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viernes, 19 de septiembre de 2014

La Vida en el Mundo Espiritual

Módulo 1 – La Vida en el Mundo Espiritual
Guía 1 – El Fenómeno de la Muerte


En el instante de la muerte o desencarnación, el Espíritu (...) regresa al mundo de los Espíritus de donde se apartara momentáneamente. 9 La individualidad del desencarnado se mantiene gracias a su periespíritu que conserva los rasgos característicos de sí mismo y aprende a relacionarse con otros desencarnados.10 Como la muerte es un fenómeno natural, por lo general la persona mantiene el (...) recuerdo y el deseo de ir a un mundo mejor, recuerdo éste lleno de dulzura o de amargura, según cómo haya utilizado su vida. Cuanto más pura haya sido, mejor comprenderá la futilidad
de lo que deja en la Tierra.11

1. Individualidad del Espíritu después de la desencarnación

Existen interpretaciones filosóficas y religiosas que defienden la hipótesis de que después de la desencarnación el Espíritu pierde su individualidad y se incorpora al todo universal, como así llaman algunos a Dios, y otros, al “Alma Universal”. El Espiritismo se manifiesta de esta manera respecto de este tema: ¿El conjunto de los Espíritus no forma un todo? ¿No constituye un mundo completo? Cuando estás en una asamblea, eres parte integrante de ella, no obstante, conservas siempre tu individualidad. 12 Los que piensan que mediante la muerte el alma reingresa al todo universal, están equivocados, si suponen, que a semejanza de la gota de agua que cae en el Océano, pierde su individualidad; tienen razón, si entienden como todo universal al conjunto de seres incorpóreos, conjunto del cual cada alma o Espíritu es un elemento. Si las almas se confundieran en una amalgama, sólo tendrían las cualidades del conjunto, no se distinguirían unas de otras. Carecerían de inteligencia y de cualidades personales, mientras que por el contrario, en todas las comunicaciones (mediúmnicas) demuestran tener conciencia de su yo y voluntad propia. (...) Si después de la muerte sólo existiera lo que se llama el gran Todo que absorbiera las individualidades, ese Todo sería uniforme, y, por lo tanto, las comunicaciones que se recibieran del mundo invisible serían idénticas. Pero, desde el momento en que nos encontramos en ese mundo invisible con seres buenos y malos, sabios e ignorantes, felices o desdichados; que los hay de todos los caracteres: alegres y tristes, frívolos y reflexivos, etc. es evidente que son seres diferentes. La individualidad se torna más evidente aún, cuando esos seres prueban su identidad mediante demostraciones indiscutibles, con particularidades individuales respecto de sus vidas terrestres, que se pueden verificar. Tampoco se puede dudar cuando se presentan en forma visible en las apariciones. Se nos había enseñado teóricamente la individualidad del alma como un artículo de fe. El Espiritismo la torna evidente y, en cierto modo, material.13



2. Separación del alma del cuerpo en la desencarnación

En general, la separación del alma del cuerpo no es dolorosa. Casi siempre el cuerpo sufre más durante la vida que en el momento de la muerte; el alma no participa de ese momento. Los sufrimientos que se sienten algunas veces en el instante de la muerte son un gozo para el Espíritu, que ve llegar el término de su exilio.14 Es importante tener en cuenta, que como la muerte es un fenómeno biológico natural que se produce por el agotamiento general del sistema, el alma  se libera del cuerpo.15 Por ser exclusivamente material, el cuerpo sufre las vicisitudes de la materia. Después de funcionar durante algún tiempo, se desorganiza y se descompone. Cuando el principio vital (que animaba los órganos del cuerpo), no encuentra más elemento para su actividad, se extingue, y el cuerpo muere. Éste, carente de vida, se torna inútil, y el Espíritu lo deja, como se deja una casa en ruinas o una ropa en desuso.1 

El fenómeno de la desencarnación es lo opuesto al de la encarnación. Así, cuando (...) el Espíritu tiene que encarnar en un cuerpo humano en vías de formación, un lazo fluídico, que no es más que una extensión de su periespíritu, lo une al germen que lo atrae irresistiblemente desde el momento de la concepción. (...) Bajo la influencia del principio vital material del germen, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo que se está formando. De ese modo, se puede decir que el Espíritu, por intermedio de su periespíritu, se enraíza de alguna manera en ese germen, como una planta en la tierra. (...) Por efecto contrario, cuando el principio vital deja de actuar debido a la desorganización del cuerpo, cesa la unión del periespíritu con la materia carnal que se efectuara bajo la influencia del principio vital del germen. Antes esa unión era mantenida por una fuerza actuante, pero se deshace en cuanto esa fuerza deja de actuar. El periespíritu entonces se desprende, molécula a molécula, según se uniera, y el Espíritu recobra la libertad. De ese modo, no es la partida del Espíritu lo que causa la muerte del cuerpo, sino que ésta determina la partida del Espíritu.2 De esa forma, durante la reencarnación, el (...) Espíritu está unido al cuerpo mediante su envoltura semi material o periespíritu. La muerte es solamente la destrucción del cuerpo, no la de la envoltura que se separa del cuerpo cuando cesa en éste la vida orgánica.16

