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miércoles, 21 de septiembre de 2022

El papel de la ciencia acerca de La Génesis

 La Génesis según el Espiritismo. Capítulo IV


Vera Lucia Dalessio


El origen de la mayoría de las civilizaciones está muy ligado a la historia de sus religiones. Por eso, sus primeros libros han sido religiosos. Todas las religiones se mezclan con el principio de las cosas. Lo mismo sucede con el asunto de la Humanidad, sobre la formación del Universo. 


Las explicaciones varían según los conocimientos de su tiempo. Por eso, vimos que los primeros libros sacros son, a la vez, los de ciencia, y por mucho tiempo, fueron los que regían los códigos de las leyes civiles. El hombre necesitaba mejorar no sólo sus deficientes medios de observación, sino incrementar el desarrollo de la inteligencia y del conocimiento de las leyes de la naturaleza. 


A medida que fue adquiriendo esos conocimientos y penetrando en los misterios de la creación, rectificó las ideas formadas sobre el origen de las cosas. El camino ha sido largo, hasta que la ciencia abrió las puertas para esas luces. Fue a través de la astronomía, de la física, de la química, de la botánica, de la zoología, de la paleontología, de la antropología, que se iniciaron los conocimientos necesarios para seguir las huellas de la Humanidad, a través de los tiempos.


Todas las ciencias, complementándose mutuamente, aportaron su acervo indispensable para el conocimiento de la historia terrestre. Hasta entonces, el hombre era guiado solamente por sus hipótesis. La ciencia parece la encargada de explicar la génesis según las leyes de la naturaleza, pero aún no se logran resolver todos los problemas que se suscitan. Sin embargo, aunque falten elementos a ser completados, estamos basados sobre ciertos datos previos y el conocimiento faltante no perjudicará al conjunto. 


De todos los Génesis antiguos, el de Moisés es el que más se aproxima a los descubrimientos de la ciencia moderna. Aunque tengamos que considerar los cambios de interpretaciones de las palabras a través del tiempo y la evolución ocurrida desde entonces.


La biblia oculta verdades sublimes tras sus múltiples alegorías, pero aún no estamos en condiciones de comprenderlas totalmente. Vivimos en una constante disputa entre la fe plegada por diversas religiones y las respuestas de la ciencia. Si los hechos contradicen las palabras que se les atribuyen, lógicamente deducimos que Dios no las has pronunciado, y que han sido mal comprendidas. Lo probable no es que la ciencia esté equivocada sino los hombres han creado prematuramente dogmas absolutos, que pasan a ser desmentidos por la experiencia científica.


Ha de saber amoldarse a las evoluciones, a los avances, y caminar junto al nuevo estado de las cosas. No es posible detener el tiempo. Ninguna religión jamás progresó positivamente sosteniendo errores manifiestos. La religión que no contradiga las leyes de la naturaleza, que es la obra de Dios, nada tiene que temer del invulnerable progreso.

La Génesis comprende dos partes, la historia de la formación del mundo material y la historia de la Humanidad, en su doble principio: Espiritual y Corporal.  La ciencia se limitó al estudio de las leyes que rigen la materia, pero solo estudió su envoltura corporal y el mecanismo del universo. Lo hizo con gran precisión, rectificando así muchos errores de la Génesis de Moisés.

La historia del hombre, considerado como ser espiritual, entra en la órbita del estudio de la filosofía. La misma solo formó conceptos contradictorios, partiendo de la Espiritualidad y llegando hasta negar el principio espiritual, sin solucionar la cuestión. 


Para el hombre que tiene cuestionamientos sobre de dónde viene, hacia dónde va, si ya ha vivido antes, si tornará a vivir, cómo será su destino, es más importante su historia espiritual que su historia física. Entretanto la ciencia calla sobre estos puntos, la filosofía abre discusión al respeto, agregando muchos adeptos en busca de respuestas. 


Todas las religiones tienen algo en común, aunque no lo demuestren: la existencia del alma. Muchas imponen conceptos a sus fieles, invitando a una fe ciega y sin abordar un análisis serio. Así el hombre oscila entre la duda y la incredulidad, viviendo en incertidumbre sobre lo concerniente a la vida futura.


Por mucho tiempo, el hombre era errante de sistema en sistema, hasta que descubrió las leyes que gobiernan la materia y aplicó el método experimental, implicando observación, manipulación y registro de las variables que lo afectan. Lo mismo ocurrió en el orden moral. Hasta el presente, el estudio del principio espiritual comprendido en la metafísica, fue puramente especulativo y teórico, por lo que podemos deducir que ese conocimiento estaba reservado para nuestra época. 


En el Espiritismo, este estudio es experimental. Con la ayuda de la mediumnidad, más estudiada, generalizada y desarrollada en nuestros días que en el pasado, el hombre se encuentra en posesión de un nuevo medio de observación. A través de él, se ha podido estudiar el elemento espiritual. El mundo material y el espiritual están en contacto incesante y son solidarios entre sí. Aunque ni la ciencia de lo material como tampoco la de lo espiritual hayan pronunciado la última palabra, ¡gracias a Dios, ya estamos camino a ello!


domingo, 3 de julio de 2022

Pensamiento y Salud. Parte II

Daniel Eduardo Gómez Montanelli


La célula es la unidad anatómica, funcional y genética de los seres vivos. Es el elemento de menor tamaño que puede considerarse vivo.

Así como una casa está construida por ladrillos, los seres vivos estamos constituidos por células. El organismo humano está formado por 200.000 millones de células.


La célula está constituida por:


Membrana plasmática, donde hay receptores, externos e internos. Si la membrana fuera el límite, la frontera de la célula, los receptores externos serían como puestos aduaneros que deciden qué es lo que puede entrar al interior de la célula.


