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domingo, 20 de mayo de 2012

Dolor y Sufrimiento

Hola familia,

Seguro que después de la introducción que Jona hizo para su conferencia, los que no habéis podido venir a CEADS estáis esperando la crónica. No es para menos: el tema del dolor y del sufrimiento nos atañe a todos, pobres y ricos, hombres y mujeres, de todas las razas y creencias… ¿Cómo hacer frente a momentos tan duros como la pérdida de un ser querido, una enfermedad grave o la ruptura con una pareja? Jona nos presentó una reflexión madurada en la investigación, en el estudio de la Doctrina Espírita, en su experiencia profesional y en su experiencia personal… Os ofrezco un breve resumen de lo que nos contó, con la esperanza de poder ampliar el alcance de toda la inspiración que nuestro amigo nos ofreció ayer. 

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 Jonathan empezó su exposición recordándonos algo que los espíritus nos han informado en la Doctrina Espítita: la Tierra, por lo menos de momento, todavía se caracteriza por ser un planeta de pruebas y expiaciones. Esto equivale a decir que en función del nivel vibratorio de nuestro planeta - que nos es más que el resultado de la calidad de todos los pensamientos y emociones que los habitantes encarnados y desencarnados emanamos - el dolor todavía tiene una función educativa en nuestra trayectoria evolutiva. Los que estamos en este mundo tenemos deudas con el pasado. Para saldar la deuda muchas veces hay que experimentar el dolor que en vidas pasadas causamos a los demás o el que no fuimos capaces de minorar. Con esto, Jonathan nos daba la clave para entrar al tema: el dolor no viene a nuestra puerta por casualidad, accidente o como la venganza de un dios rencoroso, sino como resultado de nuestras actitudes; una cuestión de causa y efecto. Si no encontramos la causa del dolor que experimentamos en esta vida, nos dicen los espíritus, podemos estar seguros de que la causa se encuentra en vidas anteriores. El dolor, por tanto, no es una lotería al revés. Hay que abandonar el papel de víctimas del destino y aprender a mirarle a los ojos, como cosecha de nuestras existencias anteriores, nos guste o no. 

Lo que Jona hizo a continuación fue diferenciar el dolor del sufrimiento. En lo cotidiano lo mezclamos todo y esta confusión nos impide afrontar con provecho las experiencias de aprendizaje que una situación difícil nos ofrece. Dolor y sufrimiento no son la misma cosa. El dolor es parte de la vida, puede ser físico o emocional, y siempre nos convoca a experimentar situaciones adversas para nuestro propio adelanto. El sufrimiento, sin embargo, es la negación del dolor. Cuando sufrimos, rechazamos el dolor, no le aceptamos, algunas veces indignados con la injusticia que pensamos padecer, otras simplemente negando su existencia y rehusando experimentarlo hasta que pueda cumplir su función en nuestras vidas… Para ilustrarlo, Jona nos hizo pensar en el dolor de cabeza. El dolor de cabeza es lo que es: dolor. No hay sufrimientos asociados. Todo lo que va más allá del dolor y nos causa padecimientos emocionales adicionales, es sufrimiento.

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Buda, nos contó Jona, recomendaba a sus discípulos que contemplaran su dolor, que tomaran conciencia de él y que no le juzgaran. Observar el propio dolor no hace con que desaparezca, pero ser un testigo consciente de las modificaciones que provoca en la psiquis nos permite crecer y madurar. En la sociedad occidental rehuimos al dolor constantemente, atravesando nuestra existencia como si tuviéramos una única vida y como si todo lo que tuviéramos fuera nuestro cuerpo físico. Deseamos prolongar el placer y cerramos los ojos a la transitoriedad de todas las cosas. Los espíritas, sin embargo, sabemos que somos espíritus en una transitoria experiencia carnal y que la realidad definitiva es la espiritual. Esto debe hacernos más fuertes para sobrellevar las pruebas dolorosas que la vida nos impone. Por esto pensamos que el espiritismo es el consolador prometido, que viene a afirmarnos por intermedio de las voces de los espíritus desencarnados que Dios jamás obra por capricho y que todo el universo está regido por sus leyes sabias, justas y misericordiosas. 

