOR es básico para nuestra supervivencia!


Alguien amable acepta a los demás y esparce ternura, esa emoción que expande el pecho, abre y ablanda a las personas, haciéndolas sentir radiantes.

La persona amable es fácil de amar porque ama. Esto significa que tiene amor, pues nadie puede dar algo de lo cual carece. La persona amable se ama a si misma, en el sentido que se siente viva y conectada a la vida: se encuentra en armonía.


Los niños pequeños acostumbran a interrelacionarse fácilmente. Muestran interés por los demás y pueden iniciar una comunicación de modo fluido. Su intención les mueve a la acción: actúan hacia lo que quieren.


Por el contrario, cuanto más piensa la persona sobre algo, más se estanca en interpretar, en suponer, en esperar y, en resumen, en apartarse de lo que quiere.


¿Qué piensas hacer para retomar tu capacidad infantil de entablar contacto con el prójimo?

¿Qué harías para rescatar tu niño interior?

¿Qué ventajas extraerás de ello?


Para algunas personas el problema es expresar ternura y aprecio, pues no aprendieron cómo hacerlo. Su reto será lanzarse poco a poco para demostrar aprecio. Por el contrario, para otros el expresar ternura es fácil, pero resulta difícil mostrar su disconformidad o rabia. Esto enturbia sus expresiones de afecto.


Diferentes estudios han demostrado que las personas que tienen un mayor poder de atracción sobre los demás son precisamente las que dan signos de estar abiertas y ser accesibles. Siempre que alguien adopta una conducta abierta, está ya mostrándose amable ante los demás. Esto se siente y no hace falta hablar mucho, son códigos que se transmiten inconscientemente.


El amor es, por encima de todo, la donación de sí mismo. Nadie es absolutamente amable, ni absolutamente antipático. Cerca de un extremo encontraríamos a las grandes figuras místicas que despiertan adoración, mientras que en el otro a los criminales antisociales cuya crueldad escapa a nuestra comprensión (cuando desconocemos la vida espiritual).


El grado de amabilidad es un rasgo de la personalidad que tiende a permanecer bastante estable a lo largo del tiempo. Sea cual fuere nuestro grado de amabilidad, es nuestra responsabilidad el mejorar y reconocer lo que limita nuestros intercambios de amor. Nuestro objetivo para generar bienestar es encontrar el equilibrio interior: amabilidad para aceptar y vivir en armonía, y fuerza para saber oponerse con firmeza, cuando lo sentimos así.


Este “estar abierto y a la vez mantener los propios límites” es el punto de la iluminación. Una persona se hace a si misma capaz o incapaz de amar, esta es la decisión que le lleva a una vida cada vez más sabia o cada vez más absurda e infeliz. Sin darse cuenta la persona dirige todas sus energías a eliminar la situación-problema, en lugar de perseguir lo que le importa.


La conciencia de ser el protagonista de tu vida, en vez de victimizarte, toma la situación que se ha presentado como un desafío que es necesario atravesar para alcanzar aquello que le interesa. La diferencia parece mínima, pero implica un giro de 180º respecto a la acción y vivencias anteriores. Al adoptar esta postura existencial se puede acceder a la experiencia y “dar gracias al problema”, que nos posibilita el aprendizaje.  Nuestros quiebres o problemas son las mejores oportunidades para aprender y crecer.


Cuando ante un desafío que la vida nos presenta, las respuestas que damos no son suficientemente efectivas para conseguir los resultados que perseguimos -> tenemos un PROBLEMA.

Para resolver ese problema tenemos dos caminos:


     - Esperamos que cambien las circunstancias

     - Modificamos las respuestas que damos


¿Cómo elevar la calidad de las respuestas que generalmente son acciones?

Tenemos la ilusión de que por el solo hecho de generar acciones ya somos efectivos. Pero acciones distintas no implican necesariamente acciones efectivas: “hemos confundido movimiento con avance y hacer con efectividad”

 

Detrás de toda acción hay conversaciones. El desafío consiste en mejorar la calidad de nuestra comunicación.

¿Qué son las palabras?  Son la expresión sonora de nuestros pensamientos.

  

La clave para mejorar la calidad de la comunicación consiste en elevar la calidad de nuestro pensamiento (teoría de la co-creación o autopoiesis).