Citoplasma, donde hay una serie de organoides que cumplen distintas funciones.

Núcleo, que contiene el ADN (ácido desoxirribonucleico) y el ARN (ácido ribonucleico).


A modo de representación, el ADN es como una especie de biblioteca, donde cada libro es un gen que contiene información sobre cómo fabricar las proteínas que la célula necesita. Y el ARNm (porque en realidad hay distintos tipos de ARN) es como si fuera el empleado de una fábrica que va la biblioteca, copia la información que necesita para fabricar proteínas y, luego, lleva esa información a la fábrica (que son los ribosomas, los encargados de producirlas).


Durante mucho tiempo se pensó que el núcleo de la célula era el cerebro de la misma. El núcleo era el que decidía y, el citoplasma, tenía que ejecutar. Pero al finalizar la primera parte del Proyecto Genoma, en el año 2001, se descubrió que los receptores externos de la membrana influían sobre el ADN activando o inhibiendo la información que hay allí.


¿Cómo es esto?


La alimentación, el estrés, los estados mentales y emocionales, etc. envían señales químicas que actúan sobre los receptores de la membrana plasmática. Estos receptores transmiten esa información a proteínas que hay en el citoplasma. Estas proteínas, a su vez, pueden activar o inhibir la expresión de los genes sin necesidad de modificar su estructura.


Claro que el ADN va a seguir produciendo proteínas en el citoplasma, pero dependiendo de las informaciones que reciba. Y esto se considera tan importante que motivó el surgimiento de una nueva ciencia, llamada Epigenética.

La Epigenética es el estudio de los mecanismos moleculares por medio de los cuales el medio ambiente controla la actividad de las células sin modificar el código genético.


¿De qué manera los estados mentales influyen sobre el ADN?


Cada vez que tenemos una emoción o un pensamiento, el hipotálamo (que es un órgano que está en el cerebro) produce unas moléculas parecidas a las proteínas, que son llamadas “neuropéptidos”, y los descarga en la sangre, a través de la glándula pituitaria. 

Los neuropéptidos son mensajeros químicos que transmiten esa información emocional a otras células del cuerpo. Se calcula que hay entre 60 y 70 péptidos diferentes y que hay un péptido asociado a cada emoción.


Algunas células somáticas (como las de los sistemas nervioso, inmunológico, endocrino y otras) tienen receptores capaces de reconocer esos neuropéptidos, pueden “comunicarse” con ellos.

Las investigaciones de la Dra. Pert demostraron que estos sistemas están interconectados, formando una única red psicosomática, haciendo de puente entre la psique y el soma… y provocando que, cuando surge una emoción, la experimentemos en todo el cuerpo.


Entonces es como si el neuropéptido fuera una llave y los receptores de las células fueran cerraduras. Si la célula tiene la cerradura apropiada el péptido se acopla y le transmite esa información. Una vez recibida esa información produce una serie de reacciones en cadena que pueden influir sobre el ADN de la célula. 


ADN y Embriogénesis


Desde el punto de vista de la ciencia oficial, el ADN representa la información hereditaria que recibimos de nuestros padres. Como iremos viendo, la acción que el Espíritu reencarnante ejerce sobre el ADN durante la embriogénesis, representa la herencia de su pasado espiritual, aquello que es necesario que trabaje en esta encarnación.


El Dr. Ian Stevenson, que fuera Director del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, EUA, y que se dedicara a la investigación de 2500 casos de reencarnación, estudió el caso del niño Maung Zaw Win Aung.

Maung ha nacido en Birmania, como hijo de padres asiáticos legítimos, morenos, de ojos almendrados y oscuros; él es rubio, de ojos verdes, redondos, y piel muy clara. Desde niño, Maung decía que él había sido un piloto norteamericano de la 2ª Guerra Mundial, fallecido porque su avión había sido derribado por los japoneses; y difería profundamente de sus hermanos, revelando hábitos típicamente occidentales.


Un ejemplo más común es el de los gemelos univitelinos que, si bien tienen físicamente la misma información genética, puede que uno desarrolle una enfermedad hereditaria, mientras que el otro no. 


¿Por qué sucede esto, si la información genética es la misma?


Está claro que se trata de espíritus distintos y, como ya dijimos, el espíritu puede operar encendiendo o apagando su propio material genético (dentro de ciertos límites).



El pensamiento y el proceso de salud/enfermedad



Si bien el ADN puede contener una predisposición genética para tal o cual enfermedad, será de acuerdo con una serie de factores como la alimentación, el estrés, los estados emocionales y otros, que el Espíritu producirá la activación o la inhibición de la misma.


La inhibición de esta disposición es una manifestación de la misericordia divina, porque hace que el ser no viva en un régimen de fatalidad sino de acción y reacción en todos los instantes de la vida. 


Al llegar a la edad prevista, la persona podrá haber confirmado su predisposición, reforzando la necesidad pedagógica y re-armonizadora de tal o cual enfermedad, o haber amenizado su experiencia, por haber aprendido y haberse renovado por otros caminos, actuando benéficamente en su mundo celular, haciendo así que su necesidad de reequilibrio sea más leve, o inexistente. 


Dice la Dra. Marlene Nobre: 


Si la causa de la enfermedad está vinculada al alma es ahí donde reside la fuente primaria de todos los recursos medicamentosos definitivos. 


Los fármacos no pueden remover las causas trascendentes del carácter mórbido de los individuos. El remedio eficaz está en la acción del propio espíritu enfermo. La encarnación, en sí misma, ya representa una estación de tratamiento y de cura, considerando que, ciertas enfermedades del alma exigen varias estaciones sucesivas, es decir, varias existencias con la misma intensidad en sus procesos regeneradores. 


