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lunes, 23 de diciembre de 2019

Mediumnidad - influencia espírita

Por Flavia Roggerio


Anteriormente comentamos los diferentes mundos y los Espíritus que habitan en cada uno de ellos. También hablamos de la erraticidad, que es el estado o condición en la cual los Espíritus desencarnados permanecen durante el intervalo de sus diversas existencias corporales. Así como en el mundo corpóreo, la erraticidad está llena de Espíritus que se agrupan por simpatías y vibraciones en común y forman centros de convivencia. En las obras de Chico Xavier estos centros fueron llamados “Colonias Espirituales”. Otros espíritus siguen por el espacio en misiones de ayuda ya con la conciencia de su estado o, en otros casos, en la ignorancia de su condición actual. Estos Espíritus ejercen gran influencia en las ocurrencias de la vida. Esta interferencia puede ser oculta o claramente percibida. Puede ser buena o mala, breve o duradera. No es nada milagroso o sobrenatural.

Imaginamos erróneamente que la acción de los Espíritus sólo se debe manifestar por fenómenos extraordinarios, que nos vienen a ayudar por medio de milagros o armados de una varita mágica. No funciona así. Su intervención ocurre de manera muy natural como podría ser por ejemplo el encuentro de dos personas que piensan que se cruzaron al acaso, la inspiración/idea que nos llega de pasar por un determinado lugar, o tener nuestra atención dirigida a algún punto específico de la calle, etc., de tal modo que nosotros creeremos que lo hacemos por nuestro propio impulso, por nuestro libre albedrío.

Para admitir la influencia de los Espíritus es necesario aceptar la idea de que ellos existen y que sobreviven a la muerte del cuerpo físico. La duda relativa a la existencia de los Espíritus tiene como causa principal la ignorancia acerca de su verdadera naturaleza. Sea cual sea la idea que alguien se haga de los Espíritus, la creencia en ellos se basa en la existencia de un principio inteligente fuera de la materia. La influencia de los Espíritus es ocurrencia común, garantizada por los principios de la sintonía mental, pues “(…) es el mundo mental que se procesa la génesis de todos los trabajos de comunión de espíritu a espíritu.”, enseña Emmanuel. Sin embargo, antes de ser establecida la sintonía entre dos mentes, ocurren los procesos de afinidad intelectual o moral, o ambas, pues “el hombre permanece envuelto en largo océano de pensamientos, nutriéndose de substancia mental, en gran proporción. Toda criatura absorbe, sin darse cuenta, la influencia ajena en los recursos imponderables que le equilibran la existencia …. y más”, añade el benefactor. 

La  mente en cualquier plano emite y recibe, da y recoge, renovándose constantemente para el alto destino que le compete alcanzar. Estamos asimilando corrientes mentales de manera permanente. De modo imperceptible “ingerimos pensamientos” a cada instante, proyectando alrededor de nuestra individualidad las fuerzas que apreciamos en nosotros mismos. (…) Somos afectados por las vibraciones de paisajes, personas y cosas que nos cercan. Si nosotros confiamos en las impresiones ajenas de enfermedades y amarguras, en seguida se nos altera el “tono mental”, y nos inclina a la franca receptividad de molestias indefinibles. Si nos devotamos a la convivencia con personas operosas y dinámicas, encontramos valioso sustentáculo a nuestros propósitos de trabajo y realización. Los Espíritus ven todo lo que nosotros hacemos, porque nos rodean sin cesar, pero cada Espíritu no ve más que las cosas en que fija su atención porque no se ocupa de las que le son indiferentes.

Los Espíritus pueden conocer nuestros más recónditos pensamientos, a menudo conocen hasta aquellos que quisierámos ocultar a nosotros mismos. Ellos influyen en los hombres tanto en pensamiento como en acciones. Se dice que cuando un pensamiento es sugerido viene a ser como una voz que nos habla. Los pensamientos propios son en general los del primer instante. Por lo demás no es muy interesante esa distinción. Con frecuencia no nos es útil conocerla. Podemos distinguir si un pensamiento que nos es sugerido procede de un Espíritu bueno o malo cuando evaluamos este pensamiento. Los Espíritus buenos sólo el bien aconsejan. A nosotros nos cabe distinguir. Un bello ejemplo de cómo el mundo espiritual se comunica y nos influencia fue el anuncio del Ángel Gabriel a María de Nazaret sobre la concepción de Jesús.
Tenemos pensamientos propios y otros que nos son sugeridos. Nuestra alma es un Espíritu que piensa. Ya sabemos que, con frecuencia, tenemos a la vez varios pensamientos sobre un mismo punto y a menudo muy contradictorios entre sí. Pues bien, siempre tenemos mezclados los propios y los nuestros. Esto es lo que nos hace andar inciertos porque tenemos dos ideas que se contradicen.


Mediumnidad

Mediumnidad es el conjunto de facultades que permiten al ser humano comunicarse con el mundo espiritual. Es inherente al hombre de modo que no constituye un privilegio exclusivo y son pocos los que no poseen algún rudimento de ella. Por consiguiente, podemos decir que todas las personas poco más o menos son médiums. La palabra médium viene del latín médium, medio, e indica precisamente el medio o puente por el cual los Espíritus pueden comunicarse con los hombres. Es por medio de estas facultades que podemos sentir, oír o incluso ver a los Espíritus.


Ángel Guardián

Hay Espíritus que se unen particularmente a un individuo para protegerle, como el llamado hermano espiritual al que vulgarmente llamamos Espíritu bueno o buen genio. Lo que debe entenderse por ángel guardián o ángel de la guarda es que es un Espíritu protector de un orden elevado. Su misión es la de un padre respecto a sus hijos, llevarlos por el buen camino, ayudarlos con sus consejos, consolarlos en sus aflicciones y sostenerlos en las pruebas de la vida. Está unido a nosotros desde el nacimiento hasta la muerte y a menudo aún después de ésta durante muchas existencias corporales, porque no son más que fases breves comparadas con la vida del Espíritu.

Los Espíritus buenos que nos acompañan pueden ser de tres tipos:
Protectores. Son ángeles guardianes con la misión de acompañar al hombre en la vida y ayudarlo a progresar.
Familiares. Son buenos, pero a veces poco adelantados y se unen al hombre por lazos más o menos duraderos.
Simpáticos. Espíritus que son atraídos por afectos particulares, semejanza de gustos y sentimientos.

El mal genio es un Espíritu imperfecto o perverso que se une al hombre con la mira de alejarle del bien, pero obra por voluntad propia y no por misión. El hombre siempre es libre de escuchar su voz o de rechazarla. Podríamos aplicar al mundo espiritual el dicho de la Tierra “Dime con quien andas y te diré quién eres” ya que nuestros pensamientos y actos pueden atraer este o aquel Espíritu a nuestro lado.

“Vigilad y Orad” dijo Jesus.


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