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jueves, 24 de septiembre de 2015

Evocaciones y manifestaciones de los espíritus

Hola familia,

os dejamos aquí el texto que estudiaremos en la clase de ESDE de sábado. ¡Os esperamos con ilusión!

Cariños de la hermana menor

1. Evocaciones y comunicaciones espontáneas de los Espíritus

Los Espíritus pueden comunicarse espontáneamente o acudir a nuestro llamado, es decir, venir por evocación. Algunas personas piensan que todos deben abstenerse de evocar a este o a aquel Espíritu y que es preferible esperar a que quiera comunicarse. Fundamentan esto en el hecho de que, al llamar a determinado Espíritu no se puede tener la seguridad de que sea realmente él quien se presente, mientras que aquel que viene espontáneamente, por su propia voluntad, prueba mejor su identidad porque manifiesta así su deseo de entenderse con nosotros.

En nuestra opinión, esto es un error: primero, porque siempre hay en torno de nosotros Espíritus que la mayoría de las veces son de condición inferior y que están siempre deseosos de comunicarse; en segundo lugar, y por esta misma razón, no llamar a ninguno en particular, es abrir la puerta a todos los que quieran entrar. Cuando en una reunión no se le otorga la palabra a alguien, se deja a esta palabra libre a toda la gente, y se sabe qué es lo que resulta de ello. La llamada directa a un determinado Espíritu constituye un lazo entre él y nosotros. Lo llamamos por nuestro deseo y para poner así una especie de barrera a los intrusos. Sin una llamada directa, un Espíritu no tendría ningún motivo para venir a conversar con nosotros, salvo que sea un familiar nuestro.


Cada una de estas dos maneras de proceder tiene sus ventajas; la única desventaja es la exclusión absoluta de una de ellas. Las comunicaciones espontáneas no presentan ningún inconveniente cuando se tiene control sobre los Espíritus y se está seguro de que no se permitirá que los malos sean los dueños de la situación. Por eso es siempre bueno aguardar la buena voluntad de los que se dispongan a comunicarse porque su pensamiento no sufre ningún impedimento, y de esa manera se pueden obtener cosas admirables. Entre tanto, puede suceder que el Espíritu al que se evoca no esté dispuesto a hablar o no sea capaz de hacerlo en el sentido deseado.

Allan Kardec. El Libro de los Mediums. Capítulo XXV. Ítem 269.

Sabemos que el (...) deseo natural de todo aspirante a médium es el de conversar con los Espíritus de las personas que les han sido queridas, pero debe moderar su impaciencia porque la comunicación con determinado Espíritu presenta muchas veces dificultades materiales que hacen imposible efectuarla a través del principiante. Para que un Espíritu pueda comunicarse, es necesario que entre él y el médium haya relaciones fluídicas que no siempre se establecen instantáneamente. Sólo a medida que la facultad se desarrolla es que el médium adquiere poco a poco la aptitud necesaria para ponerse en comunicación con el Espíritu que se presente. Puede suceder que aquel con quien el médium desea comunicarse no se encuentre en condiciones favorables para hacerlo aunque esté presente, como también puede acontecer que no tenga la posibilidad ni el permiso para acudir al llamado que se le ha dirigido. Por eso es que conviene que al comienzo, nadie se obstine en evocar a un determinado Espíritu con exclusión de cualquier otro, porque con frecuencia sucede que no es con ése que se establecen las relaciones fluídicas con mayor facilidad, por muy grande que sea la simpatía que le brinde el encarnado. Por eso, antes de pensar en obtener comunicaciones de este o de aquel Espíritu, es importante que el aspirante efectúe el desarrollo de su facultad para lo cual debe hacer un llamado general y dirigirse, principalmente, a su ángel de la guarda. 
Allan Kardec. El Libro de los Mediums. Capítulo XVII. Ítem 203.

2. Manifestaciones de los Espíritus en los grup os mediúmnicos

En las reuniones mediúmnicas comunes en las Instituciones Espíritas, los Espíritus se manifiestan en forma espontánea según la planificación que realiza la dirección espiritual del grupo mediúmnico. Entre tanto, es habitual evocar la asistencia de los benefactores espirituales quienes revelan su presencia a través de mensajes consoladores y esclarecedores. Dejar la manifestación de los Espíritus que se comunican a criterio de la dirección espiritual indica un comportamiento prudente porque se evita así que se produzcan algunos inconvenientes como: que el Espíritu no pueda o no deba manifestarse; estimular directa o indirectamente la realización del fenómeno mediúmnico sin una mayor finalidad.

Al respecto, Emmanuel nos esclarece, que en las (...) reuniones doctrinarias (mediúmnicas,) debe prevalecer por sobre toda expresión fenoménica, la sinceridad y la dedicación individual al estudio de las leyes morales que rigen el intercambio entre el planeta y las esferas de lo invisible. De ningún modo se deberá provocar manifestaciones mediúmnicas en las que su legitimidad resida en las características de la espontaneidad, porque el programa espiritual de las sesiones proviene de los mentores que las orientan desde el plano invisible, y esto exige de cada estudioso un elevado porcentaje de esfuerzo propio en la adquisición de conocimiento, porque el plano espiritual distribuirá siempre de acuerdo a las necesidades y a los méritos de cada uno. Forzar el fenómeno mediúmnico es ennegrecer una fuente de agua pura con el lodo de las pasiones egoístas de la Tierra o con sus injustificables inquietudes.



Este benefactor no aconseja la evocación directa y personal de los Espíritus en las reuniones mediúmnicas en ninguna circunstancia. Justifica este hecho explicándolo de esta manera: Si esa evocación puede efectuarse con éxito, su ejecución sólo puede ser examinada en el plano espiritual. De ahí la necesidad de que sean espontáneas, porque dentro de lo complejo de los fenómenos espíritas, la solución de muchas incógnitas aguarda el progreso moral de los aprendices sinceros de la Doctrina. Por lo tanto, el estudioso bien intencionado debe pedir sin exigir, orar sin reclamar, observar sin prisa, y tener en cuenta que la esfera espiritual conoce sus méritos y que retribuirá sus esfuerzos de acuerdo con lo que necesite dentro de su posición evolutiva y según el merecimiento de su corazón. Podéis objetar que Allan Kardec se interesó por la evocación directa y que la efectuó de ese modo, pero es necesario examinar el esfuerzo y la tarea excepcional del Codificador, unida a las necesidades y a méritos aún muy distantes de la esfera de actividad de los aprendices comunes.

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