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miércoles, 21 de septiembre de 2022

De las mesas giratorias y de los síntomas de la mediumnidad

El Libro de los Médiums, segunda parte, caps. II y III



David Santamaria




Inicia Allan Kardec el capítulo II comentando acerca del fenómeno de las mesas giratorias, algo que tanto llamó la atención a mediados del siglo XIX. Podemos conceptuar a las mesas giratorias como siendo un hecho real -pero, no exento, ni mucho menos, de conductas fraudulentas-, humilde y de muy largo alcance.


Un hecho real, porque se repetía en muchos lugares, con personas distintas y con diversos propósitos (aprendizaje, diversión, curiosidad…). Por ello no sería en absoluto aceptable pensar que todas aquellas experiencias podían ser debidas a un interés engañoso por parte de quienes las realizaban.


Un hecho muy humilde: una simple mesa que se movía. No es de extrañar que los Espíritus que dirigieron aquella invasión debidamente organizada optaran por un elemento tan cotidiano y que se encuentra en todos los lugares donde estamos los humanos: una simple mesa. Una estrategia sencilla y muy eficaz.


Un hecho de muy largo alcance. Ello se ve claramente en el crecimiento y rápida consolidación de la filosofía espírita en un lapso de muy pocos años. Ciertamente ello no ocurrió por casualidad, sino que debía estar perfectamente organizado en todos sus detalles por parte del equipo de Espíritus superiores que estaban al frente del proyecto. Fijémonos en un solo aspecto: la fulgurante adhesión que hubo a la filosofía presentada por Kardec. Pensamos que ello solamente podía ser debido a una numerosa encarnación, muy bien planificada, de Espíritus conscientes de la realidad espiritual y que, sin duda, vinieron a dar soporte a Kardec. Aquella multiplicación de simpatizantes del espiritismo era un respaldo incontestable e imprescindible para él, frente a los contradictores y adversarios de la naciente filosofía originada en la enseñanza de los Espíritus. Es cierto que la fuerza del espiritismo fue disminuyendo, agravado ello por los conflictos bélicos de la primera mitad del siglo XX. Pero, a pesar de eso, el espiritismo sigue presente en nuestra humanidad, dando testimonio de la certeza de la vida después de la muerte. Y todo empezó con las humildes mesas giratorias.


Veamos algunas advertencias de Kardec, fruto de su gran experiencia (todos los resaltados son nuestros):


No hay ningún indicio de la facultad mediúmnica; sólo la experiencia puede darla a conocer. Cuando se desea hacer una experiencia en una reunión, simplemente se requiere que los participantes se sienten alrededor de la mesa y coloquen sobre ella las palmas de las manos, sin hacer presión ni esfuerzo muscular. Al principio, como se ignoraban las causas del fenómeno, se recomendaba tomar muchas precauciones, que con posterioridad se constató que eran absolutamente inútiles. Por ejemplo, la de alternar los sexos, o también la del contacto entre los dedos meñiques de las diferentes personas, para que se forme una cadena ininterrumpida. Esta última precaución parecía necesaria porque se creía en la acción de una especie de corriente eléctrica. Más adelante, la experiencia demostró su inutilidad. Las únicas prescripciones de rigurosa obligatoriedad son el recogimiento, un absoluto silencio y, sobre todo, la paciencia, en caso de que el efecto se demore. Es posible que se produzca en algunos minutos, como puede tardar media o una hora. Eso depende del poder mediúmnico de los copartícipes. (ítem 62)


Veamos algunos comentarios a esos textos resaltados:


Evidentemente la manera más directa de averiguar si alguien posee facultad mediúmnica es probarlo. Sin embargo, a lo largo de los años se ha considerado que algunas sensaciones podrían hacer pensar que una persona en concreto pudiera tener esa capacidad. Síntomas tales como:


-“Desdoblamientos espirituales”, aunque mejor denominarlos como emancipaciones conscientes, voluntarias o no, del alma

- Visiones 

- Audición de voces, mental o físicamente

- Percepción del aura

- Una especie de estremecimiento en el brazo y en la mano

- Somnolencia durante las reuniones mediúmnicas

- Ideas e impulsos extraños

- Entorpecimiento de ciertas partes del cuerpo

- Frío y rigidez en el transcurso de las sesiones

- Mareos, desmayos, vértigo



Es fácil darse cuenta de que algunos de estos síntomas pueden ser debidos a aspectos muy humanos y normales. Por ello hay que descartar siempre que la persona, que supuestamente pueda tener mediumnnidad, no presenta algún problema médico o algún comportamiento ilusorio o de autosugestión. El ejemplo más claro sería quien se duerme en el transcurso de la reunión mediúmnica, no porque sea médium sino por cansancio.