    “Vivimos en el mundo mental y emocional que somos capaces de generar”


    “La calidad de tu comunicación es directamente proporcional a la calidad de tu pensamiento”.


    “Temer al amor es temer a la vida y los que temen a la vida ya están medio muertos” 


Nuestros placeres más conmovedores provienen de las cosas sencillas, porque el placer procede de nuestro deseo, nunca de la sofisticación del objeto con el que nos recreamos. Es una vivencia interna, generada en la avidez y valoración que podamos notar. Así el placer profundo o visceral es el que emana desde el centro del cuerpo, cuando saciamos una función vital.


Eric Berne ideó las unidades de aprecio y las denominó caricias. Existen caricias físicas, con y sin contacto, como pueden ser una mirada, una sonrisa, una expresión cómplice.


Es tal la necesidad de aprecio, que quien carece del aprecio deseado, prefiere obtener muestras de aprecio nocivas antes que ninguna muestra, igual que una persona en un desierto sediento puede llegar a beber de un agua pútrida. Las caricias falsamente positivas (¡Qué bien estás! ¡Nadie diría lo mayor que eres!) o directamente hirientes (por ejemplo, las cínicas) forman parte de esta clase.


Nuestra relación con los demás se basa en la relación con nosotros mismos. Si no tenemos intimidad con nosotros mismos, es imposible tenerla con los demás y esta solo puede provenir de una profunda aceptación de uno mismo.


                        Algunas ideas o tips para intercambiar afecto



  • Prestar atención es lo mismo que dar afecto.

  • Contempla lo bueno del otro, desde las pequeñas cosas hasta todo lo que os une.

  • Acostúmbrate a aceptar también las cosas que percibes como no perfectas del otro: elévalas pues también son dignas de tu amor (indulgencia).

  • Ten en cuenta que ser afectuoso es una decisión: es darte permiso para mostrar ternura.

  • Escucha al otro con el corazón, busca ponerte en su piel; la empatía debe ser propiciada.

  • Extiende al máximo tu afecto: aprecia todo cuanto puedas en el otro; seguirás siendo inteligente y teniendo tus propios juicios.

  • Asegúrate que tu forma de dar afecto le llegue al otro. Ensaya distintas maneras.

  • Abandona las expectativas acerca de cómo el otro debería ser: acéptalo tal como es.

  • Recuerda que no es preciso estar de acuerdo en todo con la persona amada. Apreciar a alguien es aceptarlo a él, aunque no necesariamente a sus ideas.

  • Es decir, el verdadero aprecio también puede consistir en decir “no”.

  • Aunque estés herido afectivamente, sé valiente y reconoce que el Amor no es dolor, sino sencillamente un riesgo que vale la pena.

  • Distingue entre dar afecto y ser responsable del bienestar del otro.

  • Practica el perdón: es un acto sólido de afecto, pues nace en el corazón (nunca lo busques en la cabeza) y permite salvar el vínculo.

  • Por frustrante que sea un conflicto entre dos personas, aprende a aceptarlo para poder solucionarlo con afecto.

  • Atrévete a demostrar todo tu afecto directamente: nadie te castiga por sonreír, acariciar o agradecer todo aquello que valoras.

  • Acepta los gestos afectuosos del otro, aprécialos, deja que te calen, intégralos. Hay personas que muestran su afecto de muy diversas formas, por   ejemplo, limpiándote el coche o preparándote una comida.

  • Respétate a ti mismo y respeta a tu pareja; es una muestra de afecto incondicional.

  • Reserva un tiempo para sentir afecto hacia ti como ser íntegro, con un espacio de silencio diario para escucharte. No puedes querer a otro mucho más que a ti mismo.

  • Ama vuestro afecto, y disfrútalo compartiendo con el otro momentos de buen humor.



Las cinco cosas que se lamentan los pacientes cinco minutos antes de morir


  • Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí: Este fue el lamento más común de todos.
  • Ojalá no hubiera trabajado tan duro.
  • Ojalá hubiera tenido el coraje para expresar mis sentimientos: Muchas personas suprimieron sus sentimientos con el fin de mantener la paz con los demás.
  • Me hubiera gustado haber estado en contacto con mis amigos.
  • Me hubiese gustado permitirme a mí mismo ser más feliz.


