Por Flavia Roggerio
¿El miedo a la muerte no estará
asociado al miedo a lo “desconocido”? ¿A lo “nuevo”? ¿Cuántas veces nos hacemos,
durante la vida, esta pregunta? ¿Qué hay realmente después de la muerte del
cuerpo físico?
Pues, el alma, que habita este cuerpo,
vuelve a ser Espíritu.
Entra de nuevo en el mundo espiritual que había abandonado durante su existencia en la tierra. Vuelve al mundo de los Espíritus con su individualidad, que no perderá jamás. Esta individualidad es representada por el periespíritu (cuerpo espiritual) que conserva la apariencia de su última encarnación.
Entra de nuevo en el mundo espiritual que había abandonado durante su existencia en la tierra. Vuelve al mundo de los Espíritus con su individualidad, que no perderá jamás. Esta individualidad es representada por el periespíritu (cuerpo espiritual) que conserva la apariencia de su última encarnación.
En la pregunta 152 del “Libro de los Espíritus”… ¿Qué prueba podemos tener de la individualidad del alma después de la muerte? Allan Kardec recibe esta respuesta: ¿No la tenéis en las comunicaciones que obtenéis? Si no sois ciegos, veréis; y oiréis, si no sois sordos, porque a menudo habla una voz que os revela la existencia de un Ser fuera de vosotros».
Los Espíritus informan que la
separación del alma y del cuerpo no es dolorosa y, a menudo, sufre más el
cuerpo durante la vida, que en el momento de la muerte. Los sufrimientos que,
en ocasiones se experimentan en el momento de la muerte, realmente son un
placer para el Espíritu, que ve llegar el término de su destierro. En el
proceso de la muerte el desprendimiento del periespíritu se realiza de forma
gradual. Todo va a depender del nivel evolutivo de la persona.
Con frecuencia en el momento de la
muerte, el alma siente como se desatan estos lazos y luego ve el porvenir desarrollarse
ante ella, gozando anticipadamente de su estado de “libertad”.
Según las explicaciones de los
Espíritus; la sensación experimentada por el alma en el momento que reconoce la
muerte del cuerpo depende de la conducta que tuvo durante su existencia en la
tierra. Si ha hecho el mal por hacerlo, se avergonzará; si ha sido justo, se
sentirá aliviado de un gran peso, porque no temerá ninguna mirada acusadora.
El alma no se lleva de la Tierra nada
más que el recuerdo y el deseo de ir a otro mundo mejor. Recuerdo que le será
grato o desagradable según el uso que haya hecho de la experiencia de la vida.
Cuanto más pura es el alma mejor comprende la futilidad de lo que deja atrás,
en la Tierra.
El desencarnado encuentra
inmediatamente a sus conocidos del pasado, que hayan muerto antes, si profesaba
afecto entre ellos y le tenían respecto. A menudo salen a recibirle a su
entrada en el mundo espiritual y le ayudan a separarse de la materia.
La toma de conciencia del Espíritu, inmediata
a la muerte del cuerpo, suele estar turbada. Sus percepciones están como
despertándose de un sueño profundo, confusas, y él necesita un tiempo para
reconocerse. La intensidad y duración de esta turbación no es igual en todos
los Espíritus. Ello va a depender de su elevación moral. Semejante ilusión dura
hasta la completa separación del periespíritu. A partir de ese momento el
Espíritu se reconoce como tal y comprende que ya no forma parte del mundo físico
de los vivos.
Después de la muerte, el Espíritu
conserva las percepciones que tenía y adquiere otras que no poseía. Su cuerpo
le era como un velo que ocultaba estas impresiones. La inteligencia es un
atributo del Espíritu, pero se manifiesta más libremente cuando no tiene
obstáculos. La visión es más clara que la nuestra pues su vista penetra todo.
Percibe sonidos y se traslada tan rápido cuanto el pensamiento y también, se
puede decir que ve, a la vez, lo que sucede en diferentes lugares.
El sufrimiento de un Espíritu está
ligado a las angustias morales que lo atormentan, es decir: de su conciencia.
No necesita descanso físico, pero si descanso intelectual. La sensación de frío
o calor es solamente un recuerdo de la vida en la Tierra. Cuando se acuerda de
su cuerpo, experimenta cierta impresión, como cuando nos quitamos un sombrero y
creemos que aún lo tenemos.
Conocer el espiritismo puede influenciar
en la fase de turbación experimentada después de la muerte. El conocimiento de
la Doctrina puede permitir al Espíritu comprender
de antemano su situación. La práctica del bien y la pureza de conciencia es lo
que más influye en el proceso de transición del mundo terrenal al espiritual.
La “muerte” es la única certeza que
tenemos desde nuestro nacimiento. Las sucesivas existencias permiten el
mejoramiento y el progreso de la Humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario