Hola familia,
después del auténtico subidón de nuestra jornada, volvemos a nuestras reuniones habituales y el sábado toca el estudio sistematizado del Evangelio según el Espiritismo.
Os pongo el texto que trabajaremos en la clase. Andrea nos guiará el trabajo con mucha alegría, como siempre.
Cariños de la hermana menor
CAPÍTULO XIII
No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
La caridad material y la caridad moral
9. "Amémonos
unos a otros y hagamos a los demás lo que quisiéramos que se hiciera por
nosotros." Toda la religión, toda la moral, se encuentran encerradas en
estos dos preceptos; si se siguieran en la Tierra, seríais perfectos; ya no
habría odios ni disensiones; diré más; ya no habría pobreza, porque de lo
superfluo de las mesas de los ricos se alimentarían muchos pobres y no veríais
ya en los sombríos barrios que yo habitaba, durante mi última encarnación, a
esas pobres mujeres llevando consigo a sus desfallecidos hijitos, faltos de todo. ¡Ricos! Pensad un poco en esto;
ayudad en cuanto podáis al desgraciado; dad para que Dios os vuelva un día el
bien que habréis hecho, para que encontréis al salir de vuestra envoltura terrestre,
un acompañamiento de espíritus reconocidos que os recibirán en el umbral de un
mundo más feliz. ¡Si pudieseis saber la alegría que tuve volviendo a encontrar
allí a los que yo pude favorecer en mi última vida...! Amad, pues, a vuestro
prójimo, amadle como a vosotros mismos, porque ahora ya lo sabéis; ese
desgraciado que rechazáis, quizá es un hermano, un padre, un amigo que
rechazáis lejos de vosotros, y entonces, ¡cuál será vuestra desesperación al reconocerle
en el mundo de los espíritus!
Deseo que comprendáis bien lo que puede ser la "caridad
moral", la que todos pueden practicar, la que no "cuesta nada"
material, y sin embargo, la que es más difícil de poner en práctica. La caridad
moral consiste en sobrellevarnos unos a otros, y es lo qúe menos hacéis en este
mundo en donde estáis encarnados por el momento. Creedme, hay un gran mérito en
saberse callar para dejar hablar a otro más ignorante, y esto es también una
especie de caridad. Saber ser sordo cuando una palabra burlona se escapa de una
boca acostumbrada a ridiculizar; no ver la sonrisa desdeñosa con que os reciben
ciertas gentes, que muchas veces, sin razón, se creen superiores a vosotros
mientras que en la vida espiritista, "la sola verdadera", les falta
quizá mucho para alcanzaros; aqui tenéis un mérito no de humildad sino de
caridad, porque el dejar de notar las faltas de otro, es la caridad moral. Sin
embargo, esta caridad no debe impedir la otra, pero sobre todo, pensad en no
despreciar a vuestro semejante, acordáos de lo que ya os he dicho; preciso es
tener presente que, en el pobre desechado, quizás rechazáis a un espíritu que
os ha sido querido y que se encuentra momentáneamente en una posición inferior
a la vuestra. He vuelto a ver a uno de los pobres de nuestra tierra a quien
había podido, por mi dicha, favorecer algunas veces, y al que a mi vez
"imploro ahora". Acordáos que Jesús dijo que somos hermanos, y pensad
siempre en ello antes de rechazar al leproso o al mendigo. Adiós, pensad en los
que sufren y rogad. (Rosalía. París, 1860.)
10. Amigos míos: he
oído decir a muchos de vosotros: ¿Cómo puedo hacer yo caridad? muchas veces aun
no tengo lo necesario. La caridad, amigos míos, se hace de muchos modos; podéis hacer la
caridad en pensamientos, en palabras, y en acciones. En pensamientos, rogando
por los pobres desamparados que murieron sin que pudieran ver la luz; una
oración de corazón les alivia. En palabras, dirigiendo a vuestros compañeros de
todos los días algunos consejos buenos; decir a los hombres irritados por la
desesperación, por las privaciones y que blasfeman del nombre del Todopoderoso:
"Yo era como vosotros; yo sufría, era desgraciado; pero he creído en el
Espiritismo, y mirad que feliz soy ahora". A los ancianos que os dirán:
"Es inútil, estoy al fin de mi carrera y moriré como he
vivido",decidles a estos: "Dios hace a todos igual justicia; acordáos
de los trabajadores de la última hora". A los niños que viciados ya por
las compañías que les rodean: vagan por las calles muy expuestos a caer en las
malas tentaciones, decidles: "Dios nos ve, hijos míos", y no temáis
en repetirles a menudo esas dulces palabras; ellas concluirán por germinar en
su joven inteligencia, y en lugar de pilluelos, habréis hechó hombres honrados.
También esto es una caridad.
Muchos de vosotros decís también: "¡Bah! somos tan numerosos en
la tierra, que Dios no puede vernos a todos". Escuchad bien esto, amigos
míos: ¿Cuando estáis en la cumbre de una montaña, acaso vuestra mirada no
abraza los millares de granos de arena que la cubren? ¡Pues bien! Dios os ve
del mismo modo; voluntad del viento que los dispersa; sólo que Dios, en su
misericordia infinita, ha puesto en el fondo de vuestro corazón un centinela y
un vigilante que se llama "conciencia". Escuchadla; os dará buenos
consejos. Algunas veces la embotáis oponiéndola al espíritu del mal; entonces
se calla, pero creed que la pobre, abandonada, se hará oir tan pronto como la
habréis dejado apercibir una sombra de remordimiento. Escuchadla, interrogadla,
y muchas veces encontraréis consuelos en los consejos que os dé. Amigos míos, a
cada regimiento nuevo, el general entrega una bandera, y os doy esta máxima de
Cristo: "Amáos unos a otros". Practicad esta máxima, agrupáos alrededor
de este estandarte y recibiréis de El la felicidad y el consuelo. (Un espíritu protector.
Lyon. 1810.)
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