La autosugestión merece un comentario aparte. Hay personas que presentan un gran deseo de ser médiums, muchas veces sin comprender realmente lo que ello significa en cuanto a esfuerzo y dificultades. Tienen tantísima ilusión que acaban “sintiendo” muchos de esos síntomas antes enumerados, quedándose muy extrañados y frustrados cuando, al realizar pruebas mediúmnicas con ellos, no se obtiene ningún tipo de resultado. Por eso tenía tanta razón Kardec cuando decía que la única manera de saber si se es médium es probándolo. Sin embargo, si ese “médium sin mediumnidad” real se empeña en pensar y creer que sí que la tiene, podría ser que tuviera comunicaciones anímicas en las que expresará ideas propias, que probablemente no excederán los límites de sus conocimientos actuales; y todo ello desde el más absoluto convencimiento por su parte de que está realmente aportando mensajes de Espíritus. Esta situación se podría denominar como un proceso autoobsesivo.  Siempre hay que estar alerta ante estas posibilidades.


Menciona Kardec algunas precauciones que se tomaban al principio para favorecer las manifestaciones. Evidentemente no hay ninguna razón en intercalar las personas por razón de sexo o en tocarse los meñiques para favorecer la llamada “cadena magnética”; sino que, tal y como indica Kardec, son el recogimiento, el silencio y la paciencia los que favorecerán la producción del fenómeno. Podríamos añadir las buenas intenciones de cada quien, el orden, la confluencia de pensamientos, la armonía del grupo, la seriedad…, como siendo otros de los requisitos imprescindibles para la consecución de buenos resultados y para que eclosionen las mediumnidades de una forma natural y controlada, nunca forzada, por los peligros emocionales y psíquicos que ello puede comportar. A este respecto es bueno considerar este texto que nos legó Léon Denis:



La mediumnidad es una flor delicada que para crecer necesita atenciones y cuidados asiduos. Necesita método, paciencia, altas aspiraciones y nobles sentimientos. Necesita, especialmente, el tierno cuidado de un espíritu bueno que le envuelva en su amor y en sus fluidos estimulantes. Pero casi siempre queremos que produzca frutos prematuros y entonces se desvanece, se seca bajo el aliento de los espíritus atrasados.



No se puede expresar con más claridad. Hay que dar tiempo a que el médium se forme, adquiera confianza y participe bien “arropado” espiritualmente en las reuniones de un Centro Espírita. Sin embargo, siempre habrá quién tenga una aparición súbita y muy intensa de su capacidad mediúmnica. En esas ocasiones habrá que atender de inmediato a la persona que presenta esa situación mediúmnica concreta; pero, ofreciéndole, al mismo tiempo, la información necesaria para que conozca la teoría de la mediumnidad y las enseñanzas de la filosofía espírita. 


Por tanto, si hay mediumnidad evidente, esta debe ser atendida enseguida. Si se sospecha que puede haberla, hay que probar siempre, sin miedo, pero sin falsas expectativas.


Finalmente, tal vez la expresión “poder mediúmnico” pueda llevar a determinadas personas a suponer que la mediumnidad sea equiparable, por ejemplo, a la fortaleza física. Nada más lejos de la realidad. Para constatarlo sólo hay que recordar que uno de los más extraordinarios médiums de la historia, Francisco Cándido Xavier, no era un hércules precisamente, como igualmente ocurre con tantos otros médiums. Posiblemente sería más adecuado hablar de “capacidad mediúmnica”.


֎


En el capítulo III, se añade un elemento de capital importancia al tema de las mesas giratorias: la cuestión que se suscitó al obtener respuestas inteligentes a las preguntas que se les formulaban.


