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domingo, 27 de septiembre de 2020

Visión Espírita. Año 11 | nº 45 | Otoño

 ¡Extra, extra!

Os entregamos una nueva edición de nuestra revista digital Visión Espírita.
... nuevos aires, ¡nueva cara!



VISIÓN ESPÍRITA

AÑO 11  | Nº 45  |  OTOÑO




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COVID-19: ¿Una oportunidad perdida?

Humberto Werdine 


Estoy escribiendo este texto en los primeros días de septiembre de 2020, en el auge del inicio de la segunda ola del virus COVID 19, aquí en Europa. Mi familia fue alcanzada, mi esposa y una de mis hijas. Mi hija está prácticamente recuperada y mi esposa se recupera poco a poco. Ninguna de ellas necesitó ingreso hospitalario. Agradezco a Dios todos los días por su recuperación. Tengo amigos que han sufrido mucho con este virus. Unos tuvieron que ser entubados y se recuperaron después de muchas semanas de angustia y dolor. Otros, no tuvieron la misma suerte y fallecieron. Todos los que partieron eran de una edad parecida a la mía, entrados ya los 60 años. Esta misma semana, una querida amiga me envió un mensaje a mi whatsapp privado, calificando a esta enfermedad de maldita. He recibido varios comentarios parecidos de muchas y diversas personas que usan un adjetivo similar para esta enfermedad y, algunos, cuestionando por qué Dios habría mandado una enfermedad tan perniciosa. Vi muchas publicaciones en Internet que hacían referencia al capítulo Flagelos destructores del Libro de los Espíritus, específicamente en las respuestas a las preguntas 737 a 741. En este punto me gustaría dejar un espacio para la reflexión de quién quiera leer este artículo. 


Esta pandemia actual del COVID-19, hasta ahora, está muy lejos de ser un flagelo destructor. Para las familias que perdieron sus seres queridos, casi 900 mil en todo el mundo, hasta hoy, esta dolencia es muy devastadora, esto es innegable. Somos también conocedores, por los mensajes de los espíritus nobles, que todas estas personas están siendo amparadas en las diversas colonias espirituales que circundan nuestro planeta y estos es, para nosotros espíritas, un gran consuelo. Pero, como estaba diciendo, este virus hasta ahora está lejos de ser considerado un flagelo destructor y tampoco es una dolencia maldita o un castigo de Dios, como también escuché a algunas personas relacionadas a las religiones cristianas más fundamentalistas. 


Cien años atrás, sí hubo un flagelo bastante destructor que fue la gripe española, que infectó a 500 millones de personas, un poco más de un cuarto de la población mundial en aquel momento, y mató a más de 50 millones de personas. Es interesante informar que el sobrenombre de española se debió a una censura impuesta a la divulgación de esta enfermedad por los países recién salidos de la primera guerra mundial, que por sí misma había causado más de 17 millones de víctimas. Cuando la gripe Influenza llegó, causada por el virus N1H1, con una incidencia enorme, estas autoridades decidieron silenciar su ferocidad para no agravar aún más los dolores de aquellos pueblos que perdieron a millones de sus hijos e hijas en aquella guerra. Y las noticias llegaban solamente de España, que había permanecido neutral en la guerra y, por tanto, de ahí el nombre de gripe española. Si extrapolamos, para comprender estas cifras, considerando que el COVID hubiese tenido la misma incidencia y ferocidad del N1H1 de la gripe española, el mundo habría tenido, en esta pandemia, casi 2 billones de personas contagiadas y cerca de 200 millones de fallecidos, ¡un Brasil entero! 


¡Esto, sí habría sido un flagelo universal y una catástrofe mundial! Cada familia del planeta hubiese tenido, muy probablemente, una persona alcanzada por el virus y, la economía mundial entraría en colapso total. Tal vez, el hambre habría alcanzado a los países más ricos y este flagelo podría ser el divisor de aguas para el desarrollo de la solidaridad universal y un nuevo orden social. Los Espíritus nobles, al contestar a las preguntas que expusimos más arriba de Kardec, respondieron que la gran razón de ser de estos flagelos es un avance más rápido del progreso moral y material de la humanidad, como oportunidades para la solidaridad y para el avance de la ciencia en el descubrimiento de remedios y vacunas. En otras palabras, el mundo daría un salto en la dirección de una mayor solidaridad y de avances en la medicina para la cura de enfermedades después de estos flagelos. Ahora, la Espiritualidad Superior, con pena y gran amor por nosotros, nos ofrece un flagelo destructivo menor, para que aprovechemos las lecciones del gran sufrimiento derivado y ataque mundial de este virus, que no respeta fronteras, pero es pequeño en su voracidad. 


Pero, infelizmente, lo que vemos a diario en los medios de comunicación, son gobiernos en todo el mundo usando políticamente las dañinas consecuencias de esta pandemia. Vemos laboratorios de todo el mundo compitiendo entre sí, gastando fortunas, centenas de millones de dólares, para conseguir comercializar primero sus vacunas y, con esto, recuperar sus pérdidas, obteniendo ganancias astronómicas a costa de la pandemia. Estas aglomeraciones empresariales y estos gobiernos que las promueven están usando lamentablemente esta pandemia como una oportunidad de ganancia electoral y de preeminencia científica y económica.


Según mi visión de esta pandemia actual – un flagelo menor, es la de que la Espiritualidad amiga nos está dando una oportunidad única para que –sin la llegada de un virus destructor como el de la gripe española- un flagelo mayor, nosotros nos solidarizásemos más, nos uniésemos más; que comprendamos que todos somos iguales, ricos o pobres y de cualquier color de piel, y el virus nos ataca de igual manera. Es claro que, los más adinerados pueden tener un hospital mejor, pero el ataque del virus es igual, independientemente de la clase social. Esto debería haber servido para acaparar la atención de todos nosotros. Debiéramos haber aprovechado esta oportunidad para vivir más en familia, haber sentido más la importancia de un abrazo, estar junto a nuestros hijos junto a nuestros padres y abuelos, aprovechar más el tiempo juntos para rehacer planes, repensar nuestra vida y nuestros valores. 


