Texto publicado en Visió Espírta números 3 y 4
Participando de los estudios del Grupo Fraternidad Espírita
Cristiana del Sr. Salvador Sanchís, fuimos aprendiendo muchas cosas. Nos
reuníamos todas las semanas para estudiar la codificación espírita. La dinámica
era sencilla: entre todos leíamos los textos de los libros, comenzando por el
Libro de los Espíritus e íbamos comentando conforme las inquietudes o dudas. El
grupo era muy numeroso, quizá unas veinte personas y de todas las edades.
Allan Kardec, codificador de la Doctrina Espírita |
En aquella época (principios de los 90), tuvimos la
oportunidad de conocer a Santiago Gené, de Reus, quien participaba
esporádicamente en el grupo del Sr. Sanchís, por venir de lejos y por su
trabajo, que le obligaba a viajar muchísimo. Provenía de una familia
espiritista, la de Pruvi y Manel, que fueron de los primeros espiritistas que
se mantuvieron activos durante la dictadura franquista.
Conocer a Santi marcó una nueva etapa para nosotros. Nos
ofreció la posibilidad de participar en el II Minicongreso Espiritista
Nacional, que se realizó en Málaga el año 1994.
Le dijimos “minicongreso”
porque el movimiento espiritista de entonces era reducido y no queríamos
llamarlo congreso todavía. El viaje a Málaga fue toda una revelación. Era la
primera vez que veíamos a tantos espiritistas juntos, alrededor de 120 personas
de todas partes del territorio español, unidas por un mismo ideal de amor y
hermandad.
Todos compartiendo experiencias, escuchando a diferentes
conferenciantes y hablando de la doctrina en todo momento. Mi madre y yo
estábamos conmocionadas. Divaldo Pereira Franco estaba allí, como siempre,
apoyando el movimiento espiritista. La sensación de aislamiento, de exclusión y
de incomprensión de la sociedad por el hecho de ser espiritista se disolvió con
la compañía de todas aquellas personas que, igual que nosotros, amaban la
doctrina como un modo de entender la vida, una forma de vivirla, sentirla,
expresarla. A partir de aquella inyección de coraje y de hermandad, fuimos
creando vínculos que pertenecían al alma y que por siempre jamás formarían
parte de nuestra historia; personas estimadas como los compañeros de Montilla,
de Málaga, de Alicante, de Madrid, de Valencia, de Igualada, de Lérida…
Personas que pertenecen a la historia de CEADS por su espíritu y su empuje.
Un amigo de la familia nos hizo saber que había visto un
rótulo en la calle Valencia de una asociación espírita llamada “La voz del
alma” actualmente Asociación Catalana de Estudios Prácticos del Espiritismo
(ACEPE).
¡Un rótulo en la calle anunciando una asociación espiritista! Era una
novedad muy estimuladora.
Nos pusimos en contacto con ellos para poder ir a una
jornada de convivencia que hacían en su local. Allí entre otros, conocimos al
radiólogo dominicano Fernando Lora, la persona que nos enseñó a estudiar la
doctrina sistemáticamente, con metodología didáctica y vivencial. Él venía de
la escuela espiritista brasileña y contaba con una larga experiencia en la
organización docente de centros espiritistas. Impulsados por sus consejos, su empuje
e ilusión y siguiendo las sugerencias del maestro Allan Kardec en cuanto a la
divulgación de la doctrina, creamos un nuevo grupo espiritista en el Ensanche
barcelonés: el Grupo Espiritista Sagrada Familia, en honor al barrio donde
vivíamos. Este fue el verdadero origen del actual CEADS.
Arriba, Fernando Lora (de bigote) y compañeras espíritas. |
Éramos un grupo popular de muy pocas personas, llenas de
ilusión y de alegría, animadas por una vivencia espiritista que nos había dado
un verdadero sentido a la vida y a la muerte, una visión amplificada del
significado del ser. Así pues comenzamos a organizar las primeras clases de
estudio doctrinario y las primeras acciones sociales espiritistas en
colaboración con el Grupo Fraternidad Espírita Cristiana. Fueron unos años de
un intenso aprendizaje y dedicación.
Repasar la memoria del centro es recordar1 tantas
vivencias, anécdotas, experiencias, acciones, emociones i personas que han
formado parte del camino de CEADS. En esta ocasión es, en compañía de Fernando
Lora y otros compañeros de aprendizaje, que vivenciamos un hecho que nos dio
fuerzas y coraje para continuar desarrollando la tarea de voluntariado.
