Ayer, sábado 04/09/2010, nos reunimos una vez más en nuestro querido Centro Espírita Amalia Domingo Soler. Acabado el mes de vacaciones, tocaba empezar el curso 2010-2011. Tras el mes de “sábados de luz” en que nuestros compañeros que siguieron viniendo al Centro en agosto leyeron el evangelio, volvemos a nuestros estudios sistematizados de la doctrina espiritista. Como cada primer sábado de mes, empezamos con lo que de más consolador hay en nuestra amada doctrina: el evangelio mismo.
El tema propuesto por nuestra monitora Vera, dando continuación a nuestros estudios, fue “La Cólera”, del capítulo IX, Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la Tierra.
Es frecuente escuchar personas de temperamento explosivo que se excusan por sus achaques de cólera diciendo “Soy así, ¿qué puedo hacer?”. Estas personas se defienden, declarando la imposibilidad de controlarse puesto que la agresividad es, según tienen entendido, parte de su naturaleza. Veamos qué nos dice el evangelio a este respecto:
Según la idea muy falsa de que uno no puede reformar su propia naturaleza, el hombre se cree dispensado de hacer esfuerzos para corregirse de los defectos en los que se complace voluntariamente, o que exigirían mucha perseverancia; así es, por ejemplo, que el hombre inclinado a la cólera se excusa casi siempre con su temperamento; antes de considerarse, achaca la falta a su organismo, acusando de este modo a Dios, de sus propios defectos. Esto es también una consecuencia del orgullo que se encuentra mezclado a todas sus imperfecciones. Sin duda hay temperamentos que se prestan más que otros a los actos violentos, como hay músculos más flexibles que se prestan mejor para los movimientos de fuerza; pero no creáis que ésta sea la causa primera de la cólera y estad persuadidos de que un Espíritu pacífico, aun cuando estuviese en un cuerpo bilioso, siempre será pacífico; y que un Espíritu violento, en un cuerpo linfático, por eso no será más dócil; sólo que la violencia tomará otro carácter; no teniendo un organismo propio para secundar su violencia, la cólera se concentrará, y en otro caso será expansiva. El cuerpo no da la cólera al que no la tiene, como tampoco da otros vicios; todas las virtudes y todos los vicios son inherentes al Espíritu; sin esto, ¿en donde estaría el mérito y la responsabilidad? El hombre contrahecho no puede enderezarse porque el Espíritu no toma parte en esto, pero puede modificar lo que es del Espíritu cuando tiene una voluntad firme para ello. Espíritas, ¿no os prueba la experiencia, hasta dónde puede llegar el poder de la voluntad, por las transformaciones verdaderamente milagrosas que veis operarse? Decid, pues, que el hombre sólo permanece vicioso porque quiere permanecer vicioso; pero el que quiere corregirse siempre puede hacerlo. De otro modo la ley del progreso no existiría para el hombre. (HAHNEMANN, París, 1863).
Tras hablar sobre el tema, llegamos a las conclusiones que os resumo a continuación:
- La cólera puede ser definida como un sentimiento que estalla con mucha fuerza, un estado de violencia que se manifiesta en el cuerpo, pero que nace en el alma. Es resultado de la incapacidad del ser de aceptar su propia fragilidad y equivale a la negación de sus limitaciones. Por esto, su origen profundo es el orgullo, alimentado por la carencia de argumentos. La cólera es siempre una falta de respeto, en primer lugar a uno mismo, pero principalmente al ser que recibe la explosión de cólera.
- No es el organismo que determina nuestro proceder. El cuerpo nos ofrece un amplio abanico de potencialidades. Lo que nos influencia a proceder de una determinada manera, sin embargo, es el nivel evolutivo en el que nos encontramos. El espíritu, con sus vicios, imperfecciones y virtudes es en realidad donde encontraremos la causa de los comportamientos coléricos. Para educarnos es que nos concede Dios la ley de la reencarnación y por esto nos planta en núcleos familiares donde tendremos la oportunidad de pulir las imperfecciones del alma.