Para que una manifestación sea inteligente no es necesario que resulte elocuente, ingeniosa o erudita. Basta con que dé muestras de un acto libre y voluntario, a través del cual se exprese una intención o se refleje un pensamiento. Por cierto, cuando vemos una veleta agitada por el viento, estamos seguros de que sólo obedece a un impulso mecánico. Sin embargo, si reconociéramos en sus movimientos señales intencionales, si girase hacia la derecha o hacia la izquierda, con rapidez o lentitud, conforme a las órdenes que recibiera, estaríamos forzados a admitir, no que la veleta es inteligente, sino que obedece a una inteligencia. Lo mismo sucedió con la mesa. (ítem 66)


Aquí entra en juego ese axioma que Kardec repetía continuamente: Todo efecto inteligente tiene una causa inteligente. Por lo tanto, una vez demostrado, por la naturaleza de las respuestas, que detrás de ellas había una inteligencia que respondía directamente, solo faltaba saber quién era. Y esos “quienes” se identificaron como siendo Espíritus desencarnados. Ellos mismos recomendaron la utilización de elementos cada vez más ligeros: primero un lápiz atado a la pata de la mesa, más tarde mesas cada vez más pequeñas, cajas, cestas, tablillas…, hasta llegar a la mano del médium. En ese momento la comunicación pasó a ser totalmente fluida.


Entre “preguntar a una mesa” y “preguntar a un Espíritu”, que responde escribiendo a través del brazo y de la mano de un médium, hay un buen camino recorrido. 


Sin embargo, no se nos debería ocurrir bajo ningún concepto el despreciar o, mejor dicho, no apreciar suficientemente esos inicios. Ello debió representar un gran esfuerzo para los Espíritus que estaban empeñados en transmitir un mensaje claro, que llamara la atención y que demostrara la supervivencia del alma después de la muerte. Y a pesar de los fraudes reales e imaginarios, se constató palmariamente la realidad de los fenómenos. Si en centenares de reuniones se obtenían mensajes más o menos coherentes, pero jamás atribuibles a un objeto inerte, ello significaba que “alguien” estaba respondiendo. 


Históricamente se ha comprobado que por ese medio tan rudimentario como es la mesa se han podido obtener explicaciones de gran nivel, muy superiores a los conocimientos del médium y de los participantes. Por ello sólo queda una única posibilidad: quien habla o escribe es una persona como nosotros, pero sin cuerpo. No se comprende la actitud de quienes se empeñaron en buscar cualquier subterfugio para desacreditar aquellos sencillos, pero muy probatorios fenómenos. Aunque, muchas veces, un buen ejemplo, como el siguiente referido por Kardec en este capítulo, resalta muy bien la realidad:


En un buque de la marina imperial francesa, que cumplía una misión en los mares de la China, toda la tripulación, desde los marineros hasta el comandante, se ocupaba de hacer que las mesas hablaran. Tuvieron la idea de evocar al Espíritu de un teniente que había pertenecido a la unidad de ese mismo navío, y que había muerto dos años antes. El Espíritu acudió y, tras diversas comunicaciones que colmaron de asombro a todos los presentes, declaró lo siguiente, por medio de golpes: “Os ruego encarecidamente que os ocupéis de pagar al capitán la suma de... (indicaba la cantidad), que le debo, y decidle que lamento no haber podido restituírsela antes de mi muerte”. Nadie conocía el hecho. El capitán mismo había olvidado aquella deuda que, por otra parte, era insignificante. No obstante, al buscar entre sus cuentas, halló el registro de la deuda del teniente, cuyo monto era exactamente igual al que había mencionado el Espíritu. Ahora preguntamos: ¿del pensamiento de quién podía ser reflejo esa indicación? (ítem 70)


Verdaderamente se trata de una muy buena prueba ya que nadie conocía esa historia de la deuda del fallecido. La pregunta con la que termina Kardec la narración de este caso nos lleva, inmediatamente, a dar la respuesta más sencilla: ese mensaje era realmente de aquel Espíritu que había estado navegando en ese buque. 


domingo, 3 de julio de 2022

Acción de los Espíritus sobre la materia

El Libro de los Médiums, segunda parte, cap. I




David Santamaria


Después de examinar con detalle las diversas teorías que intentaban explicar la manifestación de los Espíritus, Allan Kardec se sumerge durante varios capítulos de esta obra en las interacciones del Espíritu con la materia. Y, claro está, uno de los contactos más importantes de esas dos realidades, Espíritu y materia, se da en el conjunto Espíritu-periespíritu o alma-periespíritu.  


