Por Flávia Roggerio
Dando continuidad al tema de la reencarnación, en esta edición profundizaremos en el abordaje del tema desde el punto de vista del Evangelio.
Jesús
fue el ser que enseñó la reencarnación con la mayor contundencia de todos los tiempos.
Aunque él hablaba arameo, un dialecto con un vocabulario muy limitado, en el que
un mismo término admite distintos significados, en todo el Evangelio predica la
resurrección, tanto de la carne como del espíritu.
La
resurrección de la carne debe entenderse como reencarnación. En su diálogo con
Nicodemo dice «En verdad, en verdad os digo, que nadie podrá ver el reino de Dios
si no naciere de nuevo». Indaga entonces Nicodemo: «¿Cómo puede un hombre nacer
siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre,
y nacer de nuevo?». Y explica nuevamente Jesús: «Si un hombre no naciere de
agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de carne,
carne es y lo que es nacido de Espíritu, Espíritu es. No te maravilles, de que
te dije: Os es necesario nacer otra vez. Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede
suceder esto?» Y Jesús contestó: «¿Tú eres maestro de Israel e ignoras estas
cosas? Si no me creéis cuando os hablo de las cosas terrenales, ¿cómo me
creeréis si os hablo de las cosas del cielo?» (Juan, cap. 3, v. del 1 al 12).
Cuándo
Jesús anunció «nadie puede ver el reino de Dios si no naciere de nuevo», se
estaba refiriendo a la reencarnación. En base a que el Espíritu no alcanza en
una sola existencia la gloriosa condición angélica y no percibe inmediatamente
el «reino de Dios», de ahí que necesita muchas vidas. Lenta y constantemente el
Espíritu comienza a progresar a través del propio esfuerzo, para integrarse a
la vida elevada. He ahí porqué Jesús
anunció categóricamente «nadie puede ver el reino de Dios si no naciere de nuevo».
La reencarnación es necesaria para la evolución del espirito que, cuanto más
evolucionado, más se acerca al reino de Dios. La reencarnación formaba parte de
los dogmas judaicos bajo el nombre de resurrección. En Juan, cap. 3, v. 1 a 15
está narrado con detalles el diálogo que Jesús mantuvo con Nicodemo, miembro del
Sanedrín y maestro de Israel, explicándole la necesidad de nuevas existencias
para entrar en el reino de Dios.
Explicando un poco la Evolución
Así
como el cuerpo pasa de la niñez a la fase adulta y después a la viejez, la vida
del Espíritu también pasa por transformaciones a lo largo del tiempo, que es
diferente al del mundo material. «La vida del Espíritu recorre en conjunto las
mismas fases de la vida corporal. Pasa gradualmente del estado de embrión al de
infancia, para llegar por una serie de períodos hasta al de adulto, que es el
de la perfección; (...) realiza su progreso no en un solo mundo, sino pasando
por diversos mundos».
Lamentablemente
los hombres no han sabido interpretar correctamente los pensamientos y
principios de Jesús. Un buen ejemplo de esto es el concepto que dice, «si el
hombre renace de agua y del Espíritu…», ¿Se está refiriendo al proceso del
bautismo? ¡No! Bajo tal simbólico concepto se estaba refiriendo a la
reencarnación. De esta forma explicaba que si un hombre no renace del agua es
evidente que no tendría cuerpo físico, puesto que el cuerpo humano es
aproximadamente un 70% agua. Esta interpretación está, adicionalmente, justificada
con estas palabras: «Lo que es nacido de carne, carne es; y lo que es nacido de
Espíritu, Espíritu es». Jesús hace aquí una distinción positiva entre el
Espíritu y el cuerpo. «Lo que es nacido de carne, carne es». Él indica
claramente que el cuerpo sólo procede del cuerpo y que el Espíritu es
independiente del cuerpo. De ahí los lazos que nos unen tan amorosamente a
otros seres que no son de nuestra familia de sangre. Allan Kardec, el codificador
de la Doctrina Espirita, explica que antiguamente se sabía que el agua era el
elemento generador absoluto. De este modo, no quiere decir el agua del bautismo.
El agua venía a ser el símbolo de la naturaleza material, como el Espíritu era
el de la naturaleza inteligente. Las palabras: «Si el hombre no renace de agua
y del Espíritu, o en agua y en Espíritu», significan, pues: «Si el hombre no
vuelve a nacer de cuerpo y alma». En este sentido fueron comprendidas
originalmente.
Todo
se encadena en la naturaleza desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que a
su vez ha empezado por ser átomo. Recordemos el episodio en que Jesús asevera
que Juan Bautista (izquierda) es la reencarnación de Elías (derecha).«Sus
discípulos le preguntaban: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario
que Elías venga antes? Jesús les respondió: «Es verdad que Elías debe venir y
restablecer todas las cosas; más yo os declaro que Elías ya vino, y no lo
reconocieron, más hicieron con él todo lo que quisieron». Entonces sus discípulos
entendieron que les estaba hablando de Juan el
Bautista». (Mateo cap. 17, v. 10 al 13 - Marcos cap. 11, v. 9 al 13).
La
reencarnación puede ocurrir en diferentes mundos y en distintos tiempos. La
terrestre no es la primera y seguramente no será la última; podemos decir, eso
sí, que es una de las más materiales y lejanas de la perfección. La
reencarnación es la “herramienta” que nos fue regalada para poder progresar.
Cada nueva reencarnación es una nueva oportunidad de hacer más y mejor, de
aprender, de enseñar….de dar un paso más hacia el reino de Dios.
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