3. La desencarnación

3.1 Separación del alma del cuerpo

Generalmente, la desencarnación no provoca sufrimiento al Espíritu que desencarna. El (...) alma se desprende gradualmente, no se escapa como un pájaro cautivo al que se le restituye la libertad repentinamente. Aquellos dos estados ( la vida y la muerte del cuerpo), se ponen en contacto y se confunden, de modo que el Espíritu se va liberando poco a poco de los lazos que lo retenían. Esos lazos se deshacen, no se rompen. 15 

La observación demuestra que en el instante de la muerte, el desprendimiento del periespíritu no se completa en forma repentina, sino que, por el contrario, se procesa en forma gradual y con lentitud variable, según los individuos. En unos es bastante rápida, con lo que se puede decir que el momento de la muerte es más o menos el momento de la liberación. En otros, sobre todo en aquellos cuya vida fue muy material y sensual, el desprendimiento es mucho más lento; a veces dura algunos días, semanas y hasta meses, lo que no implica que en el cuerpo haya el menor indicio de vitalidad ni la posibilidad de volver a vivir, sino que se trata de una simple afinidad con el Espíritu que siempre será proporcionada a la importancia que éste le diera a la materia durante la vida. Y, efectivamente, es razonable concebir que cuanto más se haya identificado con la materia, tanto más penoso será para el Espíritu separarse de ella, mientras que la actividad intelectual y moral, los pensamientos elevados, producen un comienzo de desprendimiento, aún durante la vida del cuerpo, de modo que cuando llega el momento de la muerte, ese desprendimiento es casi instantáneo.16 

Durante los estertores de la desencarnación o agonía (...) algunas veces el alma ya ha dejado el cuerpo; no hay más que vida orgánica. El hombre ya no tiene conciencia de sí mismo. Entre tanto, aún le queda un soplo de vida orgánica. El cuerpo es una máquina que el corazón pone en movimiento, y esa vida existe mientras el corazón hace circular la sangre por las venas, para lo cual no necesita del alma.17 En los últimos instantes de la separación, muchas (...) veces el alma siente que se deshacen los lazos que la retenían en el cuerpo. Entonces emplea todos sus esfuerzos para deshacerlos totalmente. Cuando ya está casi desprendida de la materia, el futuro se desdobla ante ella, y goza anticipadamente del estado de Espíritu.18 

Vale la pena destacar que (...) por lo general, el momento del último suspiro no es doloroso, porque, comúnmente, se produce en un estado de inconsciencia, pero el alma sufre antes de ese instante la desagregación de la materia durante los estertores de la agonía, y después, las angustias de la turbación. Apresurémonos a afirmar que ese estado no es general, porque la intensidad y duración del sufrimiento está directamente relacionada con la afinidad que exista entre el cuerpo y el periespíritu. Así, cuanto mayor sea esa afinidad, tanto más penosos y prolongados serán los esfuerzos que realizará el alma para desprenderse. En algunas personas la cohesión es tan débil, que el desprendimiento se produce naturalmente; es como cuando un fruto maduro se separa del árbol, y es el caso de las muertes serenas, de pacífico despertar.3


La causa principal de la mayor o menor facilidad con que se produce el desprendimiento es el estado del alma. La afinidad del cuerpo con el periespíritu está íntimamente relacionada con el apego a la materia, y alcanza su máxima expresión en el hombre cuyas preocupaciones están dirigidas exclusiva y únicamente a los gozos materiales de la vida. Por el contrario, en las almas puras que se identifican anticipadamente con la vida espiritual, el apego es casi nulo, ya que la lentitud del desprendimiento depende del grado de pureza o desmaterialización del alma. Solamente a nosotros nos compete tornar más fácil o penoso, agradable o doloroso
ese desprendimiento.4 

3.2 Separación del alma del cuerpo por muerte natural

Cuando se trata de muerte natural, es  decir, cuando ésta se produce como la resultante de la extinción de las energías vitales por causa de la vejez o de una enfermedad, el desprendimiento se realiza gradualmente. Para el hombre cuya alma se ha desmaterializado y cuyos pensamientos se apartaron de las cosas terrenas, el desprendimiento es casi completo antes de la muerte real, es decir, que mientras el cuerpo aún tiene vida orgánica, el Espíritu ya penetra en la vida espiritual unido solamente por un vínculo tan frágil, que se desliga con el último latido del corazón. 