Jona nos propuso que hiciéramos dos preguntas y nos invitó a que lo utilizáramos en todas las situaciones adversas de lo cotidiano, desde la más pequeña hasta la más grave. La primera es, ¿Crees en Dios? Si tu respuesta es sí, ¿Crees que es justo y misericordioso? Y si tu respuesta sigue siendo sí, comprenderás que sea lo que sea que te sucede, esto es la expiación de una deuda pasada, una prueba para el futuro o una misión que te fue confiada. Si aceptas que es así, debes concentrarte en la lección que esta situación dolorosa te intenta ofrecer, aprendiendo, creciendo y evolucionando. Esta lógica tan sencilla como dura, tan fácil de comprender como difícil de vivir, es lo que la Doctrina Espírita nos enseña. Aun que no entendemos la naturaleza de la Inteligencia Cósmica Universal – más faltaría que pretendiéramos saber qué es Dios y conocer su misterio- sabemos que es perfecto y que sus leyes perfectas rigen el universo. Si sabemos que Dios es perfecto y que no se equivoca, comprenderemos que el dolor en nuestras vidas no nos llega por equivocación. Si sabemos que Dios es justo, aceptaremos que el dolor no nos llega como una injusticia… Si sabemos que Dios es amor, tampoco le podemos atribuir sentimientos de venganza. El dolor es un resultado de nuestras propias actitudes pasadas. Más vale que le miremos a los ojos, aprendamos a convivir con él, aprendamos la lección sin infligirnos los sufrimientos adicionales que la negación provoca y permitamos que nuestras imperfecciones sean “curadas”. 

Algunas personas piensan que al dedicarse a las cuestiones del espíritu evitaran los problemas y que por justicia, Dios les haría la vida más fácil. Jona ha remarcado que esto no es espiritualizarse, esto es negociar. Lo que los valores del espíritu aportan es una fortaleza que permite afrontar el dolor con serenidad e incluso con una cierta felicidad, puesto que liberarse de una deuda no deja de ser una situación de alegría. El conferenciante también nos hizo comprender que el hecho de contemplar el dolor, aceptarlo, vivirlo y profundizar en sus causas nos hace más capaces de ser felices. Por paradójico que nos parezca, somos más capaces de disfrutar del reposo cuando conocemos en cansancio; valoramos de forma diferente la abundancia cuando comprendemos qué es la escasez; comprendemos qué es la felicidad cuando la podemos contrastar con los registros de tristeza en el alma; nos dedicamos más a cuidar la salud cuando la enfermedad nos ha visitado con sus lecciones preciosas. Por esto, nos dijo Jonathan, no hay que rechazar el dolor. Hay que vivirlo e incluso colaborar con él sin oponer resistencia, para que opere el cambio que la sabiduría divina ha planificado que sería adecuado en nuestra alma. 

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Quiso la misericordia divina que la reencarnación fuera un mecanismo evolutivo más. Tenemos no una, sino muchas oportunidades de escribir un nuevo comienzo para nuestras existencias. Cuando uno es capaz de comprender estas palabras ni siquiera hace falta haber vivido una vida ejemplar para abandonar la vida con serenidad o permitir que nuestros seres amados lo hagan. Basta con entender que la vida sigue siempre en planos diferentes de la existencia. Habrá reencuentro, habrá nuevas oportunidades, porque estamos todos destinados a lucir la perfección que existen en potencia dentro de cada uno de nosotros. El nacimiento no es el principio, la muerte no es el final. La vida se encadena en una espiral ascendiente de progreso. Podemos confiar en la perfección de las leyes que nos impulsan a la perfección.

Para escuchar a estas palabras, familia, la casa estaba llena. Gracias a la espiritualidad que nos asiste, hemos podido recibir a más personas en nuestro centro espírita, para seguir haciendo pasos en la dirección de nuestra propia evolución y poder ofrecer a los que quieran acompañarnos, las orientaciones que los espíritus nos han trasmitido en esta luminosa doctrina, de lógica, consuelo y esperanza.

Con el más puro deseo de que podamos abandonar el sufrimiento y abrazar el dolor que nos corresponde sin miedo y sin reservas, me despido una semana más agradecida por la oportunidad de serviros. 

Cariños de la hermana menor.

2 comentarios:

  1. Jonathan, felicidades por el lindo estreno!!

    Gracias!!!!

    Un abrazo, Marcello

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  2. Impresionante la conferencia...muy esclarecedora y llena de amor....enhorabuena!!

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