Por Miguel Vera
Desde tiempos arcaicos el ser humano ha intentado explicar los fenómenos de la naturaleza a través de causas no naturales. Lo hacía mediante el pensamiento mágico, que era una característica de su estadio evolutivo. De ahí proviene la creación de los mitos con la pretensión de dar explicación a los fenómenos naturales como son las lluvias, los vientos, los terremotos etcétera.
En el siglo V antes de Cristo, época de mayor esplendor en la historia de la antigua Grecia, encontramos una gran riqueza cultural fruto de la confluencia de diversos pueblos, como fueron los griegos, judíos, babilonios, egipcios, persas, etc. Estas poblaciones formaron las variadas colonias de Asia menor (actualmente Turquía). Sin embargo, fueron los pensadores griegos los primeros en observar que para un mismo fenómeno poseían diversas explicaciones, conforme a la cultura que los definía. Y concluyeron que las explicaciones tenían que sustentarse en los elementos naturales. Esta argumentación, entre otras, llevó a los griegos a abandonar los mitos y comenzar a juzgar la realidad por medio de causas naturales. Concibieron, así, que había un principio primario (arché) originario de todas las cosas. El primer pensador fue Tales de Mileto, que atribuiría al agua ese principio. Siguieron otros filósofos como Anaxímenes, Anaximandro, Empédocles o Anaxágoras que apuntaron al fuego, la tierra, el aire como causas igualmente oriundas de las cosas, así como a otros elementos tal que las “homeomerías”, el “ápeiron” o el átomo.
Durante la Edad Media, el cristianismo, que surgió de la
influencia religiosa del judaísmo, adoptó los conceptos de la filosofía griega
para poder afirmarse en el mundo greco-romano. Agustín de Hipona desarrolló la patrística, a partir del neoplatonismo
y Tomás de Aquino la escolástica,
fruto de las concepciones aristotélicas. De esta forma, impulsaron la
explicación de la realidad desde una cosmovisión basada en la idea de un Dios creador,
por lo tanto, distanciándose de las explicaciones presocráticas basadas en las
causas naturales. No obstante, en esta elaboración del pensamiento universal
surgiría, llegado el momento, la tercera filosofía cristiana denominada espiritismo y presentada aquí a modo de
tesis.
El Espiritismo habría sido revelado al mundo con el objetivo de
otorgar una nueva visión de la realidad a la humanidad, que se prepararía para
ingresar en la fase de la regeneración. El Libro
de los Espíritus (1857) puede considerarse el tratado filosófico por
excelencia del Espiritismo, el cual consta de cuatro partes fundamentales. En
él encontramos de manera completa la doctrina espírita, que se desdoblará en
cuatro grandes obras que permiten la profundización de este corpus doctrinario. La primera parte de
este libro se extiende en La Génesis,
presentando la metafísica, la antropología filosófica y la cosmología bajo el
punto de vista espírita. La segunda parte se desarrolla en El libro de los Médiums, que sería el tratado práctico y que se
fundamentaría igualmente desde un punto de vista cosmológico. La tercera parte
se pormenoriza en El Evangelio según el Espiritismo, en el que se facilitan nociones de la posición filosófica del
espiritismo sobre la ética, teoría del conocimiento, filosofía de la educación,
filosofía del derecho, filosofía social y de la historia. La cuarta parte, que
habla de las penas y goces futuros, está desarrollada en El cielo y el infierno, abordando particulares de la teodicea desde
el punto de vista espírita. Por tanto, podemos vislumbrar que la doctrina espírita
posee un amplio acervo filosófico que puede ser aprovechado por la humanidad como
una cosmovisión que permite la superación de la incertidumbre y la falta de
sentido en la que ha incurrido a lo largo del proceso histórico del
pensamiento.
En el opúsculo Qué es el
espiritismo, afirmará Kardec que el “Espiritismo es a la vez una ciencia de
observación y una doctrina filosófica. Como ciencia práctica, consiste en las
relaciones que pueden establecerse con los Espíritus; como filosofía comprende
todas las consecuencias morales que resultan de esas relaciones”. Hallamos,
asimismo, en el capítulo II de la Primera parte de Obras póstumas, con el título “Manifestaciones de los Espíritus.
Carácter y consecuencias religiosas de las mismas”, que Kardec enuncia que la
doctrina tiene carácter y consecuencias religiosas. Luego ello prueba que el
maestro lionés reconoce al espiritismo como una filosofía de la religión. En el
ítem 3 de este mismo capítulo declara: “todas las religiones tienen por base la
existencia de Dios y por objeto el porvenir del hombre después de la muerte”. Y
en el ítem 4 expresa: “Teniendo naturalmente el hombre intuición de un poder
superior…”. Con lo cual, el espiritismo admite, como la patrística y la escolástica
creían, la vida después de la muerte y un poder superior que rige el Universo. Aunque
con la ganancia, por parte del espiritismo, de no ser una mera hipótesis especulativa,
sino toda una convicción, una certeza fehaciente resultado de la observación de
los hechos materiales.
