Hola familia,
En
la clase de ayer, siguiendo con el estudio de la Ley de Conservación, tratamos
el tema de las privaciones voluntarias. A modo de resumen, llegamos a la
conclusión de que:
·
La privaciones tienen sentido cuando tienen un objetivo altruista
o cuando la persona emplea su fuerza de voluntad para resistir a los excesos de todo tipo;
·
El simple hecho de dejar de ingerir determinados alimentos, como
la carne o el alcohol, no es un signo de mayor espiritualización. Lo que sí
indica si la persona ha alcanzado ya progreso espiritual es la humildad, la
compasión, la paciencia y el amor que dedica a su prójimo.
·
A medida que el espíritu alcanza niveles de desapego de la materia
más elevados, progresivamente abandona los hábitos más groseros, como por
ejemplo, el de la alimentación animal, hasta que su nivel evolutivo le permita prescindir
de toda forma de alimentación tal como la conocemos en la Tierra.
·
Es de la Ley de Conservación que cuidemos a nuestros cuerpos alimentándonos
de forma sana y suficiente para el mantenimiento de nuestras fuerzas. No se nos
exige que aumentemos la pruebas a las que nos enfrentamos en función de nuestro
programa encarnatorio. Con resistir con fe y resignación activa a los desafíos
de la vida cotidiana, ejercitando la fuerza de voluntad para evitar excesos en
todos los campos de la vida, ya hacemos lo suficiente.
La
discusión de ayer me recordó una visita a un centro espírita que André Luiz
describe el tercer capítulo del liro “Misioneros de la Luz”. Os transcribo
extratos del capítulo, que no tiene desperdicio, y os animo a que leáis este
bello libro. Como decíamos ayer en clase, el instructor de André Luiz le
advierte que:
- “La transición, entre la animalidad grosera y la espiritualidad superior es muy lenta y difícil. En ese sentido, entre los hombres, hay siempre, un océano de palabras y algunas gotas de acción.”
- “Toda edificación del alma requiere disciplina, educación, esfuerzo y perseverancia.”
El
instrutor de André Luis le ofreció auxilio magnético y con lo que pudo contemplar
sus núcleos glandulares, que emitían pálidas irradiaciones. Principalmente, la
epífisis, se asemejaba a una reducida simiente algo luminosa. (…) André estaba
asombrado. ¿Qué significaba aquel acervo de pequeños seres obscuros? Parecían
imantados unos a otros, en la misma faena de destrucción. ¿Serían expresiones
mal conocidas de la sífilis?
Enunciando
semejante indagación íntima, Alejandro le explicó:
–No,
André. (…) Son bacilos psíquicos de la tortura sexual, producidos por la sed
febril de placeres inferiores. Han sido cultivadas por este compañero, no sólo
por la incontinencia en el dominio de las emociones propias, a través de sus
variadas experiencias sexuales, sino, también, por su contacto con entidades
groseras, que tienen afinidad con las predilecciones de él; entidades que lo
visitan con frecuencia, en forma de imperceptibles vampiros. El pobrecito aún
no puede comprender que el cuerpo físico es apenas una leve sombra del cuerpo
espiritual; no se preparó para comprender que la prudencia, en materia de sexo,
es equilibrio de la vida y, recibiendo nuestras advertencias sobre la
temperancia, cree oír remotas lecciones de aspecto dogmático, exclusivamente
acerca del examen de la fe religiosa. Con el pretexto de aceptar el imperio de
la razón pura en la esfera de la lógica, admite que el sexo no tiene nada que
ver con la espiritualidad, como si ésta no fuese la existencia en sí. Se olvida
de que todo es espíritu, manifestación divina y energía eterna. El error de
nuestro amigo es el de todos los religiosos, que suponen que el alma está
absolutamente separada del cuerpo físico, cuando todas las manifestaciones
psicofísicas se derivan de la influencia espiritual.
Observando
a otro compañero encarnado del grupo de estudios, el instructor de André Luis
le preguntó: “¿No siente un olor característico?
