Por
Andrei Moreira
La
depresión es la segunda enfermedad más importante en el mundo, quedando sólo
por detrás de la ansiedad y afecta del 2 al 19 por ciento de la población
mundial, siendo responsable del 30 por ciento de las consultas de cualquier
especialidad médica, debido a los innumerables síntomas físicos que produce,
que llevan al paciente al médico u otro profesional de la salud, muchas veces
sin ni siquiera sospechar que padecen depresión.
Emociones
naturales
Frecuentemente, se confunde tristeza con depresión. La tristeza es una emoción natural, que debe ser vivida y que produce una sacudida en el alma. Las emociones son como un río, que cuando fluye con naturalidad, nutre los márgenes y genera vida a lo largo de su curso y recorrido. Pero cuando hay una barrera en el río, uno de los lados se desborda y el otro se seca. También ocurre así con las emociones. Cuando son vividas con la comprensión de su función psico-afectiva, ayudan al movimiento del alma y pueden ser considerablemente beneficiosas. La tristeza, según la autora brasileña Marta Medeiros, es el “cuartito del fondo, donde buscamos remover en nuestras cosas guardadas”. El alma también posee un cuartito donde guardamos pensamientos, sentimientos, sueños, experiencias traumáticas, fantasías y proyectos, entre otros, que requieren nuestra atención. Cuando observamos lo que revela nuestra tristeza, caminamos hacia el autodescubrimiento, de la autosuperación y del autodominio, esenciales en el proceso evolutivo. Como en el luto, por ejemplo, en que la tristeza natural nos ayuda en el proceso de adaptación y desapego fundamentales para el establecimiento de nuevos ciclos y fases de crecimiento personal.
Vivimos
una era de grandes desafíos emocionales. La crisis de valores éticos y la
desconexión consigo mismo y con la vida, lleva al ser humano a sentirse
desamparado y afrontar las emociones como enemigas, buscando la anestesia.
Muchas personas buscan los consultorios médicos deseando medicar la tristeza
con antidepresivos y ansiolíticos, en un proceso de alienación de sí mismos.
Ciertamente hay medicamentos que pueden ayudar a vivir una fase de luto, por
ejemplo. Sin embargo, la tristeza no es depresión y necesita ser vivida,
sentida y superada, dando lugar a una nueva fase de alegría, que también pasará
a su vez, dando paso a otra fase de tristeza, así como la naturaleza posee las
estaciones de verano e invierno que se suceden, generando movimiento y vida.
Señales y síntomas
La
depresión es mucho más profunda que la tristeza y se caracteriza, según el
CID10 (código internacional de enfermedades) y el DSM4 (manual de diagnóstico y
estadística de salud mental), por los siguientes síntomas:
- Estado deprimido: sentirse deprimido la mayor parte del tiempo, por lo menos dos semanas
- Apatía: interés disminuido por la pérdida de placer para realizar las actividades rutinarias
- Sensación de inutilidad o excesiva culpa, que ocurre en la gran mayoría de los pacientes
- Dificultad de concentración: habilidad para pensar y concentrarse, frecuentemente disminuida
- Fatiga o pérdida de energía
- Transtornos del sueño: insomnio o hipersomnia prácticamente diarios
- Problemas psicomotrices: agitación o retardo psicomotriz
- Pérdida o aumento significativo del peso en ausencia de dietas
- Ideas recurrentes de muerte o suicidio (lo que caracteriza, por sí solo, depresión grave)
La
etiología (causa) de la depresión, según la Medicina, es multifactorial,
abarcando factores genéticos, bioquímicos (deficiencia de neurotransmisores
específicos), hormonales y psicosociales. Puede ser primaria, sin factores
orgánicos que la expliquen, o secundaria, cuando son consecuencia de alguna
enfermedad, como el hipertiroidismo, por ejemplo
De
entre las causas biológicas posibles de la depresión primaria, podemos citar
una dieta deficiente en aminoácidos específicos necesarios para la formación de
neurotransmisores, la falta de actividad física (reduciendo la producción de
endorfinas, sustancias responsables de la sensación de placer) y los baños de
Sol (responsables de la formación de la vitamina D y de la actividad orgánica).
Desde
el punto de vista psicoespiritual, sabemos que el espíritu controla el cuerpo
por medio de las corrientes de pensamiento y sentimiento que actúan en el
universo subatómico, activando genes y controlando su funcionamiento, como
explica el benefactor André Luiz. Esto ha sido confirmado por las más recientes
investigaciones en el campo de la epigenética, que demuestra que una serie de
moléculas presentes en la membrana celular y en el núcleo, como el
citoesqueleto del citoplasma, actúan regulando la expresión de los genes y
consecuentemente, la vida orgánica. Solamente el 20% de los genes están
permanentemente activados. El otro 80% de entre los cuales se encuentran los
genes de la depresión, tienen que ser unidos y separados por complejos
mecanismos biomoleculares que controlan la célula. Moléculas que están formadas
en el organismo por la interacción de los sistemas o surgidas de la dieta y de
las sustancias ingeridas o absorbidas por el organismo. De tal forma que el
individuo no es esclavo de su genética sino señor de su cuerpo, controlándolo a
través de los patrones de pensamiento y sentimiento, conscientes o inconscientes,
que actúan en el universo atómico, graduando las moléculas reguladoras de la
genética celular.
