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miércoles, 20 de mayo de 2015

De magnetismo y magnetizadores

Hola familia,
los monitores de la clase de sábado nos envían el texto de lectura. ¡A estudiar, gente amiga!
Cariños de la hermana menor
 
1) El magnetismo y el fluido magnético

 El Espiritismo nos esclarece que el magnetismo es un fluido o energía radiante originario del fluido cósmico universal. En la forma de principio vital, al fluido magnético se lo llama también fluido eléctrico animalizado o fluido nervioso. En realidad, el fluido vital, magnético o animalizado, es un fluido intermediario entre el Espíritu propiamente dicho y la materia. Sobre el magnetismo nos esclarece el Espíritu Emmanuel: El magnetismo es un fenómeno de la vida y constituye una manifestación natural en todos los seres. Si la ciencia del mundo ya logró llegar al área de las ecuaciones esenciales en las experiencias referentes a este tema y comprobó la generalidad y lo complicado de los fenómenos magnéticos, debéis comprender que las exteriorizaciones de esa naturaleza en las relaciones entre los dos mundos son siempre más elevadas y sutiles debido a que allí son una expresión de la vida superior. El magnetismo se manifiesta de diferentes formas: tenemos el fluido animal, el espiritual, el vegetal, el mineral, etc. Al ser así, nos dice el Codificador del Espiritismo: la voluntad desarrolla el fluido, ya sea animal o espiritual, porque, como ahora sabéis, hay varias clases de magnetismo, dentro de las cuales se encuentran el magnetismo animal y el magnetismo espiritual, que según la circunstancia, puede apoyarse en el primero. Otra clase de magnetismo mucho más poderoso aún, es la plegaria que un alma pura y desinteresada dirija a Dios. Fluido magnético es lo mismo que fluido vital. 


El principio vital reside en un fluido especial esparcido universalmente y del cual cada ser absorbe y asimila una porción durante la vida, así como los cuerpos inertes absorben la luz. Ese sería entonces el fluido vital, que según la opinión de algunos, no se diferencia del fluido eléctrico animalizado, al cual también se lo designa como fluido magnético, fluido nervioso, etc. Si se reconoce que el fluido magnético tiene la gran capacidad de permitir que las criaturas se influencien recíprocamente, con mucha más amplitud y eficacia actuará sobre las entidades celulares del Estado Orgánico –especialmente en las sanguíneas y en los histocitos (grandes fagocitos que existen en los tejidos corporales) – determinando su nivel adecuado, su migración o su extrema movilidad, la producción de anticuerpos, o también, la improvisación de otros recursos agresivos e inmunológicos para la defensa contra las invasiones bacterianas y para la reducción o extinción de procesos patológicos que se producen por medio de órdenes automáticas de la conciencia profunda. (Espíritu). 

 El fluido magnético, condensado en el periespíritu puede brindarle al cuerpo elementos reparadores. El Espíritu, encarnado o desencarnado, es el agente propulsor que infiltra en un cuerpo deteriorado, una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. De esa manera, la energía magnética transmitida por una persona actúa en el periespíritu del beneficiario, y de allí llega al cuerpo físico. Los principios reparadores penetran en el periespíritu y en el cuerpo físico a través de vías específicas que el Espíritu André Luiz denomina “centros de energía” (los chakras de la terminología oriental). Nuestro periespíritu posee siete centros de energía principales que se articulan en las ramificaciones de los plexos del sistema nervioso. Los principales centros de energía son: coronario, cerebral, laríngeo, cardíaco, esplénico, gástrico y genésico. 

El fluido magnético actúa en cierto modo como agente químico, y modifica el estado molecular de los cuerpos. Por eso, no debe sorprender que pueda modificar el estado de ciertos órganos. Igualmente se comprende que su acción saludable, en mayor o menor grado, dependa de la propiedad que posea, de ahí las expresiones de “buen o mal fluido, fluido agradable o penoso.” En la acción magnética propiamente dicha, se transmite el fluido personal del magnetizador, y se sabe, que ese fluido, que no es sino el periespíritu, tiene siempre, en mayor o menor grado, las cualidades materiales del cuerpo, al mismo tiempo que sufre la influencia moral del Espíritu. Es pues imposible que el fluido particular del encarnado tenga una pureza absoluta, y esa es la razón por la cual su acción curativa es lenta, a veces, nula, porque puede transmitir al enfermo principios mórbidos. 

