Por Flavia Roggerio
El ser humano
está formado por tres elementos. Además del alma y el cuerpo existe un lazo que
los une: el Periespíritu. Este, de naturaleza semimaterial, es el intermediario
entre el Espíritu y el cuerpo físico, dando la oportunidad del Espíritu de
comunicarse cuando está reencarnado.
Entendamos
mejor cada elemento:
- El cuerpo físico es el eer material animado por el principio vital.
- El alma es el Espíritu encarnado cuya morada pasajera es el cuerpo.
- El periespíritu (o cuerpo espiritual) es la sustancia material quintaesenciada que sirve de envoltura al Espíritu y lo une al cuerpo físico.
El periespíritu
está formado por el Fluido Cósmico Universal que asimila de cada planeta. “Este fluido universal, o
primitivo, o elemental, siendo el agente de que el espíritu se utiliza, es el
principio sin el cual la materia estaría en constante estado de división y
nunca adquiriría las cualidades que la gravedad le da.”(Allan Kardec)
Podemos decir que el cuerpo físico es la fotocopia de nuestro
periespíritu. En él conservamos las impresiones, sensaciones y recuerdos de
nuestro largo pasado evolutivo, y poseemos en él unas determinadas matrices o
señales de todo lo acontecido. En el periespíritu conservamos nuestras
experiencias de las distintas reencarnaciones por las que hemos pasado. Su naturaleza
se va modificando en cada encarnación a medida que el Espíritu va progresando
y, sobrevive a la muerte del cuerpo físico y preexiste a él, constituyendo el
cuerpo espiritual del Espíritu.
El periespíritu tiene varias propiedades,
entre ellas, podemos destacar tres:
Expansibilidad:
El periespíritu por su naturaleza es flexible y expandible. Se adapta a la
voluntad del Espíritu tomando la apariencia que él desee.
Irradiación: Forma
en torno del cuerpo físico una atmósfera que el pensamiento y la voluntad
pueden modificar en alcance e intensidad.
Absorción: A través de esta propiedad, el periespíritu consigue
asimilar esencias materiales sutiles que temporalmente le dan ciertas sensaciones
del cuerpo físico. Según el progreso del espíritu, absorbe las esencias finas
que le dan vitalidad y goza de placeres materiales.
Además de
otras capacidades, no menos importantes, como corporeidad, bicorporeidad,
capacidad reflectora, densidad, luminosidad, mutabilidad, olor, penetrabilidad,
perennidad, plasticidad, ponderabilidad, sensibilidad generalizada,
sensibilidad magnética, tangibilidad, temperatura, unicidad y visibilidad.
También las
funciones del periespíritu son innumerables, pero las principales son:
Conservar la
individualidad del Espíritu y personificarlo, guardándole la apariencia de su
última encarnación en la mayoría de los casos.
Hacer vibrar
ciertas zonas del sistema nervioso central del médium (persona que se conecta
mentalmente con el espíritu), según su estructura neurológica, entrando en
contacto con el periespíritu de este. Así, se establece una interacción entre
mente encarnada y mente desencarnada, el sentido mediúmnico.
Servir de
lazo entre el Espíritu y la materia (cuerpo físico encarnado).
Gravar las
experiencias de vidas pasadas e imponer al cuerpo limitaciones físicas o
mentales. Esto ocurre porque, por su sutilidad, sufre el impacto de tóxicos,
sentimientos y pensamientos corruptos del hombre.
La atmosfera fluidica del perisespíritu se dará según la calidad de los
pensamientos del espíritu y su evolución. De ahí la importancia de vigilar
nuestros pensamientos y sentimientos.
“Cuando las ciencias médicas comprendan la influencia del elemento
espiritual, habrán dado un gran paso y verán abrirse entre ellas nuevos
horizontes, entonces encontrarán explicación a muchas enfermedades y darán con
los medios para combatirlas.”(Allan Kardec)
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