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domingo, 25 de mayo de 2014

El timón de nuestras vidas

Hola familia, 

ayer en CEADS, como es habitual, hicimos nuestra clase de Estudio Sistematizado del Espiritismo. Leímos el texto que nuestros compañeros monitores nos habían enviado con antelación a la clase y en un clima de confianza nos dedicamos a reflexionar y enriquecernos de las consideraciones que poco a poco íbamos elaborando entre todos.

El tema, que nos durará algunas sesiones, era el del conocimiento de uno mismo. ¡Qué difícil es alcanzar este tipo de conocimiento! Conocer teorías, reglas y principios… Indagar en el espacio infinito o en el microcosmo celular… Identificar los rasgos de personalidad característicos de los demás… Todo esto podemos hacer. Lo de conocerse a sí mismo, sin embargo, es tan esencial como difícil. Nos dicen los espíritus que es el camino hacia el progreso y  que el Libro de los Espíritus se dictó con este fin: para que el hombre conociese su origen, su destino y su labor en la Tierra.


Pero, ¿por qué es el conocimiento de uno mismo tan esencial para el progreso? ¿Por que no podemos progresar solamente con conocer las cosas, la historia y las características de los demás? ¿Porque no podemos aprender únicamente de la de la observación del prójimo?
  1. Porque sólo uno puede cambiarse a sí mismo - ¡perdonad la redundancia, pero vale la pena! Muchas veces creemos que podemos cambiar a los demás. Les decimos lo que deben hacer. Otras veces esperamos que se nos diga qué debemos hacer. Y hay mucha gente que cree en un Dios intervencionista, que “dirige” su creación. Pero nos cuentan los espíritus y algunos ya nos vamos dando cuenta de que sólo uno mismo es el artífice de su destino; sólo uno mismo puede atraer hacia su vida las condiciones para el progreso o los obstáculos que le retrasarán la marcha.
  2. Porque si no conoces tus imperfecciones, las zonas de tu personalidad que necesitas trabajar, no podrás cambiarlas para mejor. Hace falta traer a la conciencia la característica que deseamos eliminar de nuestro comportamiento. Sin dicha conciencia, seguimos las inercias comportamentales y emocionales que a menudo nos tienen atrapados en sufrimientos o fantasías de poder.
  3. Porque sin conocernos a nosotros mismos, seguimos en una conciencia de sueño. Es necesario despertar, vivir en actitud de presencia, para actuar como es debido.
  4. Porque no hay peor enfermo que el que no reconoce su propia enfermedad. También se dice que el peor ciego es el que no quiere ver. El conocimiento de uno mismo aporta material sobre el cual debemos actuar. No podemos mantenernos indiferentes ante la conciencia de una necesidad de transformación personal. El que sigue indiferente todavía tiene conciencia de sueño. La auténtica conciencia siempre lleva a la acción.
Reflexionamos en parejas y en grupo sobre la frase:

La voluntad es la mayor de todas las potencias; 
su acción puede ser comparada a la de un imán.

Atraemos para nuestras vidas todas las circunstancias a las que nos enfrentamos de forma cotidiana con la fuerza del pensamiento. Bien dirigida, la voluntad puede convertir situaciones dolorosas o momentos placenteros en momentos de gran crecimiento espiritual; mal dirigida la voluntad puede complicar situaciones a las que teníamos que enfrentarnos por cuestiones de causa y efecto o transformar situaciones placenteras en desvíos de la ruta del progreso.

Aún y así, alguien podría decir… “Yo dirijo mi voluntad hacia la salud, quiero estar equilibrado, deseo con toda mi fuerza hacer el bien, sueño con la paz… pero lo que hay en mi vida es enfermedad, desequilibrio, inestabilidad… ¿qué es lo que pasa?” Pues pasa que a menudo, con la parte consciente, pensamos que deseamos la paz y el equilibrio, pero de forma inconsciente seguimos repitiendo de forma automática patrones de comportamiento y  respuestas emocionales que nos distancian de la tan deseada salud integral de mente, cuerpo y espíritu. Solamente el conocimiento de uno mismo puede aportar lo que es necesario para la transformación de la realidad personal. ¿Cómo lograrlo?

Sant Agustín nos recomienda que pasemos revista cada noche antes de dormir de nuestros actos, pensando qué diríamos si nos hubiesen hecho a nosotros cada unas de las acciones llevadas a cabo durante el día. También podemos tener en consideración la opinión de nuestros enemigos respecto a nosotros - los amigos a menudo se callan o no notan nuestras imperfecciones. Podemos y debemos mantener un canal abierto con la espiritualidad amiga, pidiendo su apoyo en el conocimiento de uno mismo: ningún pedido de ayuda para la renovación intima cae en el vacío. Y por último, pero no menos importante, es imprescindible quitar el piloto automático. Actuar sobre todas y cada una de las situaciones, escogiendo de forma consciente qué pensamientos emitir y qué palabras verbalizar ayuda a controlar las emociones. Así actuamos en lugar de sólo reaccionar ante la realidad; así nos transformamos en conductores de nuestra existencia, tomamos el timón y no dejándonos arrastrar por la marea. Muchos nos hemos dejado arrastrar demasiado tiempo y es posible que el dolor o el vacío existencial que vivamos sea el puerto adonde nos ha conducido el no tomar el timón de nuestras vidas. Sea cual sea nuestra condición actual, tomemos conciencia que sólo un sincero y detenido análisis de nuestra propia personalidad puede liberarnos. No esperemos pues por recetas mágicas, no pongamos nuestra salvación en manos ajenas, con confiemos en formas externas de cura o progreso. Desconfiemos de todo lo que nos prometa paz sin esfuerzo y salud integral sin transformación de los hábitos emocionales y comportamentales. Confiemos, esto sí, que como criaturas divinas, somos capaces de encontrar el camino de vuelta a la casa del padre; este camino, de verdad y vida, que está dentro de uno mismo, como el Reino de Dios, que nos dijo Jesús.


Con fe en Dios y en el hombre, me despido rogando al Maestro que nos siga iluminando el camino con su amor ágape por toda la humanidad. El caminar, familia, corre de nuestra cuenta.


Cariños de la hermana menor

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