El hombre, durante mucho tiempo todavía, seguirá tratando la salud del cuerpo hasta que aprenda a preservarla y a defenderla, a través de la salud del alma. Los fármacos serán reemplazados por la excelencia de los recursos psíquicos. 


El amparo a los otros crea amparo a nosotros mismos. Por ello, los principios de Jesús, al desterrar de nosotros la animalidad y el orgullo, la vanidad y la codicia, la crueldad y la avaricia; y al exhortarnos a la simplicidad y a la humildad, a la fraternidad sin límites y al perdón incondicional, establecen (cuando son observados) la inmunología perfecta en nuestra vida interior, fortaleciendo el poder de nuestra mente en la autodefensa contra todos los elementos destructores y degradantes que nos rodean y articulando en nosotros las posibilidades imprescindibles en la evolución hacia Dios.


Luiz, A., Xavier, F. C. y Vieira, W. (1958). Evolução en Dois Mundos (Cap. XX - Invasão microbiana).

Nobre, M. (Julho de 1986). Enfermidades e suas relações com o comportamento moral. Boletim Médico Espírita, Ano III Nº4.


viernes, 18 de marzo de 2022

El Libro de los Espíritus

Flávia Roggerio

En las ediciones anteriores realizamos aclaraciones respecto a la Doctrina Espírita. A partir de ahora vamos a profundizar en los estudios realizados por Allan Kardec recogidos en la obra “El Libro de los Espíritus”.

La Doctrina Espírita, como toda novedad, tiene sus adeptos y sus adversarios. Vamos a intentar dar respuesta a algunas de las objeciones planteadas por estos últimos examinando la validez de los motivos en que se apoyan, sin abrigar empero la pretensión de convencer a todo el mundo, pues hay quienes creen que la luz ha sido hecha exclusivamente para ellos. Nos dirigimos a las personas de buena fe, sin ideas preconcebidas o irrevocables, con sinceros deseos de instruirse. Les demostraremos que la mayor parte de las objeciones que se le plantean a la doctrina proviene de una observación incompleta de los hechos y de una opinión formada con demasiada ligereza y precipitación. 


Recordemos ante todo, en pocas palabras, la serie progresiva de los fenómenos que han dado nacimiento a esta doctrina. El primer hecho observado fue el movimiento de objetos diversos. Se lo asignó vulgarmente con el nombre de mesas giratorias o danza de las mesas. Ese fenómeno, que aparentemente fue observado primero en América, o mejor dicho, que se reiteró en esa región –pues la historia demuestra que proviene de la más remota antigüedad–, se produjo acompañado de circunstancias extrañas tales como ruidos insólitos y golpes cuya causa ostensible no se conocía. 


Desde América se propagó con rapidez por Europa y el resto del mundo. Al principio provocó mucha incredulidad, pero pronto la multiplicidad de experiencias dio lugar a que ya no se dudara de su realidad. Si dicho fenómeno se hubiera limitado al movimiento de los objetos materiales podría explicarse mediante una causa puramente física. Estamos lejos de conocer la totalidad de los agentes ocultos de la naturaleza, o todas las propiedades de los que conocemos. La electricidad, por otra parte, cada día multiplica hasta lo infinito los recursos que proporciona al hombre y parece destinada a iluminar la ciencia con una nueva luz. Existía la posibilidad, pues, de que la electricidad modificada por ciertas circunstancias o algún otro agente desconocido fuese la causa de ese movimiento. 


La reunión de muchas personas, que aumentaba el poder de acción, parecía dar sustento a esa teoría dado que era posible considerar dicho conjunto como una pila múltiple cuya potencia tenía relación con el número de los elementos. El movimiento circular no tenía nada de extraordinario, está en la naturaleza. Los astros se mueven en círculo. Podríamos, pues, tener en escala reducida un reflejo del movimiento general del universo; o mejor dicho, una causa hasta entonces desconocida estaba en condiciones de producir accidentalmente, con los objetos pequeños y en circunstancias determinadas, una corriente análoga a la que impulsa a los mundos. 


Sin embargo, el movimiento no siempre era circular. Solía ser brusco, desordenado. El objeto era violentamente sacudido, derribado, arrastrado en cualquier dirección e incluso, en oposición a las leyes de la estática, levantado del suelo y suspendido en el espacio. Con todo, nada había en esos hechos que no pudiera ser explicado mediante el poder de un agente físico invisible.


¿Acaso no vemos que la electricidad derriba edificios, arranca árboles, arroja lejos los cuerpos más pesados, los atrae o los repele? En la suposición de que los ruidos insólitos y los golpes no fuesen alguno de los efectos ordinarios de la dilatación de la madera o de alguna otra causa accidental, podían muy bien ser producidos por la acumulación de un fluido oculto. ¿No produce la electricidad los más violentos ruidos? 


Hasta aquí, como vemos, todo puede incluirse en el dominio de los hechos puramente físicos. Más aún, sin salir de ese círculo de ideas en esos hechos había materia para estudios serios y dignos de llamar la atención de los científicos. ¿Por qué no fue así? Es penoso decirlo pero se debe a causas que prueban, entre otros mil hechos semejantes, la frivolidad del espíritu humano. 


Si los fenómenos que nos ocupan se hubiesen limitado al movimiento de objetos se habrían mantenido –como hemos dicho– en el dominio de las ciencias físicas. Pero no ha sido así: les estaba reservado ponernos en la vía de un extraño orden de hechos. Se creyó descubrir –no sabemos por iniciativa de quién– que el impulso dado a los objetos no era el simple producto de una fuerza mecánica ciega sino que en ese movimiento intervenía una causa inteligente. 