Después de escuchar estas reflexiones sobre el AMOR :


Autobservándote, que juicios tienes sobre ti mismo:        

¿Eres una persona amorosa?    

¿Demuestras tus afectos a tus seres queridos?

¿Qué formas usas habitualmente para demostrar afecto?

¿Sabes escuchar empáticamente a las personas de tu entorno?

¿Qué te gustaría aprender y ejercitar más a menudo?

¿Qué valor le pondrías en tu escala de prioridades, a dar y recibir amor?


¡Amad bastante a fin de que seáis amados!


domingo, 3 de julio de 2022

El Libro de los Espíritus. Preguntas y Respuestas

Flavia Roggerio



Fenómenos que escapan a las leyes de la ciencia común se manifiestan en todas partes y revelan en su causa la acción de una voluntad libre e inteligente. La razón afirma que un efecto inteligente debe tener por causa un poder inteligente y los hechos han probado que ese poder puede entrar en comunicación con los hombres mediante signos materiales.


Preguntado acerca de su naturaleza, dicho poder declaró pertenecer al mundo de los seres espirituales que se despojaron de la envoltura corporal del hombre. Así fue revelada la doctrina de los Espíritus.


Las comunicaciones entre el mundo espirita y el mundo corporal se encuentran en la naturaleza de las cosas y no constituyen ningún hecho sobrenatural, razón por la cual existen vestigios de ellas en la totalidad de los pueblos y en todas las épocas. Hoy se han generalizado y son patentes para todo el mundo.


Los Espíritus anuncian que han llegado los tiempos señalados por la Providencia para una manifestación universal y que, por ser ellos los ministros de Dios y los agentes de su voluntad, tienen la misión de instruir y esclarecer a los hombres, abriendo una nueva era de regeneración para la humanidad.


A lo largo de los últimos años fuimos publicando en esta columna cómo los espíritus influyen en nuestras vidas. Ahora, llegamos al punto donde el decodificador de la Doctrina Espirita, Allan Kardec, se pone en contacto directo con los espíritus para realizar diversas preguntas que, desde el principio de los tiempos, se han hecho eco en la mente humana.


“El libro de los espíritus” es la recopilación de sus enseñanzas. Ha sido escrito por orden y bajo el dictado de Espíritus superiores. No contiene nada que no sea la expresión de su pensamiento y que no haya sido controlado por ellos mismos. Sólo el orden y la distribución metódica de las materias, al igual que las notas y la forma de algunas partes de la redacción, son obra de quien ha recibido la misión de publicarlo.


Entre los Espíritus que han concurrido para la realización de esta obra, muchos vivieron en diversas épocas en la Tierra, donde han predicado y practicado la virtud y la sabiduría. Otros no corresponden, por sus nombres, a ningún personaje cuyo recuerdo haya conservado la historia, pero de su elevación, dan testimonio de la pureza de su doctrina y su vínculo con los que llevan nombres venerables.


Estos son los términos en que ellos han dado por escrito, a través de muchos médiums, la misión de escribir este libro:


“Ocúpate con celo y perseverancia del trabajo que has emprendido con nuestro concurso, porque ese trabajo es nuestro. En él hemos sentado las bases del nuevo edificio que se eleva y que un día habrá de reunir a todos los hombres en un mismo sentimiento de amor y caridad. Pero antes de divulgarlo lo revisaremos juntos para controlar todos los detalles”.


“Estaremos contigo tantas veces como lo solicites, para ayudarte también en tus otros trabajos, pues esta no es más que una parte de la misión que se te confía y que uno de nosotros ya te ha revelado”.


“Entre las enseñanzas que te impartimos, algunas debes reservarlas para ti solo, hasta nueva orden. Nosotros te indicaremos cuando haya llegado el momento de publicarlas. Entretanto, medita acerca de ellas, a fin de que estés preparado cuando te lo digamos. El hombre refina el espíritu por medio del trabajo y tú sabes que sólo por el trabajo del cuerpo, el espíritu adquiere conocimientos”.


“No dejes que la crítica te desaliente. Hallarás contradictores empedernidos, sobre todo entre las personas interesadas en los abusos. Los encontrarás incluso entre los Espíritus, porque los que no están completamente desmaterializados intentan a menudo sembrar la duda por malicia o por ignorancia”. “Con todo, sigue adelante siempre. Cree en Dios y avanza con confianza: nosotros estaremos allí para sostenerte”.


