Alfredo Tabueña
Presidente del Centre Espírita
Amalia Domingo Soler
El día 17 de noviembre se celebra
el día mundial de los sobrevivientes del suicidio que, al contrario de lo que en
un principio parecería indicar, no hace referencia a aquellas personas que
hayan intentado suicidarse y fallado en su intento, sino que se refiere a los
amigos y familiares que, tras la partida inesperada de aquél ser querido que se
auto-aniquiló, se han quedado sin su presencia, ausentes de su compañía, de su
cariño, de su amistad.
Y, muchas veces, quedando con ellos una
sensación, más o menos acusada, de sentimiento de culpa, de rabia, de
impotencia, preguntándose si no podían haber hecho algo por evitar el fatal
desenlace. Tal vez, incluso, recriminándose por no haber tomado en serio
aquellas palabras, gestos o posibles señales que el suicida en potencia mostraba
o exteriorizaba de una manera más o evidente, quizás como un grito apagado de
auxilio, quizás como una forma de llamar la atención sobre su situación y sobre
las ideas y pensamientos negativos y destructivos que empezaban a nublar su
mente.
Y ahora, una vez consumado el
terrible acto suicida, parece que cobran de golpe sentido todas las frases que
el suicida iba diciendo, a veces de manera más clara, a veces de modo
silencioso, acompañado tal vez de una mirada y una expresión en su cara que, entonces,
no se supo advertir y que, ahora, el sobreviviente interpreta de una forma bien
distinta a como interpretó en su día.
Y esa sensación y sentimiento
negativo va perdurando a pesar del paso del tiempo, en el que el recuerdo de
esa persona que se marchó de sus vidas de esa manera tan violenta y triste les
ha dejado con algunas cicatrices y heridas en forma de interrogantes: “¿pude
haber hecho algo más de lo que hice?. ¿Por qué no presté más atención a lo que
me decía?.Nunca pensé que pudiera llegar a terminar de ese modo…”.
Nosotros, espiritistas, queremos
compartir con estos sobrevivientes del suicidio los conocimientos que nos
ofrece el Espiritismo, aportándoles consuelo, esperanza y, sobretodo, una
manera diferente de enfrentarse a esa situación.
Y lo primero que decimos y
queremos compartir, de un modo rotundo, es que la muerte no existe y que, por
tanto, ese ser querido que “se ha marchado” no ha dejado de existir,
simplemente ahora se encuentra en el plano espiritual, allá donde van todas las
personas que abandonan la vida física. Y, a continuación, educamos para
intentar dejar atrás ese posible sentimiento de culpa que tanto incomoda y que
tan mal hace sentir, porque el sentimiento de culpa, sea fundado o no, es un
sentimiento totalmente negativo que daña, anula y castra a la persona,
anclándola en un tiempo y en unos hechos ya pasados y que no van a cambiar.
El Espiritismo, por el contrario,
presenta un trabajo activo, positivo, fundado en la certeza, en la esperanza,
dejando atrás esos otros sentimientos negativos y cambiando esas preguntas que
el sobreviviente se hace continuamente y que tanto daño le continúan haciendo,
por aquellas otras preguntas, seguramente impensables e inimaginables hasta
ahora, y que son las que propone el Espiritismo: “¿Qué puedo hacer yo, a partir
de este momento, para ayudar a ese ser querido que partió?. ¿Cómo puedo
transformar este sentimiento de culpabilidad y tristeza por aquel otro de
serenidad y esperanza?. ¿De verdad puedo ahora ayudar a ese ser querido que se
suicidó?”.
Sí, porque se puede ayudar ¡y
mucho¡ a ese ser que se suicidó, porque el Espiritismo nos enseña, de una
manera clara y maravillosa que, además del hecho esencial de que la muerte no
existe, el hecho no menos importante de que los lazos de cariño y de amor que
sinceramente han unido a las personas en vida… ¡los continúan uniendo cuando
uno de ellos “ha partido”¡.
Y los pensamientos, sean
positivos o negativos, que nacen de nuestro yo hacia ese ser que ya “no está”,
le alcanzan y le afectan, le benefician o le perjudican, según sea el tenor de
los mismos. En consecuencia, empecemos ¡desde ya¡ a modificar nuestra casa
mental, liberándonos de esos sentimientos y pensamientos dañinos que nos
retienen al pasado; abramos la ventana de nuestra mente para que entre aire
renovado que despeje los nubarrones que nos ensombrecen y nos permita ayudarnos
a nosotros mismos y, también, ayudar a ese ser que partió.
