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viernes, 18 de marzo de 2022

Visión Espírita Año 13 | n. 51 | Primavera

¡Nuestra edición de Primavera acaba de florecer!

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La culpa, otra gran desoladora

Jordi Santandreu

El Espiritismo encierra una filosofía de vida que nos ayuda a vivir mejor, a ser más felices y a progresar en todos los sentidos. Para alcanzarlo nos ayuda, entre otras cosas, a manejar adecuadamente las emociones, entre ellas, la culpa.

La culpa es una emoción como lo son la depresión, la ansiedad, la ira o la alegría. Todas ellas son estados emocionales fluctuantes y transitorios. Así como toda emoción, la culpa se origina en una evaluación mental más o menos consciente de determinados hechos o situaciones.


Ya lo decía Epicteto en el siglo I d.C.:

“Todos los estados emocionales siguen este mismo patrón, son la consecuencia de una determinada manera de ver las cosas”.


Factores desencadenantes de las emociones


Es innegable que hay factores biológicos o fisiológicos que intervienen en el surgimiento, el mantenimiento e incluso en la desaparición de las emociones, como los genes, los neurotransmisores y las hormonas. Por ejemplo: en muchas mujeres es muy intenso el impacto de la menstruación, de la menopausia o del embarazo en su estado emocional. Hay también lo que llamamos factores ambientales como la alimentación, las horas de Sol y la exposición a otros estímulos, que también influyen, sin duda. Sin embargo, de entre todos los factores, el pensamiento es el factor más importante.


¿Cuántas personas milmillonarias que gozan de salud y de todas las comodidades, sufren profundas depresiones? y ¿Cuántas personas conocemos con severas discapacidades y limitaciones, de nacimiento o sobrevenidas, que son súper felices? Podríamos analizar el caso de Nick Vujicik, un pastor evangelista que no tiene ni brazos ni piernas ¡y es tremendamente feliz! 


Además, las emociones vienen acompañadas de tendencias conductuales específicas, de formas de responder que inciden en el contexto, que suele retroalimentar a su vez la forma de ver las cosas. ¡Cuando albergamos la ira, sacamos fuego por la boca! Y eso puede perjudicar a todo lo que tenemos a nuestro alrededor, cuya respuesta podrá nuevamente alimentar nuestra emoción destructora.


Las emociones repercuten en el organismo alterando procesos internos y favoreciendo o perjudicando la salud y el desarrollo de enfermedades de todo tipo. Es el caso de las enfermedades psicosomáticas: muchas del sistema gastrointestinal (como el síndrome del intestino irritable), del sistema respiratorio, endocrino, de la piel, del corazón, etc. 


El problema de evaluar los sucesos de manera distorsionada


Evaluar las vicisitudes tiene que ver con considerarlas buenas o malas en función de unos criterios, que pueden ser prácticos (si algo me sirve o no para obtener algún fin material) o morales (si algo me sirve para acercarme o alejarme de una virtud).


Si interpreto salir de casa como algo amenazador ¿Qué va a pasar? Que no saldré de casa o lo haré con mucho sufrimiento. ¿Y eso me ayudará a alcanzar unos objetivos prácticos? Claramente no, si no con un coste emocional muy elevado.

¿Me ayudará a ser bueno para mi comunidad o para ser más feliz? Probablemente tampoco, sobre todo a largo plazo.


Ambos criterios están estrechamente relacionados: algo que no es práctico, es decir, que no me ayuda a conseguir mis objetivos, tenderá a alejarme de mis valores y de mis virtudes. En cambio, algo práctico que me ayuda a alcanzar mis metas tenderá a aproximarme a ellos.


Veámoslo con otro ejemplo: Si interpreto suspender un examen como algo malo, aunque natural y llevadero, que puedo corregir, ¿Qué pasará cuando tenga otro examen? ¡Que me esforzaré más y tendré más probabilidades de aprobar! Por lo tanto, me ayudará a alcanzar mis objetivos prácticos, a ser feliz y aportar algo de bueno a mi comunidad.


Cuando evaluamos los aciertos y los errores que cometemos podemos ser más o menos estrictos o rígidos en ambas dimensiones, en la práctica y en la moral. Si lo somos, el impacto emocional será muy intenso y así serán sus repercusiones. Por el contrario, cuanto más flexibles seamos a la hora de medir el valor de un acierto o de un error, el impacto emocional será menor y la respuesta más adaptativa.


Supongamos que se me cae el móvil al suelo y se rompe la pantalla. Según criterios prácticos, es algo negativo ya que tendré que gastarme cierto dinero. Pero si no le doy demasiada importancia, la justa, la huella emocional será débil y desaparecerá rápidamente. Para ello tendré que utilizar argumentos racionales.


