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domingo, 3 de abril de 2011

Hombres y mujeres de talento

Hola familia,

En la tarde de estudio del Evangelio de ayer, dedicamos la sesión a la reflexión sobre la parábola de los talentos. Patricia nos dividió en tres grupos, cada uno de los cuales recibió un desafío. Recibiríamos unos talentos y deberíamos multiplicarlos, como el siervo bueno que, habiendo recibido cinco talentos, devolvió diez a su señor cuando éste le pidió cuentas.

Al primer grupo, Patricia confió los talentos de la salud, la riqueza, la habilidad y el discernimiento. En el momento de rendir cuentas, el grupo dijo que la salud, la había transformado en alegría, gratitud y afecto; la riqueza, en caridad, desarrollo y progreso; la habilidad, en diplomacia, creatividad y educación; el discernimiento se había transformado en buen uso del libre albedrío. A Patricia y a todos los demás nos pareció bien el trabajo de este grupo.



Al segundo grupo, se le confió los talentos del poder y de la autoridad. En el momento de la prestación de cuentas, el grupo dijo que había utilizado sus talentos para el bien. Sus talentos, dijeron, los habían empleado en la caridad, en la búsqueda de curas y soluciones para el bien común, para la ampliación y protección de los derechos humanos, para evitar guerras y para que más personas tuvieran condiciones mínimas de supervivencia. En nivel individual, se les recordó que la autoridad es un test a la humildad, un ejercicio para que el espíritu controle sus inclinaciones déspotas y ponga sus habilidades al servicio del prójimo. A Patricia y a todos los demás nos pareció bien el trabajo de este grupo.


Al tercer grupo, se nos confió un único talento: el dolor. En el momento de rendir cuentas, dijimos que pese a haber sufrido, no habíamos perdido la fe, sino que la habíamos visto robustecida por la prueba. Aprendimos a entender el dolor de los demás sintiéndolo en nosotros mismos; ayudamos a otras personas que también sufrían a sobrellevar su propio dolor con nuestro ejemplo. Por el dolor, despertamos para una conciencia más profunda de nuestro amor a Dios y aprendimos que todo lo que hacemos tiene consecuencias para nosotros mismos y para los que nos rodean. También aprendimos a poner en perspectiva nuestros problemas, dejando de quejarnos por tonterías, cuando la vida nos deparó con un dolor pungente. A Patricia y a los demás compañeros les pareció bien el trabajo de nuestro grupo.

Menos mal… porque todo seguido pasamos a la lectura de un texto en que tres siervos, habiendo recibido sus talentos, también tenían que rendir cuentas. Los dos primeros, habiendo recibido talentos como la alegría, la prosperidad, la inteligencia y el poder, se salían bastante bien. El tercer siervo, sin embargo, habiendo recibido como talento el dolor, le dice a su señor:

“Señor, recoge la indeseable herencia que me diste… experimentando enorme dificultad para aguantar la carga que me pusiste en los hombros y temiendo el juicio, la escondí en la tierra… esta dádiva es un fardo difícil de cargar… constituye un desagradable recuerdo por donde pasé, me estorbó los deseos y, de modo alguno, desearía poseerla otra vez. ¡Es imposible obtener lucros o ventajas con semejante obstáculo! ¡Retoma, pues, tu extraño e insoportable deposito!...”

Y su señor entonces lo contempló triste y dijo enérgico:

“Siervo malo e infiel, ¿cómo podrías multiplicar mi bendición si ni por lo menos hiciste el esfuerzo de examinarla? ¿Cómo iluminar el camino si mantuviste la lámpara apagada? Tu ociosidad transformó algunos gramos de servicio benéfico en varias toneladas de angustia que de ahora en adelante pesaran sobre ti. Creaste fantasmas que nunca existieron, multiplicaste preocupaciones y recelos que te llevaron a gritar y patalear como un simple tonto, en el avanzado círculo de mis obras… ¡Por fin, arrojaste el tesoro al pantano del desespero y de la rebeldía y vienes a comentar el temor y el celo que mi presencia te infunde, cuando fuiste tan solamente perezoso e insensato! El dolor era tu oportunidad sagrada y única de iluminar el propio camino, para que tu claridad amparase los compañeros de lucha regenerativa y saludable. Repeliste el don que te confié… ¡Conságrate, por tanto, a la sombra y a la desesperación que abrazaste!...

Y el siervo, que se perdiera por la imprevidencia y por la inconformidad, solamente entendió el sublime valor de la lámpara del sufrimiento cuando se vio sólo y desamparado, en las tinieblas exteriores.

(…)

Sean cuales sean los talentos que el Amigo Jesús nos ha confiado, la alegría, la riqueza, la pobreza, la salud, el dolor, la enfermedad, la inteligencia… no esperemos hasta el último momento para darnos cuenta de su valor. Seamos siervos previdentes, trabajados bien dispuestos y agradecidos por las oportunidades de reerguimiento que nos han sido confiadas. Dios no pone en nuestras manos tarea que no seamos capaces de realizar y, si nos enfrentamos a una situación sea la que sea, es que la necesitamos para nuestro aprendizaje. Seamos fieles en lo poco, para que brille la belleza de nuestras almas inmortales.

Ruego al Señor nos inspire a todos en la multiplicación de nuestros talentos y os deseo una semana de trabajo, crecimiento y alegría.

Cariños de la hermana menor,

Janaina

3 comentarios:

  1. Perfecto el resumen de la clase de ayer Janaína...!!! Ella consigue resumir nuestra responsabilidad en esta encarnación.... Cuanta responsabilidad tenemos en no malgastar nuestros talentos!

    Excelente semana a todos. Marcello

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  2. Perdón, se me cortó una frase... "Ella" es la parábola!!!!!!

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  3. Pues sí, Marcelo, mucha resposabilidad... solemos ver como talentos solo las cosas buenas, pero todo cuanto nos pasa es parte del plan de Dios para la educación de nuestro espíritu: tanto lo que pensamos que es bueno como lo que pensamos que es malo. ¡Qué inmaturos somos!

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