Causas
psicoespirituales
Necesitamos,
por tanto, conocer estos patrones psicoespirituales que están en la base del
proceso depresivo. Según la benefactora Joanna de Angelis, podemos enumerar
algunas posturas del alma causantes de la depresión:
1. Nostalgia
debido a experiencias felices o pérdida de bienes, regalos de placer y júbilo.
Cuando
estamos presos a lo que pasó, negándonos a desapegar, adaptar o crecer, se
puede establecer en el alma un proceso de fijación enfermiza del pasado, de
naturaleza auto-destructiva, ya que la vida es crecimiento y expansión continua.
Esto va desde la fijación en las relaciones, fases felices, vidas pasadas y
experiencias traumáticas, hasta el rechazo a desprenderse de los patrones, en
el intento ilusorio de mantener la permanencia en un Universo no permanente, en
continua expansión.
Muchas
veces lo que hay es una postura de rebeldía espiritual, en que el individuo
desea hacer la vida a su manera, sin comprender las leyes del Universo. Tras
esta postura hay “una voz consciente o inconsciente que dice: ya que no tengo
la vida que quiero, no acepto la vida que tengo”. Buena parte de las personas
lucha con la vida y con Dios como si el Padre fuese mayordomo y debiera servir
a sus hijos, en lugar de educarlos. Exigen, chantajean, piden y si la vida no
ofrece lo que fue pedido, de la manera como fue pedida, entonces se rebelan, a
veces silenciosamente, cerrándose al movimiento de expansión y adaptación
necesarios para el progreso. Se olvidan que la vida es abundancia de amor y
recursos, siempre dispuesta a ofrecer lo necesario y lo esencial. Sin embargo,
frecuentemente pedimos a la vida lo que deseamos, a diferencia de lo esencial y
así, desconectamos de la propia alma. El desánimo, base de la depresión,
significa desconexión con el alma (alma, del latín, anima). Es necesario, por
tanto, reconocer que la vida no se equivoca en su dirección y que estamos todos
sumergidos en el amor divino incondicional, que nos conoce internamente. Cuando
las experiencias de la vida nos visitan, vienen facturadas por nuestras
necesidades, deseos y posturas internas (que están en la posibilidad de nuestro
control) o establecidas por la sabia planificación reencarnatoria, que tiene
por objeto nuestra madurez espiritual. Conviene aprender esto con el fin de
aceptar la sabiduría de la vida y seguir el curso del amor que querernos despertar
a la vida infinita.
2. Prisión
del sentimiento de piedad por sí mismo, falta de fe en sí mismo y en Dios
El
victimismo es el camino más rápido para el fondo del pozo. Creer que los
responsables de nuestra infelicidad son otros y no nosotros mismos, nos lleva a
un estado de parálisis afectiva y de crecimiento personal. Nadie puede
afectarnos sin nuestro consentimiento. Porque otros actúan como desean, pero
nosotros interpretamos los hechos según los valores y el significado que tienen
para nosotros. Como decía Nietzsche: “No existen hechos, sino
interpretaciones”. Cuando cambiamos la manera de ver la vida, la vida se
renueva. Si nos damos lo que es esencial, amor profundo y nos vemos con la
mirada de amor del Creador, las circunstancias pueden abatirnos, pero nada
puede paralizarnos. Hay que creer en uno mismo y verse como un digno hijo de
Dios, lleno de potencialidades y recursos. Si la culpa se instala, es
fundamental evitar el remordimiento, hijo del orgullo, que paraliza el alma,
llevando al sufrimiento innecesario y a la depresión; y abrigar en el
alma el arrepentimiento, hijo de la humildad, que lleva a la reparación, por
medio del bien y a la madurez.
3. Cerrazón
en sí mismo como defensa para evitar el contacto con sus dolores
Las
heridas del alma duelen de todas las maneras. Huir de ellas no nos exime de
sentir su efecto. Cuando no nos enfrentamos a nuestras heridas, éstas duelen en
profundidad. Cuando las afrontamos y cuidamos de nosotros mismos, éstas duelen
cicatrizando. Somos nosotros quienes escogemos el dolor que mata o el dolor que
cura.