A nivel práctico, las consecuencias dependen de muchos factores y condiciones, por ejemplo, la legislación o la cultura, muchos de los cuales no controlamos y cambian de época en época, o de país en país. En la Francia del siglo XIX batirse en duelo era perfectamente legal. Hoy en día o bien vamos a la cárcel o bien al psiquiátrico ¡sobre todo si nos batimos a espadas y con sombreros de plumas en la cabeza!


En la dimensión moral, ya no en la práctica sino en nuestro interior, las leyes divinas están esculpidas en nuestra conciencia, tal y como nos enseñan los espíritus en el bloque tercero de El Libro de los Espíritus. Estas son eternas e inmutables, van con nosotros allá adonde vayamos. 


Aun así, el impacto emocional dependerá nuevamente de lo estrictos que seamos a la hora de medir la importancia de ese error. Lo podríamos ilustrar de la siguiente manera: si soy un mafioso al que no le importa el respeto a la vida ni la bondad hacia los demás, tan sólo el dinero y el poder, el impacto emocional de acabar con la vida física de alguien será débil, al menos a corto o a medio plazo.


Pero ¿Qué sucede si convenzo al mafioso de que el respeto y la bondad son valores sumamente importantes? Le podría explicar que, para quien se aleja de esos valores le espera un sufrimiento eterno y aterrador y para quien los cumple, en cambio, la gloria más sublime.


Si le convenzo conseguiré que cambie su propia valoración de los acontecimientos, que adapte la que le muestro y de ahí sus emociones y su conducta serán diferentes.


Cuando nos sometemos a un juicio demasiado rígido


Para el espíritu Hammed, autor espiritual del libro Los dolores del Alma, psicografiado por Francisco do Espírito Santo Neto, “innúmeras creencias religiosas han sido inmensamente nocivas al manipular de esta manera la mente de las personas, vendiéndoles una forma extremadamente estricta de medir las consecuencias de sus actos, con el fin de mantenerlas sumisas y conducirlas a su antojo”.


No sólo el Catolicismo sino la mayor de parte de las filosofías religiosas de la historia, el Budismo, el Hinduismo, los griegos, los romanos, etc. han alimentado ideas absurdas como la del fuego eterno o el infierno.


Hammed nos recuerda la pregunta que Kardec realiza a los Espíritus sobre si esta creencia produce o no buenos resultados en el bienestar y en el desarrollo moral de las personas. Los Espíritus respondieron:


Cuando enseñas cosas que más tarde la razón repelerá, causaréis una impresión que no será duradera ni saludable” 

(pregunta 974 de El Libro de los Espíritus)


Es decir, cuanto más rígidamente medimos el impacto práctico y moral de nuestros actos, mayores y más perturbadoras serán las consecuencias emocionales. 


Por qué la flexibilidad es más sana y racional


Ahora veamos qué nos enseña la doctrina Espírita sobre lo que somos en realidad:

Desde mi punto de vista personal, en este momento somos seres que transitamos de la tercera orden (de espíritus imperfectos) a la segunda (espíritus buenos).


Somos espíritus, en este sentido, relativamente jóvenes e imperfectos y como tales, propensos a cometer errores de todo tipo: somos como niños pequeños que están aprendiendo a ir en bici y claro está, nos caemos todavía con frecuencia rascándonos las rodillas y partiéndonos algún que otro hueso. Es más: sólo cayéndonos es como aprendemos a andar, es perfectamente natural. Sólo a través del ensayo y del error la ciencia progresa, y nosotros también. Por lo tanto, gracias hemos de dar al cometer errores y al ser conscientes de ellos, pues progresamos.


Otra cosa que nos enseñan los Espíritus es que la evolución espiritual es un camino largo, muy largo, desde la piedra hasta el arcángel transcurren millones de años, tal vez miles de millones de años. 


“El principio espiritual duerme en la planta, sueña en el animal y finalmente despierta en el hominal”, escribió León Denis para referirse a esta larga caminata que todos hemos recorrido (en El problema del ser, del destino y del dolor, 1908). Por esto mismo, tiempo hay de sobras para aprender y corregir todas las caídas que suframos. 


En tercer lugar, el Espiritismo nos explica que el infierno no existe, que es una metáfora de un estado transitorio de la conciencia sumida en el profundo dolor. Si bien existen regiones en el mundo espiritual que tienen un aspecto sombrío e infernal, no son ni estancias eternas ni nadie nos ha condenado a ir allí. Nuestra propia vibración nos lleva a ese lugar, una afinidad de carácter y de inclinaciones, aunque no seamos del todo conscientes de ello en ocasiones. Un cambio de vibración nos saca de allí, por el mismo lugar por el que hemos entrado.