Una vez más un numeroso grupo de compañeros espiritistas,
vinculados a lo que se acabaría llamando Centre Espírita Amalia Domingo Soler,
íbamos a colaborar al Cottolengo del Padre Alegre.
Hermana Sabina en el Cotollengo del Padre Alegre - Barcelona |
Cuando llegábamos las monjas
de la institución nos distribuían en diferentes tareas según las necesidades
del día: unos en la cocina a lavar platos y ayudar a preparar la comida, otros
a acompañar a hombres, mujeres y niños de las diferentes secciones y cuando era
la hora de comer, ayudábamos a poner las mesas y dar de comer a quienes no se
valían por sí mismos.
En todas las secciones había casos extremos de
malformaciones crónicas que inspiraban mucha compasión, pero era en la sección
infantil donde todo parecía más doloroso. Una de las niñas nos tenía robado el
corazón, era Mercedes o Merceditas como la llamábamos. Con poco más de un año
se electrocutó al poner los dedos en un enchufe. Los padres, con pocos recursos
y viendo que la niña necesitaría mucha atención y cuidados permanentes,
decidieron dejarla en el Cottolengo sabiendo que allí estaría bien atendida.
Con el tiempo, las visitas se fueron distanciando hasta que la dejaron de ver.
La discapacidad de Merceditas con 12 años aproximadamente,
era grave. La deformidad de su cuerpo era tal que al llevarla a la cama donde
la tenían protegida por diferentes cojines que la mantenían en una posición
determinada, que las monjas iban cambiando para evitar la aparición de llagas,
la disponían en una silla de ruedas especial que, con correas y cojines,
mantenía su cuerpo casi derecho para facilitarle la respiración entrecortada y
dificultosa que sufría.
Su mirada estaba ausente, siempre mirando hacia arriba como
buscando alguna cosa. El único sonido que emitía era una tos ronca y asfixiante
que parecía que dejaría de respirar en cualquier momento. Comía triturados muy
líquidos para poder facilitar la deglución. Había muchos otros casos de
personas adultas, jóvenes y niños que marcaban el corazón, pero Merceditas nos
lo tenía robado a nosotros.
La caridad es un acto de amor que tiene doble vía de
intercambio. Conscientes de ello, acariciábamos a los internos todo lo que
podíamos, de forma discreta, cogiéndoles la mano, atusándoles el pelo, mirándoles
a los ojos, riendo con ellos, escuchándolos. El flujo de amor va y viene como
las olas del mar, inagotables. Salíamos del Cottolengo llenos de misericordia y
humildad, sabiendo que aunque sus cuerpos estuvieran ausentes a las caricias o
las palabras de afecto, sus almas las podían recibir. Mercedes nos dio el testimonio
de esta realidad.
Un día al llegar al Cottolengo, las monjas nos dijeron que
Merceditas ya no estaba, había muerto pocos días atrás. Todos nos quedamos
conmocionados.
Pocos días después, antes de acabar la reunión mediúmnica de
trabajo en nuestro Centro, vino un espíritu que no pudo hablar, solamente
lloraba de emoción y alegría. Nos inspiró una gran ternura y alguien pensó que
podría ser Mercedes, pero sólo eran conjeturas.
En la siguiente reunión de mediumnidad, Mercedes se presentó
serena, sonriente, satisfecha y nos explicó la situación en la que se
encuentran los espíritus como ella, atrapados en cuerpos deformes e
imposibilitados para expresarse, aprendiendo a ser humildes, pacientes,
agradecidos, dóciles y lo mucho que agradecían las palabras, los pensamientos,
las caricias de apoyo y esperanza. Nos dijo que cada palabra, cada gesto y cada
pensamiento que emitíamos hacia ella, vibraba con ondas de bálsamo y armonía
que descansaban en su alma como si estuviese en una cuna. Nos agradecía nuestra
dedicación y nos animaba a continuar ejercitando la caridad por el bien que
hace a quienes la practican y sobre todo a quienes la reciben, nos decía. Se
fue con una sonrisa diciéndonos que siempre que le permitiésemos nos ayudaría
en lo que pudiese.
(1) recordar: “volver a pasar por el corazón”
viene del bajo latín recordare que se
compone del prefijo re- (‘de nuevo’)
y –cordare formado desde el nombre cor, cordis
(corazón).
Trabajo en el área Discapacidad está historia me ha llegado al corazón....y si Fuera de la Caridad no hay Salvación.♥️🙏
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