Por Dr. Marcelo Cury
Recientemente,
en nuestro grupo de estudios de la AME-MS, estudiando las obras de André Luiz,
nos ha llamado la atención el análisis de “formas pensamientos” y sus aspectos
negativos, las llamadas “larvas mentales”, y la posibilidad terapéutica que
este conocimiento nos puede traer.
André
Luiz, en sus excursiones de aprendizaje por la costra terrestre, en compañía de
sus instructores, muchas veces se ha sorprendido al observar aquello que él
describe como corpúsculos negros con movilidad, fieras microscópicas, seres
oscuros, bacilos psíquicos, entre otras denominaciones que utiliza para referirse
a estas manifestaciones.
La
primera descripción aparece en el capítulo treintaitrés del libro Nuestro
Hogar, con la presencia de animales como parte de un grupo de socorristas, los
Samaritanos, como una caravana de rescate en las regiones del umbral. Entre
perros y mulas, se destaca la presencia de aves llamadas "ibis
viajeras", que son responsables de devorar las "formas mentales
odiosas y perversas" presentes en la atmósfera.
Más tarde, en Los Mensajeros, André avista sobre
las vías públicas de Rio de Janeiro, “nubes de sombras y grandes núcleos
parduzcos o completamente oscuros”. Aniceto, su mentor, aclara: “Son zonas de
materia mental inferior, materia que es expelida incesantemente por cierta
clase de personas”. Y además, dice que tal materia mental, una vez expelida,
pasa a tener vida propia, afectando a los hombres que tienen afinidad con tales
vibraciones.
En el capítulo dieciocho de la misma obra, el
trabajador Alfredo se refiere al tema, diciendo: “Reducido número de hombres y
mujeres continúa cultivando la espiritualidad superior. Es natural, por lo
tanto, que se intensifiquen a lo largo de la costra, espesas nubes de residuos
mentales de los encarnados que no están vigilantes, multiplicando las tormentas
destruidoras.
Sin embargo, es en su tercer libro, Misioneros de
la Luz, donde podemos encontrar más detalles sobre tales observaciones. En el
capítulo tres, titulado Desarrollo Mediúmnico, André Luiz describe la condición
de tres médiums afectados por larvas mentales creadas por ellos mismos, debido
a la desviación del pensamiento y de la conducta moral. El primer caso, trata
de un joven que presenta un comportamiento sexual degradante. El autor observa
aluviones de corpúsculos negros invadiendo sus órganos sexuales, destruyendo y
alimentándose de sus células reproductivas. El segundo, envuelto por la
adicción al alcohol, albergaba a lo largo de las venas del hígado “pequeñitas
figuras espeluznantes” que luchaban con los elementos sanguíneos y “larvas
destruidoras” que exterminaban sus células hepáticas. El último caso, describe
una señora aficionada a la glotonería. André describe en su sistema digestivo,
corpúsculos semejantes a feroces babosas que se agrupaban en grandes colonias y
atacaban los jugos nutritivos de su tracto intestinal.
El autor aclara además, de qué manera somos
responsables por tales creaciones: “La cólera, la intemperancia, los desvaríos sexuales,
las adicciones de todo tipo forman creaciones inferiores que afectan
profundamente la vida íntima. Casi siempre, el cuerpo enfermo denota una mente
enferma.
“Las acciones producen efectos, los sentimientos
generan creaciones, los pensamientos dan origen a formas y consecuencias de
infinitas expresiones.
Debido a que cada
Espíritu representa un universo en sí, cada uno de nosotros es responsable por
la emisión de las fuerzas que liberamos en las corrientes de la vida. La ira,
la desesperación, el odio y el vicio, proporcional el terreno para gérmenes
psíquicos peligrosos en la esfera del alma. Tal como ocurre en el campo de las dolencias
del cuerpo, el contagio aquí es un hecho consumado, a partir del momento que la
imprudencia o la necesidad de pelea establezca un ambiente propicio entre
compañeros del mismo nivel”.
En el capítulo
doce del libro Obreros de la Vida Eterna, una joven colaboradora de la Casa
Transitoria Fabiano de Cristo, llamada Irene, explica: “…los pensamientos
ejercen un contagio poderoso…”.
Finalmente, André
Luiz agrega que las desviaciones morales, responsables de la creación de estos
corpúsculos inferiores, hace que los encarnados atraigan a compañeros
desencarnados afines a sus conductas inapropiadas y éstos se alimentan de las
energías vitales presentes en esas larvas, dando origen a dolorosos cuadros de
obsesión.
