Alcione Albuquerque
Abrape (Asociación Brasileña de Psicólogos Espiritas)
Traducción libre: Susana Clavero
«… y no hay nada como estar limpio, hermano, pero
necesitas de esperanza y la esperanza es algo que tienes que construir dentro
de ti.” John Lennon
(Durante su
entrevista en 1971, comentando sobre su arresto por posesión de marihuana por
la Policía de Londres).
Ando muy inquieta, incómoda como desecha por los
últimos acontecimientos recientes. Observo como toda la población, aliviada,
aplaude. Y ella tiene razón. Salir del cerco donde aquellas comunidades se
encontraban hace tres décadas, al menos, es motivo de conmemoración por la posibilidad
de reanudación.
¿Quién no quiere ser libre, quién no quiere ejercer la
libertad, según su albedrío, el famoso derecho de ir y venir aunque sea de la
escuela hasta la frutería, del trabajo a casa, del vecino hasta la plaza? Esas despreocupaciones
que hacen parte de la condición humana, todos las queremos, pues es a través de
este camino fácil que vamos cosiendo nuestras historias de vida. Todos
nosotros, los seres humanos, independientemente de nuestro linaje, cultural y
social.
Entonces quien abre las puertas, derrumba las
barricadas, deja el camino libre, sin balas perdidas que nos puedan alcanzar y a
nuestros hijos incluso estando dentro de nuestras habitaciones, son nuestros
héroes. Nuestros libertadores, nuestros salvadores.
Sin duda alguna.
La estrategia de guerra se impone y los soldados del
bien, de la policía pacificadora se hicieron presentes. La comunidad sufrida,
llena de optimismo y con su confianza recuperada entregó la información a quien
de derecho y se exploraron túneles, tejados descubiertos, paredes fueron al
suelo, el armamento de la guerra fue reubicado y lo que había sido robado
recuperado.
Y la hierba, de todo tipo fue incinerada, a toneladas.
La más bella humareda jamás vista, el más bello incendio provocado por el
hombre subió a los cielos… Un verdadero apocalipsis al contrario.
¡Incluso las lágrimas de sufrimiento de las madres que
se encuentran sin sus hijos, de las esposas sin sus maridos y de los hijos sin
sus padres, pareció soportable en nombre de la vida nueva que se anuncia!
Y todo parece encaminarse para un “Happy End” a la
manera de las películas americanas de bandidos y los buenos.
Ocurre que estamos tan aliviados que parece que nos
hemos olvidado del comienzo de toda esta historia – ¿olvido de alivio? – tal
vez una bella resistencia a manera de Jacques Lacan delante de lo absurdo de la
realidad, lo que nos puede llevar al absurdo de negarla.
No tengo pretensión de esclarecer las múltiples
facetas de las interfaces que rigen el fenómeno del uso de las drogas, tema demasiado
arraigado y complejo para un simple texto.
Mejor sería escribir un tratado y tal vez ni así
lograse el intento, pues muchos especialistas han contribuido, sin punto final.
Alias, como todos los temas relevantes al humano.
Lo que aquí
vengo a llamar la atención es para que si no hay una mirada sobre el usuario,
si políticas sanitarias a nivel nacional, no se dirigen sobre aquel que
depende, el adicto viciado, el dependiente, todos estos últimos acontecimientos
de saneamiento social habrán sido en vano. En definitiva es él quien sustenta
la droga, él es el comprador. Un comprador que depende del comercio, un
cliente-enfermo.
¿Es necesario
que me explique?