Los gobernantes deberían haber visto la oportunidad que les ha sido dada para que los diferentes gobiernos se uniesen contra un enemigo común y promoviesen una lucha integrada para el desarrollo de una vacuna universal, aplicable a todos los ciudadanos del mundo. Ciertamente, el coste financiero y de recursos humanos hubieran sido mucho menores y la eficacia y rapidez de su desarrollo habrían sido mayores. 


El Presidente Carlos Alvarado de Costa Rica fue uno de los pocos jefes de estado que en un momento de lucidez y comprensión, nos dijo: “La pandemia COVID-19 mostrará un antes y un después en la historia de la humanidad, no solo en términos de nuestros sistemas de salud, sino también para trabajar juntos y para las relaciones entre las personas, porque a pesar de la crisis que enfrentamos, tenemos la oportunidad de tomar decisiones conjuntas que cambiarán para siempre el futuro de la población mundial a corto y medio plazo.” 


Y la escritora india Arundhati Roy fue muy clara cuando expresó: “Históricamente, las pandemias forzaron a los humanos a romper con el pasado y a imaginar un mundo nuevo. Esta no es diferente. Es un portal, es un pasaje entre un mundo y el otro. Podemos escoger caminar por él, arrastrando los cadáveres de nuestros preconceptos y odio, nuestra avaricia, nuestros bancos de datos e ideas muertas, nuestros ríos muertos y cielos contaminados, marcha atrás, o podemos caminar con levedad, con poco equipaje, listos para imaginar otro mundo. Y listos para luchar por eso.” 


Pero no está ocurriendo así. Hubo mucha solidaridad, sí, pero fue puntual y no institucional. Los gobiernos y los gobernantes del mundo y los grandes laboratorios no se unieron; no hubo la solidaridad esperada por la espiritualidad, y el egoísmo y la búsqueda de ganancias que una posible vacuna irá a proporcionar, fueron el leit-motiv que están por detrás de las acciones que vemos en los periódicos. El Papa Francisco, mostrando su frustración y decepción nos dijo recientemente: “Sería muy triste si la prioridad de la vacuna COVID-19, fuese ofrecida a los más ricos. Sería triste si esa vacuna se tornase propiedad de esta nación o de aquella otra, en lugar de ser universal y para todos. La pandemia reveló la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo”. 


Nosotros, espíritas, aprovechamos esta pandemia para hablar de las señales de un planeta de regeneración que están en gestación. Pero surgen preguntas: ¿será que nosotros estamos aprovechando esta oportunidad para realmente repensar nuestras acciones y siendo así, poder salir de esta crisis más livianos, propensos a perdonar más, a tolerar más? ¿Será que la lección dejada por Jesús de caminar una milla más, de hacer siempre un poco más, está siendo aprovechada o será aprovechada después de la pandemia? ¿O tendremos que esperar una segunda, tercera, cuarta ola cada vez más dañina de esta pandemia, u otra más grave, para que finalmente nos acordemos? Si los gobernantes quieren su reelección a cualquier precio, si los laboratorios buscan sus lucros abusivos, todo esto es problema de ellos. Ahora, si nosotros no hacemos nuestra parte, aprovechando este tiempo para salir mejores seres humanos, esto en realidad, es problema única y exclusivamente nuestro. ¡Es el momento de una gran reflexión! Creo que es momento de recordar las palabras del Espíritu de Verdad, en el Evangelio según el Espiritismo:

 

“Trabajemos juntos y unamos nuestros esfuerzos, a fin de que el Señor, al llegar, encuentre acabada la Obra”, por cuanto el Señor les dirá: “¡Venid a mí, vosotros que sois buenos servidores, vosotros que supisteis imponer el silencio a vuestros celos y vuestras discordias, a fin de que la Obra no fuera dañada!” Pero, ¡Ay de aquellos que, a causa de sus disensiones, hubieran retardado la hora de la cosecha, pues la tempestad vendrá y ellos serán arrastrados por el torbellino!” 


Esta pandemia nos está dando oportunidades inmensas para que podamos repensar nuestras acciones y, por tanto, podamos desarrollar el silencio a nuestros celos y a nuestras discordias. ¿Por qué no detenemos nuestros egoísmos y preconceptos? ¿Por qué no aprovechamos este tiempo? ¡Jesús tiene prisa!


El dormir y los sueños

Jordi Santandreu Lorite



Allan Kardec interrogó a los Espíritus acerca del dormir y de los sueños, como no podía ser de otra manera, ya que desde tiempos inmemoriales el Ser Humano ha asociado el dormir con traspasar una puerta velada por el oscuro manto de la materia. Lo que se supone que hay detrás de ese umbral se ha interpretado de maneras diferentes según la época y el lugar.

Los sueños han estado asociados, en general, a la dimensión espiritual de la vida, al más allá. En todas las tradiciones antiguas, desde la Grecia de Platón y Sócrates, a la India de los Upanishads, pasando por el Egipto de los faraones, el mundo de los sueños era aquél en el que dioses y humanos podían reencontrarse.

En el Antiguo Testamento hay numerosas referencias a sueños proféticos, como el de Abraham o el de Jacob, que soñó con “una escalera apoyada en tierra, que en su extremo llegaba al cielo. Ángeles subían y bajaban por ella. Jehová, que estaba en lo alto, dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham y el de Isaac: la tierra en la que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia”.

En el Nuevo Testamento no hay tantas referencias, únicamente en Mateo. En una de ellas (1:20) podemos leer: “He aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa, porque lo que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús”. 

Como en muchos otros casos, los Espíritus vienen a recordarnos y a ampliar lo que hasta el momento la tradición judeo-cristiana conocía sobre los sueños. Pero primero, veamos qué nos dice la ciencia.


