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domingo, 1 de diciembre de 2013

Obsesión y Mediumnidad

Hola familia,

En la crónica de la conferencia de Divaldo de ayer, me dejé todas las anécdotas e intenté abstraer el mensaje esencial de sus enseñanzas. Hoy haré todo lo contrario: os explico una historia que Divaldo Franco ha compartido con nosotros en el seminario “Mediumnidad y Obsesión”, dejándome datos, hechos e información relevante… Lo hago porque lo que hoy más me ha impactado en la charla de Divaldo ha sido la humildad del ser humano que todos consideramos un icono del espiritismo, pero que finalizó su charla definiéndose como un luchador en deuda con la espiritualidad como todos nosotros, esforzándose por iluminarse. Por esta actitud de humildad y tantas otras cosas más, es Divaldo un icono vivo del espiritismo. La anécdota que compartiré es sobre su vida.


Nos explicó que en cierta ocasión se le presentó un obsesor que había sido una víctima de su arbitrariedad en el siglo XVII. En aquel entonces, el que hoy conocemos como Divaldo Franco ocupaba un cargo en la jerarquía de la Iglesia y no dudó aplicarle una pena durísima a un hombre que había contrariado las reglas de comportamiento establecidas por el poder eclesiástico. El hombre murió lleno de odio por su verdugo y, cuatrocientos años más tarde, lo encontró en Salvador de Bahia, Brasil, encarnado. Nos contó Divaldo que este obsesor hacía todo cuanto podía por hacerle la vida difícil, llegando incluso a provocar que un hombre, en cierta ocasión, le aplicara un puñetazo por equivocación, creyendo tratarse del presunto amante de su mujer. Y no se quedó ahí, le amenazó con más: esta vez había sido un puñetazo; la siguiente, con un poco más de práctica en el manejo del cuerpo de médiums imprevidentes, podría usar un cuchillo o un arma.

Toda la labor humanitaria de Divaldo en Salvador no era capaz de conmover al obsesor. Sin embargo, tamaña fue la paciencia y resignación de Divaldo ante las pruebas producidas por este espíritu, que éste decidió alejarse. Le informó que se sentía vencido, pero no convencido de su reforma moral. Efectivamente, el obesesor se alejó. Una mañana, tiempos más tarde, alguien pica a la puerta de Divaldo para decirle que hay una niña abandonada en el cubo de basura de la calle, cubierta por las hormigas. Divaldo corre a socorrerla e inmediatamente la acoge como una hija más – Nuestro querido Divaldo tiene registrados como legalmente hijos adoptivos a 684 hijos. La niña dejó de llorar y Divaldo la estrechó en sus brazos con ternura. Volviendo a casa, encontró el espíritu obsesor en la entrada. Se quedó helado, ¿qué estaría haciendo allí? ¿No había dicho que se alejaría? El visitante, sin embargo, se mostraba emocionado. Le preguntó a Divaldo si le amaba a aquella niña. Divaldo le dijo que todavía no, puesto que acababa de llegar, pero que sí, que la amaría como a todos los niños que había acogido en la Mansión del Camino. El obsesor se puso a llorar. La niña encarnada en condiciones tan difíciles, carente de la ayuda de alguien como Divaldo para no morir en las primeras horas de vida, era en realidad su madre. Divaldo le prometió que la cuidaría y así hizo. El obsesor se convirtió en un amigo, agradecido por la ayuda que le ofrecía a un ser querido de su corazón.


La niña creció recibiendo de Divaldo la misma cuota de amor y atención que los demás niños, pero nunca le retribuyó las atenciones recibidas, mostrándose más bien esquiva. Cuando cumplió 15 años se presentó la oportunidad de una conversa franca: Divaldo le preguntó, ¿Por qué no te gusto? La adolecente le contestó, “Di, sí que me gustas, pero no sé porque razón, te tengo miedo”. Divaldo sintió entonces que era el momento de contarle a la niña toda la verdad. Y le explicó que en el siglo XVII había condenado a su hijo de forma arbitraria y que el rechazo que le sentía, en su subconsciente, era en realidad el sentimiento de rabia contenida por el dolor experimentado por su hijo. Todo esto le contó y a partir de entonces su relación mejoró mucho, hay que se deshicieron nudos de resentimiento de su alma.

Nos contó Divaldo que el propio espíritu que le había sido primero víctima, luego un obsesor, para finalmente convertirse en un beneficiario de su obra de caridad estaba presente esta mañana y le pedía que nos explicara su historia. Seguramente se pueden abstraer miles de enseñanzas de esta conmovedora historia. Intentaré resumir algunas de las cosas que se me ocurren a mí:
  • Algunas personas pueden pensar que el mediun es un ser especial, favorecido por la facultad de que dispone, tal vez un ser elevado. La anécdota de Divaldo nos muestra, y así nos ha tratado de explicar esta mañana, que los médiums son seres con serias deudas cármicas. Son hombres y mujeres falibles, luchando por su propia evolución mientras tienen en la mediumnidad una herramienta de rescate de los errores cometidos en el pasado.
  • TODOS tenemos un pasado lleno de equivocaciones y no somos quién para juzgar a quien quiera que sea. Por esta misma razón, TODOS vivimos bajo la presión psíquica de las víctimas de nuestro pasado. Si Divaldo, el que amamos y reconocemos como un icono del espiritismo, compartió con su obsesor 40 años de jornada evolutiva, ¿qué no nos pasará a nosotros? Su ejemplo de servicio, caridad y donación incondicional a la causa del bien no era capaz de convencer a su víctima del pasado. ¿Qué tendremos nosotros para ofrecer en nuestra defensa cuando se nos presenten nuestras víctimas? Pocos serán capaces de devolver al mal impuesto por un obsesor con la paciencia y resignación de Divaldo. Sin embargo, este es el camino de perdón y felicidad, no sólo para uno mismo, sino para todos cuantos se entrelazan en nuestro camino.
  • La mediunidad está lejos de ser un camino de rosas. El que desee servir en este campo, trabajando en la senda espiritista, debe estar preparado para entregar su vida a la labor de auto-iluminación, consagrando toda su energía a una conducta ética y moral de servicio y humildad, empleando de gracia la facultad orgánica que le permite comunicarse con los desencarnados para favorecer el progreso evolutivo psico-socio-antropológico de su comunidad.
  • Si algún día se nos ocurre desear el mal a nuestros obsesores, si deseamos vernos liberados de su influencia penosa… recordemos que los verdugos de hoy son las victimas del pasado, y que sólo el perdón abre las puertas para el amor que descortina la felicidad.

No sigo porque se me hace tarde y el miércoles hay más. Con gran emoción y alegría, recibiremos a Divaldo el próximo 04/12 en CEADS, a las 19:00 horas. Ahí os esperamos felices por recibir en nuestra casa a Divaldo y a todos los encarnados y desencarnados que este hombre tan sencillo y humilde como iluminado arrastra con su magnetismo. Los que no os podáis acercar, estad atentos al blog, que seguro que algo os contaremos de esta última entrega de la trilogía pré-Congreso Espírita Nacional.


Cariños de la hermana menor  

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