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jueves, 22 de marzo de 2012

Influencia de los Espíritus en nuestros pensamientos y actos

Buenas familia del alma,

los monitores de la clase de sábado nos envían el texto de preparación del tema que nos tocará estudiar. ¿Qué influencia tienen los espíritus en nuestra vida cotidiana? ¿Mis pensamientos son míos o me los sugiere un espíritu? ¿Puede alguién hacer algo en contra de su voluntad? Son pregutnas que uno se puede plantear cuando empieza a estudiar la dinámica de la interacción entre los los espíritus encarandos y desencarnados. Podéis ir preparando el espíritu para una tarde más de crecimiento.

Cariños de la hermana menor!


INFLUENCIA DE LOS ESPÍRITUS EN NUESTROS PENSAMIENTOS Y ACTOS

La influencia de los Espíritus sobre nuestros pensamientos y actos es tan grande que, habitualmente, son ellos los que nos dirigen. Esta influencia puede ser buena o mala, oculta o evidente, fugaz o duradera. En cualquier situación queda claro que la influencia se concreta a través de la sintonía que se establece.

Es conveniente recordar que «... pensar es vibrar, es entrar en relación con el universo espiritual que nos envuelve y conforme con la especie de las emisiones mentales de cada ser, elementos similares se le imantarán, acentuando sus disposiciones y cooperando con él en sus esfuerzos ascendentes o en sus caídas y deslices. (...)».

No podemos descuidar nuestra casa mental ni seguir viviendo arrastrados por la acción maléfica de los espíritus atrasados. «Los Espíritus infelices, con la mente alterada, viven con los compañeros encarnados más de lo que se supone. Interfieren en las actividades habituales, deambulan por el nido doméstico, participan de las conversaciones, acompañan a los comensales, de quienes dependen como si fueran auténticos parásitos.


Se perturban y perturban.

Sufren y hacen sufrir.

Odian y generan odios.

Obstinados en su ruindad provocan la ruina de los otros.

Dominados por la desdicha, hacen desdichados a los demás.

Finalmente, la acción de los Espíritus Superiores es otra. «Los buenos Espíritus sólo aconsejan para el bien. (...)» «... suscitan buenos pensamientos, desvían a los hombres de la senda del mal, protegen la vida de quienes se muestran dignos de protección y neutralizan la influencia de los Espíritus imperfectos en aquellos a quienes no es grato sufrirla. (...)»


Si se toma conciencia de que «(...) el pensamiento se exterioriza y se proyecta formando imágenes y sugestiones que lanza sobre los objetivos que se propone alcanzar...», nada más natural que se consiga armonía y felicidad cuando la emisión mental fuera equilibrada y edificante; o aflicción y caídas morales si el pensamiento fuera desequilibrado y enfermizo.

«... La química mental vive en la base de todas las transformaciones, porque realmente evolucionamos en profunda comunión telepática con todos aquellos Espíritus encarnados o liberados del envoltorio carnal que guardan afinidad con nosotros. (...)».

Podemos neutralizar la influencia de los malos Espíritus, «(...) practicando el bien y poniendo en dios toda la (...) confianza. (...)» (6) y tratando de rechazar las sugestiones inferiores y de no atender a los malos pensamientos que generan la discordia, las luchas antifraternas, los celos, la envidia y la exaltación del orgullo.

A medida que se persevera en el propósito firme de mejoría, desligándose del mal, la influencia provocada por las entidades inferiores dará lugar a los consejos y sugestiones edificantes de los benefactores espirituales.

Por lo expresado queda claramente reflejada la acción que los Espíritus ejercen, los unos sobre los otros, sobre todo entre los desligados del envoltorio físico y los encarnados, estableciéndose así una reciprocidad constante de intercambio. De ahí que sea difícil, sino imposible, en determinadas ocasiones, distinguir un pensamiento propio de uno que nos es sugerido. «(...) Generalmente, los pensamientos propios son los que acuden en primer lugar. (...), según lo que consta en la pregunta 461 de «El Libro de los Espíritus»; sin embargo, en esta misma pregunta los Espíritus dicen que no es de mayor importancia establecer la distinción entre un pensamiento propio y uno sugerido, agregando aún que en muchas ocasiones es útil que no sepamos distinguirlo.

Evidentemente, fue al comprender el valor de esta cuestión que Kardec concluyó:

«(...) Si fuera útil que pudiésemos distinguir claramente nuestros propios pensamientos de los que nos sugieren, Dios nos habría proporcionado los medios para conseguirlo, como nos permitió que diferenciemos el día de la noche. Cuando una cosa se mantiene imprecisa, es que conviene que así acontezca.»


2 comentarios:

  1. La última frase es, cuando menos, desconcertante...

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  2. Se parece con algo que dijo Andrea en el sábado pasado sobre la existencia de diferentes mundos:

    "Los diferentes mundos se interpenetran. Hay mundos más sutiles dentro de los más groseros. Si no los podemos ver, es que nuestros cuerpos físicos no disponen de las facultades necesarias para ello. Como dicen los espíritus, “es la ley que no debamos ver más de lo que podemos observar con provecho”.

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