Van aquí algunos ejemplos:
Fulano es hijo de familia de adictos de todos los tipos, sexo, alcohol, baja
autoestima, depresión, entonces es comprensible que empiece usar drogas a los 16 años; sus hermanas, muy esforzadas y centradas a la propia recuperación en
términos de salud mental, hacen de todo para ayudar al hermanos más joven a
salir de ese lugar, ingresos durante 14 años, pero Fulano perdió la crítica;
salió del hospital y en el mismo autobús baja en el punto de venta y se vuelve
nulo el ingreso. Unas semanas, diez días, duerme con los mendigos de la calle,
vuelve lisiado a casa, herido, enfermo, diciendo que se arrepiente. En casa es
recibido, bañado, alimentado y vestido; dice que va a estudiar, hacer deporte,
enamorarse… Pero estos propósitos hasta ahora, están solamente en las palabras…
Mengano tampoco le fue bien. Abogado e hijo de familia
de abogados exitosos, es joven y bien parecido. No se sabe bien porque él entró
en las drogas, pero cuando no las consigue, vende lo que primero que encuentra,
sea de su madre, de la hermana, no importa. Coche, teléfonos móviles, radios,
TV… La madre ahora acepto su dependencia costea sus ingresos que no son
baratos, pues el hospital donde él se adaptó está lejos de casa, en otra
provincia. Él es aislado de la familia, de nuevo vuelve, está unos días en casa
y cuando siente que “el bicho está tomando”, vuelve a la clínica…
Zutano es diferente. Empresario de éxito, inteligente,
se hizo de mucho dinero. Entró en las drogas parece que por influencia del
hermano más joven también consumidor. Ahora se juntó con una mujer,
aparentemente no tienen nada en común, o tienen el uso de las drogas, según el
relato de su madre…
La joven pareja seguía el ritmo normal de vida hasta
que la esposa descubrió que el marido consume crack. La esposa entró en
análisis para ayudarse a entender su papel en todo esto...
Y así vamos.
La preocupación de los profesionales del área de la
salud, en especial de la salud mental emocional, se justifica a través de múltiples
ejemplos.
Hermínio Miranda viene a nuestro socorro y afirma que:
“El hombre ha fallado a Dios” explicando este enorme agujero que precisa ser
arreglado a cualquier coste; el Psicoanálisis propone una falta fundamental, y
la mayoría de las Terapias Humanistas y Cognitivas propone una gestión de esta
“falta” volviéndola existencialmente soportable y sistemáticamente comprendida
por los muchos otros placeres de la autorealización y de la autoaprovación.
Pero volviendo a Lenon, esta es una tarea personal,
“esperanza es algo que tú tendrás que construir dentro de ti”, cada uno a su
tiempo, a su manera, su elección, sus valores fundamentales. Trabajo demorado y
no siempre con éxito.
No es una tarea pequeña la tarea de vivir. Citando Guimarães
Rosa: “Vivir es difícil y carece de coraje”. Es fácil imaginar entonces las
dificultades que se eleva a la potencia máxima cuando pasas a ser gobernado,
dirigido y prisionero de la dependencia química, hija de su déficit emocional y
porque no añadir, espiritual.
Temo apartarme de mi primer objetivo al escribir este
texto, entonces vuelvo a la cuestión: si no hay un programa estatal de apoyo al
dependiente químico grave, todo este esfuerzo actual será pasajero. Ahora bien,
¿si soy adicto a los tomates y diezman la plantación y cogen a los cultivadores
de tomates, tendré que morir por la falta, lo que no sería una solución ética,
o tendré que encontrar quien me proporcione o los plantaré yo mismo? ¿Qué
hacer? Hasta aquí, nada que contemple la parte ética.
Muy bien me recordó una amiga psicoanalista que
trabajó en la Salud Pública en un centro de recuperación para drogadictos, si
no sucede una acción multidisciplinar y un apoyo clínico a la familia, con
objetivo de una terapia de grupo y en el grupo, si no son asentadas las bases
que permitan al sujeto encararse, la droga continuará siendo la solución
“perfecta” y rápida para “el agujero” donde el mismo se encuentra.
Un programa activo de combate a las drogas debería
proporcionar no sólo a aislar a quien ofrece y a quien consume, dos puntas de
un mismo problema. Entre un punto y otro, hay mucho más: la familia, la
sociedad, educación, salud, ética, Dios. En fin, todo el entorno. La presencia
y ausencia de todos estos elementos vitales que harán la diferencia en la vida
de cada persona.
Y más, un programa con esta magnitud debe tener como
objetivo la formación del equipo multidisciplinar, herramientas específicas
para la ejecución.
Solamente así podremos toda la sociedad, aplaudir y
respirar aliviados.
La guerra será vencida. ¡Y que maravillosa será la
sensación de haber contribuido para la presencia de la esperanza!
Bibliografía:
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