Los propios suicidas, en sus
comunicaciones, coinciden en que la mejor y más grande ayuda que pueden recibir
de las personas queridas que dejaron en el plano físico son sus pensamientos de
amor y de cariño sincero. Pero, por encima aún de ello, lo que más beneficio y
consuelo les reporta es ¡la oración¡ que, como ellos mismos explican, es un
auténtico bálsamo que les ofrece paz, serenidad, renovación de fuerzas y de
ánimos.
Por el contrario, lo que más daño
les hace son los reproches, las recriminaciones, las acusaciones… y ver que
esos seres queridos, como consecuencia de su acto suicida, han quedado heridos.
Por tanto, pues, sobrevivientes
del suicidio, tomad una actitud positiva, superando el pasado que no se puede
cambiar, desde la serenidad, sin reproches ni juicios para el ser que
partió… pero tampoco sin reproches ni juicios para vosotros mismos.
Hola, me parece una labor muy interesante la q haceis desde vuestro punto de vista pero me veo en la obligación de recomendar que una persona q haya pasado por esto vaya a un psicólogo, este sentimiento es un mecanismo perfectamente conocido por la ciencia y tiene un tratamiento eficaz.
ResponderEliminarNo es por desmerecer vuestro punto de vista, ni mucho menos porque no tengo conocimientos al respecto ni puedo juzgar, pero un psicólogo si sé positivamente que ayudará en estos casos. No esta de mas tratar este problema desde varios planos, incluido el religioso y/o espiritual pero nunca dejando de lado la medicina que funciona, y en este caso doy fe de que funciona.
Un saludo
Hola,
ResponderEliminarmuchas gracias por tu aportación. Nada de lo que proponemos lo hacemos en sustitución a los métodos y tratamientos médicos, aun que, como bien has notado, no siempre lo esplicitemos con todo el enfasis que la cuentión se merece. Está bien que nos ayudes a subrayar este aspecto. De momento, la medicina y la psicología todavía están muy condicionadas por el materialismo. En el futuro, con una comprensión más holística del ser, esta labor que realizamos incluso podrá llegar a ser desnecesaria. Ojalá fuera sí. Mientras, seguiremos aportando nuestro granito de arena, jamás con la intención de sustituir al apoyo que todos podemos necesitar de los mérdicos o psicológos, sino como una apoyo más para las personas que no encuentran en el paradigma materialista la serenidad que necesitan para vivir y se felices.
Hola a todos¡¡
ResponderEliminarNosotros, espiritistas, no menospreciamos la labor que puedan llevar a cabo, en este caso en concreto, los psicólogos. ¡Por supuesto que no¡. Ni jamás se nos ocurriría aconsejar a nadie que dejara de recibir la atención y ayuda que pueda ofrecer la psicología. Al contrario, creemos que es necesaria y su utilidad está más que reconocida.
Infelizmente, la piscología tiene el límite que el punto de vista materialista le impone y ahí, entonces, nuestro trabajo comienza, ofreciendo, por encima de todo, la certeza en la inmortalidad del ser y todo lo que se extrae de esa maravillosa realidad.
¡El suicida sigue viviendo y sufriendo, irremediablemente, las consecuencias de ese gesto tan desgraciado como inútil que cometió¡.
En el caso en concreto que nos atañe nosotros explicamos cuál es la situación de ese ser querido que “se fue”, poniendo un gran énfasis en que los mismos vínculos que unen a las persona en vida, los continúan uniendo si uno de ellos “va al otro lado”. Y ahí es esencial educar los sentimientos y emociones de la persona sobreviente del suicidio, en base a que esas emociones y sentimientos alcanzan, plenamente, a ese ser que dejó la vida de esa manera tan dura y triste, y que según sea nuestra actitud lo podemos ayudar o perjudicar en su “adaptación” a la situación en la que se encuentra como consecuencia del suicidio.
Y si entre la ayuda y orientación que nosotros podemos ofrecer y la ayuda y orientación que puedan ofrecer psicólogos u otras personas, se consigue ciertamente ayudar al sobreviviente del suicidio ¡misión cumplida¡.
Alfredito