Siento angustia, miedo, ahogo en mi pecho. Hablo y nadie me contesta.
He perdido mi identidad, dudo si soy yo o soy otro.
Murmullos, voces, rumores, gritos estridentes en mi mente. Nooooo…quiero
salir de este infierno, ¡sacadme de aquí!!!
Presencias no deseables y paisajes dantescos a mí alrededor.
Por favor, sacadme de aquí! No
quiero esto para mí y tampoco lo deseo para nadie! No quiero estar aquí, ¡sacadme
por el amor de Dios!!!
Me despierto ansioso y espantado, empapado de sudor frío. Me toco los
brazos, las piernas, la cabeza, el cuerpo, para identificarme con el que soy.
Voy al lavabo a mirarme delante del espejo, con temor a quien puedo encontrarme
y si seré capaz de reconocerme.
Aun temblando, me digo a mi mismo: “Sé valiente, mírate y obsérvate”.
No quiero encender la luz pero hay una fuerza en mi interior que me anima a ese
desafío de “autodescubrime”.
El ambiente que respiro ha cambiado desde que he despertado, pero sigo
vigilante porque ese sueño una vez más me ha impactado e impresionado para ser
sólo eso, un sueño.
Soy totalmente racional e intento entender, pero no lo consigo.
Siento que pierdo energía y fuerza, volcando mi pensamiento hacia esas
horribles pesadillas.
Cuando pongo la mano en el interruptor de la luz del lavabo, es como si
alguien me indujera a encenderla con la suya.
Me enfrento a mí mismo; si, soy yo, con la cara desencajada y es que
todavía dura el efecto y la confusión de esta vivencia entre lo real y lo
ficticio.
Mi corazón y mi pulso, poco a poco vuelven al ritmo de la normalidad.
Ya son demasiadas las ocasiones que he sufrido esta experiencia y la
única vez en la que me planteo y consigo enfrentarme a ella.
Delante del espejo caigo en un llanto desesperado, preguntándome una y otra vez: “¿Qué está
sucediendo?, ¿qué está pasando?, ¿es un aviso?, “¿acaso es un sueño
premonitorio…o bien una oportunidad para cambiar mis hábitos más tóxicos?
¡Momento de reflexión!
Si mis amigos me vieran, se burlarían y me humillarían. Pero ¿por qué
pienso en ellos en este instante tan íntimo y no en mí?
Si, empiezo a serenarme como si alguien me ayudara a hacerlo.
¿Pero quién? ¡Si estoy solo!
Será que mi raciocinio no me deja ver ni sentir.
Me doy un baño de agua muy caliente y consigo relajar mi cuerpo
dolorido por la tensión, no sin antes pasar un tiempo vigilante y a la
expectativa de que algo vuelva a sorprenderme y me descoloque “atacándome”.
Vuelven pensamientos negativos a mi mente, ganas de quitarme la vida,
prometiéndome a mí mismo que soy incapaz de continuar soportando durante más tiempo esta experiencia
reiterativa y cada vez más tenebrosa.
Empiezo a ser consciente de mi vacío interior, de mi automatismo y
desmotivación, de mi soledad, del
rechazo hacia mí mismo, del hastío que me profeso, de la auto-destrucción y la
desilusión hacia todo y todos que me rodean.
En definitiva, ¡de la miseria interior que me alimenta el alma!
Me sorprenden estos pensamientos salidos de la “nada”, porque no les
encuentro explicación. Estoy confuso y al mismo tiempo y lentamente los voy
filtrando e integrando a través de la voluntad que me produce el cansancio, la
preocupación y al mismo tiempo, el temor de pensar en un final trágico.
¿Será que en ese vacío inmenso y abismal que es mi interior, puede
haber espacio para toda esta situación y pensamientos nuevos?
No me reconozco, pero lo importante es que me siento bien!
En broma, me planteo que posiblemente le haya gustado a algún alma en
pena y caritativa que quiere “salvarme”.
La gente habla mucho de espíritus y no veo que mi idea sea tan
abstracta…o si…no lo sé! Sólo intento animarme con un poco de humor sarcástico.
El agua de la bañera comienza a enfriarse, lo que me recuerda que ya ha
pasado un tiempo más que considerable y que tengo cosas que hacer.
