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jueves, 4 de febrero de 2016

El don de curar y oraciones pagadas

Muy buenas noches

Este sábado tenemos toca el estudio del Evangelio según el Espiritismo y ya veremos que es lo que nos han preparado las monitoras de este periodo de estudio.
Por ahora, os dejo el texto integro para que podamos poneros en sintonía con el estudio.

¡Nos vemos el sábado!


CAPÍTULO XXVI - Dad gratuitamente lo que recibís gratuitamente
Don de curar. - Oraciones pagadas


1. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios; "graciosamente recibísteis, dad graciosamente". (San Mateo, cap. X, v. 8).

2. "Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente"; dijo Jesús a sus discípulos; por este precepto prescribe que no se haga pagar lo que uno mismo no ha pagado, y lo que ellos habían recibido gratuitamente era la facultad de curar a los enfermos y echar a los demonios, es decir, a los malos espíritus; este don se les dió gratuitamente por Dios para el alivio de los que sufren y para ayudar a la propagación de la fe, diciéndoles que no hicieran con él nin gún negocio, ni un objeto de especulación, ni un medio de vivir.

3. Y oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos: - Guardáos de los escribas, que quieren andar con ropas talares y gustan de ser saludados en las plazas, y de las primeras sillas en las sinagogas, y de los primeros asientos en los convites. - "Que devoran las casas de las viudas pretextando larga oración". Estos recibirán mayor condenación. (San Lucas, cap. XX, v. 45, 46 y 47. - San Marcos, cap. XII, v. 38, 39 y 40. - San Mateo, cap. XXIII, y. 14).



4. También dijo Jesús: No hagáis pagar vuestras oraciones; no hagáis como los escribas, que bajo el pretexto de largas oraciones, "devoran las casas de las viudas"; es decir, acaparan las fortunas. La oración es un acto de caridad, un impulso del corazón, y hacer pagar lo que se dirige a Dios por otro, es constituirse en intercesor asalariado, pues entonces la oración no es más que una fórmula cuya duración está proporcionada a la cantidad que produce. Luego, una de dos: Dios mide o no sus gracias por el número de palabras; si se necesitan muchas, ¿por qué se dicen pocas o ninguna al que no puede pagar? Esto es una falta de caridad; si por el contrario, una sola basta, lo que sobra es
inútil y entonces ¿por qué se hace pagar? Esto es una prevaricación.

Si Dios no vende los beneficios que concede ¿por qué aquel, que ni siquiera es el distribuir, ni puede garantizar la obtención de ellos, hace pagar una súplica que no puede tener seguro resultado? Dios no puede subordinar un acto de clemencia, de bondad o de justicia que se solicite de su misericordia, a una cantidad de dinero; de otro modo resultaría que si la cantidad no se pagó o es insuficiente, la justicia, la bondad y la clemencia de Dios estarían en suspenso. La razón, el buen sentido y la lógica, dicen que Dios, la perfección absoluta no puede delegar a criaturas imperfectas el derecho de poner precio a su justicia. La justicia de Dios es como el sol; está por todo el mundo, lo mismo para el pobre que para el rico. Si se considerara como inmortal el tráfico que se hace con las gracias de un soberano de la tierra, ¿es, acaso, más lícito el vender las del Soberano del universo?

Las oraciones pagadas tienen otro inconveniente; el que las compra, se cree muchas veces dispensado de rogar por él mismo, porque se considera en paz cuando ha dado su dinero. Se sabe, además, que los espíritus se conmueven sólo por medio del fervor del pensamiento que se interesa por ellos; y ¿qué fervor puede tener aquel que encarga a un tercero que rece para él, pagando?
¿Cuál es el fervor de este tercero cuando delega su mandato a otro, éste a otro, y así sucesivamente? ¿No es esto rebajar la eficacia de la oración al valor de una moneda corriente?

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