Hola familia, ¡feliz año!
Ayer empezamos 2014 en CEADS con el
estudio del evangelio. El Maestro no deja de renovar su invitación a que
alcancemos niveles más elevados de conciencia. Su voz, algunas veces inaudible
por el ruido del que nos hacemos rodear, otras veces incomprensible por la
inmadurez espiritual, sigue proyectándose a través de los siglos, esperando que
pueda finalmente hacer vibrar nuestras conciencias:
Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen: y rogad por los que os persiguen y calumnian. - Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? - Y si saludareis tan solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen esto mismo los gentiles? -"Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto". (San Mateo, cap. V, v. 44, 46, 47 y 48.)
Los publicanos
eran los cobradores de impuestos, gente corrupta y de muy mala fama en la época
de Jesús. Los gentiles eran los que no eran judíos, es decir, nos que no pertenecían
al pueblo que se creía elegido de Dios. Nos dice Jesús que si sólo nos preocupamos
por los que nos aman, no hacemos más que éstos, los que consideramos corruptos
e “impuros”. Quiere el Maestro que
vayamos a más… ¿Qué quiere decir esto? Os resumo un poco de lo que hablamos
ayer en la discusión del Cap.
XVII de El Evangelio según el Espiritismo.
El amor cósmico, ágape, signo de la
perfección, es un objetivo que debemos perseguir como espíritus inmortales. No
hay que recriminarse por no ser capaz de sentirlo ahora mismo y menos por
personas que deliberadamente nos hacen daño. La propuesta del Maestro es tan
solamente de que nos pongamos de camino, que despertemos para la necesidad de
considerar a todas las personas, incluso las que nos perjudican, como dignas de
ser amadas. Inicialmente podemos practicar el ejercicio de no desearles mal, de
no devolver el daño que nos hacen. Podemos y debemos pedir a Dios por estas
personas, comprendiendo que si nos hacen daño de forma deliberada, es a sí mismo
que hacen más mal.
La máxima “amar a los enemigos” no
implica hacerse cómplice del que nos hace daño, porque nadie puede amar al
prójimo, y menos a un enemigo, sin amarse a sí mismo. Permitir que las personas
nos hagan daño en actitud de auto-flagelo no es amar al enemigo, es alimentar a
su crueldad. Es necesario aprender a preservar las emociones, educándonos para
actuar con compasión en el caso de que nos agredan, sin que esto suponga
permitir que nos maltraten. Lo que pasa es que solemos pasar de la defensa al
ataque demasiado rápido. Sólo una actitud de auto-conocimiento y educación de
las emociones puede poner límites a la agresividad ajena sin la producción de
agresividad interior. No es algo que se consiga de la noche a la mañana: cada
nueva encarnación es una oportunidad de seguir en este camino de
perfeccionamiento.
Cada “enemigo” que tenemos es una
oportunidad que la vida nos presenta para aprender la lección de la educación
de nuestras emociones. Los hay encarnados y desencarnados. No debemos olvidar que
a nosotros también hay muchos que nos consideran sus enemigos. Por renovados
que sean nuestros propósitos en la presente encarnación, el pasado espiritual
de cada uno está lleno de equivocaciones de toda clase. La actitud del
verdadero espírita es la de actuar con compasión hacia sus enemigos, intentando
imaginar que su historia vital y/o espiritual les ha convertido en quiénes son
y viendo en la convivencia con ellos una oportunidad de crecimiento. No es un
ejercicio fácil, placentero o rápido, pero la recompensa es la de una
conciencia tranquila, reconciliada con las leyes cósmicas. ¿Quién podría pedir
más?
Pongamos en la lista de buenos propósitos
de 2014 la indulgencia, la tolerancia y la paciencia con aquella persona, tal
vez un jefe, tal vez un compañero de doctrina, un hijo, una ex-pareja… Que el
Maestro nos envuelva a todos con su amor, fortaleciéndonos en la búsqueda de la
perfección. Seremos perfectos, como perfecto es nuestro Padre Celestial.
Cariños de la hermana menor
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