“Se aproxima el tiempo en que la verdad hará eclosión en todas partes”.


“La vanidad de algunos hombres que creen saberlo todo y todo quieren explicarlo a su manera hará que surjan opiniones disidentes. No obstante, los que tengan en vista el gran principio de Jesús se confundirán en el mismo sentimiento de amor al bien y se unirán mediante un vínculo fraternal que abarcará el mundo entero. Dejarán a un lado las miserables disputas de palabras y sólo se ocuparán de las cosas esenciales. La doctrina será siempre la misma, en cuanto al fondo, para quienes reciban las comunicaciones de los Espíritus superiores”.


“Con perseverancia llegarás a recoger el fruto de tus trabajos. El placer que experimentarás cuando veas que la doctrina se propaga y es bien comprendida, será para ti una recompensa cuyo verdadero valor conocerás, tal vez, más en el porvenir que en el presente. No te inquietes, pues, por los espinos y las piedras que los incrédulos o los malos sembrarán en tu camino. Conserva la confianza, con ella llegarás a la meta y serás merecedor de nuestra constante ayuda”.


“Ten presente que los Espíritus buenos sólo asisten a quienes sirven a Dios con humildad y desinterés, mientras que repudian a los que buscan en la senda del Cielo un escalón para las cosas de la Tierra. Los Espíritus buenos se apartan de los orgullosos tanto como de los ambiciosos. El orgullo y la ambición siempre constituirán una barrera entre el hombre y Dios: son un velo que empaña las claridades celestiales y Dios no puede servirse del ciego para que se comprenda la luz”.


Y firmaron...

SAN JUAN EVANGELISTA, SAN AGUSTÍN, SAN VICENTE DE PAUL, SAN LUIS, EL ESPÍRITU DE VERDAD, SÓCRATES, PLATÓN, FENELÓN, FRANKLIN, SWEDENBORG, etc.


Allan Karden, explica que los principios que este libro contiene resultan, ya sea de las respuestas dadas por los Espíritus a las preguntas que directamente se les han formulado en diversas épocas, por intermedio de un gran número de médiums, o bien de las instrucciones que ellos dieron espontáneamente tanto a nosotros como a otras personas acerca de las materias que contiene.


Todo ello ha sido coordinado con el objeto de presentar un conjunto regular y metódico y sólo se dio a conocer después de que los propios Espíritus lo revisaran y corrigieran cuidadosamente en reiteradas ocasiones.


El texto colocado entre comillas a continuación de cada pregunta es la respuesta que dieron los Espíritus. Debido a la complejidad de algunas respuestas, se han diferenciado con otro tipo de letra las notas y explicaciones añadidas por el autor, en los casos en que existe la posibilidad de confundirlas con el texto de las respuestas. Cuando forman capítulos enteros no hay lugar a confusión, de modo que se ha conservado el tipo de letra ordinario.


Comencemos con las preguntas:


Capítulo I – Dios


1. ¿Qué es Dios?


“Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”.


2. ¿Qué se debe entender por lo infinito?


“Lo que no tiene principio ni fin: lo desconocido. Todo lo que es desconocido es infinito”.


3. ¿Se podría decir que Dios es lo infinito?


“Definición incompleta. Pobreza del lenguaje de los hombres, que es insuficiente para definir las cosas que están por encima de su inteligencia”.

Dios es infinito en sus perfecciones, pero lo infinito es una abstracción. Decir que Dios es lo infinito implica tomar el atributo por la cosa misma y definir una cosa que no es conocida mediante otra que tampoco lo es.


4. ¿Dónde se puede encontrar la prueba de la existencia de Dios?


“En un axioma que aplicáis a vuestras ciencias: No hay efecto sin causa. Buscad la causa de todo lo que no es obra del hombre y vuestra razón os responderá”.

Para creer en Dios basta con pasear la mirada por las obras de la creación. El universo existe. Tiene, pues, una causa. Dudar de la existencia de Dios sería negar que todo efecto tiene una causa y afirmar que la nada ha podido hacer algo.


5. ¿Qué consecuencia se puede sacar del sentimiento intuitivo de la existencia de Dios, que todos los hombres llevan en sí?


“Que Dios existe; porque, ¿de dónde le vendría ese sentimiento si no se basara en algo? Es también una consecuencia del principio según el cual no hay efecto sin causa”.