El dormir y el sueño según la ciencia

La ciencia, como podemos suponer, se encarga mayormente del sueño como fenómeno fisiológico, cuya misión es la de favorecer el descanso y el reequilibrio de numerosos procesos físicos y psicológicos. 

El ensueño, en particular, es ese proceso mediante el cual, mientras los órganos de los sentidos y otras funciones fisiológicas permanecen en un estado temporal de suspensión, el cerebro produce ciertas imágenes, sonidos e incluso sensaciones. 

Según el neurobiólogo y catedrático de la Universidad de Salamanca, José Alonso, necesitamos en torno a ocho horas de sueño para que éste nos resulte suficientemente reparador. Dormir menos horas o de forma interrumpida puede acarrear consecuencias negativas incluso a corto plazo.

Según Alonso, la fase del sueño conocida como REM (rapid eye movement, movimientos rápidos de los ojos) interviene en nuestra capacidad para superar los sentimientos negativos, leer adecuadamente las emociones de otras personas y resolver problemas cotidianos.

Nos asegura el catedrático que “si nuestro sueño se interrumpe no tenemos tiempo suficiente para realizar las actividades restauradoras de la noche y podemos sufrir alteraciones en nuestros procesos cognitivos y emocionales. Un sueño discontinuo rebaja sensiblemente nuestro estado de ánimo”. 

La falta de sueño afecta además al sistema inmunológico, reduciendo su capacidad, contribuyendo a la obesidad, la diabetes, el cáncer e incluso provocando muertes prematuras, con una probabilidad mayor de sufrir infartos e ictus. Curiosamente, también se ha calculado el impacto del insomnio en la economía: dormir mal provoca una caída del 2 % del PIB.


La producción de imágenes durante el sueño

Una de las hipótesis neurocientíficas más aceptada sugiere que las percepciones que se producen durante el sueño se deben a la activación de una zona determinada de la base cerebro llamada pontino, situada entre el bulbo raquídeo y el cerebro medio. Se ha comprobado que, cuando una persona sueña, las células nerviosas de esta región se activan hasta cuarenta veces más que durante la vigilia. 

Las creaciones mentales se alimentarían del contenido de nuestra memoria y de las propias sensaciones corporales durante el dormir, que el cuerpo trata de interpretar, como la humedad, el calor, los ruidos, el contacto con la ropa de cama, etc. 

La producción de imágenes por parte las células pontinas no sigue un patrón coherente, es decir, son producto de una especie de selección arbitraria, al menos en lo que respecta al significado. La mente, cuando esto se produce, trata de dar coherencia al conjunto de esas imágenes, inventando una trama para rellenar los huecos. 

La parálisis del sueño, un fenómeno fugaz y transitorio que se da por lo menos una vez en la vida en más de la mitad de la población, recibe una explicación que se ajusta a este paradigma neurofisiológico: durante los breves pero angustiosos segundos en los que notamos que estamos despiertos pero sin poder mover del cuerpo, las áreas motoras del cerebro se activan con un ligero retraso en relación a la conciencia de vigilia. No existe peligro alguno para la vida, pues los procesos autónomos como la respiración o los latidos del corazón no se interrumpen, aunque es natural sobresaltarse.


La interpretación del significado de los sueños

Decía Freud en su gran obra La interpretación de los sueños, de 1899: “en tiempos que podríamos llamar precientíficos, la explicación de los sueños era para los hombres cosa corriente. Lo que de ellos recordaban al despertar era interpretado como una manifestación benigna u hostil de poderes supraterrenos, demoníacos o divinos. Con el florecimiento de la ciencia, toda esta significativa mitología se ha transformado en psicología, y actualmente son muy pocos, entre los hombres cultos, los que dudan aún de que los sueños son una propia función psíquica (psico-fisiológica) del durmiente”.

Sigmund Freud fue un reconocido neurólogo y psiquiatra austríaco, que vivió entre 1856 y 1939. Es una figura muy importante en la psicología contemporánea, creador de la escuela Psicoanalítica, que hoy en día sigue teniendo un lugar destacado en la práctica de la psicoterapia.

Muy probablemente, Freud debió conocer el Espiritismo de primera mano. Kardec publicó El Libro de los Espíritus cuando Freud tenía tan sólo un año, y en su madurez, durante la primera década de 1900, hay constancia del interés del padre del Psicoanálisis por los fenómenos mediúnicos: él mismo participó en sesiones de mesas girantes, probablemente más por curiosidad científica que por simpatía por la doctrina.

Con todo, Freud pronto se distanció de cualquier interpretación de los sueños alejada del paradigma materialista. No creía en la religión, más que como una neurosis colectiva, pero sí creía en fenómenos anímicos como la telepatía, tema sobre el que disertó en numerosas ocasiones e incluso sobre el que publicó dos volúmenes: Psicoanálisis y telepatía (1921), y Sueño y telepatía (1922).

Para Freud, los sueños son proyecciones de la mente subconsciente, deseos reprimidos que se mezclan con recuerdos de experiencias remotas y recientes. Los mensajes que nos anuncian se pueden interpretar en relación a esa misma realidad, que la mente consciente no acepta o no es capaz de gestionar. Pensar en los sueños como revelaciones de otra dimensión existencial tan sólo representa, para el médico vienés, un regreso a la superstición de los pueblos primitivos.

Para Carl Gustav Jung, discípulo de Freud y fundador de la Psicología Analítica, sin embargo, reducir el contenido de los sueños a deseos sexuales reprimidos es demasiado simplista, incompleto en todo caso, e incluso ingenuo. Jung incorpora tonalidades más amplias, profundas y complejas, reflejos del inconsciente individual y del colectivo, sede de los arquetipos. Los sueños tienen la finalidad de restaurar el equilibrio psicológico del soñador, incluso preparándolo para futuros acontecimientos que ya amanecen en el horizonte.


¿Qué nos dicen los Espíritus sobre los sueños?