En cuarto lugar, todos somos hijos de Dios y Él no nos dejará de amar y proteger a pesar de ninguno de nuestros equívocos, todo lo contrario. Por eso envió a un súper misionario, el modelo más perfecto que nunca hemos tenido, a echarnos un cable para salir del pozo en el que nos encontramos.


Con estos argumentos ya no es necesario que seamos tan estrictos a la hora de considerar nuestras equivocaciones. Son accidentes naturales para espíritus de nuestra orden y tiempo hay para aprender y corregirnos con la ayuda de los Espíritus nobles capitaneados por Jesús. Nadie nos va a condenar a ningún fuego eterno salvo nosotros mismos, según el criterio con el que midamos nuestro desempeño.


La manera adecuada de lidiar con nuestros errores


Acabaremos con unas palabras de Joanna de Ângelis, que nos enseña el modo más sano de lidiar con nuestros errores. La remarcable mentora nos sugiere, en el libro Despierte y sea feliz, el auto perdón y la reparación:


“Arrepentirse es abrirse al Bien.

Cuando descubras que has cometido un error,

inicia inmediatamente la acción correctiva.

Conociendo la realidad, cultiva el coraje de identificar el error, arrepentirse de él y, acto seguido, repararlo. Con la mente elevada a las Sublimes Fuentes de la Vida, disfrutaréis de emociones y pensamientos ideales, que os ayudarán a no equivocaros. Pero si eso sucede, te ayudarán a arrepentirte y a recuperarte, reparando cualquier mal que hayas hecho, liberándote así de la culpa”.


El retorno del Panteísmo

Álvaro Vélez Pareja

En la actualidad y muy frecuentemente nos encontramos con expresiones como estas:

“El poder del universo”

“Que el universo te bendiga”

“Que el universo ilumine tu vida”

“El universo bendice tus manos, bendice tu boca, bendice tus pies”

“El universo te quiere, te ama, te dirige, te acompaña, te ampara, te sostiene”

“Oración al universo” – “Como orar al universo”

“Pídele al universo” - “Agradece el universo”.


¿RETORNO DEL PANTEISMO EN UNA NUEVA VERSIÓN?


Todas estas expresiones, muy usuales actualmente en internet, en redes sociales y en las conversaciones cotidianas, no son sino el reflejo de una reciente tendencia de substituir a Dios por el universo, como una nueva y sutil forma de panteísmo que considera que todos los seres, inteligencias, energías y cosas serían parte de Dios, como los expresa Allan Kardec en El Libro de Los Espíritus, según lo cual Dios sería “el resultante de todas las fuerzas y de todas las inteligencias del universo reunidas”., a lo que los espíritus superiores responden: «Si así fuese. Dios no existiría; porque sería efecto y no causa, y no puede ser a la vez la una y el otro”.


¿EL UNIVERSO COMO PARTE DE DIOS?


Kardec preguntó a los espíritus: “¿Qué ha de pensarse de la opinión según la cual todos los cuerpos de la naturaleza, todos los seres y todos los mundos del universo son parte de la Divinidad, constituyendo en conjunto la misma Divinidad? O de otro modo, ¿Qué ha de pensarse de la doctrina panteísta?”

Los espíritus respondieron: «No pudiendo el hombre hacerse Dios, quiere ser, por lo menos, una parte de Dios».


Es conveniente que recordemos el pensamiento lúcido de Kardec al respecto, en sus propias palabras: “Esta doctrina (el panteísmo) hace de Dios un ser material que, aunque dotado de una inteligencia suprema seria en grande lo que en pequeño somos nosotros. Transformándose sin cesar la materia, si fuese de aquel modo, Dios no tendría estabilidad alguna; estaría sujeto a todas las vicisitudes, hasta a las necesidades de la humanidad, y crecería de uno de los atributos esenciales de la Divinidad: la inmutabilidad. Las propiedades de la materia no pueden conciliarse con la idea de Dios, sin rebajarle en nuestro pensamiento, y todas las sutilezas del sofista no conseguirán resolver el problema de su naturaleza intima. Nosotros no sabemos todo lo que es; pero sabemos lo que no puede dejar de ser, y ese sistema está en contradicción con sus más esenciales propiedades. Confunde al creador con la criatura, lo mismo absolutamente que si se pretendiese que una máquina ingeniosa fuese parte integrante del mecánico que la concibió”. (El Libro de los Espíritus, Libro I, Cap. I, Nos. 14 a 16).


