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domingo, 10 de febrero de 2013

Tan cerca y tan lejos del “reino de Dios”


Hola familia,

Ayer, como cada sábado, nos reunimos para el estudio de la Doctrina Espírita. Empezamos leyendo el texto de estudio y en seguida nuestros monitores, Rafa y Marcello, nos hicieron preguntas nada sencillas de contestar que, a la vez que nos hacían profundizar en el tema, también despertaban muchas más preguntas, inquietudes y reflexiones tangenciales.

De la discusión inicial, destaco los puntos a continuación:
  • La inteligencia cósmica universal utiliza diversos recursos para introducir al hombre en el conocimiento de sus leyes. La Verdad nos es revelada de forma gradual, siempre en conformidad con el nivel de comprensión de los hombres y la utilidad que pueda tener en nuestras vidas.
  • Los hombres de bien son aquellos que comprenden mejor las leyes divinas y viven en armonía con tal conocimiento. Sus palabras, gestos y actitudes se traducen, sea cual sea el campo en el que han sido llamados a servir, en fuerza que impulsa al progreso intelectual y moral de las conciencias humanas.
  • Los hombres y mujeres cuya tarea en la Tierra trasciende su círculo de convivio local acercan la humanidad al conocimiento de la ley natural. Son científicos, como Galileo y Einstein, artistas como da Vinci, intelectuales como Martin Luther King o religiosos como Teresa de Calcuta. Verdaderos misioneros, espíritus más experimentados y maduros, a quiénes se les confían tareas de esclarecimiento de las conciencias humanas.
  • Cuando encarnados, el velo del olvido y los impositivos de la materia (cuerpo físico condicionado por mecanismos como el orgullo, el egoísmo y la vanidad) son obstáculos que el hombre de bien debe vencer para ejecutar su tarea en la Tierra. Algunos logran realizar su labor con éxito, otros fallan. Aun entre las obras de los que fallan, es posible encontrar aspectos positivos, que pueden servir al conocimiento de las leyes físicas y morales que constituyen la ley divina o natural.
  • Los que solemos llamar “falsos profetas”, sin embargo, no son misiones que fallan en su cometido, sino hombres que por la ausencia de virtudes, bajeza de actitudes, presunción de palabras y altivez de carácter se presentan a sí mismos como enviados del cielo. Es común que intenten imponer sus puntos de vista y que se resientan que no se les adule.