Para comprender
mejor la influencia del pensamiento en el mecanismo de la vida, es necesario
entender que éste es una manifestación de los sentimientos y emociones del
espíritu. Partiendo del principio de que la trinidad universal está compuesta
de Dios, Espíritu y Materia, y el pensamiento no puede ser el mismo Dios o el
Espíritu, el pensamiento tiene que ser Materia. Materia mental. Pero una
materia aún imponderable para nuestros sentidos y para la tecnología actual. O
si prefieren, la energía mental, pues Einstein ya ha demostrado que lo que
diferencia la energía de la materia es solo su velocidad de vibración.
De modo que, el
pensamiento se asemeja a una energía electromagnética que después de emitirse,
impregna el ambiente y la psicosfera o aura del emisor. Esta energía o forma
mental será atraída o repelida hacia aquél que se identifique con su sintonía
vibratoria.
En el capítulo
ocho del libro Pensamiento y Vida, el bienhechor Emmanuel destaca: “…también en
la vida ordinaria, el alma resuena con las corrientes mentales en las que
respiran las almas que se asemejan a ella. Asimilamos los pensamiento de
aquellos que piensan igual que nosotros. Pues sintiendo, mentalizando, hablando
o actuando, nos ponemos en sintonía con las emociones e ideas de todas las
personas, encarnadas o desencarnadas, de nuestro nivel de simpatía. En todo
momento estamos atrayendo o repeliendo recursos mentales que se suman a los
nuestros, fortificándonos para bien o para mal, según la dirección que
elijamos”.
Las formas
mentales que producimos no son, necesariamente, nocivas. Pueden ser muy
beneficiosas según el sentimiento o acción que las generó. Los sentimientos
elevados, los patrones morales correctos y las actitudes de amor y caridad
emiten energías constructivas, como cuando hacemos una oración sincera.
De ahí la
importancia de Orar y Vigilar. Somos los responsables de las corrientes mentales
que creamos y con las cuales nos asociamos. Somos creadores de enfermedades o
curaciones, según con qué sintonicemos. Las formas mentales inferiores o
larvas, en un primer momento, producen trastornos en el cuerpo periespiritual y
más tarde se manifiestan en el cuerpo físico, causando lo que llamamos
enfermedades.
Curiosamente,
André Luiz nos informa que gran parte de las emisiones mentales inferiores
generadas por la humanidad diariamente, se desintegran a través de la luz
solar, y que la oración es uno de los mejores remedios contra estas emisiones.
Sin embargo, no sirve de nada eliminarlas en un instante para luego volver a
producirlas. El remedio, en tal caso, es una reforma íntima sincera y duradera,
el equilibrio de actuar y pensar correctamente y el cultivo de las buenas
obras. Dejemos las puertas y las ventanas de nuestras casas abiertas
diariamente a la luz solar y nuestros corazones abiertos a la luz divina para
iluminar nuestros sentimientos y pensamientos. De esa manera, hagamos nuestra parte,
emitiendo y recibiendo la energía más pura del Universo, que es el Amor.
A través de esta
información, podemos comprender que la energía electromagnética mental es parte
de la materia y está sujeta a nuestra interferencia. Puede que la mayoría de nosotros
no controle los impulsos más profundos generados en nuestro ser esencial, pero
ya somos capaces de elegir el rumbo de nuestros pensamientos. Podemos elegir la
dirección que daremos a estos pensamientos, podemos direccionarlos para el
bien, podemos elegir conversaciones saludables y programas de televisión o
mensajes de Internet que alimentarán nuestras formas de pensamiento positivas.
Podemos, incluso, evitar el contagio con pensamientos tóxicos que nos envuelven
y evitarlos.
Debemos recordar
que el proceso de la enfermedad del cuerpo físico a menudo puede estar asociado
a las larvas mentales y en un futuro cercano, podremos intervenir erradicando
físicamente este tipo de materia. Las futuras terapias deben incluir la
eliminación de larvas mentales y el tratamiento de la obsesión en gran parte de
los pacientes portadores de dolencias físicas. De momento, podemos prestar
atención a la calidad y el enfoque de nuestros pensamientos, educar la mente,
participar de conferencias educativas, además de la terapia espírita, pases y
agua fluidificada. Con tales medidas, podremos prevenir los trastornos del
cuerpo físico y del alma.
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