Si creyésemos o afirmásemos que el universo con todos sus componentes como cosas, mundos, energías, seres, etc. fuésemos parte de Dios, le estaríamos asignando a la Divinidad las características de materialidad, multiplicidad, mutabilidad, limitación e imperfecciones propias de aquellos, lo cual resulta absurdo ante la razón, el sentido común y la enseñanza de los espíritus superiores.



¿DIOS COMO FLUIDO INTELIGENTE UNIVERSAL?


Igualmente hemos escuchado a algunos espíritas decir que Kardec, en el libro La Génesis, expresó que Dios sería una especie de fluido universal inteligente o algo semejante. Recordemos en sus propias palabras, lo que el Codificador quiso expresar: “…para facilitar las cosas vamos a representarlo bajo la forma concreta de un fluido inteligente que llena el Universo infinito y penetra todas las cosas de la Creación: la Naturaleza entera está sumergida en el fluido divino…” – “No tenemos la intención de materializar a Dios. La imagen del fluido inteligente es sólo una comparación más aproximada de Dios que los cuadros que lo representan como un hombre”. (La Génesis – Cap. II, Nos. 24 y25).


Queda más que claro que Kardec utilizó esta figura solamente a título de representación y comparación, no como una afirmación ni como una enseñanza de los espíritus. En este caso se comete el error de tomar una comparación como si fuera una realidad demostrada.


En las frases inicialmente mencionadas se ve claramente una tendencia, un propósito o por lo menos un error al confundir a Dios con el universo o asignar al universo material los atributos de la Divinidad, en este caso materializando a Dios, confundiendo al creador con lo creado, la causa con el efecto, como ya lo habían advertido los espíritus de la Codificación y el propio Kardec. Por lo tanto, se comprende que Dios no es un fluido universal, sino su creador.


¿EL UNIVERSO COMO SER INTELIGENTE, AMOROSO Y PROVIDENTE? 

Concebir al universo como un ser que ama, bendice, ilumina, ampara, dirige, al cual hay que orar, pedirle y agradecerle, constituye igualmente una intensión tendenciosa o un grave error conceptual, asignándole equivocadamente los atributos, las potencialidades y facultades de la Divinidad. Por lo tanto, Dios no es el universo, es su creador, organizador y sustentador.


Teorías sobre la Mediumnidad

David Santamaría Planas

Estudio sistematizado de "El Libro de los Médiums"

Primera parte, cap. IV: Sistemas.


En los primeros compases de la presencia del espiritismo en la sociedad francesa y mundial, se presentaron muchas teorías que intentaban explicar la causa de la fenomenología mediúmnica. Muchas de ellas eran opiniones contradictorias que se apartaban totalmente de la realidad de la existencia de los Espíritus o de la posibilidad de su manifestación a través de los médiums. En este capítulo, Kardec hace un exhaustivo examen de esos sistemas. Como siempre, nos muestra su capacidad de analizar muy a fondo esta o cualquier otra cuestión. Los resaltados en los siguientes textos de Kardec son nuestros.


Cuando comenzaron a producirse los extraños fenómenos del espiritismo, o mejor dicho, cuando esos fenómenos volvieron a repetirse en estos últimos tiempos, el primer sentimiento que despertaron fue el de la duda acerca de su realidad, y más aún con respecto a su causa. A partir del momento en que fueron comprobados, por testimonios irrecusables y por las experiencias que todos pudieron llevar a cabo, cada investigador pasó a interpretarlos a su modo, conforme a sus ideas personales, sus creencias o sus prejuicios. Por ese motivo aparecieron numerosos sistemas, que una observación más atenta habría de reducir a su justo valor.


Realmente, los fenómenos que estudia el espiritismo son comunes a toda la historia de la humanidad. Lo que sí nos sorprende a los espiritas es que todavía causen extrañeza a personas con buena capacidad de discernimiento. Ello solamente es explicable por el recelo o desconocimiento de muchos para aceptar la realidad de la vida después de la muerte, y la posibilidad de que los mal llamados muertos puedan comunicar con los humanos encarnados a través de la mediumnidad, cuando aquellos están en condiciones de hacerlo o cuando se lo permiten. 


Pasamos a enumerar y comentar brevemente esos sistemas explicativos analizados extensamente por Kardec en ese capítulo de El Libro de los Médiums:


Sistemas de negación:


Los fenómenos espíritas son de dos clases: los efectos físicos y los efectos inteligentes. Como los adversarios no admiten la existencia de los Espíritus, pues no admiten nada fuera de la materia, se comprende que nieguen los efectos inteligentes. En cuanto a los efectos físicos, los interpretan desde su propio punto de vista, y sus argumentos pueden resumirse en los cuatro sistemas siguientes.