En el capítulo octavo de El Libro de los Espíritus, nos explican que durante el sueño, el alma se separa del cuerpo, liberándose temporalmente de las cadenas que la mantienen presa. El cuerpo permanece reposando, pero el Espíritu “jamás permanece inactivo”, afirman, y haciendo uso de sus facultades restablecidas parcialmente, entra en comunicación con otros Espíritus, sean de este mundo o incluso de otros.

En la pregunta 401 aseveran: los sueños son “casi siempre un recuerdo de los lugares y de las cosas que viste o que verás en otra ocasión”, según tus tendencias naturales, podemos añadir sin miedo a equivocarnos. Nos encontraremos con Espíritus superiores y realizaremos tareas de instrucción o caridad; o bien, procuraremos placeres aún más bajos de los poseemos aquí en la materia. Permaneceremos con amigos nobles, de esta o de otras vidas, disfrutando de momentos de paz y de alegría; o bien con compañeros de aventuras perversas, en lugares hediondos, como podemos leer en el libro Sexo y Obsesión, del Espíritu Manoel Philomeno de Miranda, a través de la psicografía de Divaldo Pereira Franco.

Naturalmente, también hay bellas regiones, lugares en los que nos instruimos o recibimos la orientación de benefactores espirituales, sea en el seno de centros espíritas en el plano material, o en puestos de socorro o colonias del mundo espiritual. Y regiones intermedias, donde por afinidad nos reunimos con espíritus amigos y familiares para conversar amistosamente, o bien con espíritus con los que nos unen lazos de odio y rencor.

Para las almas más evolucionadas, el sueño es como el recreo después de una jornada de trabajo, momento en el que recuperan fuerzas y restablecen lazos con mentores y guías de una naturaleza superior.


¿Por qué en ocasiones no nos acordamos de lo que soñamos? Los Espíritus responden señalando que puede ser porque no estamos en un momento propicio, debido a carencias o dificultades psicológicas o espirituales, o bien por las propias limitaciones de la materia, ya que el cuerpo no siempre tiene la facilidad de retener las impresiones que recibe del periespíritu en sus viajes por el mundo astral. “Frecuentemente, no os resta más que un vago recuerdo de la perturbación que acompaña la partida y el regreso, junto al recuerdo de todo aquello que os preocupa durante la vigilia”. 

En síntesis: existen dos tipos de sueños, afirman los Espíritus: aquellos en los que frecuentamos lugares y personas de acuerdo con la afinidad que nos une a ellos, y en cuyo recuerdo al despertar se mezclan a menudo imágenes relacionadas con preocupaciones y deseos de la vida cotidiana, e incluso imágenes de mundos desconocidos o flashes de vidas pasadas; y, en segundo lugar, los sueños proféticos, reveladores, que se distinguen claramente de los anteriores por su intensidad, su claridad, por las sensaciones agradables y por los símbolos oníricos, que despiertan nuestra más profunda curiosidad.

A modo de conclusión, sintetiza el Codificador en El Evangelio según el Espiritismo:

“El sueño es el descanso del cuerpo, pero el espíritu no tiene necesidad de este descanso. Mientras que los sentidos se adormecen, el alma se desprende en parte de la materia, y goza de las facultades de espíritu. El sueño se le ha dado al hombre para reparar las fuerzas orgánicas y las fuerzas morales. 

Mientras el cuerpo recobra los elementos que ha perdido por la actividad de la vigilia, el espíritu va a fortalecerse entre los otros espíritus: con lo que ve, con lo que oye, y con los consejos que se le dan, adquiere ideas, que vuelve a encontrar al despertar en estado de intuición; es el regreso temporal del desterrado a su verdadera patria; es como el preso a quien se pone en libertad momentáneamente.
Pero suele suceder, como con el preso, que el espíritu no siempre saca provecho de este momento de libertad para su adelantamiento; si tiene malos instintos, en vez de buscar la compañía de los buenos espíritus busca la de sus semejantes, y va a los lugares en donde puede dar curso a sus inclinaciones.
El que esté penetrado de esta verdad, que eleve su pensamiento en el momento que quiera dormirse; que recurra a los consejos de los buenos espíritus y de aquellos cuya memoria le es grata, a fin de que vengan a reunirse a él en el corto intervalo que se le concede, y al despertarse se encontrará más fuerte contra el mal y tendrá más valor contra la adversidad”.


El Cielo y el Infierno: Suicidas

Silver Chiquero


¿Qué es el suicidio? ¿Cuáles son sus causas? ¿Qué puede motivar que alguien tome tal decisión? ¿Tiene alguna consecuencia? Como vemos el ser humano está hecho un mar de dudas que en algunos casos parecen no tener respuesta. Sin embargo, gracias a Allan Kardec en el capítulo V del libro
El cielo y el Infierno dedicado a los espíritus suicidas, nos ofrece un catálogo de nueve casos diferentes cuyo resumen veremos a continuación para saber si al final de la lectura hemos dado con algunas respuestas.

Las causas de suicidio podrán ser tantas como tantos suicidas siga habiendo. Por ejemplo, según estos nueve casos vemos que el suicidio puede ser provocado por sensaciones de abandono, por no sentirnos amados por ningún ser, por evitar que nuestro hijo pueda morir en la guerra, por vivir una vida miserable, por no querer abandonar a un hijo en el momento que le toque partir, por amor y querer seguir estando juntos, por no haber aprendido a soportar la burla ni la obstinación, por despecho, por hastío, por una vida sin esperanza, por desinterés en la vida futura, por forjar una mala fortuna con especulaciones equivocadas, por rechazo, o por querer gozar de las consecuencias de un crimen, entre otras.

