Hola familia!
el sábado volvemos al estudio de nuestra amada doctrina. Seguimos con el tema de la "Ley de Conservación". Os dejo el texto que trabajaremos en clase.
Cariños de la hermana menor
PRIVACIONES VOLUNTARIAS
La palabra privación tiene el sentido de
«despojar, quitar la posesión a alguien de alguna cosa; destituir, prohibir,
defraudar. (...)» En fin, privación voluntaria consiste en la renuncia
consciente a bienes, favores, gozos, facilidades o derechos a que se tiene
acceso o posesión natural y legítima; pero la verdadera privación voluntaria es
la que se da en beneficio del prójimo, ya sea para auxiliarlo materialmente o
espiritualmente. «(...) Hay un gran mérito cuando los sufrimientos y las
privaciones tienen por objeto el bien del prójimo, porque constituyen la
caridad que se hace mediante el sacrificio. (...)» No obstante, es comprensible
que aún la privación voluntaria tenga un límite «(...) En lo que os atañe
personalmente, contentaos con las pruebas que Dios os manda y no aumentéis su
volumen, ya de por sí, a veces, tan pesado; aceptarlas sin lamentarse y con fe,
he aquí todo lo que Él os exige. No debilitéis vuestro cuerpo con privaciones
inútiles y mortificaciones sin objeto, pues necesitáis todas vuestras fuerzas
para cumplir la misión de trabajar en la Tierra. Torturar y martirizar
voluntariamente vuestro cuerpo es violar la ley de Dios, que os da medios para
sustentarlo y fortalecerlo. Debilitarlo sin necesidad es un verdadero suicidio.
(...)»
Conozca la historia de una persona que renunció a mucho para ayudar al prójimo |
Existen privaciones voluntarias que, sin
embargo, son meritorias para el progreso individual. Es el caso, por ejemplo,
de aquella persona que se priva de los placeres del mundo para auxiliar al
prójimo. Por su trabajo, «(...) por el empleo de sus energías, de su
inteligencia, de sus talentos» da forma a recursos «para realizar sus generosos
propósitos.» Esta privación es meritoria porque en ella hay «privación de gozos
innecesarios, porque desprende al hombre de la materia y eleva su alma.
Meritorio es resistir a la tentación que arrastra al exceso, al gozo de las
cosas inútiles, así como hace el hombre que saca de lo que le es necesario para
dar a los que carecen de lo suficiente. Si la privación no es más que un
simulacro, entonces es una burla.» De ahí concluimos que: son inútiles las
privaciones ascéticas que observamos en algunos religiosos. En relación con eso
los Espíritus Superiores nos dicen: «Procurad saber a quién le aprovecha y
tendréis la respuesta. Si solamente sirve para quien la practica y le impide
hacer el bien, es egoísmo, sea cual fuere el pretexto con que traten de
disimularlo. Privarse a sí mismo y trabajar para los otros tal es la verdadera
mortificación, según la caridad cristiana.»
Es notorio que muchas personas cuando
adquieren un relativo conocimiento espiritual, comienzan a abstenerse de
ciertos alimentos, principalmente la carne, porque interpretan que ese es un
comportamiento contrario a la ley de la Naturaleza. La pregunta 723 de «El
Libro de los Espíritus» trae respuestas a este asunto: «Dada vuestra
constitución física, la carne alimenta la carne, de lo contrario el hombre
perece. La ley de conservación le prescribe, como un deber, que mantenga sus
fuerzas y su salud, para cumplir la ley del trabajo. Tiene, pues, que
alimentarse conforme lo reclame su organismo.» Sin embargo, Emmanuel nos
advierte: «La ingestión de las vísceras de los animales es un error de enormes
consecuencias, del cual derivaron numerosos vicios de la nutrición humana. Es
de lamentar semejante situación, incluso porque si el estado de materialidad de
la criatura exige la cooperación de determinadas vitaminas, esos valores
nutritivos pueden ser encontrados en los productos de origen vegetal, sin la
necesidad absoluta de los mataderos y frigoríficos. (...)»
No hay contradicción en la respuesta dada por
los Espíritus a Kardec y en la de Emmanuel. Entre Kardec y los días actuales
median más de cien años. En la época de la Codificación, tal vez no fuera
posible dar otra respuesta más que esa. Hay que considerar, también, el grado
de evolución de la Humanidad de hoy y el del siglo pasado. A medida que el
hombre va progresando, moral e intelectualmente, pasa a tener horror al
sacrificio de los animales, incluso para su alimentación. El descubrimiento de
nuevas técnicas de producción, el perfeccionamiento de las existentes, culminan
por hacer desaparecer, gradualmente, los mataderos y frigoríficos. Hoy en día,
los recursos del suelo, con el perfeccionamiento de la agricultura, son
innumerables. En los viajes espaciales, por ejemplo, los astronautas se
alimentan de sustancias condensadas en forma de cápsulas, poseedoras de todos
los valores nutritivos necesarios para la supervivencia. En la época de Kardec
no había una industria farmacéutica, como existe hoy, capaz de producir
vitaminas, proteínas y tantas otras sustancias necesarias no sólo para la
supervivencia humana y animal, sino también para combatir las enfermedades. Por
eso, a medida que progresamos, que nos espiritualizamos, ya no sentimos tanta
necesidad de los despojos sangrientos de los animales.
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