Una vez abierta esa vía se ingresó en un campo de observaciones completamente nuevo. Se levantaba el velo de muchos misterios. ¿Hay, en efecto, un poder inteligente? Esa es la cuestión. Si ese poder existe ¿Cuál es su naturaleza, su origen? ¿Es ajeno a la humanidad? Tales son las cuestiones que derivan de la primera. Las primeras manifestaciones inteligentes tuvieron lugar por medio de mesas que se levantaban y daban con una de sus patas un número determinado de golpes. De ese modo respondían sí o no, según lo convenido, a una pregunta formulada. 


Hasta aquí nada resultaba convincente, por cierto, para los escépticos pues se podía creer en un efecto del acaso. Se obtuvieron a continuación respuestas más desarrolladas por medio de las letras del alfabeto: el objeto móvil daba una cantidad de golpes que correspondía al número de orden de cada letra. Se llegaba así a formar palabras y frases que respondían a las preguntas que se habían formulado. La precisión de las respuestas y su correlación con cada pregunta causaron asombro. El ser misterioso que contestaba de ese modo, interrogado acerca de su naturaleza declaró que era un Espíritu o genio, se asignó un nombre y proporcionó diversas informaciones sobre sí mismo. Esta es una circunstancia muy importante de señalar. Nadie imaginó, pues, a los Espíritus como un medio para explicar el fenómeno; el fenómeno mismo reveló esa palabra.


Ese medio de correspondencia era lento e incómodo. El Espíritu – y esta también es una circunstancia digna de señalar – indicó otro. Uno de esos seres invisibles aconsejó adaptar un lápiz a una cesta u otro objeto. La cesta colocada sobre una hoja de papel se puso en movimiento por el mismo poder oculto que movía las mesas. Sin embargo, en vez de un simple movimiento regular el lápiz trazaba por sí mismo caracteres que formaban palabras, frases y discursos enteros de varias páginas desarrollando las más elevadas cuestiones de filosofía, moral, metafísica, psicología, etc., con tanta rapidez como si se escribiera con la mano. 


Dicho consejo fue transmitido simultáneamente en América, en Francia y en otras regiones. Estos son los términos en que lo recibió en París el 10 de junio de 1853, uno de los más fervientes adeptos de la doctrina que hacía ya varios años –desde 1849– se ocupaba de la evocación de los Espíritus: “Ve al cuarto de al lado y toma la cestita; átale un lápiz; colócala sobre el papel; pon los dedos en el borde”. Unos instantes más tarde, la cesta se puso en movimiento y el lápiz escribió de modo muy legible esta frase: “Esto que os he dicho, os prohíbo expresamente que se lo digáis a nadie; la primera vez que escriba, lo haré mejor”. 


Dado que el objeto al que se adaptó el lápiz no era más que un instrumento, su naturaleza y su forma eran por completo indiferentes, se buscó la disposición más cómoda. Por eso muchas personas hacían uso de una pequeña tablilla. La cesta o la tablilla sólo se ponía en movimiento bajo la influencia de ciertas personas dotadas en este aspecto de un poder especial, a quienes se designó con el nombre de médiums, es decir medio o intermediarios entre los Espíritus y los hombres. Las condiciones que otorgan ese poder dependen de causas a la vez físicas y morales aún imperfectamente conocidas, pues se encuentran médiums de todas las edades, de ambos sexos y en los más diversos grados de desarrollo intelectual. Esa facultad, además, se desarrolla con el ejercicio. 


Posteriormente se reconoció que la cesta y la tablilla en realidad constituían un apéndice de la mano y cuando el médium tomó directamente el lápiz se puso a escribir por un impulso involuntario casi febril. Por este medio las comunicaciones se tornaron más rápidas, fáciles y completas. Hoy en día es el más difundido, a tal punto que el número de personas dotadas de esa aptitud es muy considerable y se multiplica día a día. La experiencia, por último, permitió que se conocieran muchas otras variedades de la facultad mediadora y se supo que las comunicaciones también podían tener lugar por medio de la palabra, el oído, la vista, el tacto, etc., e incluso a través de la escritura directa de los Espíritus, es decir, sin el concurso de la mano del médium ni del lápiz. Una vez producido el hecho, restaba constatar un punto esencial: el papel del médium en las respuestas y su grado de participación en las mismas, tanto mecánica como moralmente. 


Dos circunstancias principales que no escaparían a un observador atento, permitieron resolver la cuestión. La primera es el modo en que la cesta se movía bajo la influencia del médium, con sólo apoyar los dedos en el borde. El examen demuestra la imposibilidad de imprimirle alguna dirección. Esa imposibilidad resulta patente, sobre todo, cuando dos o tres personas se colocan al mismo tiempo frente a la misma cesta. Debería haber entre ellas una concordancia de movimientos verdaderamente extraordinaria. Sería menester, además, concordancia de pensamientos para que se pusieran de acuerdo acerca de la respuesta que habrían de dar a la pregunta formulada. 


Sucedía con frecuencia, por último, que la cesta escribía de modo espontáneo, sin una pregunta previa, acerca de un asunto cualquiera y absolutamente inesperado. Esas respuestas tenía en ciertos casos un sello tal de sabiduría, de profundidad y exactitud, revelaban pensamientos tan elevados y sublimes que no podían emanar más que de una inteligencia superior identificada con la moralidad más pura. Otras veces eran tan superficiales, frívolas e incluso triviales, que la razón se rehusaba a admitir que procedieran de la misma fuente. Esa diversidad de lenguajes sólo encuentra una explicación en la diversidad de las inteligencias que se manifiestan. Dichas inteligencias, ¿pertenecen a la humanidad o son ajenas a ella? Tal es el punto a esclarecer acerca del cual se encontrará la explicación completa en esta obra, conforme ha sido dada por los propios Espíritus. 