André
notó que se observaba la conformación de una atmósfera poco agradable. Su
cuerpo se asemejaba a un tonel de configuración caprichosa, de cuyo interior escapaban
ciertos vapores muy leves, pero incesantes. Se le notaba la dificultad para
sostener el pensamiento en relativa calma. Debería estar ingiriendo bebidas
alcohólicas en cantidades regulares. El aparato gastrointestinal parecía
totalmente ensopado en aguardiente, pues esa sustancia invadía todas las partes
del estómago, y comenzando a hacerse sentir en las paredes del esófago, manifestaba
su influencia hasta en el bolo fecal.
(…) El
instructor colocó André, enseguida, al lado de una dama simpática y de edad.
Después de examinarla con atención, agregó: “Observe a esta hermana.” Debilísima
luz emanaba de su organización mental y desde el primer instante, André notó sus
deformaciones físicas. El estómago se le dilataba horriblemente y los
intestinos parecían sufrir extrañas alteraciones. El hígado, considerablemente
aumentado, demostraba indefinible agitación. Desde el duodeno hasta el
sigmoides, se le notaban grandes anomalías. Tenía la idea de que estaba presenciando,
no el trabajo de un aparato digestivo normal, y sí el de un vasto alambique
lleno de pastas de carne y caldos gruesos, oliendo a vinagre y otros
ingredientes de condimentación activa. (…)
El
instructor de nuestro amigo André Luis observó: “Ante estos cuadros, puede
usted considerar la extensión de las necesidades educativas en la esfera de la
superficie terrestre. La mente encarnada se engalanó con los valores
intelectuales e hizo culto de la razón pura, olvidándose de que la razón humana
necesita de la luz divina. El hombre común percibe muy poco y siente menos.
Ante la eclosión de nuevos conocimientos, y en vista de la onda regeneradora
del Espiritualismo que baña las naciones más cultas de la Tierra, angustiada
por largos sufrimientos colectivos, necesitamos poner en acción las mejores
posibilidades de colaboración, para que los compañeros terrestres valoricen sus
oportunidades benditas de servicio y de redención. (…) La mediumnidad no es
exclusiva de los llamados “médiums”. Todas las personas la poseen, pues significa
percepción espiritual, que debe ser incentivada en nosotros mismos. Sin
embargo, no será suficiente percibir. Es imprescindible santificar esa
facultad, convirtiéndola en ministerio activo del bien. La mayoría de los
candidatos al desarrollo de esa naturaleza, no se dispone a los servicios
preliminares de limpieza del vaso receptivo. Dividen inexorablemente la materia
y el espíritu, situándolos en campos opuestos, a pesar de que nosotros,
estudiantes de la Verdad, integrados a la certeza de que toda organización
universal se basa en vibraciones puras, todavía no hemos conseguido identificar
rigurosamente
las fronteras entre una y otra.
Innegablemente, amigo mío, no deseamos transformar el mundo en un cementerio de tristeza y desolación. Atender la santificada misión del sexo en su plano respetable, usar un aperitivo común, hacer buenas comidas, en modo alguno significa desvíos espirituales; no obstante, los excesos representan desperdicios lamentables de fuerza, los cuales retienen al alma en los círculos inferiores.”
“Todos
están en servicio de evolución y adiestramiento. Nuestros amigos no son
rebeldes o malos, en sentido voluntario. (…) Los tiernos embriones vegetales de
hoy, serán los árboles robustos del mañana. Las tribus ignorantes de ayer,
constituyen la Humanidad de hoy. Por eso mismo, todas nuestras reuniones son
provechosas, y, aunque sus pasos sean vacilantes en la senda, haremos todo lo
necesario por defenderlos contra las peligrosas mallas del vampirismo.”
Busquemos
potanto ejercitar la voluntad para evitar los excesos de toda naturaleza. Como
decíamos ayer, recordar que todo nos es lícito, pero no todo nos conviene es
una acto de auto-amor. Que podamos crecer en discernimiento respecto lo que
realmente nos conviene y busquemos en el divino amigo, nuestro Maestro Mayor,
fuerzas para resistir a todo lo que nos pueda encadenar a niveles que ya no nos
corresponden en función de la comprensión de la vida en la espiritualidad que nuestra
doctrina y la mediumnidad misionera de Chico Xavier nos han brindado.
Cariños
de la hermana menor
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