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domingo, 1 de junio de 2014

Seamos felices

Hola familia,

ayer en CEADS no dedicamos al Estudio Sistematizado del Evangelio. Ya habíamos podido preparar para la clase leyendo el texto publicado en el blog entre semana, entonces, para entrar en el tema, Andrea nos propuso reflexionar sobre la siguiente pregunta: ¿Hay diferencia entre “el hombre en el mundo” y “el hombre del mundo”?

Pues sí, mucha. “El hombre del mundo” está tan envuelto en los temas de la materia, que puede olvidarse de lo demás: ni siquiera tiene tiempo para tener inquietudes espirituales. Suele tener emociones extremas, viviendo los problemas y las victorias de la vida cotidiana con gran intensidad, sea con euforia, sea con ansiedad; rabia o pasión. “El hombre en el mundo”, por otra parte, tiene conciencia de que su existencia física es una etapa transitoria de su evolución. Sabe que es un ser eterno, lo que le habilita a reaccionar con más equilibrio y serenidad ante los problemas y humildad ante las victorias. Vive en actitud de gratitud por las oportunidades de crecimiento que tiene porque sabe que es ayudado por muchos amigos espirituales en su caminada. La fe, el amor y la tolerancia están presentes en sus actos, pensamientos y palabras. La siguiente pregunta, quizá, podría ser ¿Hay muchos “hombres en el mundo”? Todos actuamos a veces como uno, otras como el otro. No por espiritistas o por tener inquietudes espirituales, uno está ascendido a “hombre en el mundo”. ¿Cuántas veces perdemos la paciencia en el trabajo, somos intolerantes con un compañero de doctrina, o nos irritamos con un desconocido que nos quita la plaza de aparcamiento? Todos podemos ser “hombres en el mundo”, pero a menudo reaccionamos como el hombre del mundo.



¿Qué hacer? ¿Aislarnos? ¡No! Nos dicen los espíritus que no lo hagamos. Que vivamos en el mundo, sin chocar con las ideas de nadie, que aprendamos, a través del dialogo, a comprender las diferentes maneras de entender una cuestión y a expresar nuestras ideas con serenidad y respeto. También nos dicen los espíritus que, haciendo esto, no asumamos un aspecto severo, como si la falta de alegría nos fuera a dar más credibilidad. Nos invitan los espíritus a que seamos felices según las felicidades del mundo donde vivimos, que nos relacionemos con las personas de nuestro entorno, que vivamos según la época que nos corresponde vivir, pero, esto sí, en actitud de gratitud al Creador y respeto a los amigos espirituales que nos aman y orientan.

Para vivir de esta manera, hay que transformar la vida misma en una oración. Más que decir palabras memorizadas de forma semi-automática, debemos conectar la mente y el corazón a lo que creamos más sagrado, haciendo espacio en nuestro campo mental para la inspiración de nuestros buenos amigos. Si buscamos esta conexión, la encontraremos. Ninguna oración cae en el vacío, ningún deseo de renovación intima queda desamparado. Podemos y debemos armonizarnos con la ley de amor. Nos han dicho los espíritus que sólo somos infelices cuando de esta ley nos partamos. ¿Por qué seguir resistiendo entonces? Cuanto antes comprendamos que todos nuestros familiares, compañeros de trabajo e incluso los desconocidos de la calle son igualmente dignos de amor como nosotros mismos, más cerca estaremos de tratar con más paciencia y fraternidad a todas las personas de nuestra convivencia diaria.



Pidiendo al Maestro que siga proyectando su amor hacia la humanidad, me despido con mi más sincero deseo de que seamos capaces de dulcificar gestos, pensamientos y palabras a partir de hoy mismo.


Cariños de la hermana menor

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