La idea que las personas se forman acerca de los Espíritus vuelve a primera vista incomprensible el fenómeno de las manifestaciones. Como esas manifestaciones no pueden ocurrir sin la acción del Espíritu sobre la materia, los que consideran que el Espíritu es la ausencia absoluta de materia se preguntan, con cierta apariencia de razón, cómo puede obrar materialmente. Ahora bien, ahí está el error, pues el Espíritu no es una abstracción, sino un ser definido, limitado y circunscripto (ítem 53)


Realmente, no sabemos cuál es la constitución íntima del alma o Espíritu. Lo que sí comprendemos es que, al estar el alma “recubierta” de materia, de energía, eso le faculta para poder intervenir sobre el medio material y también, le permite ser una realidad concreta y no algo indefinido.


La forma del periespíritu es la forma humana. (…) Aunque con pequeñas diferencias en cuanto a los detalles, y salvo las modificaciones orgánicas exigidas por el medio donde el ser está llamado a vivir, la forma humana se encuentra en los habitantes de todos los mundos. Eso es, al menos, lo que los Espíritus manifiestan. Esa es también la forma de todos los Espíritus no encarnados, que sólo tienen el periespíritu. (…) De ahí debemos inferir que la forma humana es la forma típica de todos los seres humanos en todos los mundos, sea cual fuere el grado de adelanto al que pertenezcan. (ítem 56)


¿Es esto realmente así? ¿El diseño humano es la única forma de que se revisten los Espíritus encarnados y desencarnados, en los diferentes mundos del espacio infinito? Esta es una cuestión insoluble ya que, verdaderamente, no se tiene, no se puede tener, la certeza absoluta de ello. Por ello, prudentemente, Kardec ya nos dice que «eso es, al menos, lo que los Espíritus manifiestan». En otras obras de Kardec se pueden leer más comentarios sobre este tema (también aquí, como en los anteriores párrafos, los resaltados son nuestros):


Es preciso considerar que en la Tierra no se ve toda la humanidad, sino una muy pequeña fracción de ella. En efecto, la especie humana comprende todos los seres dotados de razón que pueblan los innumerables mundos del universo. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. III, ítem 6)


El sentido de este párrafo coincidiría con el anterior texto citado de El Libro de los Médiums. Sin embargo, veamos otros dos comentarios de El Libro de los Espíritus, no coincidentes con esa concepción de la universalidad de la forma humana:


Dado que la constitución física de los mundos no es la misma en todos ellos, ¿se puede concluir que los seres que habitan en ellos poseen una organización diferente?

Sin duda, como entre vosotros los peces están hechos para vivir en el agua y las aves en el aire.” (ítem 57)


Los mundos que están más alejados del Sol, ¿se encuentran privados de luz y calor, dado que el Sol sólo se presenta a ellos con la apariencia de una estrella?

“¿Creéis, pues, que no hay otras fuentes de luz y de calor más que el Sol? ¿No contáis para nada con la electricidad, que en algunos mundos desempeña un papel que no conocéis, y mucho más importante que en la Tierra? Por otra parte, no hemos dicho que todos los seres sean de la misma manera que vosotros y con órganos conformados como los vuestros.

Las condiciones de existencia de los seres que habitan en los diferentes mundos deben ser apropiadas al medio donde son llamados a vivir. (ítem 58)


En estos dos apartados de la obra fundamental de Kardec, se está diciendo lo contrario a lo reflejado en los dos primeros textos. Es decir, la organización física puede ser diferente y, por ello mismo, la forma de esa organización no tendría por qué ser idéntica a la humana en todos los casos.


¿Con cuál de las dos versiones habría que quedarse? Verdaderamente, solo podemos emitir una opinión personal ya que, de forma evidente, no tenemos posibilidad de contrastar ninguna de las dos hipótesis. Aun reconociendo que la forma humana es una estructura muy eficiente y práctica, no podemos negar la posibilidad de que existan otros modelos físicos que también puedan serlo. Además, las condiciones existenciales de la vida en otros planetas pueden requerir formas de vida muy distintas a la nuestra. Por todo ello, y sólo como opinión propia, pienso que sería posiblemente más lógico decantarse por la segunda opción; es decir, la de que pueda haber distintas formas corporales en diferentes mundos habitados del Universo, así como en la forma de los periespíritus de los desencarnados vinculados a esos mundos.