Sin embargo, los cristianos tradicionales piensan que el
espiritismo en verdad no es una doctrina cristiana; de hecho el catolicismo se proclamó
como uno de sus mayores adversarios. Y apuntan no serlo porque no acepta los
dogmas de la Santísima Trinidad o del pecado original, entre otros. No obsta recordar
que ambos conceptos son extraños tanto a la filosofía griega como al judaísmo,
doctrina de la que surgiera el cristianismo. La trinidad fue introducida en el
período helenístico por el filósofo neoplatónico Amonio Sacas, que extrajo este
concepto de la India donde vivió durante quince años. En el inicio de la era
cristiana había dos corrientes opuestas del pensamiento: el arrianismo, que
admitía un Dios único y uno; y el trinitarismo de los neoplatónicos, que
admitía también un Dios único pero trino, representado por tres hipóstasis; Padre,
Hijo y Espíritu Santo. Cuando Constantino decidió acoger al cristianismo como
religión oficial de su imperio, promovió el concilio de Nicea (año 325) con la
intención de solventar esta cuestión; aunque condicionado por la posición
neoplatónica, pues muchos de sus nobles la defendían. Luego podemos afirmar, en
verdad, que para ser cristiano no hay obligación de ser trinitario. Y, es así, que
vemos, en toda la obra kardeciana, la existencia de firmes referencias al
cristianismo, así como recomendaciones para seguirlo. Solamente El Evangelio según el espiritismo, que
busca interpretar y seguir las enseñanzas de Jesús, es, por consiguiente, una
prueba indiscutible de la fidelidad a sus enseñanzas.
Igualmente, hay que saber que el pecado original fue introducido
por San Agustín (filosofía patrística) al interpretar el mito de la expulsión
de Adán y Eva del paraíso. Si leemos con atención la Biblia, vemos que fueron
expulsados por haber comido del fruto del árbol de la sabiduría y para evitar
que comiesen del árbol de la vida. En este pasaje de las Escrituras no hay
ninguna mención al casamiento o a la relación sexual. Así que, sólo después de
ser proscritos de allí se enlazarían y concebirían a Caín y Abel. Por consiguiente, vemos que para ser buen
cristiano no es necesaria la creencia en el pecado original, ya que fue un
enjerto posterior a la enseñanza de Jesús Cristo. Cuando menos el análisis
merece mayor examen.
Razonablemente consideramos al espiritismo como filosofía de
consecuencias religiosas. Kardec así lo afirma en distintas partes de la Codificación,
aunque evidentemente el objeto no era fundar una religión, sino establecer una nueva
ciencia: la ciencia del espíritu. A nuestro entender el espiritismo sería,
pues, la tercera filosofía cristiana en la línea iniciada por la patrística
desde el punto de vista histórico. Acaso, ¿sería por este motivo que Vianna de
Carvalho lo definiera como la ciencia de la filosofía, la filosofía de la
religión y la religión de la ciencia?
Rememoramos para ello algunas citas de la Codificación:
“El espiritismo ha venido a mostrar el objeto exclusivamente
moral, consolador y religioso de las relaciones de ultratumba” (El cielo y el infierno, cap. XI, 4).
“El espiritismo es una doctrina filosófica que tiene consecuencias
religiosas como toda filosofía espiritualista y por esto mismo toca
forzosamente las bases fundamentales de todas las religiones: Dios, el alma y
la vida futura” (Obras póstumas, 2ª
parte, pág. 261).
“(…) Esto es consecuencia de la observación de los hechos, pero
para los que comprenden el espiritismo filosófico y ven en él algo más que
fenómenos (…) existen otros efectos, siendo el primero y principal el de
desarrollar el sentimiento religioso…” (El
libro de los espíritus, Conclusión, VII).
“La mediumnidad es cosa sagrada, que debe ejercerse religiosa y
santamente” (El Evangelio según el
espiritismo, cap. XXVI, ítem 10). “Santa es la misión que desempeñan [los
médiums] (…); el que comprende con seriedad el mandato con que se les ha
investido lo cumplirá de forma religiosa” (ibídem, cap. XXVIII, ítem 9).
“Lo esencial es que la enseñanza de los espíritus es eminentemente
cristiana (…) se apoya en la moral de Cristo y, por lo tanto, no es
antirreligiosa” (El libro de los
espíritus, ítem 222).
“Jesús es el tipo de perfección moral a que puede aspirar la
humanidad; el ejemplo más perfecto que Dios ha ofrecido al hombre para que le
sirva de guía” (El libro de los espíritus,
ítem 625).
“Este consuelo lo encuentra en el sentimiento cristiano, que le da
esperanza de un porvenir mejor y en el espiritismo, que le da certeza de este
porvenir” (Comentario de Kardec en El
libro de los espíritus, ítem 933).
“(…) Estos son los verdaderos espiritistas, o mejor dicho, los
espiritistas cristianos” (El libro de los
médiums, cap. III, #28.3).
“En el cristianismo se encuentran todas las verdades (El Evangelio según el espiritismo, cap.
VI.5).
“El espiritismo es la tercera revelación. La primera fue traída
por Moisés y la segunda por Cristo” (La
Génesis, cap. 1. 20).
“El espiritismo está llamado a jugar un papel inmenso sobre la Tierra
(…) restablecerá la religión de Cristo, convertida en manos de los sacerdotes
en comercio y vil tráfico; instituirá la verdadera religión, la religión
natural, aquella que parte del corazón (…) sin revestirse con fórmulas
religiosas” (Porvenir del espiritismo en Obras
póstumas, 2ª Parte).
El Espiritismo es, pues, una doctrina cristiana porque adopta las
enseñanzas de Cristo, desprendido de las impurezas que vino recibiendo a lo
largo de la historia. La primera consecuencia, por tanto, de la filosofía
espírita es de carácter religioso, como hemos visto reseñado en la conclusión
de El libro de los espíritus y que
volvemos a redundar aquí: “El primero y principal [de los efectos] es el de
desarrollar el sentimiento religioso”. Así pues, el espiritismo en el sentido
filosófico es una religión. Pero como la palabra religión es inseparable de la
idea de culto, despierta una idea de forma que el espiritismo no tiene. He ahí que
simplemente se diga: doctrina filosófica y moral.
Habría que añadir la referencia de la cita del último párrafo que pertenece a la Revista Espirita de Diciembre de 1868, Discurso del día de los muertos.
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