Por Álvaro Vélez Pareja
Así como Sócrates y Platón son considerados
precursores de la idea cristiana y del Espiritismo, en muchos otros filósofos
de la antigüedad podemos encontrar igualmente nociones espíritas embrionarias.
Nos referimos en esta ocasión a algunos pensadores representantes de la Filosofía
Preática (600-450 a.C.), denominada así en referencia a la península Ática o
Grecia peninsular, donde posteriormente se desarrollaría la Filosofía Griega Clásica
(ática en su edad de oro). La Filosofía Preática se desarrolló en Asia Menor (Mileto
y Éfeso), así como en el sur de Italia, Sicilia y Abdera.
Entre estos filósofos podemos
señalar, por ejemplo, a Pitágoras de Samos
(570-496 a.C.), quien desarrolló una filosofía basada en la doctrina órfica de
la transmigración de las almas o metempsicosis, donde promulgaba que el alma
procedía del otro mundo, que se había contaminado con el mundo material en el
que debía llevar una vida de expiación y purificación hasta liberarse del
cuerpo y recuperar su pureza espiritual original. Para purificarse el hombre
debía llevar una vida ascética estricta mediante el trabajo intelectual, el
cultivo de la música y de la gimnasia, además de la dedicación a la filosofía y
a las matemáticas. Los pitagóricos tenían un notable sentido de amistad y
estimulaban la idea de la fraternidad universal.
Heráclito de Éfeso (536-470 a.C.) también
afirmaba que el hombre estaba constituido de cuerpo y alma. El cuerpo se forma
del elemento tierra mientras el alma procede del elemento aire por una especie
de sublimación. Al estar encarnada, el alma vive en una tensión permanente
entre el cuerpo que la oprime y la liberación a la que aspira. Heráclito
opinaba que el alma más perfecta era la del sabio porque vivía acercándose al Logos, razón universal de carácter
divino, causa de la armonía general.
Jenófanes de Colofón (570-475 a.C.)
defendió la unidad de Dios, a diferencia del politeísmo reinante en su tiempo.
Decía que Dios era único, inmóvil y que estaba muy por encima de cualquier
representación antropomórfica. Criticaba la inclinación de los hombres por el
lujo, los placeres y la fuerza bruta, por ser estos contrarios a la virtud y a
la sabiduría. Jenófanes dijo “Un único Dios, el mayor entre los dioses y los
hombres, ni en su figura ni en su pensamiento es semejante a los mortales”.
Empédocles de Agrigento (492-432
a.C.) decía que el principio de todos los seres eran cuatro sustancias fundamentales:
tierra, agua, aire y fuego; estos elementos se relacionaban debido a la existencia
de dos fuerzas antagónicas, el odio y el amor. El primero era causa de la
diversidad y de la disgregación mientras que el amor era causa de la unidad y
de la armonía universal. Así mismo defendía la concepción pitagórica de la
existencia del alma y de la reencarnación.
Anaxágoras de Clazomene (500-428
a.C.) decía que el orden del Universo no era casual sino obra de una inteligencia
superior al mundo material: el Nous, ser espiritual, principio del
orden y del movimiento universal. El Nous
es infinito, todopoderoso, omnisciente y autosuficiente. Anaxágoras es considerado
el primer filósofo dualista de occidente.
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Leucipo de Mileto |
Leucipo de Mileto y Demócrito de
Abdera (460-370 a.C.), son los fundadores
y más destacados representantes de la escuela atomista. Toda la realidad está constituida
por partículas muy pequeñas e indivisibles, los átomos. Concebían el alma, como
el cuerpo, constituida por un conjunto de átomos. Consideraban que de los cuerpos
se desprendían constantemente pequeñísimas imágenes que penetraban por los poros
de los órganos sensoriales y al encontrarse con los átomos del alma, producían
el conocimiento sensible.
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Demócrito de Abdera |
El pensamiento para ellos consistía en un movimiento
sutil y veloz de determinado tipo de átomos. De estos pensadores y de muchos de
sus discípulos, podemos rescatar las siguientes nociones pre-espíritas:
- existencia de un principio o un ser superior, creador y todopoderoso, causa primera de todo lo existente.
- existencia, diferencia y contraposición entre el cuerpo material y al alma procedente de un mundo inmaterial.
- reencarnación y transmigración de las almas.
- necesidad de una vida virtuosa y ascética, para lograr la purificación y liberación del alma de las ataduras materiales.
- cultivo de las ciencias y las artes como medios de elevación del hombre.
- necesidad y utilidad de la amistad, la fraternidad y el amor.
Algunas de estas ideas, como la metempsicosis,
la oposición entre el cuerpo y el espíritu y la visión pesimista de la vida en
el mundo material, no se corresponden exactamente con los actuales principios o
fundamentos de la Doctrina Espírita, son más bien nociones embrionarias que se
fueron enriqueciendo y desarrollando gradualmente. Debemos comprender que las
ideas sufren un proceso de evolución, depuración y acercamiento a la verdad a
través del tiempo, hasta constituirse en sólidos y cristalinos fundamentos de
una determinada doctrina y en este caso, como dijo una vez el codificador Allan
Kardec en sus Obras Póstumas, en el
capítulo “Credo espírita”, en el apartado “Principios fundamentales de la
Doctrina Espírita reconocidos como verdades adquiridas”.
Nota: no hay
unanimidad en cuanto a las fechas anteriormente señaladas.
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