֎


Después de este largo paréntesis,  volvamos al capítulo de El Libro de los Médiums, donde Allan Kardec pasa a comentar algunas de las características del periespíritu, como estructura de una materia con propiedades diferentes a las que estamos habituados en el mundo físico:


Con todo, la materia sutil del periespíritu no posee la tenacidad ni la rigidez de la materia compacta del cuerpo. Es, si así podemos expresarlo, flexible y expansible, razón por la cual la forma que adopta, aunque esté calcada de la del cuerpo, no es absoluta. Se somete a la voluntad del Espíritu, que puede imprimirle la apariencia que más le convenga, mientras que la envoltura sólida le ofrece una resistencia que no puede vencer. Libre del obstáculo que lo comprimía, el periespíritu se expande o se contrae, se transforma. En una palabra, se presta a todas las metamorfosis, de acuerdo con la voluntad que actúa sobre él. (ítem 56)


O sea, el periespíritu posee una plasticidad, una maleabilidad que no tiene la materia física, ni la materia orgánica de nuestro cuerpo. Como indica Kardec es flexible, expansible, pudiendo también contraerse y transformarse; todo ello realizado por la voluntad del Espíritu. Así, pues:


Como consecuencia de esa propiedad de su envoltura fluídica, el Espíritu que quiere darse a conocer puede, en caso necesario, adoptar la apariencia exacta que tenía cuando estaba vivo, e inclusive con los defectos corporales que sirven de señales para que lo reconozcan. (ítem 56)


Hecho esto, seguramente en muchas oportunidades, sin ninguna intención voluntaria por parte del Espíritu manifestante. Probablemente, por el mero hecho de pensar en la situación, en el momento de aquella vida anterior en que le conoció la persona a quien se presenta, el Espíritu modela automáticamente en su periespíritu la forma que poseyó en aquella circunstancia concreta. Y esa flexibilidad llega al extremo de que, si tuviera que ser percibido sucesivamente por dos personas que le hubieran tratado en épocas diferentes de su vida corporal, la forma periespiritual volvería a transformarse en un instante para adoptar esa nueva apariencia. 


Curiosamente, no hay en la obra de Kardec una enumeración de las cualidades y funciones del periespíritu, sino que se van encontrando en diversos ejemplos que va proponiendo y que iremos señalando a lo largo de esta serie de artículos.


«Regresemos a la naturaleza del periespíritu», nos dice Kardec, 


porque es esencial para la explicación que vamos a dar. Hemos dicho que, aunque fluídico, el periespíritu no deja de ser una especie de materia, y eso resulta del hecho de las apariciones tangibles, acerca de las cuales volveremos a hablar. Bajo la influencia de ciertos médiums, se ven manos que aparecen con todas las propiedades de las manos vivas: están dotadas de temperatura, se pueden palpar, ofrecen la resistencia de un cuerpo sólido, estrechan a los presentes y, de repente, se desvanecen como una sombra. La acción inteligente de esas manos, que evidentemente obedecen a una voluntad cuando ejecutan ciertos movimientos, tocando incluso melodías en un instrumento, prueba que ellas son la parte visible de un ser inteligente invisible. El hecho de que sean tangibles, su temperatura, en suma, la impresión que causan en los sentidos   –pues se ha visto que dejan marcas en la piel, que dan golpes dolorosos o acarician con delicadeza– prueba que esas manos son algún tipo de materia. Su desaparición instantánea prueba, además, que esa materia es eminentemente sutil, y que se comporta como ciertas sustancias que pueden, alternativamente, pasar del estado sólido al estado fluídico y viceversa. (ítem 57)


En este largo párrafo, Kardec va un paso más allá en la concreción de cómo incluso se puede percibir directamente, desde el mundo físico, la realidad de la materia periespiritual. Más adelante, en el capítulo VI, se encuentran sus consideraciones acerca de las Manifestaciones visuales. Pero, aquí, esas manos materializadas y que tienen toda la apariencia de estar vivas, no dejan de ser una concreción muy material del periespíritu del ser que así se está manifestando. Y esto es realmente lo que él quiere remarcar. En este caso, da igual el mecanismo que se haya empleado para materializarlas, ciertamente lo relevante es que esa parte del periespíritu se ha podido plasmar materialmente de tal manera que puede tocarse, apretarse, “sentirse” como formando parte de un ser vivo. El interés de Kardec es que sus lectores entendamos que el periespíritu es una realidad, casi siempre intangible para los encarnados, pero de la que no podemos dudar gracias a los efectos de esas manifestaciones.