Sí, es la primera vez en 42 años de vida, que me he sentido a gusto y en paz conmigo
mismo…creo y dudo al mismo tiempo y es que el escepticismo es como una sombra hecha a medida que me persigue!
Preparado para salir de casa,
empiezo a entrar en un estado “raro”. Oigo un “algo” que identifico con las
voces de esas horribles pesadillas, intentando convencerme de lo equivocado que
estoy escuchando esos pensamientos serenos que me han causado tanto bienestar.
Con tono impositivo, me obligan a que no ceda ni caiga en esa supuesta “calma y
tranquilidad” porque todo es una mentira de mi imaginación.
A pesar de ello, una parte de mí, me dice que no puedo seguir como
hasta ahora, perdido en este absurdo vacío que no me aporta nada constructivo,
sino todo lo contrario y con unos supuestos
amigos que los tengo como compañeros de desilusiones, carencias y debilidades.
“STOP, para y no te equivoques con esa farsa.
Acabarán con tu vida; si sigues por ese camino que te llevará a la tortura
psíquica y a la perdición”
Estas son las palabras que oigo de manera invasiva. ¡Están dictando mi sentencia!
Entro en pánico y me siento atrapado como si se tratase de una red
imaginaria aunque la siento física y mentalmente.
Noooo, no quiero ir a ese lugar de las pesadillas. ¡Noooooo, por favor!!!
Pido ayuda a no sé quién, entre
gritos de desesperación envueltos en lágrimas y la pido por primera vez en mi vida desde lo
más hondo de mi ser e intento recordar el momento del baño, tranquilo, relajado
y en paz!
Escucho un susurro más débil que las duras palabras impositivas, que
poco a poco van cogiendo fuerza y firmeza, sin exigencias y si con delicadeza y
dulzura :
“Escucha a tu corazón, sólo a
él. Estamos aquí para ayudarte y nadie te hará daño si tú no lo permites.
Adquiere esa fortaleza a través del AMOR. Tú puedes, sólo tienes que querer y
sintonizar con Nosotros!”
¿Sintonizar? ¡Eso es nuevo para mí!
¿De dónde salen esos pensamientos, ese vocabulario que por mí solo sería incapaz
de expresar?
Algo está sucediendo, un no sé qué, que me hace parar, escuchar y recapacitar
mientras que simultáneamente empiezo también
a sentir, dejando mi parte racional y descubriendo lo que siento como ternura.
Desde que murió mi madre cuando yo era adolescente, mi vida ha sido un
desenfreno, una locura de huidas, un túnel sin salida construido de
desesperación y sufrimiento infinito con paredes hechas de resistencias y negaciones a sentir.
Pero lo más importante y prioritario ha sido el deseo constante de poder reencontrarme con
ella, a la que amaré eternamente.
Varios intentos de quitarme la vida, para sacarme del medio, para no
ser una molestia para la sociedad y para que alguien en algún momento desde
algún lugar, pudiera echarme de menos, aún sin conocerme.
Guardo varias cartas de despedida, reflejando sentimientos de
culpabilidad; si, culpabilidad ¿pero de qué?De haber nacido, de haber sido un rebelde, de no ser escuchado ni
atendido.
¿ESCUCHADO? Siento que es el momento de que ya lo haga. Posiblemente no
soy tan malo como pienso, pero tampoco soy tan bueno como les gustaría a otros.
Simplemente, SOY!
PARO y me cedo el paso. Freno durante unos segundos de mi vida para
dejar pasar la rabia, el dolor, la culpabilidad, la tristeza, el resentimiento,
la oscuridad.
Pido ayuda porque sé que las personas son como yo: ni tan malas ni tan
buenas. Quiero darme una oportunidad de ser ayudado, orientado y me tomaré
durante el tiempo necesario que seguramente
será mucho, dosis enteras de aceptación, de esperanza, de amor hacia mí mismo y
hacia los demás.
No sólo cediéndome el paso para ser feliz, sino parándome en cada
estación de mi vida para continuar con más fuerza y coraje, siempre con la
ayuda y la asistencia de esas voces amigas con las que he aprendido a
sintonizar.
Me han enseñado que la vida es
el mejor regalo que nos han dado. Cuidémosla
como el tesoro más preciado, al mismo tiempo que nos queremos y amamos.
¡GRACIAS!
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