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lunes, 13 de abril de 2015

Los ángeles

CAPÍTULO VII - LOS ÁNGELES
(Silver Chiquero)


Los ángeles según la Iglesia.

Todas las religiones admitieron la existencia de ángeles. El materialismo los ubicó entre las ficciones y las alegorías. La creencia en los ángeles forma parte esencial de los dogmas de la Iglesia. Su presencia es constante, en cada página de los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, incluso en el sino de las religiones politeístas y en las fábulas de la mitología. Los designios particulares de la Providencia les están ocultos, pero se les revela cuando en ciertas ocasiones están encargados de anunciarlos a los hombres. Las comunicaciones de las inteligencias puras no necesitan ojos para ver ni oídos para oír, comunican sus sentimientos de una manera propia y totalmente espiritual.

Refutación

El Concilio de Letrán dijo: “Creemos firmemente que sólo hay un Dios verdadero, eterno e infinito quien, en el comienzo de los tiempos creó a toda criatura de la nada, a la espiritual y a la corporal, a la angélica y a la mundana y luego creó, como medio entre ambas, a la naturaleza humana, compuesta de cuerpo y espíritu”. ¿Qué pasa entonces con el texto bíblico que determina el momento de la creación en seis mil años? A quién creer entonces ¿al Concilio o a la Biblia?

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Si el destino esencial del alma es según el Concilio, estar unida al cuerpo, esa unión constituye su estado normal, su meta, su fin último, su destino. Sin embargo, el cuerpo es mortal y el alma es inmortal; su unión con el cuerpo sólo acontece una vez, según la Iglesia. Para muchos esa unión dura apenas unas horas ¿de qué utilidad puede ser para el alma esta existencia tan corta?

Los ángeles saben por qué son ángeles, sin haber necesitado aprender, así los creó Dios. El alma, por el contrario, debe aprender. Si el alma sólo recibe las ideas por los órganos corporales ¿qué idea puede tener el alma de un niño que muere a los pocos días de nacer, si admitimos –con la Iglesia-, que no vuelve a nacer? Si al desprenderse del cuerpo ya nada puede adquirir, el alma del niño, del salvaje, del cretino, del idiota y del ignorante, ¿permanecerá permanentemente como era antes de morir, eternamente nula? ¿No se rebaja la figura de Dios al identificar su gloria con el número de súbditos, oficiales y servidores de la Tierra? Esa idea falsea la opinión que se tiene de su grandeza. ¿Qué convierte a un monarca en alguien verdaderamente grande? Su justicia y bondad, el título merecido de Padre de sus súbditos.

Los ángeles según el Espiritismo.

Las almas o Espíritus, son creados simples e ignorantes, sin conocimientos y sin conciencia del bien y del mal, pero con aptitudes para adquirir todo lo que les falta y que logran mediante el trabajo. La meta es igual para todas y ella consiste en alcanzar la perfección, a la cual dejan con mayor o menor prontitud, en virtud de su libre albedrío y en razón de sus esfuerzos. Dios no favorece a nadie en especial porque todas son sus hijas y al ser justo no tiene preferencias por ninguna.

El alma en las primeras fases de su existencia, carece de experiencia, mas Dios le otorga los medios para adquirirla. Sufre las consecuencias de cada paso en falso y aprende a sus expensas lo que debe evitar. Es así como, poco a poco, se desarrolla, perfecciona y avanza en la jerarquía espiritual y hasta que haya llegado al estado de ángel o Espíritu puro. Antes de haber alcanzado el último grado, gozan de una dicha relativa a su adelanto, pero esa felicidad no se encuentra en la pasividad, sino en el cumplimiento de las funciones que Dios les confió y que llevan a cabo con felicidad.


Ángeles o Espíritus puros los hubo en todos los tiempos, eternamente; para nosotros es como si siempre hubiesen sido ángeles. Dios nunca estuvo inactivo. No necesitó crear seres privilegiados; todos antiguos o nuevos conquistaron su progreso en la lucha y a través de su propio mérito. Siempre ha tenido como colaboradores a Espíritus puros, fieles e iluminados, encargados de la transmisión de sus órdenes ya se trate del gobierno de los mundos o de los detalles más pequeños.

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