Sistema del charlatanismo: Según este sistema todos los médiums serían unos embusteros y todos los espiritistas estarían engañados en sus creencias. Realmente, para los espiritas que solamente tengan creencias, cabe dentro de lo probable que algún embaucador (sea médium, pseudomédium o Espíritu comunicante) les engañe. Las creencias poco razonadas pueden abocarnos a la credulidad; en cambio las convicciones bien fundamentadas serán la mejor ayuda ante la actuación de charlatanes de toda condición. Y a los que piensan que todos los médiums son unos impostores, se les debe invitar a examinar las aportaciones de médiums serios, para que digan si la formalidad y conocimiento de estos se puede relacionar con el engaño.


Sistema de la locura: Siempre ha habido quienes piensan que los médiums, o bastantes de ellos/as, son personas enajenadas y que esa misma enajenación es la causante de las manifestaciones. Observando con atención a quienes tienen facultades mediúmnicas se advierte que, generalmente, son personas normales y sin ningún síntoma de locura, siendo su única “anormalidad” la de poder ser transmisores del pensamiento y vivencias de los Espíritus.


Sistema de la alucinación: En esta teoría se dice que: «los fenómenos son una ilusión de los sentidos». Es posible que, en alguna manifestación de efectos físicos, con la oscuridad que suele ser necesaria para que se produzcan, pueda ser posible argumentar eso. Sin embargo, no es posible hacerlo en los fenómenos físicos realizados a plena luz y que no dejan lugar a dudas: si una mesa levita, la teoría de la alucinación se desmorona.


Sistema del músculo crujiente: Ya en su momento Kardec demostró, por la fuerza de la lógica, la imposibilidad de que los ruidos que se escuchaban en las mesas, ruidos que muchas veces transmitían mensajes inteligibles, pudiesen ser producidos siempre por la contracción del tendón del músculo peroneo corto de los médiums de efectos físicos. 


*


A continuación, se exponen teorías que ya no son negacionistas del fenómeno en sí mismo; pero, sí que rechazan, en muchos de los casos, la autoría del mismo por parte de Espíritus desencarnados.


Sistema de las causas físicas: Aquí lo que se propone es que son causas materiales como la electricidad o el magnetismo las causantes de los fenómenos de efectos físicos. Este sistema queda desautorizado desde el momento en que se obtuvieron, a través de golpes, respuestas inteligentes a las preguntas formuladas. Es incuestionable que detrás de una aportación con sentido ha de haber un ser pensante, aunque el sistema de transmisión sea tan básico como la tiptología.


Sistema del reflejo: Este sistema presupone que quienes dudan de la realidad de la fenomenología medianímica aceptan que, en el ser humano, hay algo más que el cuerpo. De otra manera, no se entendería que pudieran defender que todo lo que manifiesta cualquier médium de efectos intelectuales sería, necesariamente, reflejo de los pensamientos emitidos por los participantes en la reunión. Desde el contexto espiritista no se rechaza esa posibilidad; pero, es inaceptable plantear eso como siendo la realidad de todas las comunicaciones. Ello queda desmentido por el mismo contenido de los mensajes obtenidos, que muchas veces difieren de los pensamientos de los presentes.  Además:


El sistema del reflejo es bastante desagradable en ciertos casos. Cuando en una reunión de personas honestas surge en forma inesperada una de esas comunicaciones que indignan por su grosería, atribuirla a uno de los presentes sería cometer una grave falta de respeto, y es probable que todos se apresuraran a repudiarla. (Véase El Libro de los Espíritus, “Introducción”, XVI.)


Sistema del alma colectiva: En este caso se piensa que es el alma del médium, a la que se suman muchas otras almas, la responsable de todas las manifestaciones. Realmente la absurdidad de la propuesta se descalifica por sí misma, ya que sería inverosímil que se aceptara la reunión de todas las capacidades intelectuales de ese grupo de Espíritus en un todo colectivo.


Sistema sonambúlico: Kardec lo expone de forma muy concreta y que no necesita ningún comentario:


Este sistema ha tenido más partidarios, y aún cuenta con algunos. Como el anterior, sostiene que todas las comunicaciones inteligentes provienen del alma o Espíritu del médium. No obstante, para explicar el hecho de que el médium trate asuntos que están fuera del ámbito de sus conocimientos, en vez de suponerlo dotado de un alma múltiple, atribuye esa aptitud a una momentánea sobreexcitación de sus facultades mentales, a una especie de estado sonambúlico o extático, que exalta y desarrolla su inteligencia. No se puede negar, en ciertos casos, la influencia de esta causa. Con todo, basta con haber observado cómo opera la mayoría de los médiums, para convencerse de que esa causa no explica todos los hechos, y que ella constituye la excepción y no la regla. 