Se trataba, pues, de efectos patentes que se producían fuera del círculo habitual de nuestras observaciones, que no ocurren misteriosamente sino a plena luz, que todo el mundo puede ver y constatar, que no son privilegio de un individuo aislado sino que millares de personas los repiten cada día a voluntad. 


Esos efectos tenían forzosamente una causa y desde el momento en que revelaban la acción de una inteligencia y de una voluntad escapaban al dominio puramente físico. Varias teorías se emitieron a este respecto. Las examinaremos más adelante para ver si justifican la totalidad de los hechos que se producían. Admitamos, entretanto, la existencia de seres distintos a la humanidad, puesto que tal era la explicación proporcionada por las inteligencias que se manifestaban y veamos qué nos dicen. 


Los seres que se comunicaban de esa manera se designaban a sí mismos –como hemos dicho– con el nombre de Espíritus o genios y decían haber pertenecido, algunos por lo menos, a hombres que vivieron en la Tierra. Constituían el mundo espiritual, así como nosotros constituimos durante nuestra vida el mundo corporal. Resumimos aquí en pocas palabras los puntos más destacados de la doctrina que nos transmitieron, a fin de responder más fácilmente a ciertas objeciones.


La ciencia espírita comprende dos partes: una experimental que trata acerca de las manifestaciones en general, otra filosófica que trata de las manifestaciones inteligentes. Quien sólo haya observado la primera de ellas se encuentra en una posición semejante a la de esa persona que cree saber física porque presenció algunas experiencias recreativas, sin haber penetrado en el fondo de dicha ciencia. 
La verdadera doctrina espírita se encuentra en la enseñanza que imparten los Espíritus y los conocimientos que esa enseñanza contiene son demasiado importantes como para adquirirlos de otro modo que no sea mediante un estudio serio y continuo llevado a cabo en silencio y con recogimiento. Solamente en esas condiciones se puede observar un número infinito de hechos y matices que pasan inadvertidos al observador superficial y permiten fundar una opinión. 


Si el resultado de este libro fuese apenas mostrar el lado serio de la cuestión y promover estudios en ese sentido, ya sería bastante. El mérito, pues, es por completo de los Espíritus que lo han dictado. Confiamos en que habrá de obtener también este otro resultado: guiar a los hombres deseosos de instruirse, pues les mostrará en esos estudios una meta grande y sublime, la meta del progreso individual y social. Asimismo, les indicará el camino a seguir para alcanzarla. 


Concluyamos con una última consideración. Al sondear los espacios, los astrónomos encontraron en la distribución de los cuerpos celestes vacíos que no podían ser justificados y se hallaban en contradicción con las leyes del conjunto. Sospecharon que esos espacios vacíos estaban ocupados por mundos que no captaban con la mirada. Por otra parte, observaron determinados efectos cuya causa desconocían. Entonces se dijeron: “Allí tiene que haber un mundo porque ese vacío no puede existir y esos efectos deben tener una causa”. Al juzgar, pues, la causa por el efecto pudieron calcular la ubicación de los elementos y más tarde los hechos vinieron a confirmar sus previsiones. 


Apliquemos ese razonamiento a otro orden de ideas. Si observamos la serie de los seres descubriremos que ellos forman una cadena sin solución de continuidad desde la materia bruta hasta el hombre más inteligente. En cambio entre el hombre y Dios, alfa y omega de todas las cosas, ¡cuán inmenso es el vacío! ¿Será racional pensar que en el hombre se interrumpen los eslabones de esa cadena y que él atraviesa sin transición alguna la distancia que lo separa de lo infinito? La razón nos dice que entre el hombre y Dios debe haber otros escalones así como indicó a los astrónomos que entre los mundos conocidos tenía que haber otros desconocidos. 


¿Cuál es la filosofía que ha llenado ese vacío? El Espiritismo nos lo muestra ocupado por los seres de todas las categorías del mundo invisible. Esos seres no son otros que los Espíritus de los hombres que han alcanzado los diferentes grados que conducen a la perfección. De ese modo todo se vincula, todo se encadena desde la alfa hasta la omega. Vosotros, los que negáis la existencia de los Espíritus ¡llenad, pues, el vacío que ellos ocupan! Y vosotros, los que os reís de ellos ¡osad reíros de las obras de Dios y de su omnipotencia!


Estas palabras de Allan Kardec nos traen a las preguntas formuladas a los Espíritus en cuanto duraron sus estudios sobre el asunto. “El Libro de los Espíritus” es la recopilación de su enseñanza. En la próxima edición empezaremos a publicar sus preguntas y respuestas. Os invitamos a leerlas y a reflexionar sobre cada una de ellas. Un mundo que se abre a nuestros ojos desde el punto de vista de quién está del otro lado de la vida.


sábado, 18 de diciembre de 2021

La práctica de la caridad como medio para superar patrones mentales malsanos

Maria Carolina Porto





Muchas almas se pierden en investigaciones para percibir las causas que nos hacen sentir a través de la piel, cuando a menudo nos olvidamos de sentir a través del sentimiento. Percepciones... sensaciones del Espíritu, que sin duda están asociadas a la capacidad del Espíritu que las siente. El dolor, la angustia, el sufrimiento, maceran a ciertos Espíritus, dejándolos frágiles, vulnerables, inseguros, cuando no perturbados, mientras que otros se sienten cada vez más agarrotados por el dolor; algunos se sienten perplejos, perturbados, locos. Estudiar todas estas cuestiones supone ampliar nuestra comprensión sobre la realidad espiritual (Balthazar, 2016).