Hablando de sensaciones después del acto suicida, vemos que algunos Espíritus no saben si están vivos o están muertos, otros sienten  los hedores de la descomposición del cuerpo siendo más frecuente en quienes vivieron una vida más material que espiritual, otros sufren en el alma, sufren en el cuerpo aunque ya no lo posean, como quien sufre dolor por el miembro amputado, otros sufren por no sentirse dignos, otros sienten frío y quemazón, como un hielo que corre por las venas como si fuera fuego, subiendo a la frente, oprimiendo, sintiendo el fuego en el cerebro y en el corazón, se sufre por el recuerdo de quien nos ha hecho sufrir, se sufre al verse obligado a creer en Dios, en todo lo que se ha negado, se siente el alma en llamas, atormentada horriblemente, se sufre por los tormentos de haber dudado, pero también se sufre por el propio acto de haberse suicidado queriendo apartar cualquier recuerdo de ese fin funesto. En definitiva, hablamos de un sufrimiento terrible pero invisible para nosotros, con deseos que ese sufrimiento acabe por fin.


Prevención

En la lucha propia por la prevención del suicidio, se debe estar alerta para conocer y aceptar las pruebas que nos toquen, pues aunque nos equivocamos generalizando, sabemos que cada caso es único como muestran los ejemplos de este capítulo. Algunos deberán sobreponerse a pruebas de miseria, otros deberán soportar pruebas de humildad, de resignación, otros seres deberán aprender a superar la separación momentánea de alguno de sus seres queridos, o aprender a dominar ciertos impulsos del corazón desacertados, algunos no creyentes deberán aprender a comprender y aceptar las verdades y leyes Divinas mediante su propia razón para probar por ellos mismos la existencia de Dios y la vida futura. Pero la bondad del Señor nos permite repetir las pruebas tantas veces y existencias como sea necesario, así tantas veces se renueva la posibilidad de conseguir la fuerza necesaria para soportarlas, hasta el punto en que esas pruebas se pueden llegar a intuir por rasgos indelebles en nuestras vidas.

El suicido es un crimen contra nosotros mismos, siendo el Espíritu culpable sólo por sus obras, por sus acciones, por creer que puede disponer de una vida que se le ha dado con la vista puesta en los deberes que debe cumplir sobre la Tierra, razón por la cual no debe abreviarla bajo ningún pretexto. Quien hace el mal por instigación de otro, o por ser demasiado débil para resistir a los Espíritus obsesores, es menos culpable, menos reprensible y castigado en menor medida que quien se quita la vida obedeciendo a su libre albedrío, por su libre decisión, por creerse el árbitro de su propio destino. Por tanto, cada falta es castigada según las circunstancias que la acompañan, pudiendo ser el suicidio más severamente castigado, aquel que se ejecuta en un acto de desesperación y con el objetivo de liberarse de las miserias de la vida.

Dios es infinitamente bueno, pero es también infinitamente justo. No castiga jamás sin causa porque ve el fondo de los corazones y castiga solamente en cuanto a la intención y a la acción final, pero sobre todo cuando ha sido motivado por una falta de confianza en Él siendo esto una infracción grave de Sus leyes. Él es justo al considerar la buena intención del suicida, lo que atenúa el mal y siendo éste merecedor de indulgencia, pero ello no impide que el mal sea mal. La verdadera fatalidad es nuestra propia debilidad, pues siempre hay un último momento en que se puede evitar el acto final; en caso contrario, el culpable es castigado por su falta, siendo tal expiación el medio que Él utiliza para hacerlo progresar. Dios acoge con cariño el arrepentimiento sincero del culpable, acto preliminar indispensable de la rehabilitación, aunque ello no basta para liberar al culpable de cualquier pena. El sufrimiento puede abreviarse con el arrepentimiento para lo cual ayuda la oración sincera.

Bien, según lo visto y sabiendo ahora que el suicida no tiene más valor por quitarse la vida, sino más debilidad por no querer afrontarla, sabiendo que cuenta tanto o más la intención que la acción en sí misma, sabiendo que el suicida lo ha sido porque llegó a confiar más en él que en su propio Dios, creo que debemos aprender a manejar el amor y el desamor, saber vivir tanto en la solitaria compañía, como en la extendida soledad de nuestros días, ser moralmente fuertes para superar el rechazo, la burla, el hastío y la desesperanza en nuestras vidas. Nosotros, Espíritas o no, que estamos leyendo estas líneas, bien por casualidad, bien por necesidad, ahora sabemos que con el espiritismo el porvenir se nos muestra, la esperanza se fortalece y el suicidio por tanto no tiene objeto. Bendito sea Dios, soberanamente justo y bueno.


Septiembre para la prevención del suicidio

Pincha aquí para asistir a la conferencia Conocer es prevenir, impartida el 19/9/2020.

Periodo gestacional: relación psíquica madre-feto

Dr. Fernando Lora



El estudio sobre la gestación humana es un tema fascinante que refleja la bondad y la sabiduría divinas por la belleza y sublimidad de que se reviste.

El útero materno es el crisol que permite al Espíritu arrepentido y con deseos de reparar y progresar, realizar este desiderátum divino.

Por la ley de causa y efecto venimos a la Tierra para aprender, crecer y rectificar nuestras concepciones y actos, en que la vida infinita nos ofrece el tiempo y el espacio para que nuestro Espíritu realice el viaje de ascensión hacia lo Alto, buscando la paz y la armonía que fluye de la vida inmortal.

Joanna de Ângelis refiere que existe en nosotros una Diosidencia que nos impulsa a la ascensión, así como las plantas buscan la luz en el aire y el agua en la tierra.

Evolucionamos en ambas esferas de la vida, pero llegado a un cierto momento del aprendizaje se necesita que manifestemos y realicemos en el plano material, lo adquirido en el plano espiritual, de tal modo que templemos nuestras virtudes y adquiramos nuevos hábitos, venciendo las sombras de nuestro yo y del ayer.

Para este fin necesitaremos de una familia que nos acogerá y en especial de una madre que nos brindará la oportunidad de crecer en su interior para, unidos a su corazón, reiniciar nuestra marcha evolutiva.

El útero representa la acogedora cuna para recomenzar otra vez, pero es el amor de los cónyuges el que creará la atmosfera psíquica que atraerá a nuestro plano al Espíritu reencarnante. La unión de los padres y su relación psico-afectiva creará las bases del verdadero hogar; de ese cariño y respeto mutuo, fluyen las emociones de paz, armonía y coraje para acometer un hermoso y desafiante recorrido juntos, para rescatar y aprender en familia, creándose los cimientos para recibir a la prole, Espíritus comprometidos con nosotros desde el plano espiritual.