- Es cierto, como dice el evangelio, que para el hombre que quiera, le es posible cambiar. Es igualmente verdad que el hombre que no desee, no podrá cambiar, por mucho que su entorno procure ayudarle. Un pequeño inciso que nuestro querido Alfredito nos pide tengamos en cuenta aquí es que, muchas veces, si la situación del espíritu es demasiado complicada, sin ayuda, por mucho que quiera, le será muy difícil cambiar. Debemos por tanto estar atentos para, por una parte, tener humildad para pedir ayuda cuando nos superan las situaciones que nos atormentan y nos llevan a proceder con cólera; por otra parte, es un acto de caridad amparar a nuestros hermanos cuando, superando su orgullo, piden que les ayudemos a vencer las dificultades que puedan estar viviendo.
- Para vencer la cólera hay que buscar ser humildes y aceptar que somos seres falibles. Hay que reconocer nuestros defectos e imperfecciones. Pero sobre todo, hay que proponerse el ejercicio consciente de auto superación y de vigilancia. A cada uno de nosotros toca identificar los temas que nos vuelven coléricos. Puede que sean las palabras contra el espiritismo o las declaraciones de aquel amigo ateo que nos saca de quicio; quizá la indiferencia con que se nos trata al teléfono cuando pedimos una cita urgente para el médico; las bromas de los aficionados del equipo rival de mi ciudad o el palillo de dientes tras la comida en la boca de mi pareja… cada uno tenemos un tema – o varios- capaces de volvernos coléricos. Pues hay que vigilar para que, en el momento que este tema vuelva a salir, en primer lugar callar para no alimentar la cólera con más cólera. Proponerse el dialogo constructivo y buscar dar el ejemplo a través de nuestros gestos y palabras es muy importante. Con esto evitaremos los sentimientos de resaca moral que tan frecuentemente nos asaltan cuando volvemos a caer en las trampas de nuestras propias imperfecciones. Cada vez que caemos, malgastamos una oportunidad de perfeccionamiento y volvemos al principio. Es como suspender una asignatura y haber de volver a matricularla otra vez.
- Por último, hemos dicho que la cólera solo trae consecuencias negativas para la vida social y familiar de las personas, además de hacer daño a su salud. Hay que recordar además que somos seres de afinidad. Cuando nos encolerizamos, sintonizamos con espíritus en esta misma franja vibratoria y atraemos a hermanos desencarnados aun dominados por el rencor, los celos, la envidia, etc., a la vez que repelemos las vibraciones elevadas de los espíritus más evolucionados. Por todo ello, hay que trabajar constantemente para educarse a uno mismo. El primer paso es el deseo de hacerlo. Tú, ¿qué quieres hacer?
Os dejo mi beso cariñoso juntamente con mis deseos de que la semana sea de trabajo constructivo, paz en nuestros hogares y corazones.
Janaina, ¡hace una semana salió en nuestro evangelio en el hogar el mismísimo tema!
ResponderEliminar¿Cuantas veces nos olvidamos de mantener la tranquilidad y el amor?, ¿cuantas veces nos dejamos llevar por la rabia, la ira y la vanidad? ¿Cuanto tiempo más necesitamos para aprender que solamente el amor cura?
Sí, preguntas simples pero con respuestas complejas...me despierto cada día pediendo a Jesús y a la espiritualidad amiga que tranquilice nuestros corazones y que volvamos a casa con la sensación de haber cumplido más un día de trabajo y crecimiento. Un paso tras otro...siempre delante... ¡Bloqueemos las enfermedades y tristezas con una sonrisa en los labios y en el corazón!
Así se hace, Dea. ¿Sabes que Caio dijo algo muy bonito en esta reunión? Estaba hablando de lo mucho que él ha cambiado y dijo, "Un pequeño paso para la espiritualidad, un paso gigantezco para mí mismo" =) Así seguimos, paso a paso, con la eternidad por delante. Simpre con el amparo de la espiritualidad, vencendonos a nosotros mismos cada día. Un día en que no nos dejamos enrabiar, es una victoria importante!
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