2) El magnetizador y el médium curativo

El magnetizador es una persona, que al manipular el fluido magnético produce efectos más o menos evidentes. En general, al magnetizador propiamente dicho se lo considera como sinónimo de médium curativo, porque ambos son personas capaces de transmitir fluidos vitales. Entre tanto, desde el punto de vista espírita, hay diferencias fundamentales entre uno y otro. Por el hecho de que un fluido sea lo suficientemente abundante y potente como para producir efectos instantáneos de sueño, de catalepsia, de atracción o de repulsión, no quiere decir que tenga las propiedades necesarias para curar. Es la fuerza que derriba, no el bálsamo que suaviza y restaura. Así es que hay Espíritus desencarnados de orden inferior cuyo fluido puede ser realmente maléfico; los espíritas tienen oportunidad de constatar esto en todo momento. Sólo en los Espíritus superiores el fluido periespiritual carece de todas las impurezas de la materia; en cierto modo, está quintaesenciado, y, por consiguiente, su acción debe ser más saludable y más inmediata. Es el fluido bienhechor por excelencia. Debido a que a éste no se lo encuentra entre los encarnados ni entre los desencarnados comunes, es necesario solicitarlo a los Espíritus elevados, como es necesario ir a buscar a regiones distantes los medios que no encontramos en nuestra tierra. 

El médium curativo emite poco de su propio fluido. Siente la corriente de fluido extraño que lo penetra y del cual se transforma en “conducto”. Ese es el fluido que magnetiza, que caracteriza al magnetismo espiritual y que lo distingue del magnetismo animal: uno proviene del hombre y el otro, de los Espíritus. Entre el magnetizador y el médium curativo existe, pues, esta diferencia fundamental: el primero magnetiza con su propio fluido, y el segundo, con el fluido depurado de los Espíritus. De esto se deduce que estos últimos brindan su ayuda a quien ellos quieren y cuando quieren; que pueden rechazarlo, y, por consiguiente, retirarle la facultad a aquel que abuse de ella o que la desvíe de su fin humanitario y caritativo para lucrar con ella. Cuando Jesús le dijo a los apóstoles: “¡Id! Expulsad a los demonios, curad a los enfermos”, agregó: ”Dad de gracia lo que de gracia recibisteis”. Al existir en el hombre, en todas las épocas, diversos grados de desarrollo, la voluntad ha servido tanto para curar como para dañar. 

Es lamentable que nos veamos obligados a constatar que esto también fue el origen de muchos males, pero, es una de las consecuencias del abuso que muchas veces el ser humano hace de su libre albedrío. Los médiums curativos poseen una clase de mediumnidad que consiste, principalmente, en la facultad de curar que poseen ciertas personas mediante el simple contacto, a través de la mirada, y también, por el gesto, sin valerse de ninguna medicación. Evidentemente, el fluido magnético desempeña ahí un rol importante, pero, aquel que examine cuidadosamente el fenómeno, reconoce sin dificultades que en él hay algo más. La magnetización común es un verdadero tratamiento que se debe seguir regular y metódicamente. En la mediumnidad curativa las cosas suceden de un modo completamente diverso. 

Todos los magnetizadores son aptos para curar en mayor o menor grado, si conocen los procedimientos adecuados, mientras que en los médiums curativos, la facultad es espontánea, y puede suceder, que algunos la posean sin haber oído nunca hablar del magnetismo. La intervención de una potencia oculta, que es lo que constituye la médiumnidad, se torna manifiesta en ciertas circunstancias, sobre todo, si tenemos en cuenta que la mayoría de las personas que con razón pueden ser calificadas como médiums curativos, recurre a la oración, que es una verdadera evocación.

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