En el ítem siguiente Kardec da una vuelta de tuerca más al tema:


La naturaleza íntima del Espíritu propiamente dicho, es decir, del ser pensante, nos resulta por completo desconocida. Él se nos revela por sus acciones, y esas acciones sólo pueden impresionar nuestros sentidos materiales a través de un intermediario material. Así pues, el Espíritu necesita materia para actuar sobre la materia. (ítem 58)


Kardec tiene la rara habilidad de concentrar grandes verdades en muy pocas palabras. Este párrafo comienza con una realidad incontestable: no sabemos cuál es la naturaleza íntima del Espíritu (como ya señalábamos al principio) y tal vez, no lo sepamos nunca, o nos falten aún muchísimas jornadas de progreso para llegar a entender como sea realmente esa esencia. Pero, eso tampoco tiene ninguna importancia, en este momento concreto. Lo realmente relevante es demostrar que el Espíritu, que es un ser incorpóreo, puede actuar sobre la materia utilizando materia para ello. Y termina este capítulo con una pregunta contundente, que promete una respuesta plena de interés:


Cuando vemos que el aire derriba edificios, que el vapor desplaza enormes masas, que la pólvora gasificada levanta rocas, que la electricidad destroza árboles y horada paredes, ¿qué hay de extraño en admitir que el Espíritu, con la ayuda de su periespíritu, pueda levantar una mesa, sobre todo si se sabe que ese periespíritu puede hacerse visible, tangible, y comportarse como un cuerpo sólido? (ítem 59)


Como siempre, Allan Kardec pregunta con conocimiento de causa y para asentar aún más su cuestión, la precede de unas afirmaciones científicamente irrebatibles. Veremos, en sucesivos artículos, como él va aportando su conocimiento y su lógica para demostrar que «no hay nada extraño» en que los Espíritus puedan mover objetos. 


viernes, 18 de marzo de 2022

Teorías sobre la Mediumnidad

David Santamaría Planas

Estudio sistematizado de "El Libro de los Médiums"

Primera parte, cap. IV: Sistemas.


En los primeros compases de la presencia del espiritismo en la sociedad francesa y mundial, se presentaron muchas teorías que intentaban explicar la causa de la fenomenología mediúmnica. Muchas de ellas eran opiniones contradictorias que se apartaban totalmente de la realidad de la existencia de los Espíritus o de la posibilidad de su manifestación a través de los médiums. En este capítulo, Kardec hace un exhaustivo examen de esos sistemas. Como siempre, nos muestra su capacidad de analizar muy a fondo esta o cualquier otra cuestión. Los resaltados en los siguientes textos de Kardec son nuestros.


Cuando comenzaron a producirse los extraños fenómenos del espiritismo, o mejor dicho, cuando esos fenómenos volvieron a repetirse en estos últimos tiempos, el primer sentimiento que despertaron fue el de la duda acerca de su realidad, y más aún con respecto a su causa. A partir del momento en que fueron comprobados, por testimonios irrecusables y por las experiencias que todos pudieron llevar a cabo, cada investigador pasó a interpretarlos a su modo, conforme a sus ideas personales, sus creencias o sus prejuicios. Por ese motivo aparecieron numerosos sistemas, que una observación más atenta habría de reducir a su justo valor.


Realmente, los fenómenos que estudia el espiritismo son comunes a toda la historia de la humanidad. Lo que sí nos sorprende a los espiritas es que todavía causen extrañeza a personas con buena capacidad de discernimiento. Ello solamente es explicable por el recelo o desconocimiento de muchos para aceptar la realidad de la vida después de la muerte, y la posibilidad de que los mal llamados muertos puedan comunicar con los humanos encarnados a través de la mediumnidad, cuando aquellos están en condiciones de hacerlo o cuando se lo permiten. 


Pasamos a enumerar y comentar brevemente esos sistemas explicativos analizados extensamente por Kardec en ese capítulo de El Libro de los Médiums:


Sistemas de negación:


Los fenómenos espíritas son de dos clases: los efectos físicos y los efectos inteligentes. Como los adversarios no admiten la existencia de los Espíritus, pues no admiten nada fuera de la materia, se comprende que nieguen los efectos inteligentes. En cuanto a los efectos físicos, los interpretan desde su propio punto de vista, y sus argumentos pueden resumirse en los cuatro sistemas siguientes.


Sistema del charlatanismo: Según este sistema todos los médiums serían unos embusteros y todos los espiritistas estarían engañados en sus creencias. Realmente, para los espiritas que solamente tengan creencias, cabe dentro de lo probable que algún embaucador (sea médium, pseudomédium o Espíritu comunicante) les engañe. Las creencias poco razonadas pueden abocarnos a la credulidad; en cambio las convicciones bien fundamentadas serán la mejor ayuda ante la actuación de charlatanes de toda condición. Y a los que piensan que todos los médiums son unos impostores, se les debe invitar a examinar las aportaciones de médiums serios, para que digan si la formalidad y conocimiento de estos se puede relacionar con el engaño.