Todos encajamos dentro de un plan reencarnatorio y en el momento justo, se darán las condiciones para la concepción y el inicio de la reencarnación.

Previo a estos eventos se lleva a cabo una aproximación espiritual entre los padres y el futuro hijo, no siempre exenta de dificultades, como le ocurrió a Segismundo, el futuro hijo de Adelino su futuro padre, debido al asesinato que perpetró el primero sobre el segundo en tiempos.  Adelino se perturbó espiritualmente con la aproximación de éste, por lo que las emociones negativas dañaban la cromatina de los genes de sus espermatozoides, lo cual obstruía la adecuada genética del futuro bebé. Fue necesaria la intervención de los mentores amigos para restaurar su armonía, vencer la fobia hacia Segismundo y cumplir con su compromiso de recibir como hijo a su antiguo verdugo arrepentido (1).

El momento de la concepción ocurre varias horas después de la relación sexual. Sucede así para que los espermatozoides (las células más pequeñas de nuestro organismo) que han sido depositados en el fondo de la vagina, puedan alcanzar la región ampular de las trompas de Falopio, que es la región preparada para alimentar y conservar el óvulo (la mayor célula del cuerpo humano), éstos necesitan varias horas para llegar debido a que estas distancias representan un largo y difícil trecho.

La sabiduría divina actúa en todo momento, debido a que en ese instante, que suele suceder con la emancipación de los cónyuges durante el sueño, si tienen las debidas condiciones, la madre recibe el espíritu del reencarnante como niño, mediante ideoplastia previa y es ligado al periespíritu de ella, previo a la concepción en sí misma (2)

En el caso de Raquel, la esposa de Adelino, que estaba preparada espiritual y emocionalmente para asumir con sacrificio y renuncia su maternidad y la vida en familia, elevó una hermosa y sublime oración, para facilitar a los tres la reparación de su pasado, dando paso a la posibilidad de reeditar los lazos del amor futuro hacia la perfección.

Frecuentemente este instante queda registrado en un cierto número de personas que saben intuitivamente, en estado de vigilia, que algo maravilloso ocurrió esa noche y por esta razón cuentan a sus médicos con una precisión inusual el día exacto en que se quedaron embarazadas. Este acontecimiento también puede quedar registrado en el padre, aunque en un porcentaje menor según la casuística médica. Los médicos espíritas o espiritualistas son testigos de estos hechos felices, sorprendiéndose de que, para algunas madres, la acidez empieza ese mismo día, por lo que analizaremos más adelante por qué ocurren estos disturbios orgánicos.

De la misma forma que la mujer embarazada actúa directamente en el proceso reencarnatorio, donando energías orgánicas, fluídicas y psíquicas al hijo que está siendo gestado, también capta a su vez, ciertas influencias y sensaciones del reencarnante.

Este fenómeno de la gestante, lo esclarece el ministro Clarencio a André Luiz en el capítulo 30 del libro “Entre la Tierra y el Cielo”. […] Si Zulmira actúa de forma decisiva, en la formación del nuevo vehículo del niño, el niño actúa vigorosamente en ella, estableciendo fenómenos perturbadores en su constitución de mujer. El cambio de impresiones entre ambos es inevitable y los padecimientos que Julio acarreaba en la garganta fueron impresos en la mente materna, que los reproduce en el cuerpo en que se manifiesta. La corriente de cambio entre madre e hijo no se circunscribe a la alimentación de naturaleza material sino que se extiende al intercambio constante de las sensaciones diversas. Los pensamientos de Zulmira guardan inmensa fuerza sobre Julio, tanto como los de Julio revelan expresivo poder sobre la nueva madre. Las mentes de uno y de otro como que se yuxtaponen, manteniéndose en permanente comunión […](3). Otro aspecto de esta problemática la revela el mentor amigo a Hilario y André, médicos desencarnados que anhelan conocer los aspectos espirituales de la vida planetaria, él añade: […] La gestante es una criatura hipnotizada a largo plazo. Tiene el campo psíquico invadido por las sensaciones y vibraciones del Espíritu que le ocupa las posibilidades […] la mente materna es susceptible de registrar los más extraños desequilibrios, porque al igual que un médium, estará transmitiendo opiniones y sensaciones de la entidad que la ocupa” (4).

El “médium” del Espíritu reencarnante observa, mediante la yuxtaposición de ambas mentes, cómo la madre que ama a su esposo, pasa a detestarlo e incluso a odiarlo, siendo el enemigo del padre quien regresa. Conocí un caso extremo en el que el marido tuvo que abandonar el hogar durante la gestación para volver únicamente cuando nació el bebé. El padre regaló un dije de oro para el guillo a cada uno de los seis hijos que tuvieron. La madre no podía ni verlo y se la veía como exacerbadas exageraciones de gestante incomprendida. Evidentemente el padre tenía la intuición del significado espiritual de lo que estaba ocurriendo, porque nunca se lo tomó a mal, por lo que ello no lesionaba su relación de pareja.

Volvamos a las observaciones de Clarencio, quien confirma la gloriosa misión de la maternidad en la Tierra: 

“[...] La esposa, por devoción al compañero cede fácilmente a la necesidad del alma que vuelve al reducto materno con fines regeneradores [...]”.

En cuanto a los disturbios orgánicos que sufren numerosas embarazadas, Clarencio nos explica y revela: “[...] el desequilibrio es de esencia espiritual. El organismo materno, absorbiendo las emanaciones de la entidad reencarnante, funciona como un extractor de fluidos en desintegración, fluidos estos que no siempre son apacibles o fácilmente soportables por la sensibilidad femenina. Ahí está, la razón de las frecuentes náuseas de tratamiento hasta ahora muy difícil [...] (5).

