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lunes, 23 de mayo de 2016

Lo que el Espiritismo ofrece a los que piensan en el suicidio

Lo que el Espiritismo ofrece a los que piensan en el suicidio
(M. Pagnotta)



Si queremos dejar de sufrir, tenemos que empezar a pensar seriamente en practicar el bien.



Normalmente queremos una respuesta sencilla, bella, práctica y directa, muchas veces incluso romántica a las dudas que tenemos, a los problemas que nos afligen.  Como un “kit” de alivio que nada más abrirlo por si sólo nos ayuda.

El Espiritismo nos enseña que nos es así tan fácil. Todo depende. Pero depende de nosotros mismos y de nadie y de nada más.

En el CEADS intentamos pasar un poquito del conocimiento que los espíritus nos enseñan de manera tan caritativa. Esclarecer lo que sucede a un suicida después del acto terriblemente triste y rebelde es abrir puertas a la ignorancia. Es poner las cartas abiertas y limpias a la mesa, es enseñar qué senda un potencial suicida está abriendo para si mismo. Una senda dura, llena de dolor moral y físico, una senda sombría. Es, como mínimo, una actitud honesta que el Espiritismo transmita estas enseñanzas, aunque muy duras.


Foto: cortesia de Keerati en freedigitalphotos.net

¿Pero qué más nos ofrece el Espiritismo a modo de esperanza?

Para esto no hay una respuesta sencilla, resumida, fácil, romántica. El Espiritismo nos ofrece toda su doctrina. Nos ofrece las leyes que rigen el universo. Somos parte del universo.

Ley de causa y efecto. Esta ley nos exige humildad. Humildad para reconocer que todo lo que sufrimos, indistintamente de la causa, viene de nuestro interior.  Está en nuestro pasado reciente o en nuestras vidas anteriores a esta. Todo el bien del cuál disfrutamos también es consecuencia de actos pasados. No hay misterio: un golpe hace daño a la mano; la palabra “gracias” dicha por nosotros nos devuelve una sonrisa.
Si entendemos que lo que sufrimos tiene raíces internas y si ya no queremos sufrir, podemos empezar a evitar sufrimientos futuros practicando el bien, cambiando nuestro enfoque de la vida hacia un enfoque de amor y de devoción a toda la obra divina universal. Por supuesto los cambios no son inmediatos, pero si poco a poco tomamos consciencia de nuestro interior hasta entonces callado, si tomamos consciencia de cada milímetro de nuestro cuerpo físico, de cada persona alrededor nuestro, de cada olor, de cada ruido, entonces empezaremos el cambio hacia una vida menos penosa y dejamos de generar futuros padecimientos. El futuro será más ligero, ¡más feliz!

Los cambios no son inmediatos. Por eso Dios, con sus extremos e inimaginables inteligencia y amor, nos da la oportunidad de evolucionar. Infinitas oportunidades, a través de la ley de reencarnación. No nos pune eternamente. De hecho, no nos pune. Y la reencarnación es la herramienta con la cuál evolucionaremos hacia una vida más feliz.
Dios nos da siempre, siempre, eternamente, la oportunidad de renacer y reescribir equivocaciones pasadas.
Nos dicen los espíritus que el sufrimiento cansa. Esto ya lo sabemos, pero muchos nos olvidamos, o no lo sabemos, que después de una vida terrenal mal gastada, el Espíritu sigue sufriendo. No mal gastar, no acotar una existencia en el plano material sólo nos traerá consecuencias positivas. Hay que aprovechar la vida, hay que valorizar todo el trabajo que invirtió el plano espiritual en la planificación de nuestra reencarnación. Nosotros mismos hemos ayudado a organizarla.

El Espiritismo no acaba en estas dos leyes, sino que es una compleja red de conocimiento filosófico, moral y científico. Tenemos el libre albedrío para poder buscar y usar estos conocimientos a nuestro favor.

Dejar de sufrir, dar y recibir amor, estar contento consigo mismo, practicar y recibir el bien. Esto es lo que el Espiritismo, con toda su amplitud de enseñanzas, ofrece a los suicidas.

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