4. Consecuencia
de movimientos de castración o represión; tristezas, incertidumbres, miedos,
celos, ansiedades, están en la base del proceso.
Los
sentimientos de pérdida, posesión y celos son expresiones del ego,
superficiales, para las cuales la psicoterapia encuentra recursos de amparo,
promoviendo el perdón (sin el cual no hay cura) y el auto-descubrimiento. Sin
embargo, cuando miramos hacia lo que es esencial en el alma, sólo hay lugar
para un sentimiento: gratitud. Independientemente de lo vivido esta vida,
tenemos todo lo que necesitamos; somos capaces de la auto-superación y el
autodominio. Si honramos la vida que vibra en nosotros, nos inclinamos
agradecidos frente a las fuentes que la ofrecieron, nuestros padres biológicos,
y percibiendo su amor podemos abastecernos de lo que es esencial. Cuando el
árbol está enraizado en el suelo, soporta la tempestad y produce con
abundancia. Nuestros padres son el suelo de la vida, amor que representa el
amor de Dios junto a nosotros. Incluso cuando nos hayan herido, nos darán la
vida, que es infinita y suficiente. Si miramos hacia esta vida y este amor, nos
quedamos con lo que es esencial y desistiendo de la crítica y del victimismo
encontramos la fuerza, el vigor y la alegría de vivir.
5. Negación
del amor y exigencia de ser amado
La
carencia afectiva es consecuencia de la desconexión con nosotros mismos y con
Dios. El amor que nos hace falta no es el amor que no se tiene sino el que se
retiene en el interior del alma. El amor es la estructura de la vida. Vibra en
nosotros como la naturaleza. Está oculto en lo más profundo de sí como el
diamante en el seno de la Tierra. Hay que cavar las capas del ego que lo
ocultan permitiendo que éste aflore a la superficie para brillar a la luz de
Dios que hay en nosotros, de manera singular y efectiva. El amor que viene de
fuera viene atraído por el amor que nace de dentro.
Además
de estas (y muchas otras) causas, añadimos los fenómenos obsesivos espirituales
que pueden causar o agravar la depresión. Como la mente es una antena que emite
y capta ondas específicas, gracias al libre albedrío del espíritu, estamos
conectados en todo momento con quienes son afines y sintonizan con nosotros, no
sólo por la onda mental irradiada sino sobre todo por el sentimiento cultivado
en el alma. Estos funcionan como ganchos psíquicos que nos conectan a los
espíritus que sienten de la misma manera que nosotros o que manipulan nuestra
mente y vida emocional, al servicio de venganzas, envidias o deseo de poder.
Para vencer la obsesión, el camino es el del autoconocimiento y de la
renovación moral, que modifican nuestra sintonía con la vida.
Tratamiento
El
tratamiento de la Depresión implica una dieta equilibrada, baños de Sol de 10 a
15 minutos diarios, ejercicios físicos (muchas veces es un gran desafío para el
deprimido, que no consigue ni salir de la cama o de casa y que necesitará el
apoyo de la familia y amigos para ello), el uso de medicamentos específicos y
psicoterapia, junto al tratamiento espiritual.
Los
medicamentos antidepresivos actúan en el sistema nervioso central, influyendo
en las sinapsis, la comunicación entre las neuronas, sucediendo que el nivel de
neurotransmisores se altera, modificando el humor. Son recursos necesarios en
la depresión de moderada a grave (la leve puede ser tratada solamente con
psicoterapia), que alivian y ofrecen condiciones al enfermo de beneficiarse del
bienestar físico que posibilita el mejor aprovechamiento para el trabajo
psicológico de auto-conocimiento y auto-superación, para definir la cura.
La
psicoterapia debe ser aquella que ayuda al hombre a salir del victimismo y
asumir la vida con conciencia de su poder real, el del afecto, ayudándolo a
conectarse con el amor real y esencial.
El
tratamiento espiritual implica la renovación moral y el individuo puede
beneficiarse de la fluidoterapia a través de los pases, que renuevan las
energías del cuerpo físico y del periespíritu; también del agua fluidificada,
que se transforma en medicamento saludable ofrecido por los buenos espíritus en
nombre de Dios.
Beneficiándose
de todo ello, el hombre podrá comprender que la depresión es un estado pasajero
de desconexión con el alma y con el amor, que invita al ser a la
auto-transformación por el poder del amor. El estado natural del hombre es el de
la alegría de vivir en sintonía con la abundancia del Universo y el amor
incondicional del Padre. Frente a ello sólo cabe el esfuerzo de hacer de la
vida lo mejor posible, en el cumplimiento de los deberes y en el crecimiento
continuo, abrigando en el alma la postura de gratitud, con humildad y honradez,
diciendo a la vida: “Hágase, Señor, su sabia y amorosa voluntad”.
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