Sistema pesimista, diabólico o demoníaco: Kardec dedica unos largos párrafos para negar cualquier tipo de verosimilitud a esta posibilidad, ante la lógica inexistencia del diablo; aunque pueda haber, incluso hoy en día, personas que crean en su realidad. El contexto en el que surgió la propuesta espiritista era muy religioso y, por lo tanto, más dado a la aceptación de la existencia de esa figura. Kardec rebate enérgicamente esa afirmación de que todas las comunicaciones de todos los médiums puedan estar inspiradas por el demonio. La mejor objeción a esa cuestión es el examen de los textos altamente moralizantes que se obtuvieron y se obtienen en muchas manifestaciones de los Espíritus: ¡ciertamente sería muy extraño que el diablo recomendara a las personas que tuvieran buena conducta!


Sistema optimista: Este sistema parte de la base de que solamente se comunican Espíritus buenos. Más aún, esas personas creen que las almas después de la muerte adquieren conocimiento y comprensión total de su situación. Evidentemente eso no es real; es un pensamiento poco razonado y fantasioso. ¿Cómo podría ser que personas ignorantes o incorrectas o desaprensivas, por el solo hecho de desencarnar, adquirieran esa compresión? La realidad es que los Espíritus quedamos, después de la muerte del cuerpo, tal cual somo: ni mejores ni peores. La lástima es que aún hoy en día, entre las personas simpatizantes del espiritismo, todavía las haya que piensan de esta manera. Eso conduce, ineludiblemente, a la credulidad o a la aceptación irrazonada de cualquier comentario de los Espíritus. Eso ciertamente es muy peligroso.


Sistema uniespirita o monoespirita; Los defensores de esta teoría creían que solamente se puede manifestar un Espíritu y que este sería Jesús. Evidentemente, ante la enorme diversidad de comunicaciones que se obtienen, estaría fuera de lugar pensar que todas, buenas y malas, inteligentes y absurdas, elevadas y groseras pudieran tener origen en ese gran Espíritu. 


Sistema multiespírita o poliespírita: Este sería el sistema correcto. A través de los médiums se manifiestan muchos Espíritus diferentes, cada cual en su nivel evolutivo y con mayor o menor comprensión de su estado. En este sistema se asienta el conocimiento espiritista.


Sistema del alma material: Esta es la última teoría que comenta Kardec, porque parece ser que en aquel tiempo había algunas personas que consideraban alma y periespíritu como un todo en lugar de ser la suma de dos realidades. Entonces, daban un aspecto más material al alma. En esencia, es un sistema que en nada afecta, aunque no sea correcto según los postulados espiritas.


Siguiendo el hilo de este razonamiento, Kardec termina el capítulo con una recomendación a no querer indagar más allá de lo que realmente interesa y que podemos asimilar:


Pretender investigar, con la ayuda del espiritismo, lo que no se encuentra aún al alcance de la humanidad, es desviarlo de su verdadero objetivo, y hacer como el niño que quiere saber tanto como un anciano. Lo esencial es que el hombre aplique el espiritismo a su perfeccionamiento moral. Lo demás es tan sólo una curiosidad estéril y a menudo orgullosa, cuya satisfacción no lo hará avanzar ni un paso. El único medio de progresar consiste en hacernos mejores.


¿Quiere eso decir que hay temas vetados al razonamiento filosófico? Evidentemente no es eso. Pero sí que hay que huir de discusiones estériles, que a nada conducen. El panorama que nos ofrece la filosofía espirita es tan amplio, tan profundo que, sin duda, se encuentran en él temas interesantísimos para reflexionar e investigar. Sin embargo, hay que procurar que sean temas constructivos y educativos, que siempre favorezcan nuestro aprendizaje. Tal y como indicaba Kardec en su Constitución transitoria del Espiritismo, apartado III (Revue Spirite, diciembre 1868):


El segundo punto consiste en no salir del ámbito de las ideas prácticas. Si bien es cierto que la utopía de la víspera se convierte muchas veces en la verdad del día siguiente, dejemos que el día siguiente realice la utopía de la víspera, pero no obstaculicemos a la doctrina con principios a los que se consideraría quiméricos y debido a los cuales sería rechazada por los hombres positivos

*

Como que solamente hemos expuesto algunos breves comentarios sobre el contenido de este capítulo de El Libro de los Médiums, recomendamos su lectura completa ya que ello favorecerá una mejor comprensión de los aspectos tan contradictorios que tuvo que enfrentar Allan Kardec.