Para iniciar nuestras reflexiones sobre el tema, busquemos comprender mejor cuáles y cómo son los patrones mentales malsanos a los que todavía estamos presos en esta encarnación, a pesar de sufrir por ellos y con ellos. La gula, los celos, la ira, la tristeza, la calumnia, el miedo, la ironía, el sarcasmo, entre muchos otros, son tan comunes a nuestra personalidad que muchas veces no los reconocemos en nosotros mismos y no nos reconoceríamos sin ellos porque forman parte de nuestras actitudes cotidianas.


Estos patrones están presentes en la sociedad moderna de forma oculta, instigados por mensajes subliminales de normalidad y modernidad, disfrazados de exceso de amor, de deseo de lo bueno y lo bello o incluso simulados por la necesidad de probar lo nuevo.


Nuevas relaciones, nuevas noticias, nuevos alimentos que "hay que vivir" a costa de un exceso de chismes, de la gula encubierta, de la condescendencia con uno mismo en la perpetuación de errores milenarios, sin que le importe vivir con la inconstancia de los sentimientos nobles que necesariamente deben poblar el corazón del Espíritu inmortal que busca la paz y el encuentro con Jesús a través de la convivencia armónica con uno mismo y con el prójimo.


Todavía estamos en el proceso inicial de nuestra evolución espiritual, por lo que nuestra mente es frágil e inestable. Nuestros pensamientos y sentimientos, que fluctúan constantemente, nos dejan agitados o ansiosos a veces y embotados y deprimidos otras.


Esta inestabilidad mental provoca importantes reacciones fisiológicas y bioquímicas, desencadenando una desarmonía en el equilibrio orgánico y favoreciendo la aparición o el empeoramiento de patrones mentales poco saludables. 


Joanna de Angelis (1990), en su libro La mente en acción, explica: "como agente de la vida organizada, la mente sana favorece el desarrollo de micropartículas que sostienen con equilibrio la organización somática, así como, mediante descargas vigorosas, bombardea sus centros de actividad, dando lugar a desarmonías innumerables”.


En este pequeño párrafo, la querida veneranda nos muestra la importancia de mantener nuestros pensamientos organizados y en equilibrio, como condición necesaria a la salud del cuerpo físico. 


La científica Dra. Candace Pert (1997), PhD en farmacología, en su libro Moléculas de la emoción, nos enseña que a cada cambio de humor le sigue una cascada de "moléculas de emoción" - hormonas y neurotransmisores- que fluyen por todo el cuerpo, afectando a todas las células. Cada célula humana contiene cerca de un millón de receptores para recibir estas sustancias bioquímicas. De este modo, cuando estamos tristes, nuestro hígado está triste, nuestra piel está triste. Como prácticamente todo en nuestro cuerpo está regulado por hormonas y neuropéptidos y estando entre los más poderosos agentes biológicos, influyendo, por ejemplo, en nuestra respuesta al estrés; los cambios en la regulación de estas moléculas pueden hacernos capaces, en mayor o menor medida, para vencer los desafíos del día a día. 


Los neuropéptidos son sustancias químicas producidas y liberadas por las células de dos regiones del cerebro, son los ladrillos esenciales de los que consta el ADN, que es el responsable del almacenamiento de la información genética directriz en la formación de nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Flotan en prácticamente todos los fluidos corporales y sólo son atraídos por receptores específicos. Forman una red de neurotransmisores dentro del cuerpo y regulan, por ejemplo, el hambre, el dolor, el placer, la memoria y la capacidad de aprendizaje. Sin embargo, para que estas moléculas sean reconocidas por nuestro organismo, es necesaria la presencia de receptores específicos, que sirven como mecanismos para seleccionar el intercambio de información dentro del cuerpo. Son la clave de la química de las emociones.


Pert (1997) explica que, mediante el uso de neuropéptidos, nuestro cuerpo/mente retrocede o reprime las emociones y los comportamientos, mientras que su acción se verá influenciada por el estado de ánimo. Los estados emocionales o de ánimo son producidos por las distintas conexiones de neuropéptidos y lo que experimentamos como una emoción o un sentimiento, es también un mecanismo de activación de un determinado circuito neuronal simultáneamente en todo el cerebro y el cuerpo, generando un comportamiento. Podemos influir conscientemente en lo que ocurre en el cuerpo, como por ejemplo visualizar un mayor flujo sanguíneo hacia una parte del cuerpo para aumentar el oxígeno y los nutrientes que nutren las células. Podemos decir, por tanto, que las emociones "son la conexión entre la materia y el Espíritu, yendo y viniendo entre los dos e influyendo en ambos".


El Espíritu es el generador del pensamiento que, a través del impulso de la voluntad, pasa al periespíritu reaccionando sobre el fluido del encarnado y estimulando glándulas y neurotransmisores para que actúen en las células y promuevan estados de salud o armonía. Los pensamientos negativos activan la producción de algunas proteínas proinflamatorias, liberan neuropéptidos que estimulan el sistema inmunitario con la liberación irregular de citoquinas, provocando la enfermedad o el desequilibrio. Por el contrario, las actividades que aportan felicidad, como trabajar en el bien, promueven un aumento de las proteínas antiinflamatorias, liberan neuropéptidos que actúan para que nuestro sistema inmunitario funcione mejor, aportando salud y equilibrio.