Esta extracción de fluidos pesados y perniciosos de la entidad renaciente nos explica varias situaciones que la ciencia médica no puede explicar. Por ejemplo, hemos sido testigos de una gestante que cursó con un escozor y erupciones en la piel, inexplicables y rebeldes ante cualquier tratamiento, teniendo que visitar al dermatólogo, luego al alergólogo y viceversa, pasando por todas las salas de espera posibles. Al final del periplo, su obstetra le afirmo que “eso” desaparecería con el nacimiento de su hijo, porque él ya había observado “eso” antes… y así fue. Todos los síntomas desaparecieron a la media hora del parto.

Sin embargo, no todo es adverso en esta yuxtaposición de mentes e hipnosis a largo plazo, pues la gestante se ve rodeada del cariño de su esposo, de su familia y de amigos en ambas esferas de la vida. El instinto del nido le ayuda a realizar los preparativos para recibir a su hijo y le rodea de música, caricias y mimos que el reencarnante recibe y con los que va aprendiendo a identificar a sus padres, se familiariza con el idioma que va a recibir y para sorpresa de muchos, los niños aprenden.

Los psicólogos y educadores van adentrándose en esta relación madre e hijo a raíz de múltiples casos que les llamaron su atención, hechos que empezaron a levantar hipótesis con investigaciones posteriores que arrojan luz de tan bella conexión entre ambos.

Un ejemplo notable fue el caso de una violonchelista canadiense, que por no poder postergarlos, tuvo que preparar durante su embarazo, parte de los solos de los Conciertos de Brandeburgo en la Ópera de Toronto. Su participación fue todo un éxito. Veinte años después, su hijo, también violonchelista, estaba concursando por una beca en Salzburgo, cuando para su examen práctico debía interpretar uno de los Conciertos de Brandeburgo, que no conocía a la perfección debido a su dificultad técnica. El hijo comenzó su ejecución atento a la partitura, pero llegado cierto momento cerró sus ojos finalizando una perfecta interpretación de la obra de Bach, porque su cerebro ya conocía interiormente esta obra desde su vida intrauterina.

La relación madre-feto, además de producir el vínculo de apego afectivo, hará que los padres sean más sensibles al llanto del niño para suplir sus necesidades y que les aporten los cuidados precisos; este mecanismo se desencadena mediante la oxitocina, como expresión del instinto de conservación de la especie. Todo ello  induce a una dulce relación con el bebe, que se comunica mediante la sonrisa, los balbuceos, los gestos, fortaleciendo de este modo el efecto psíquico alimentador observado por Carl Jung, cuya obra analiza la profesora Dalva Silva Sousa “[…] Con las informaciones que la Doctrina Espírita propicia, es fácil entender que, después del periodo pasado en el útero, en el cual la madre alimenta al hijo con su propia sangre, se sigue un periodo en que la criatura permanece ligada psíquicamente a ella, alimentándose de su psicoesfera. Antes de la fecundación del óvulo, el periespíritu del reencarnante es ligado al periespíritu de la madre. Cuando se da el nacimiento, se rompe el cordón umbilical físico, mas no el psíquico. De ahí la certera observación de Jung, señalando los efectos dañinos de la carencia del afecto materno. Esa carencia de afecto perjudica al flujo de energía que parte de la madre y envuelve al hijo en los primeros tiempos de la vida en la Tierra, periodo en que este flujo es absolutamente esencial para el desenvolvimiento del ser” (6).

El psicoanalista suizo Jung aborda, en su obra “Sobre el desarrollo de la personalidad” estos aspectos señalando que, al igual que en la fase embrionaria, el ser depende absolutamente de la madre “[…] así también de modo semejante la psiquis de la primera infancia, hasta cierto punto, es apenas parte de la psiquis materna y después, también de la psiquis paterna, en consecuencia, de la actuación en común de los padres” (7).

Todo este mecanismo de donación produce en los padres una retroalimentación positiva que genera más amor y cariño hacia la prole y entre la pareja, que les empapan de optimismo y coraje para luchar en la vida y ven colmados sus sueños de la felicidad relativa que los espíritus pueden gozar en la Tierra, uniéndose a un Amor mayor, según las sabias palabras del apóstol Juan: “Dios es amor” (1 Juan 4:8).

Para finalizar mostramos un segmento del poema “Amor filial” de Amado Nervo:

“Yo adoro a mi madre querida,

yo adoro a mi padre también;

ninguno me quiere en la vida

como ellos me saben querer.

Si duermo; ellos velan mi sueño;

si lloro, están tristes los dos;

si río su rostro es risueño:

mi risa es para ellos el Sol…”.


Bibliografía:

1 Francisco Cándido Xavier. Misioneros de la luz. IDE Cap. 12, 13 y 14.

2 Francisco Cándido Xavier. Misioneros de la luz. IDE Pág. 181.

3 Francisco Cándido Xavier. Entre la Tierra y el Cielo. IDE Pág. 174.

4 Francisco Cándido Xavier. Entre la Tierra y el Cielo. IDE Pág. 175.

5 Francisco Cándido Xavier. Entre la Tierra y el Cielo. IDE Pág. 176.

6 Dalva Silva Souza. Los Caminos del Amor. Rio de Janeiro, feb 2007 Pág. 48.

7 Carl Gustav Jung. El desenvolvimiento de la personalidad. Pág. 76 y 77.


Nociones elementales de la Obsesión

Flávia Roggerio



En las últimas ediciones hemos discurrido respecto a la mediumnidad y de cómo, frecuentemente, estamos bajo la influencia de los Espíritus. Esta influencia puede ser buena, como la que ejercen los Espíritus familiares y nuestro ángel guardián, o puede ser mala por la interferencia de un espíritu inferior. 



¿Qué es la Obsesión?


La obsesión es una especie de enfermedad de orden psíquico y emocional. Significa el dominio que algunos Espíritus logran adquirir sobre algunas personas y es practicada sólo por Espíritus inferiores que se agarran a aquellos que pueden utilizar, algunas veces, como presas para realizar sus malas acciones. 


