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sábado, 18 de julio de 2015

Origen de la creencia en los demonios

CAPÍTULO IX – LOS DEMONIOS
 (Silver Chiquero)

Origen de la creencia en los demonios.

La creencia en un poder superior es instintiva en los hombres y en todas las épocas los demonios cumplieron un papel de importancia en las distintas teogonías. Si aún hoy se discuten la naturaleza y los atributos de ese poder ¿cuánto más imperfectas debían ser esas nociones en la infancia de la humanidad?

Para los hombres primitivos, es imposible concebir nada fuera del mundo visible y tangible, se imaginan que el mal radica en los seres y las cosas que les ocasionan daño. Por la misma causa, personifican al bien en aquellas cosas que les resultan útiles.
El doble principio del bien y del mal fue, durante largos siglos y con diversos nombres, la base de todas las creencias religiosas, lo personificaron en Ormazd y Ahrimán; los hebreos en Jehová y Satanás; los paganos en una multitud de individualidades con vicios o virtudes y recibieron el apelativo general de dioses; los cristianos y los musulmanes heredaron de los hebreos la idea de los ángeles y los demonios.

Los demonios según la Iglesia.

Según la Iglesia, Satanás, el jefe o rey de los demonios, no es una personificación alegórica del mal, sino un ser real que sólo obra el mal, en tanto que Dios sólo realiza el bien. Si Satanás es eterno, es increado y en consecuencia, igual a Dios; si es posterior, es una creación divina, siendo Dios creador primero del mismo, no siendo infinitamente bueno.
Dice la Iglesia: “La mediación de Cristo, concebido de toda la eternidad, fue revelado a los ángeles mucho tiempo antes de cumplirse”. Dios sabía que los ángeles y los hombres necesitarían esa mediación ¿Sabía Dios que ciertos ángeles fracasarían? Si lo sabía, entonces, creó a esos ángeles con conocimiento de causa, por tanto no sería todopoderoso y omnisciente.


”Apenas la rebelión estalló en […] sus pensamientos, fueron exiliados para siempre de la ciudad celeste y precipitados en el abismo. […] Dios permite que ocupen un lugar en el orden al  que pertenecen. En tanto otros permanecen en la morada tenebrosa, sirviendo de instrumento a la justicia divina”. Según esta doctrina, una parte de los demonios se encuentra en el infierno y la otra se mueve en libertad ¿Por qué semejante diferencia? ¿Los libres son menos culpables? ¿Cómo se podrá aceptar que la justicia de Dios no sea más perfecta que la de los hombres?

Dios deja a sus criaturas a merced de los demonios, con conocimiento de causa. Su arrepentimiento, su regreso al bien, sus aflicciones no han de valer. ¡Y es en nombre de Jesucristo, quien sólo predicó el amor, la caridad y el perdón, que se enseñan tales doctrinas!
¿De qué les serviría no perseverar en el mal si el arrepentimiento es inútil? Si perseveran en el mal es porque la esperanza les es negada ¿Por qué Dios habría de negarles la esperanza? ¿Para vengarse por la ofensa recibida con su falta de obediencia? Se hace decir a Dios “¡Que perezca toda la raza humana, antes que renunciar a mi venganza!” ¿Así nos presenta Jesús a su Padre? ¿Querría que los hombres fuesen mejores, más justos y comprensivos que el mismo Dios?

Los demonios según el Espiritismo.

Dios creó seres perfectibles, que gracias al trabajo personal tuvieran el mérito de lograr la perfección. Llegados al apogeo se convierten en Espíritus puros o ángeles. De esta manera existen seres en todos los grados de sabiduría e ignorancia, de bondad y perversidad. Según el Espiritismo los demonios son Espíritus imperfectos que progresarán. Quienes por despreocupación, negligencia, obstinación o mala voluntad permanecen mayor tiempo en las zonas inferiores, sufren los males de su actitud y la costumbre de obrar el mal les dificulta salir de él. Si el progreso fuese obligatorio no tendría mérito alguno y Dios quiere que sean los artífices de sus propias obras.


Una sola especie de seres inteligentes, sometidos a  la ley del progreso, el mismo punto de partida, la misma ruta a recorrer y la elevación conquistada a través del propio mérito responde mejor a la justicia de Dios que la doctrina de la creación de seres diferentes.

Hoy los conceptos de los hombres son más amplios, poseen nociones más precisas de la justicia, la quieren para sí. Por esta razón, cualquier doctrina que no represente a la justicia divina totalmente pura, produce su rechazo.


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