6. El sentimiento íntimo que tenemos de la existencia de Dios, ¿no sería resultado de la educación y producto de ideas adquiridas?


“Si así fuese, ¿por qué vuestros salvajes tienen ese sentimiento?”

Si el sentimiento de la existencia de un ser supremo no fuese más que el producto de una enseñanza, no sería universal y sólo existiría –como las nociones de las ciencias– en quienes hubiesen recibido dicha enseñanza.


7. ¿Se podría encontrar la causa primera de la formación de las cosas en las propiedades íntimas de la materia?


“Pero, en ese caso, ¿cuál sería la causa de esas propiedades? Se necesita siempre una causa primera”.

Atribuir la formación primera de las cosas a las propiedades íntimas de la materia sería tomar el efecto por la causa, pues esas propiedades también son un efecto que debe tener una causa.


8. ¿Qué pensar de la opinión que atribuye la formación primera a una combinación fortuita de la materia; dicho de otro modo, a la casualidad?


“¡Otro absurdo! ¿Qué hombre provisto de buen sentido consideraría la casualidad como un ser inteligente? Además, ¿qué es la casualidad? Nada”.

La armonía que regula las energías del universo pone de manifiesto combinaciones y miras determinadas y por eso mismo, revela un poder inteligente. Atribuir la formación primera a la casualidad sería una falta de sentido, pues la casualidad es ciega y no puede producir los efectos de la inteligencia. Una casualidad inteligente ya no sería casualidad.


9. ¿Dónde se ve, en la causa primera, una inteligencia suprema y superior a todas las inteligencias?


“Tenéis un proverbio que dice: Por la obra se conoce al autor. Pues bien, mirad la obra y buscad a su autor. El orgullo engendra la incredulidad. El hombre orgulloso no quiere nada por encima de él y por eso se llama a sí mismo espíritu fuerte ¡Pobre ser, a quien un soplo de Dios puede abatir!”

El poder de una inteligencia se juzga por sus obras. Ningún ser humano puede crear lo que la naturaleza produce. Por consiguiente, la causa primera es una inteligencia superior a la humanidad. Sean cuales fueren los prodigios realizados por la inteligencia humana, esta inteligencia también tiene una causa y cuanto más grande sea lo que ella realice, tanto más grande será la causa primera. Esa inteligencia superior es la causa primera de todas las cosas, independientemente del nombre con el cual el hombre la designe.


10. El hombre, ¿puede comprender la naturaleza íntima de Dios?


“No; le falta un sentido”.


11. ¿Será algún día dado al hombre comprender el misterio de la Divinidad?


“Cuando su espíritu ya no esté oscurecido por la materia y por su perfección, se haya acercado a la Divinidad, entonces la verá y la comprenderá”.

Debido a la inferioridad de sus facultades, el hombre no puede comprender la naturaleza íntima de Dios. En la infancia de la humanidad, suele confundirlo con la criatura, cuyas imperfecciones le atribuye. Pero a medida que el sentido moral se desarrolla en él, su pensamiento penetra mejor en el fondo de las cosas y se forma una idea de Dios más justa y más conforme a la sana razón, aunque siempre incompleta.


12. Si no podemos comprender la naturaleza íntima de Dios, ¿podemos tener una idea de algunas de sus perfecciones?


“De algunas, sí. El hombre las comprende mejor a medida que se eleva por encima de la materia; las vislumbra con el pensamiento”.


13. Cuando decimos que Dios es eterno, infinito, inmutable, inmaterial, único, todopoderoso, soberanamente justo y bueno, ¿no tenemos una idea completa de sus atributos?


“Desde vuestro punto de vista, sí, porque vosotros creéis abarcarlo todo. Sin embargo, sabed que hay cosas por encima de la inteligencia del más inteligente de los hombres, para las cuales vuestro lenguaje, limitado a vuestras ideas y sensaciones, carece de expresiones. La razón os dice, en efecto, que Dios debe tener esas perfecciones en un grado supremo, pues si le faltara una sola de ellas, o si no la poseyese en un grado infinito, no sería superior a todo y por consiguiente, no sería Dios. Para estar por encima de todas las cosas, Dios no debe sufrir ninguna vicisitud ni tener ninguna de las imperfecciones que la imaginación pueda concebir”.