Sistema de la locura: Siempre ha habido quienes piensan que los médiums, o bastantes de ellos/as, son personas enajenadas y que esa misma enajenación es la causante de las manifestaciones. Observando con atención a quienes tienen facultades mediúmnicas se advierte que, generalmente, son personas normales y sin ningún síntoma de locura, siendo su única “anormalidad” la de poder ser transmisores del pensamiento y vivencias de los Espíritus.


Sistema de la alucinación: En esta teoría se dice que: «los fenómenos son una ilusión de los sentidos». Es posible que, en alguna manifestación de efectos físicos, con la oscuridad que suele ser necesaria para que se produzcan, pueda ser posible argumentar eso. Sin embargo, no es posible hacerlo en los fenómenos físicos realizados a plena luz y que no dejan lugar a dudas: si una mesa levita, la teoría de la alucinación se desmorona.


Sistema del músculo crujiente: Ya en su momento Kardec demostró, por la fuerza de la lógica, la imposibilidad de que los ruidos que se escuchaban en las mesas, ruidos que muchas veces transmitían mensajes inteligibles, pudiesen ser producidos siempre por la contracción del tendón del músculo peroneo corto de los médiums de efectos físicos. 


*


A continuación, se exponen teorías que ya no son negacionistas del fenómeno en sí mismo; pero, sí que rechazan, en muchos de los casos, la autoría del mismo por parte de Espíritus desencarnados.


Sistema de las causas físicas: Aquí lo que se propone es que son causas materiales como la electricidad o el magnetismo las causantes de los fenómenos de efectos físicos. Este sistema queda desautorizado desde el momento en que se obtuvieron, a través de golpes, respuestas inteligentes a las preguntas formuladas. Es incuestionable que detrás de una aportación con sentido ha de haber un ser pensante, aunque el sistema de transmisión sea tan básico como la tiptología.


Sistema del reflejo: Este sistema presupone que quienes dudan de la realidad de la fenomenología medianímica aceptan que, en el ser humano, hay algo más que el cuerpo. De otra manera, no se entendería que pudieran defender que todo lo que manifiesta cualquier médium de efectos intelectuales sería, necesariamente, reflejo de los pensamientos emitidos por los participantes en la reunión. Desde el contexto espiritista no se rechaza esa posibilidad; pero, es inaceptable plantear eso como siendo la realidad de todas las comunicaciones. Ello queda desmentido por el mismo contenido de los mensajes obtenidos, que muchas veces difieren de los pensamientos de los presentes.  Además:


El sistema del reflejo es bastante desagradable en ciertos casos. Cuando en una reunión de personas honestas surge en forma inesperada una de esas comunicaciones que indignan por su grosería, atribuirla a uno de los presentes sería cometer una grave falta de respeto, y es probable que todos se apresuraran a repudiarla. (Véase El Libro de los Espíritus, “Introducción”, XVI.)


Sistema del alma colectiva: En este caso se piensa que es el alma del médium, a la que se suman muchas otras almas, la responsable de todas las manifestaciones. Realmente la absurdidad de la propuesta se descalifica por sí misma, ya que sería inverosímil que se aceptara la reunión de todas las capacidades intelectuales de ese grupo de Espíritus en un todo colectivo.


Sistema sonambúlico: Kardec lo expone de forma muy concreta y que no necesita ningún comentario:


Este sistema ha tenido más partidarios, y aún cuenta con algunos. Como el anterior, sostiene que todas las comunicaciones inteligentes provienen del alma o Espíritu del médium. No obstante, para explicar el hecho de que el médium trate asuntos que están fuera del ámbito de sus conocimientos, en vez de suponerlo dotado de un alma múltiple, atribuye esa aptitud a una momentánea sobreexcitación de sus facultades mentales, a una especie de estado sonambúlico o extático, que exalta y desarrolla su inteligencia. No se puede negar, en ciertos casos, la influencia de esta causa. Con todo, basta con haber observado cómo opera la mayoría de los médiums, para convencerse de que esa causa no explica todos los hechos, y que ella constituye la excepción y no la regla. 


