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domingo, 3 de julio de 2022

Pensamiento y Salud. Parte II

Daniel Eduardo Gómez Montanelli


La célula es la unidad anatómica, funcional y genética de los seres vivos. Es el elemento de menor tamaño que puede considerarse vivo.

Así como una casa está construida por ladrillos, los seres vivos estamos constituidos por células. El organismo humano está formado por 200.000 millones de células.


La célula está constituida por:


Membrana plasmática, donde hay receptores, externos e internos. Si la membrana fuera el límite, la frontera de la célula, los receptores externos serían como puestos aduaneros que deciden qué es lo que puede entrar al interior de la célula.


Citoplasma, donde hay una serie de organoides que cumplen distintas funciones.

Núcleo, que contiene el ADN (ácido desoxirribonucleico) y el ARN (ácido ribonucleico).


A modo de representación, el ADN es como una especie de biblioteca, donde cada libro es un gen que contiene información sobre cómo fabricar las proteínas que la célula necesita. Y el ARNm (porque en realidad hay distintos tipos de ARN) es como si fuera el empleado de una fábrica que va la biblioteca, copia la información que necesita para fabricar proteínas y, luego, lleva esa información a la fábrica (que son los ribosomas, los encargados de producirlas).


Durante mucho tiempo se pensó que el núcleo de la célula era el cerebro de la misma. El núcleo era el que decidía y, el citoplasma, tenía que ejecutar. Pero al finalizar la primera parte del Proyecto Genoma, en el año 2001, se descubrió que los receptores externos de la membrana influían sobre el ADN activando o inhibiendo la información que hay allí.


¿Cómo es esto?


La alimentación, el estrés, los estados mentales y emocionales, etc. envían señales químicas que actúan sobre los receptores de la membrana plasmática. Estos receptores transmiten esa información a proteínas que hay en el citoplasma. Estas proteínas, a su vez, pueden activar o inhibir la expresión de los genes sin necesidad de modificar su estructura.


Claro que el ADN va a seguir produciendo proteínas en el citoplasma, pero dependiendo de las informaciones que reciba. Y esto se considera tan importante que motivó el surgimiento de una nueva ciencia, llamada Epigenética.

La Epigenética es el estudio de los mecanismos moleculares por medio de los cuales el medio ambiente controla la actividad de las células sin modificar el código genético.


¿De qué manera los estados mentales influyen sobre el ADN?


Cada vez que tenemos una emoción o un pensamiento, el hipotálamo (que es un órgano que está en el cerebro) produce unas moléculas parecidas a las proteínas, que son llamadas “neuropéptidos”, y los descarga en la sangre, a través de la glándula pituitaria. 

Los neuropéptidos son mensajeros químicos que transmiten esa información emocional a otras células del cuerpo. Se calcula que hay entre 60 y 70 péptidos diferentes y que hay un péptido asociado a cada emoción.


Algunas células somáticas (como las de los sistemas nervioso, inmunológico, endocrino y otras) tienen receptores capaces de reconocer esos neuropéptidos, pueden “comunicarse” con ellos.

Las investigaciones de la Dra. Pert demostraron que estos sistemas están interconectados, formando una única red psicosomática, haciendo de puente entre la psique y el soma… y provocando que, cuando surge una emoción, la experimentemos en todo el cuerpo.


Entonces es como si el neuropéptido fuera una llave y los receptores de las células fueran cerraduras. Si la célula tiene la cerradura apropiada el péptido se acopla y le transmite esa información. Una vez recibida esa información produce una serie de reacciones en cadena que pueden influir sobre el ADN de la célula. 


ADN y Embriogénesis


Desde el punto de vista de la ciencia oficial, el ADN representa la información hereditaria que recibimos de nuestros padres. Como iremos viendo, la acción que el Espíritu reencarnante ejerce sobre el ADN durante la embriogénesis, representa la herencia de su pasado espiritual, aquello que es necesario que trabaje en esta encarnación.


El Dr. Ian Stevenson, que fuera Director del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, EUA, y que se dedicara a la investigación de 2500 casos de reencarnación, estudió el caso del niño Maung Zaw Win Aung.

Maung ha nacido en Birmania, como hijo de padres asiáticos legítimos, morenos, de ojos almendrados y oscuros; él es rubio, de ojos verdes, redondos, y piel muy clara. Desde niño, Maung decía que él había sido un piloto norteamericano de la 2ª Guerra Mundial, fallecido porque su avión había sido derribado por los japoneses; y difería profundamente de sus hermanos, revelando hábitos típicamente occidentales.


Un ejemplo más común es el de los gemelos univitelinos que, si bien tienen físicamente la misma información genética, puede que uno desarrolle una enfermedad hereditaria, mientras que el otro no. 


¿Por qué sucede esto, si la información genética es la misma?


Está claro que se trata de espíritus distintos y, como ya dijimos, el espíritu puede operar encendiendo o apagando su propio material genético (dentro de ciertos límites).



El pensamiento y el proceso de salud/enfermedad



Si bien el ADN puede contener una predisposición genética para tal o cual enfermedad, será de acuerdo con una serie de factores como la alimentación, el estrés, los estados emocionales y otros, que el Espíritu producirá la activación o la inhibición de la misma.


La inhibición de esta disposición es una manifestación de la misericordia divina, porque hace que el ser no viva en un régimen de fatalidad sino de acción y reacción en todos los instantes de la vida. 


Al llegar a la edad prevista, la persona podrá haber confirmado su predisposición, reforzando la necesidad pedagógica y re-armonizadora de tal o cual enfermedad, o haber amenizado su experiencia, por haber aprendido y haberse renovado por otros caminos, actuando benéficamente en su mundo celular, haciendo así que su necesidad de reequilibrio sea más leve, o inexistente. 


Dice la Dra. Marlene Nobre: 


Si la causa de la enfermedad está vinculada al alma es ahí donde reside la fuente primaria de todos los recursos medicamentosos definitivos. 


Los fármacos no pueden remover las causas trascendentes del carácter mórbido de los individuos. El remedio eficaz está en la acción del propio espíritu enfermo. La encarnación, en sí misma, ya representa una estación de tratamiento y de cura, considerando que, ciertas enfermedades del alma exigen varias estaciones sucesivas, es decir, varias existencias con la misma intensidad en sus procesos regeneradores. 


El hombre, durante mucho tiempo todavía, seguirá tratando la salud del cuerpo hasta que aprenda a preservarla y a defenderla, a través de la salud del alma. Los fármacos serán reemplazados por la excelencia de los recursos psíquicos. 


El amparo a los otros crea amparo a nosotros mismos. Por ello, los principios de Jesús, al desterrar de nosotros la animalidad y el orgullo, la vanidad y la codicia, la crueldad y la avaricia; y al exhortarnos a la simplicidad y a la humildad, a la fraternidad sin límites y al perdón incondicional, establecen (cuando son observados) la inmunología perfecta en nuestra vida interior, fortaleciendo el poder de nuestra mente en la autodefensa contra todos los elementos destructores y degradantes que nos rodean y articulando en nosotros las posibilidades imprescindibles en la evolución hacia Dios.


Luiz, A., Xavier, F. C. y Vieira, W. (1958). Evolução en Dois Mundos (Cap. XX - Invasão microbiana).

Nobre, M. (Julho de 1986). Enfermidades e suas relações com o comportamento moral. Boletim Médico Espírita, Ano III Nº4.


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