El científico Dr. Kazuo Murakami (2008) afirma en su brillante obra El código divino de la vida, que los patrones mentales positivos pueden activar/desactivar los genes alterando la salud del individuo. A partir de ahí, ya no nos vemos como meros espectadores de nuestra felicidad, sino como promotores y cocreadores activos junto a Dios.



André Luiz (1945), en Misioneros de la Luz, nos orienta al escribir que la voluntad desequilibrada desregula el foco de nuestras posibilidades creativas. Por lo tanto, es necesario tener reglas morales para quienes, de hecho, están interesados en las adquisiciones eternas en los reinos del espíritu. La renuncia, la abnegación, la continencia sexual y la disciplina emocional no representan meros preceptos religiosos, sino que son medidas científicas para el enriquecimiento efectivo de la personalidad.


Cuando buscamos en la casa espírita el trabajo de la caridad, aprendemos a convivir con el dolor del otro, que cambia nuestras emociones, viviremos la vida por medio de otros paradigmas, aprenderemos a contener emociones menos felices y accederemos, al final, a una nueva forma de vivir. 



Referencias


ÂNGELIS, J. de (Espírito). Momentos de felicidade. Psicografado por Divaldo Franco. Salvador: LEAL, 1990. 

BALTHAZAR (Espírito). Pela graça infinita de Deus. Psicografado por Altivo C. Pamphiro. Rio de Janeiro: CELD, 2016. 

LUIZ, A. (Espírito). Os missionários da luz. Psicografado por Francisco Cândido Xavier. Rio de Janeiro: FEB, 1945. 

MURAKAMI, K. O código divino da vida: ative seus genes e descubra quem você quer ser. São Paulo: Barany Editora, 2008. 

PERT, C. B. Molecules of Emotion: The science behind mind-body medicine. [S.l.]: Scribner, 1997. 





Texto originalmente publicado en portugués en: Saúde & Espiritualidade #24, 2020, pp. 9-10. 

Traducción libre. 

domingo, 27 de junio de 2021

Salud Física, Mental, Social y Espiritual durante la Pandemia

  | Dr. Marcelo Saad


Salud física, mental, social y espiritual durante la Pandemia

“La salud no es únicamente la ausencia de dolor o enfermedad, sino un estado de completo bienestar físico, mental y social”. OMS, 1948


El modelo BIO-PSICO-SOCIAL-ESPIRITUAL en Medicina

Bajo esta definición, adoptada en 1948 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) al poco de su fundación, la dimensión espiritual quedaba ausente. Por tanto, en 1999, en la 52ª asamblea de dicha institución, ésta propuso algunas enmiendas a su Constitución. Una de las modificaciones propuestas fue la inserción del bienestar espiritual en el concepto de salud de la OMS. El nuevo texto sería “La salud es un estado dinámico de completo bienestar físico, mental, espiritual y social y no únicamente la ausencia de dolor o enfermedad”. Sin embargo, a pesar de la aprobación durante la asamblea, la nueva versión fue posteriormente vetada. Incluso así, en muchas ocasiones durante las últimas décadas, la OMS destacó la importancia de la dimensión espiritual con fines clínicos.

El modelo bio-psico-social es una visión humanística y holística del ser humano, en el cual los tres niveles (biológico, psicológico y social) deben ser tenidos en consideración en la asistencia a la salud. Debido a este modelo, los médicos deben atender simultáneamente a estas tres dimensiones de la enfermedad, con el fin de entender y responder mejor al sufrimiento de los pacientes. Se trata de una filosofía de atención clínica y una guía clínico-práctica. Filosóficamente es una manera de entender cómo el sufrimiento, el desequilibrio y la enfermedad son afectados por múltiples niveles de organización, de la social a la molecular. A un nivel práctico, es una manera de entender la experiencia subjetiva del paciente como un colaborador esencial para el diagnóstico preciso, resultando en la salud y la asistencia humanizada.

Actualmente muchos investigadores piensan que el modelo biopsicosocial debe ser ampliado para incluir también la dimensión espiritual, por la relevancia del patrón espiritual sobre los resultados en la salud. Esta nueva interpretación genuinamente holística aborda la totalidad de la existencia relacional del paciente, lo que contribuye a una asistencia más amplia. Indiscutiblemente las cuestiones trascendentes y sagradas en la dimensión espiritual no pueden ser agotadas en las bases mentales y sociales, a pesar de las interacciones entre estos conceptos.


Espiritualidad y religiosidad y su relación con la salud

Espiritualidad y religiosidad son constructos diferentes, aunque tengan muchas intersecciones y correlaciones. La espiritualidad tiene muchas definiciones en la literatura médica, pero generalmente se refieren al aspecto humano ligado al modo en cómo los individuos buscan y expresan significado y propósito y la forma en como viven su conexión con el presente, consigo mismos, con los demás, con la naturaleza y con lo sagrado. En la propensión humana en el interés, trasciende por los otros y por sí mismo. Religiosidad se refiere a los comportamientos y actitudes que una persona tiene en relación con una religión en particular. La religiosidad tiene expresiones internas y externas. Las internas incluyen creencias, actividad no organizacional (oración privada), relación subjetiva (importancia de la religión en la vida), experiencia religiosa y conocimiento doctrinario. Las dimensiones externas incluyen filiación o denominación, actividad organizacional (participación en una comunidad de fe) y adhesión a comportamientos.