¿Qué es el pensamiento?

Daniel Eduardo Gómez Montanelli


«…los fluidos son el vehículo del pensamiento, este actúa sobre los fluidos como el sonido sobre el aire. Estos transmiten el pensamiento como el aire nos trae el sonido. Por consiguiente, se puede decir sin temor a equivocarse que en esos fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin confundirse, del mismo modo que hay en el aire ondas y vibraciones sonoras.» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV - Ítem 15) 


Desde el punto de vista físico, la onda es una perturbación que se propaga a través del espacio y transporta energía. Se puede apreciar un ejemplo de ello cuando dejamos caer una piedra sobre la superficie de un lago, y observamos que se forma una serie de ondas circulares, que viajan hacia fuera. Esa perturbación que vemos en el agua es energía.


De manera análoga, cuando una persona piensa, también emite ondas que transportan energía. Este es uno de los fundamentos de los grupos de oración. El grupo de oración es una fuente productora de ondas que además transportan ectoplasma que tiene efectos terapéuticos para aquel que las recibe.


Las ondas se clasifican según su naturaleza en:


  • Ondas mecánicas: Necesitan un medio elástico para propagarse, como el agua.  

  • Ondas electromagnéticas: Se propagan por el espacio sin necesidad de un medio elástico, como las ondas de radio o de TV.

  • Ondas gravitacionales: Alteran la geometría misma del espacio-tiempo. 


Los autores espirituales consideran al pensamiento como un tipo de onda electromagnética.


André Luiz se refiere al pensamiento como «flujo energético (…) corriente de partículas mentales»


¿Qué quiere decir esto? Que el pensamiento está constituido por un tipo de materia muy sutil, a la que Luiz da el nombre de materia mental, y cuyas partículas tienen «una estructura atómica análoga a la que nosotros conocemos, pero en diferentes condiciones vibratorias» (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. IV: Materia mental e materia física).


Kardec ya se había anticipado, en su tiempo, a las cuestiones que estamos tratando:


«22. Por lo general, se define a la materia como lo que tiene extensión, lo que puede causar una impresión en nuestros sentidos, lo impenetrable. ¿Son exactas estas definiciones?

Desde vuestro punto de vista son exactas, porque sólo habláis de acuerdo con lo que conocéis. Sin embargo, la materia existe en estados que para vosotros son desconocidos. Puede ser, por ejemplo, tan etérea y sutil que no cause ninguna impresión en vuestros sentidos. Con todo, es siempre materia, aunque para vosotros no lo sea(Kardec, A., El Libro de los Espíritus, Pregunta 22).


En La Génesis, los Espíritus Superiores nos enseñan que la materia mental sería una transformación del fluido cósmico universal:

 

«… el fluido cósmico universal es la materia elemental primitiva, cuyas modificaciones y transformaciones constituyen la amplia variedad de los cuerpos de la Naturaleza» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV: Ítem 2). 


El físico francés Louis de Broglie nos enuncia que onda y partícula son dos formas de expresión de una misma realidad, mediante el célebre Principio de Complementariedad (1924).


Ahora bien, André Luiz dice que «estas partículas de materia mental producen irradiaciones electromagnéticas cuya frecuencia dependerá del estado mental del emisor». (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. X: Partícula mental). 


Esto quiere decir que la partícula de materia mental genera un campo electromagnético, por lo que este autor se refiere al pensamiento como: «fuerza o energía mento-electromagnética» (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. V), donde “mento” sería la idea, el sentimiento, el mensaje que el Espíritu quiere transmitir, y el electromagnetismo funcionaría como una onda portadora.


Según el Dr. Sergio Felipe de Oliveira, los cristales de hidroxiapatita que están en la glándula pineal captarían el pensamiento del Espíritu comunicante, la onda mento-electromagnética de la que habla André Luiz. De esta manera, el campo magnético quedaría secuestrado por la glándula, mientras que la información que la acompaña sería enviada al tálamo, donde se hará consciente o no, según el grado de conocimiento y de ejercicio mediúmnico que tenga la persona. El espíritu, al producir estas corrientes mentales, queda envuelto en una túnica o tejido de fuerzas electromagnéticas, en una fotosfera psíquica que recibe el nombre de aura. (Luiz, A., Mecanismos de la Mediumnidad, Cap. X: Campo del aura).