Los Espíritus imperfectos son instrumentos destinados a probar la fe y la constancia de los hombres en el bien. Como Espíritus que somos, debemos progresar en la ciencia de lo infinito y por esto pasar por las pruebas del mal para llegar al bien. La misión de los Espíritus superiores es la de ponernos en el buen camino. Cuando malas influencias obran sobre nosotros es porque las atraemos con el deseo del mal. Los Espíritus inferiores vienen a cooperar con el mal, cuando deseamos hacerlo. Sólo si queremos, pueden ayudarnos a hacer el mal. Si tenemos propensión al homicidio, estaremos rodeados de una nube de Espíritus que nos fomentarán esta idea; pero otros nos rodearán también e influirán en sentido del bien, lo que equilibra la balanza, abandonándonos a nuestro libre albedrío. 


La influencia negativa de un Espíritu obsesor puede afectar la vida mental de cualquier ser humano, alterando sus emociones y raciocinio, llegando en algunos casos a alcanzar su cuerpo físico. Si la obsesión se intensificará y no fuera tratada espiritualmente en su debido tiempo, podría ocurrir un aumento de afinidad fluídica entre el obsesor y el obsesado, lo que acarrearía el agravamiento de la enfermedad. La influencia espiritual sólo es calificada como obsesión cuando se observa una perturbación constante. Si la influencia verificada es apenas esporádica, no se clasificará como una obsesión. 


Sí, los Espíritus buenos sólo hacen el bien. Los Espíritus inferiores interfieren en la voluntad del individuo, haciendo que él tenga acciones contrarias a su deseo natural. La obsesión sólo se instala en la mente del paciente cuando el obsesor encuentra debilidades morales que puedan ser explotadas. Son puntos débiles que naturalmente casi todos nosotros tenemos. De este modo se concluye que todos estamos sujetos a la obsesión, incluidos los médiums. 



Allan Kardec, el decodificador del espiritismo, las clasificó en tres niveles: 


Obsesión Simple

Cuando el médium tiene conciencia de que no obtiene nada bueno de la comunicación, no hace caso a la influencia del Espíritu y éste cansado de que no se le oiga se retira.


Fascinación

El Espíritu que le domina se apodera de su confianza, hasta paralizar su propio juicio y hacerle encontrar sublimes las comunicaciones más absurdas. El obseso no tiene conciencia de lo que ocurre.


Subyugación

Se llega a sufrir una dominación tal, que el Espíritu puede arrastrarle a las más ridículas y comprometedoras determinaciones. En ocasiones hay un dominio corporal. 


Un Espíritu jamás podrá revestir momentáneamente la envoltura corporal de una persona viva, es decir, introducirse en un cuerpo animado y obrar en lugar del que está encarnado. El no penetra en un cuerpo como tú en una casa. Se identifica con un Espíritu encarnado que tiene los mismos defectos y las mismas cualidades para obrar de común acuerdo, pero siempre es el encarnado quien obra como quiere sobre la materia de que está revestido. Un Espíritu no puede sustituir al que está encarnado porque el Espíritu y el cuerpo están ligados hasta el tiempo señalado para el término de la existencia material.



Terapéutica integral


La obsesión, como todas las enfermedades, puede ser curada a través de tratamientos especializados. Para tratar esa enfermedad espiritual, son necesarios algunos procedimientos terapéuticos:


a) Concientización - Se debe concientizar al paciente de la situación de enfermo en que se encuentra para que, con su fuerza y voluntad, pueda ayudarse en la cura.


b) Reeducación - Es preciso orientar moralmente al obsesado sobre la posibilidad de mejoría de su conducta en la vida diaria. Que se esfuerce para evitar los vicios más groseros y que procure controlar sus malas tendencias.


c) Evangelización - Se debe mostrar al enfermo la necesidad de observar las enseñanzas morales del Evangelio de Jesús. Que frecuente de manera regular la Casa Espírita hasta que su obsesión sea curada o esté bajo control.


d) Diálogo con el obsesor – Orientar moralmente al Espíritu obsesor en las reuniones mediúmnicas, evocándolo a través de médiums preparados para esta tarea.


e) Reequilibrio familiar - Cuando sea necesario el equipo responsable por el tratamiento del paciente deberá orientar moralmente a su familia, la cual en algunos casos puede estar involucrada directa o indirectamente en el problema obsesivo.


f) Tratamiento médico - En aquellos casos en que el proceso obsesivo se presenta con consecuencias en la salud física, el paciente deberá recibir asistencia de un profesional habilitado que le administre medicamentos si fuese necesario.


g) Ascendencia moral - Para conseguir buenos resultados en las tareas de desobsesión es preciso que el equipo de atención tenga ascendencia moral sobre el Espíritu obsesor y eso únicamente es posible cultivando una vida moral saludable.


Para todos los casos de personas que se encuentran en tratamiento para la desobsesión es recomendable que frecuenten un Centro Espírita, por lo menos hasta que su obsesión esté bajo control.


La firmeza de voluntad y la oración son medios eficaces de curar las obsesiones. El murmurar algunas palabras no basta para lograr lo que se desea. Dios asiste a los que practican y no a los que se limitan a pedir. Preciso es pues que el obsesado haga por su parte lo necesario para destruir la causa que en sí misma atrae a los Espíritus malos. 


Para neutralizar la mala influencia de los Espíritus inferiores debemos hacer el bien y poner toda nuestra confianza en Dios. De esta forma rechazamos su intervención y destruimos aquello que puedan querer tomar sobre nosotros. Debemos guardarnos de escuchar las sugerencias de los Espíritus que nos suscitan malos pensamientos, que promueven discordias entre nosotros y que nos excitan a todas las malas pasiones. Desconfiemos sobre todo de los que exaltan nuestro orgullo, porque nos atacan por el lado débil. He aquí por qué nos hace decir Jesús en la oración dominical: 


¡Señor! no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal.


Trataremos las causas de la obsesión en la próxima edición.

Hasta entonces, y cada día ¡Orad y vigilad!