Después de esta discusión, nuestros monitores nos presentaron algunas preguntas. Entre ellas por ejemplo, ¿Qué es necesario para que el hombre llegue a comprender la ley de Dios?
  • La primera condición, estuvimos todo de acuerdo, es el deseo de comprenderla. Todos conocemos a personas que todavía están muy cerradas a las reflexiones de orden transcendental. Sin el vivo deseo de conocer la ley natural y la necesaria humildad para aceptar que hay algo mucho más grande que el hombre, cuyas leyes perfectas rigen todo el universo, no puede uno acercarse al conocimiento de Dios y sus leyes.
  • La segunda condición es la reencarnación misma. Este verdadero mecanismo evolutivo permite que el espíritu, en cada nueva existencia corporal, desarrolle más el dominio sobre la materia y amplíe su conocimiento intelectual y moral.
  • La tercera condición es el conocimiento de sí mismo. Como nuestra naturaleza es divina, puesto que somos criaturas de Dios, el esfuerzo de comprenderse a uno mismo conduce al conocimiento del Creador.
    Una palabra, sin embargo, repetida algunas veces durante la reunión, quedó sin definición más precisa: CONCIENCIA… ¿Qué es la conciencia? Nos dicen los espíritus que es ahí donde está grabada la ley de Dios, pero es posible que a menudo utilicemos esta palabra a la ligera, sin parar para pensar en su significado. Ahora que preparo este resumen, he vuelto a “En el Mundo Mayor”, de Chico Xavier y André Luiz (espíritu). El capítulo “La Casa Mental” es un verdadero ensayo de neurobiología transcendental. Reproduzco la parte del texto que creo que puede ser útil para llegar a una noción más clara de la conciencia:
    –En el sistema nervioso, tenemos el cerebro inicial, centro de los movimientos instintivos y sede de las actividades subconscientes, imaginémosle como el almacén de la individualidad, donde archivamos todas las experiencias y registramos los menores hechos de la vida. En la región de la corteza motora, zona intermedia entre los lóbulos frontales y los nervios, tenemos el cerebro desarrollado, que sustenta las energías motoras de las que se sirve nuestra mente para las manifestaciones imprescindibles en el actual momento evolutivo de nuestro modo de ser. En los planos de los lóbulos frontales, todavía silenciosos para la investigación científica del mundo, yacen materiales de orden sublime, que conquistaremos gradualmente, en el esfuerzo de ascensión, representando la parte más noble de nuestro organismo divino en evolución. No podemos decir que poseemos tres cerebros simultáneamente. Tenemos sólo uno que se divide en tres regiones distintas. Tomémosle como si fuera un castillo de tres plantas: en la primera situamos la residencia de nuestros impulsos automáticos, simbolizando el resumen viviente de los servicios realizados; en la segunda localizamos el domicilio de las conquistas actuales, donde se levantan y consolidan la cualidades nobles que estamos edificando; en la tercera, tenemos la casa de las nociones superiores, indicando las culminaciones que nos corresponden alcanzar. En una residen el hábito y el automatismo, en otra, el esfuerzo y la voluntad y en la última se encuentran el ideal y la meta superior a ser alcanzada. Distribuimos, de este modo, en las tres plantas, el subconsciente, el consciente y el superconsciente. Como vemos, poseemos, en nosotros mismos, el pasado, el presente y el futuro.
    Quizá, digo yo, la conciencia sea esto: el pasado, el presente y el futuro de la criatura. Tal como si fuera una semilla, que en el momento de su creación ya está predestinada a ser un árbol, la criatura tiene que recorrer toda la trayectoria evolutiva que nos llevará al conocimiento máximo de nosotros mismos y de Dios. En este momento, cuando pasado, presente y futuro se integran, y la Verdad nos liberta, el ser trasciende la materia y pasa a habitar el absoluto. Tal vez sea ahí, fuera del tiempo o del espacio, donde la conciencia habita el "reino de Dios".

    De momento, familia, falta mucho. En la casa espírita, empecemos teniendo más paciencia con los compañeros que se van por las ramas, con los que tienen preguntas fuera del tema tratado, con los que quieren mucho mantener el orden y cumplir el programa, con uno mismo… ¡hasta con los que no han venido a la reunión! Tan cerca y tan lejos a la vez el “reino de Dios”… Pero de camino, siempre.

    Cariños de la hermana menor

    4 comentarios:

    1. Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa¡¡¡

      El sábado, cuando pedí que se definiera lo que era la conciencia, era, precisamente, a lo que ahora nos comenta Jana que yo quería llegar:

      "Tal como si fuera una semilla, que en el momento de su creación ya está predestinada a ser un árbol, la criatura tiene que recorrer toda la trayectoria evolutiva que nos llevará al conocimiento máximo de nosotros mismos y de Dios"

      ¡Eso es la conciencia¡ Esa especie de chip que todos tenemos desde el principio, donde está grabada la Ley de Dios y que, con el paso del tiempo, aprendizaje tras aprendizaje, tenemos que ir descubriendo y desarrollando...

      Alfredito

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    2. Respuestas
      1. Querida Yashamaina¡¡

        Es que, muchas veces, si uno empieza, es una señal de que ya está a punto de terminar. Y, sin embargo, si uno espera a terminar, es que entonces ya está listo para empezar.

        Alfredito

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    3. Tienes toda la razón Alfredo. Me gusta esta definición "sencilla". Cuándo planteaste la pregunta, intentábamos abordarla de manera demasiado compleja y profunda, sin ver su sencillez. Es un buen punto de partida.

      slds, Marcello

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