Por Álvaro Vélez Pareja
Los
principios y enseñanzas que los espíritus superiores nos han presentado en
forma estructurada y sistematizada como Doctrina Espírita tienen su
prehistoria, hacen parte del acervo filosófico y cultural de la humanidad y han
venido desarrollándose a través de los tiempos hasta nuestros días.
Las
nociones de Dios, Espíritu, vida futura, mediumnidad, causa y efecto, el bien y
el mal, mundos habitados, evolución y ley de amor han estado presentes, en
mayor o menor grado, en muchas de las civilizaciones de la antigüedad, en
algunas en forma mítica, alegórica, velada, e imprecisa y en otras de
manera aproximada o bastante explícita.
Así mismo
no se puede desconocer que ciertas civilizaciones y culturas se caracterizaron
por una negación total a tales ideas, presentando, en cambio, otras creencias
extrañas u opuestas, enmarcadas en sus respectivas ideologías, unas de corte
materialista y otras espiritualistas. Casi siempre las nociones espirituales y
morales de la antigüedad estuvieron enmarcadas dentro de sus respectivas
religiones, sufriendo en mayor o menor grado las deformaciones culturales de
todo tipo, muchas veces obedeciendo a intereses particulares o sectarios que
las afectaron notablemente, perdiéndose a menudo la esencia y el beneficio que
tales ideas pudiesen traer a los pueblos de entonces.
Con el
desarrollo del pensamiento, de la ciencia, de la tecnología y de la industria,
el ser humano fue encontrando caminos y horizontes, antes desconocidos, que
gradualmente fueron posibilitando un abordaje nuevo de las ideas
trascendentales antes mencionadas, liberándolas del dogma y de las ideologías,
asumiéndolas racionalmente y muchas veces desde el método científico,
especialmente desde el siglo XIX hasta nuestros días.
En este
proceso gradual de aceptación de las nociones y realidades espirituales del ser
humano es conveniente destacar los aportes que desde el siglo XX se vienen
dando a partir de la cultura y el arte en sus diversas expresiones,
especialmente en la literatura y el cine. Hemos visto como en las ultimas
décadas de nuestra historia reciente han ido surgiendo investigadores,
pensadores, novelistas, escritores de ciencia ficción, productores de cine y
libretistas diversos que han contribuido, en una u otra forma, a que la
humanidad se haya ido familiarizando, casi imperceptiblemente, con ideas como
la vida después de la muerte, la comunicabilidad de los espíritus, la
pluralidad de mundos y dimensiones, las civilizaciones y visitas de
extraterrestres, la pluralidad de existencias, el poder del pensamiento y de
las energías, la interacción mente-cuerpo, las facultades extrasensoriales y
otras tantas que hoy encontramos como enseñanzas racionales, amplias y
profundas en la Doctrina Espírita.
Aún hay
mucho camino por recorrer y muchos obstáculos que vencer en cuanto a una
aceptación más amplia de las ideas espiritualistas en general y de las nociones
espíritas en particular; talvez en muchos casos no sean aceptadas propiamente
como Doctrina Espírita; lo importante para la humanidad será la aceptación de
las realidades trascendentes y los beneficios morales y espirituales que de
ello se derivan. Hay que reconocer que detrás de todos esos procesos culturales
de difusión antes mencionados se encuentra la acción silenciosa e inteligente
del mundo espiritual superior que, mediante la inspiración y la reencarnación
de valerosos pioneros, ha venido promoviendo la aceptación gradual de las
realidades trascendentales del ser humano.
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