Por el aura circulan las imágenes que corresponden a las propias creaciones mentales, presentando una policromía variada según la onda mental emitida. (Luiz, A., Evolución en dos Mundos, Cap. XVII: Aura humana). El aura será entonces un espejo que retratará nuestros estados mentales y emocionales, ante la visión de los Espíritus desencarnados; espejo que, a su vez, reflejará los pensamientos de los Espíritus encarnados y desencarnados con los que entramos en sintonía.


«A un Espíritu le basta con pensar en alguna cosa para que esa cosa se produzca» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV: Ítem 14).

«Cuando el pensamiento crea imágenes fluídicas, éstas se reflejan en la envoltura periespiritual como un espejo; allí toman cuerpo y se podría decir que son fotografiadas.»

«Vemos que los movimientos más secretos del alma repercuten en la envoltura fluídica, y es así como un alma puede leer en otra al igual que en un libro y ver lo que no es perceptible por medio de los ojos corporale(Kardec, A., La Génesis, Cap. XIV: Ítem 15).


Ernesto Bozzano, Gustavo Geley, el Cnel de Rochas y Julien Ochorowicz, entre otros, fueron algunos de los investigadores que se dedicaron a estudiar las “formas del pensamiento” es decir, las formaciones fluídicas buenas o malas que hacemos inconscientemente y que permanecen durante más o menos tiempo, de acuerdo con la intensidad y la sustentación que les demos a través de nuestros pensamientos y sentimientos.


Dice Emmanuel: 


«Pensar es crear. La realidad de esa creación puede no exteriorizarse de súbito, en el campo de los efectos transitorios, pero el objeto formado por el poder mental vive en el mundo íntimo, exigiendo cuidados especiales para su continuidad o su extinción» (Xavier, F. C., Emmanuel, Pan Nuestro, Cap. XV: Pensamientos).


Efectivamente, pensar es crear: es darles existencia a formas y realidades concebidas en nuestro mundo íntimo. Para extinguir esas creaciones, también se precisa de un trabajo.


Por eso, cuando Jesús nos enseñaba de Amar a nuestros enemigos, a bendecir a los que nos maldicen, a hacer el bien a quienes nos aborrecen… entre otras cosas, nos estaba diciendo acerca de la necesidad de limpiar nuestra casa mental. Pues si estas “formas del pensamiento” no se desintegran a través de una actividad mental en sentido contrario o, a veces, con la ayuda de pases o con la intervención de los Espíritus, acaban por precipitar su energía en el cuerpo físico, produciendo efectos nocivos, de acuerdo con su naturaleza. Más aún, si estas creaciones son muy intensas puede suceder que, aunque el Espíritu haya modificado sus patrones de pensamiento, se sigan descargando sobre el cuerpo físico, como forma de aprendizaje


Sigue diciendo Emmanuel:


«Cuando nos detenemos a pensar en las faltas de los otros, el espejo de nuestra mente los refleja de inmediato, absorbiendo imágenes deprimentes que nuestra imaginación digiere y más tarde incorpora a los tejidos sutiles del alma. Razón por la cual, no es extraño que con el transcurso del tiempo ésta empiece a expresar lo que ha asimilado a través de su vehículo de manifestación, ya sea por medio del cuerpo carnal, mientras permanece entre los hombres, o del cuerpo espiritual del que nos servimos después de la muerte.» (Xavier, F. C., Emmanuel, Pensamiento y Vida, Cap. VIII: Asociación).


Pero no sólo nos retroalimentamos, con la misma naturaleza de lo que estamos pensando; sino que a eso se suma la sintonía que se establece automáticamente con las otras mentes encarnadas y desencarnadas. Como menciona André Luiz:


«Donde hay pensamiento hay corrientes mentales, y donde hay corrientes mentales existe asociación. Y toda asociación es interdependencia e influencia recíproca». (Xavier, F. C., Luiz, A., En los dominios de la mediumnidad, Cap. XV: Fuerzas viciosas).


Esta retroalimentación energética que se produce cada vez que pensamos, también influye sobre la intimidad de la vida celular. Según Allan Kardec:


«Bajo la influencia del principio vital material del embrión, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo que se forma.» (Kardec, A., La Génesis, Cap. XI: Ítem 18).

 

Por ello, las partículas de materia mental y de materia física también interactúan en el espacio subatómico, que es la zona de transición entre el periespíritu y el cuerpo.


Dice el Espíritu de Emmanuel al respecto:


«El pensamiento es generador de infracorpúsculos o líneas de fuerza en el mundo subatómico, creador de corrientes de bien o mal, grandeza o decadencia, vida o muerte, según la voluntad que lo exterioriza y dirige» (Xavier, F. C., Emmanuel, Derrotero, Cap. XXX: Renovación).