En esa contingencia, el Espíritu pudo haber recobrado su lucidez y haber sido testigo consciente de la extinción de la vida del cuerpo, y se siente feliz por haberlo dejado. Para ese ser, la turbación es casi nula, o no es más que un ligero sueño sereno del cual despierta con intraducible sensación de esperanza y ventura. En el hombre materializado y sensual que vivió más para el cuerpo que para el Espíritu; en aquel para el cual la vida espiritual no significa nada y ni siquiera pensó en ella alguna vez, los vínculos materiales se estrechan, y, cuando se aproxima la muerte, el desprendimiento, aunque también se procesa en forma gradual, le exige grandes esfuerzos. Las convulsiones de la agonía son indicios de la lucha que sostiene el Espíritu, que a veces procura deshacer ligamentos resistentes que lo retienen, y otras veces, se une al cuerpo del cual una fuerza irresistible lo expulsa con violencia, molécula a molécula. 5 En esta situación, (...) el hombre deja la vida sin percibirlo: es como una lámpara que se apaga por falta de combustible.14

3.3 Separación del alma del cuerpo por muerte repentina

La muerte repentina puede o no estar asociada a un acto de violencia. Son muertes violentas: los homicidios, torturas, suicidios, desastres, calamidades naturales o provocadas por el hombre, etc. Esas muertes provocan en la persona que desencarna sufrimientos que varían a lo infinito. En la muerte violenta, las sensaciones no son las mismas. Ninguna desagregación inicial ha comenzado previamente la separación del periespíritu. La vida orgánica, en toda la plenitud de su fuerza, es aniquilada en forma repentina. En esas condiciones, el desprendimiento sólo comienza después de la muerte y no se puede completar con rapidez. 

El Espíritu, tomado por sorpresa, queda confundido, y siente, piensa y cree que está vivo. Esta ilusión se prolonga hasta que comprende su nueva situación. Este estado intermedio entre la vida corporal y la espiritual es un período muy interesante para ser estudiado, porque presenta la singular situación de que un Espíritu considere que su cuerpo fluídico es material, y al mismo tiempo, siente todas las sensaciones de la vida orgánica. Además de eso, hay, dentro de ese caso, una serie infinita de modalidades que varían según los conocimientos y progresos morales del Espíritu. Para aquellos cuya alma está purificada, este estado dura poco tiempo porque ya poseen en sí una especie de desprendimiento anticipado cuyo término la muerte sorpresiva no hace más que apresurar. En otros, ese trance se prolonga durante años. Esta es una situación muy frecuente, aun en los casos de muerte común, que para los Espíritus adelantados no es penosa, pero que se torna horrorosa para los atrasados.

En el suicida principalmente, excede a toda expectativa. Prisionero del cuerpo a través de todas sus fibras, el periespíritu transmite al alma las repercusiones de las sensaciones de aquel, con atroces sufrimientos.6 El estado del Espíritu en el momento de la muerte puede resumirse así: El sufrimiento es tanto mayor cuanto más lento sea el desprendimiento del periespíritu. La rapidez de ese desprendimiento depende del progreso moral del Espíritu. Para el Espíritu desmaterializado, de conciencia pura, la muerte es como un leve sueño, libre de agonía, cuyo despertar es muy suave.7 Para que cada uno bregue por su purificación, combata las malas tendencias y domine las pasiones, es necesario que abdique de las ventajas inmediatas en pro del futuro, ya que, para identificarse con la vida espiritual y encaminar hacia ella todas las aspiraciones prefiriéndola a la vida terrena, no basta con creer, sino que también es necesario comprender.

Debemos considerar esa vida desde un punto de vista que satisfaga al mismo tiempo a la razón, a la lógica, al buen sentido y al concepto en que tengamos la grandeza, la bondad y la justicia de Dios. Teniendo en cuenta este punto de vista, el Espiritismo es, de todas las doctrinas filosóficas que conocemos, la que ejerce una influencia más poderosa por la fe inquebrantable que proporciona. El espírita serio no se limita a creer, porque comprende, y comprende, porque razona. La vida futura es para él una realidad que se desarrolla incesantemente ante sus ojos, una realidad que palpa y ve, por así decir, a cada paso, de modo que la duda no puede llamar su atención ni albergarse en su alma. La vida corporal, tan limitada, queda disminuida ante la espiritual, que es la verdadera vida. ¿Qué le importa los incidentes de la jornada si comprende la causa y utilidad de las vicisitudes humanas cuando se las soporta con resignación? 

Su alma se eleva en sus relaciones con el mundo visible; los lazos fluídicos que lo vinculan a la materia se debilitan, y se va produciendo anticipadamente un desprendimiento parcial que le facilita el tránsito a la otra vida. La turbación que se produce como consecuencia de la transición perdura poco tiempo porque, al haber franqueado el límite, se reconoce enseguida sin que esto le cause sorpresa, y comprende su nueva situación.8



Referencias Bibliográficas

1 KARDEC, Allan. La génesis. Capítulo XI. Ítem 13.
2 ______. Ítem 18.
3 ______. El cielo y el infierno. Segunda parte. Capítulo I. Ítem 7.
4 ______. Ítem 8.
5 ______. Ítem 9.
6 ______. Ítem 12.
7 ______. Ítem 13.
8 ______. Ítem 14.
9 ______. El libro de los espíritus. Pregunta 149.
10 ______.Pregunta 150 a.
11 ______ Pregunta 150 b.
12 ______. Pregunta 151.
13 ______. Pregunta 152- Comentario.
14 ______. Pregunta 154 y Pregunta 154. Comentario.
15 ______. Pregunta 155 a.
16 ______. Pregunta 155 a. Comentario.
17 ______. Pregunta 156.

18 ______. Pregunta 157.

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