Sistema pesimista, diabólico o demoníaco: Kardec dedica unos largos párrafos para negar cualquier tipo de verosimilitud a esta posibilidad, ante la lógica inexistencia del diablo; aunque pueda haber, incluso hoy en día, personas que crean en su realidad. El contexto en el que surgió la propuesta espiritista era muy religioso y, por lo tanto, más dado a la aceptación de la existencia de esa figura. Kardec rebate enérgicamente esa afirmación de que todas las comunicaciones de todos los médiums puedan estar inspiradas por el demonio. La mejor objeción a esa cuestión es el examen de los textos altamente moralizantes que se obtuvieron y se obtienen en muchas manifestaciones de los Espíritus: ¡ciertamente sería muy extraño que el diablo recomendara a las personas que tuvieran buena conducta!


Sistema optimista: Este sistema parte de la base de que solamente se comunican Espíritus buenos. Más aún, esas personas creen que las almas después de la muerte adquieren conocimiento y comprensión total de su situación. Evidentemente eso no es real; es un pensamiento poco razonado y fantasioso. ¿Cómo podría ser que personas ignorantes o incorrectas o desaprensivas, por el solo hecho de desencarnar, adquirieran esa compresión? La realidad es que los Espíritus quedamos, después de la muerte del cuerpo, tal cual somo: ni mejores ni peores. La lástima es que aún hoy en día, entre las personas simpatizantes del espiritismo, todavía las haya que piensan de esta manera. Eso conduce, ineludiblemente, a la credulidad o a la aceptación irrazonada de cualquier comentario de los Espíritus. Eso ciertamente es muy peligroso.


Sistema uniespirita o monoespirita; Los defensores de esta teoría creían que solamente se puede manifestar un Espíritu y que este sería Jesús. Evidentemente, ante la enorme diversidad de comunicaciones que se obtienen, estaría fuera de lugar pensar que todas, buenas y malas, inteligentes y absurdas, elevadas y groseras pudieran tener origen en ese gran Espíritu. 


Sistema multiespírita o poliespírita: Este sería el sistema correcto. A través de los médiums se manifiestan muchos Espíritus diferentes, cada cual en su nivel evolutivo y con mayor o menor comprensión de su estado. En este sistema se asienta el conocimiento espiritista.


Sistema del alma material: Esta es la última teoría que comenta Kardec, porque parece ser que en aquel tiempo había algunas personas que consideraban alma y periespíritu como un todo en lugar de ser la suma de dos realidades. Entonces, daban un aspecto más material al alma. En esencia, es un sistema que en nada afecta, aunque no sea correcto según los postulados espiritas.


Siguiendo el hilo de este razonamiento, Kardec termina el capítulo con una recomendación a no querer indagar más allá de lo que realmente interesa y que podemos asimilar:


Pretender investigar, con la ayuda del espiritismo, lo que no se encuentra aún al alcance de la humanidad, es desviarlo de su verdadero objetivo, y hacer como el niño que quiere saber tanto como un anciano. Lo esencial es que el hombre aplique el espiritismo a su perfeccionamiento moral. Lo demás es tan sólo una curiosidad estéril y a menudo orgullosa, cuya satisfacción no lo hará avanzar ni un paso. El único medio de progresar consiste en hacernos mejores.


¿Quiere eso decir que hay temas vetados al razonamiento filosófico? Evidentemente no es eso. Pero sí que hay que huir de discusiones estériles, que a nada conducen. El panorama que nos ofrece la filosofía espirita es tan amplio, tan profundo que, sin duda, se encuentran en él temas interesantísimos para reflexionar e investigar. Sin embargo, hay que procurar que sean temas constructivos y educativos, que siempre favorezcan nuestro aprendizaje. Tal y como indicaba Kardec en su Constitución transitoria del Espiritismo, apartado III (Revue Spirite, diciembre 1868):


El segundo punto consiste en no salir del ámbito de las ideas prácticas. Si bien es cierto que la utopía de la víspera se convierte muchas veces en la verdad del día siguiente, dejemos que el día siguiente realice la utopía de la víspera, pero no obstaculicemos a la doctrina con principios a los que se consideraría quiméricos y debido a los cuales sería rechazada por los hombres positivos

*

Como que solamente hemos expuesto algunos breves comentarios sobre el contenido de este capítulo de El Libro de los Médiums, recomendamos su lectura completa ya que ello favorecerá una mejor comprensión de los aspectos tan contradictorios que tuvo que enfrentar Allan Kardec.