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domingo, 29 de agosto de 2010

Infortunios ocultos

Hola familia,

Fue con mucha alegría en el corazón que este sábado 27/08/2010 reencontré en nuestro Centro mis queridos compañeros. Estuve casi dos meses de vacaciones en Brasil y durante este tiempo le he acompañado mi madre a semanalmente a su Centro, la Fraternidad Espírita Reencontro. Dos meses he estado y dos meses hemos leído y comentado el capítulo IX de El Evangelio según el Espiritismo, “Fuera de la caridad no hay salvación” – ahí no lo abren al azar, va todo seguido. Pues este sábado en CEADS abrí yo al “azar” el evangelio, pidiéndole a la espiritualidad amiga que guiara mis manos en la elección del mensaje de la tarde. ¿Qué nos salió? Del capítulo XIII, “Que vuestra mano izquierda no sepa lo que da vuestra mano derecha”: Los infortunios ocultos. Otra vez la caridad…

“En las grandes calamidades, la caridad se manifiesta y se ven generosos impulsos para reparar los desastres; pero al lado de esos desastres generales, hay millares de desastres particulares que pasan desapercibidos, de personas que yacen sobre un camastro sin quejarse. Estos son aquellos infortunios discretos y ocultos que la verdadera generosidad sabe descubrir sin esperar que vengan a pedir asistencia.”

Nos recuerda el Evangelio que no hay que esperar pasivamente por la conmoción colectiva ante las grandes tragedias, cuando en general se movilizan los medios de comunicación. No. A nuestro lado, en la calle, en el trabajo y, no pocas veces, en nuestro mismo hogar, podemos encontrar oportunidades para hacer la caridad.

No hay que esperar por un llamamiento para una misión muy importante para empezar a hacer algo. Tampoco cabe la escusa de que no tenemos dinero bastante. Hay muchas formas de hacer la caridad y aquí os listo algunas que se nos han ocurrido durante la reunión:

- Ser más amables con las personas en el cotidiano;
- Buscar ver y remarcar las cualidades de las personas, antes que fijarse en sus defectos;
- Hacer una oración por alguien;
- Tener paciencia con los familiares.

También hemos hablado de cómo la caridad debe empezar con uno mismo. Perdonarse a si propio es el primer paso para amar al prójimo. Arrepentirse de las faltas cometidas es importante, pero tan importante como esto es no aislarse en la culpabilidad. La culpabilidad no edifica, solo deja estancado al ser. Tanto es así que la ley de la reencarnación, la prueba más sublime de la caridad de Dios para con su creación, nos ensena que arrepentirse es necesario, pero rectificar es imprescindible. La caridad, pues, empieza con el amor a uno mismo y debe extenderse en los pequeños gestos de la vida.

Está claro que hay personas a quienes la caridad les sale más fácilmente que a los demás. En general, nos dejamos llevar por el cotidiano, nos encasillamos en nuestras propias necesidades, hacemos el mismo camino de casa al trabajo y del trabajo a casa, hablamos siempre a las mismas personas… Es muy común que el cotidiano nos ciegue para las oportunidades de amparo al prójimo que tenemos delante de nuestras narices todo el tiempo. ¿Qué hemos de hacer entonces? ¿Qué nos pide el evangelio? Hay que proponerse el ejercicio consciente de romper esta rutina. Cada día, buscar esta oportunidad de auxilio. Fijarse, ver en lugar de solo mirar. Podemos empezar con cosas pequeñitas: una oración por alguien hoy, una palabra de consuelo a alguien que nos parece triste mañana… Si ser buenos no nos sale espontáneamente, hay que proponerse hacerlo como ejercicio. La práctica lleva a la perfección, según dicen. Con esto contaba Jesús cuando planificó la Tercera revelación =)

Nuestra querida Patricia también llamó nuestra atención a un importante pasaje del texto leído. La caridosa señora de quien nos habla el evangelio se hace acompañar de su hija:

“¿Por qué se hace acompañar por su joven hija? Es para enseñarle cómo se debe practicar la beneficencia. La hija también quiere hacer caridad, pero su madre le dice: “¿Qué puedes dar tú, hija mía, si no tienes nada tuyo? Si yo te entrego alguna cosa para pasar a las manos de los otros, ¿qué mérito tendrás? En realidad seré yo la que haga la caridad y tú la que tendrá el mérito; esto no es justo. Cuando vamos a visitar a los enfermos, tú me ayudas a cuidar de ellos; pues el procurarles cuidados ya es alguna cosa. ¿No te parece esto suficiente? Nada hay más sencillo; aprende a hacer obras útiles confeccionando vestidos para estos niños, de este modo tú darás alguna cosa que te pertenezca”. Es así como esa madre, verdaderamente cristiana, forma a su hija según la práctica de las virtudes enseñadas por Cristo.”


Todos los hombres y mujeres que reciben del Señor el encargo de educar como sus hijos a los hijos de Dios tienen la responsabilidad de ensenarles el amor al prójimo. Dar el buen ejemplo es esencial, pero guiarles en la práctica del bien también es de lo más importante, especialmente en los tiempos que corren, cuando tantos adolescentes parecen dar valor a cosas que muy poco aportan a su progreso espiritual.

Creo que fue Andrea la que atentó para la importancia de la pregunta casi al final del texto sobre la señora:

"¿Es espírita? ¡Qué importa!"


La caridad, el verdadero amor al prójimo, no tiene religión. La verdadera caridad está por encima de las creencias porque es una conexión directa con Dios. En gratitud al Creador, la caridad es un acto de amor por Su creación.

Ya sabéis, esta semana el Evangelio nos pone deberes: salir de la rutina, encontrar UNA oportunidad para hacer el bien. Aprovecho para invitaros a los que estáis aquí por Barcelona, espíritas o no, a acompañarnos en nuestras visitas semanales al Cottolengo del Padre Alegre. Nos encontramos en la parada de metro de Lesseps los sábados a las 10:00 de la mañana y subimos caminando hasta ahí. Os aseguro que conoceréis personas que os robaran los corazones y les estaréis agradecidos por las oportunidades de aprendizaje que nos ofrecen continuamente.

Un beso cariñoso a todos. Que el Señor nos bendiga los esfuerzos de iluminación y nos haga dignos de su amor y misericordia,

Que así sea.

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