Muchas veces, la religión es la vía para manifestar la espiritualidad. Aunque esto no siempre es una regla. Así, podemos encontrar una persona espiritualizada, pero que no esté formalmente ligada a una religión. Igualmente, una persona puede ser religiosa, pero carecer de bien espiritual. Por tanto, la espiritualidad puede abarcar tanto la perspectiva secular como la religiosa. Las expresiones no religiosas de la espiritualidad incluyen creer en una fuerza superior, contemplar la naturaleza en su intensidad, acciones sociales con un contexto ético, una intuición inesperada, solidaridad y compasión, estado de harmonía y equilibrio. Por ello, los investigadores usan con frecuencia el término espiritualidad-religiosidad (E-R) para referirse a este binomio.

Los investigadores consiguen medir el bienestar E-R a través de encuestas y analizar correlaciones de ese estado con varios parámetros de salud. Los primeros estudios empezaron en la década de 1950 y aumentaron de modo sustancial durante la década de 1980, generando un volumen cada vez mayor de estudios, muchos de ellos siguiendo una metodología rigurosa. La mayoría de estos estudios sugiere evidencias de un efecto protector de los factores del bienestar E-R sobre la salud física y mental, a la calidad de vida y la longevidad.


Esta correlación fue descubierta en diversos resultados relacionados con la salud, especialmente en enfermedades cardiovasculares, tales como enfermedades cardíacas (como el infarto de miocardio), disfunciones circulatorias (como la hipertensión arterial o infarto cerebral) e incluso reducción de la necesidad y la duración de la hospitalización. Así, varios estudios sugieren que las personas con buenos índices de E-R son más saludables y requieren menor acceso a los servicios de salud.

Los mecanismos de acción de E-R sobre la salud no están totalmente descritos. Los efectos deben ser motivados por una combinación de factores que pueden ser divididos en tres grupos (figura1): 1. efectos sobre vías de la psico-fisiología (o estado mental-emocional equilibrado influenciando positivamente varias funciones fisiológicas); 2. efectos sociales y congregacionales (las instituciones de fe como un lugar para la interacción, intercambio  y apoyo, formando una red de apoyo y una sensación de pertenencia al grupo); 3. efectos comportamentales (individuos más propensos a adoptar actitudes benéficas para la salud, incluso cuando no son dictados por su doctrina religiosa).


Aplicación práctica durante la Pandemia

El campo de los estudios psicosomáticos abrió un camino fundamental para la comprensión de lo que es la salud, enfermedad y cura, una vez que las relaciones mente-cuerpo desempeñan papeles importantes en esos estados. A medida que la investigación psicosomática continúa, la comprensión de la amplitud de las interacciones mente-cuerpo mejora progresivamente. Una vieja interpretación situaba la mente y el cuerpo como dos entidades diferentes, con pocas relaciones de menor importancia, con énfasis en la biología. Actualmente el concepto evolucionó para considerar la mente y el cuerpo como dos componentes de la misma entidad, con muchas relaciones de gran importancia, desempeñando un papel importante en la salud y en la enfermedad. En este sentido, la mente y el cuerpo pueden tener conexiones más profundas, como aquella apoyada por antiguas prácticas, tradiciones religiosas y abordajes contemplativos.

Las cuatro dimensiones de la salud (física, mental, social y espiritual) están igualmente divididas con una finalidad didáctica. En realidad, éstas se interconectan y son interdependientes. Esta visión integral puede ayudarnos a afrontar este tiempo de vulnerabilidad por la pandemia de COVID-19. En un círculo vicioso, el sufrimiento emocional aumenta la susceptibilidad a la infección, por perjudicar la función inmunológica. Las creencias y prácticas religiosas ayudan al control del estrés, al inducir menor ansiedad y mayor esperanza.

Estar en casa nos da tiempo para fortalecer nuestra salud espiritual. Muchas personas no son conscientes de que tales actividades pueden servir también para mejorar la salud mental, al aumentar la capacidad de afrontar la ansiedad y mejorar la salud física, debido a la reducción de la tensión. Y el resultado de este conjunto es una mayor resistencia a la infección.

La fe es un importante recurso para la salud y el bienestar. Estar aislado es una oportunidad para profundizar en nuestra relación personal con Dios a través de la oración, la meditación, el estudio de las escrituras, escuchar programas inspiradores, o mediante literatura edificante. Muchas comunidades religiosas ofrecen ahora la transmisión de cultos que proveen orientación y mensajes que promueven esperanza.

Las mayores religiones enseñan a amar y cuidar al prójimo; éste es cualquier persona con necesidad. Con la pandemia tenemos la oportunidad de propagar esperanza a familiares, vecinos, miembros de nuestra comunidad de fe o incluso a desconocidos. Para muchas personas, estar forzado a permanecer en casa afecta negativamente a su función inmunológica, aumentando el riesgo de infección.

El distanciamiento significa estar separado físicamente, no socialmente. Aunque las personas no puedan darse abrazos o apretones de mano, hay sustitutivos remotos (como internet o el teléfono). Si una persona fuese capaz, una manera de situar la fe en acción sería ayudar a alguien necesitado a acceder a alimentos o medicinas, dejando los víveres en su propia puerta.

También es importante mantenerse físicamente saludable. En muchas tradiciones religiosas, el cuerpo es el “templo del espíritu” y su cuidado es una forma de honrar a Dios. Busque alguna forma de hacer ejercicio y mantenga el peso, entre otras acciones. Todo ello mejora la función inmunológica y potencialmente, reduce el riesgo y gravedad de la infección respiratoria.

En resumen, mantengamos puesto el foco en nuestra salud espiritual, cultivando también la buena salud física y ayudando como podamos a familiares, amigos, vecinos o desconocidos. Esto va a ayudar a aumentar la inmunidad, desarrollar resistencia física y emocional y estimular una diferencia en las vidas de todos. 💞


Fuente: Articulo publicado en la Revista Doutrina, Brasil.
Traducción y publicación autorizados por el autor y editora.