Dios es eterno. Si hubiese tenido un principio habría salido de la nada, o bien habría sido creado por un ser anterior. Así, de grado en grado, nos remontamos a lo infinito y a la eternidad. Es inmutable. Si estuviese sujeto a cambios, las leyes que rigen el universo no tendrían ninguna estabilidad. Es inmaterial. Esto significa que su naturaleza difiere de todo lo que llamamos materia. De otro modo no sería inmutable, pues estaría sujeto a las transformaciones de la materia. Es único. Si hubiese muchos Dioses no habría unidad de miras ni unidad de poder en el ordenamiento del universo. Es todopoderoso. Porque es único. Si no tuviese el poder soberano, habría algo más poderoso que Él o tan poderoso como Él. No habría hecho todas las cosas y las que no hubiese hecho serían obra de otro Dios. Es soberanamente justo y bueno. La sabiduría providencial de las leyes divinas se revela tanto en las más pequeñas cosas como en las más grandes. Esa sabiduría no da lugar a dudas acerca de su justicia y de su bondad.  


14. Dios, ¿es un ser distinto, o sería –según la opinión de algunos– la resultante de todas las fuerzas e inteligencias del universo reunidas?


“Si fuese así, Dios no existiría, pues sería el efecto y no la causa. Él no puede ser ambas cosas a la vez”. “Dios existe; no podéis dudarlo; eso es lo esencial. Creedme, no vayáis más allá. No os extraviéis en un laberinto del que no podríais salir. Eso no os haría mejores, sino tal vez un poco más orgullosos, porque creeríais saber y en realidad no sabríais nada. Dejad a un lado, pues, todos esos sistemas. Tenéis suficientes cosas que os incumben más directamente, comenzando por vosotros mismos. Estudiad vuestras propias imperfecciones a fin de deshaceros de ellas. Eso os resultará más útil que querer penetrar lo impenetrable”.


15. ¿Qué pensar de la opinión según la cual los cuerpos de la naturaleza, la totalidad de los seres y mundos del universo serían partes de la Divinidad y constituirían, en conjunto, la propia Divinidad? Dicho de otro modo, ¿qué pensar de la doctrina panteísta?


“Como el hombre no puede convertirse en Dios, quiere al menos ser una parte de Él”.


16. Quienes profesan esa doctrina pretenden encontrar en ella la demostración de algunos de los atributos de Dios: como los mundos son infinitos, Dios es por eso mismo infinito; como el vacío o la nada no existe en ninguna parte, Dios está en todas partes; como Dios está en todas partes, puesto que todo es parte integrante de Dios, Él confiere a todos los fenómenos de la naturaleza una razón de ser inteligente. ¿Qué se puede oponer a este razonamiento?


“La razón. Reflexionad con madurez; no os será difícil reconocer el absurdo”.

La doctrina panteísta hace de Dios un ser material que, aunque dotado de una inteligencia suprema, sería en mayor dimensión lo que nosotros somos en pequeño. Ahora bien, dado que la materia se transforma sin cesar, si Dios fuese así no tendría ninguna estabilidad; estaría sujeto a todas las vicisitudes, incluso a todas las necesidades de la humanidad; carecería de uno de los atributos esenciales de la naturaleza divina: la inmutabilidad. Las propiedades de la materia no pueden unirse a la idea de Dios sin rebajarlo en nuestro pensamiento. Todas las sutilezas del sofisma no conseguirán resolver el problema de su naturaleza íntima. No sabemos todo lo que Él es, pero sabemos lo que no puede dejar de ser. Ese sistema está en contradicción con las propiedades más esenciales de Dios, pues confunde al Creador con la criatura, exactamente como si se pretendiera que una máquina ingeniosa fuese parte integrante del mecánico que la ha concebido. La inteligencia de Dios se revela en sus obras como la de un pintor en sus cuadros. No obstante, las obras de Dios no son el propio Dios, así como los cuadros no son el pintor que los ha concebido y ejecutado.


Interesante, ¿verdad?


Durante los próximos meses vamos a publicar todas las preguntas y respuestas del libro en esta sección. Os invitamos a acompañar las publicaciones, siempre con la misión de reflexionar e interiorizar las enseñanzas de los espíritus, además de observar cómo estas informaciones influyen en tu manera de ver y vivir esta vida.