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domingo, 22 de noviembre de 2015

Con todo el amor que nuestros corazones son capaces de sentir

Hola familia,

ayer en CEADS celebramos nuestra jornada anual dedicada a los sobrevientes del suicidio. Los sobrevivientes, siempre vale la pena recordar, no son los que intentaron contra sus existencias físicas, si no aquellas personas que quedaron en este plano de la vida después de ver a un ser querido marchar por la trágica puerta del suicidio. Estas personas a menudo experimentan sentimientos de culpabilidad, añoranza, rabia, vergüenza e impotencia. Si todos los duelos son difíciles de sobrellevar, el duelo por el suicidio es todavía más duro. Desde el máximo respeto y solidaridad que nuestros corazones son capaces de sentir, cada año en CEADS dedicamos un día, siguiendo el calendario internacional, para solidarizarnos con los sobrevivientes, ofreciéndoles  lo que tenemos: un espacio fraterno donde pueden expresarse, si así lo desean; consuelo; esperanza basada en la doctrina espírita y vibraciones de amor.


En la reunión de ayer contamos con la presencia de Davidad Santamaría, presidente del Centre Barcelonès de Cultura Espírita y editor de la revista Flama Espírita. David nos presentó la conferencia “El objeto de la vida”, en la que nos explicó que todos tenemos la evolución moral e intelectual como un reto que se renueva a cada nueva encarnación. Las personas que marcharon por la puerta del suicidio no están fuera de esta lógica, no están condenadas ni tampoco abandonadas por Dios o la espiritualidad superior. También nuestros hermanos que se han suicidado reencarnarán, experimentarán nuevas situaciones que les conducirán a una comprensión más clara de la vida y desarrollarán las potencias de su espíritu. Por esto podemos estar muy seguros que nuestros seres queridos viven y volverán a reencarnar. ¿Cuándo y dónde será? Nadie lo puede decir. Es posible que reencarnen junto a nosotros en el futuro, como hijos o hermanos, maridos o amigos cercanos. Pero también puede ser que reencarnen en otros entornos. Ampliando la convivencia con otros seres, todos aprendemos a querer como hermanos a los demás, iluminando nuestros corazones con la luz del amor fraternal que debe existir en las familias. Así es como ensayamos, en cada nuevo núcleo familiar en el que renacemos, para llegar algún día a considerar todos los seres de la creación como nuestros hermanos y hermanas de humanidad, nuestra gran familia cósmica.

Janaina de Oliveira también nos presentó una pequeña charla titulada “Fe razonada”. En el contexto del evento que celebrábamos ayer, “Fe en el porvenir”, Janaina quería explicarnos el sentido de que en la Doctrina Espírita damos a la “Fe”. Hay palabras que acaban desgastándose por el uso muy frecuente que se les da, como AMOR Y CARIDAD. La FE tal vez sea una de ellas, una de estas palabras que uno se hecha atrás cuando escucha porque piensa que ya vendrán con dogmas que se deben aceptar aun que la razón le diga lo contrario. No sucede así en el espiritismo. El espiritismo no es una religión, sino una doctrina filosófica con desdoblamientos morales y éticos. Además en todo momento los espíritus de la codificación nos convocan a pasar por el cribo de la razón todo cuanto nos enseñan y, si vemos lógica en dichas enseñanzas, que conduzcamos nuestras existencias según dichos principios para alcanzar niveles más elevados de armonía. ¿Qué principios son estos? El primero de todos es la existencia de Dios, definido como la inteligencia cómica universal en el Libro de los Espíritus. No tenemos en el nivel evolutivo en el que nos encontramos la capacidad de comprender qué es Dios, pero sabemos que existe y no es un hombre mayor con barba blanca que caprichosamente decide que unos nacerán para ser felices, mientras otros se enfrentarán a dificultades económicas, emocionales o en su salud. No, la inteligencia repugna esta visión de Dios, así como la teoría de la existencia única. Así es como la reencarnación es también un principio de nuestra doctrina. El conocimiento de esta bella filosofía no elimina el dolor ante las situaciones difíciles de la vida, pero nos aporta mucha fuerza para, a partir del conocimiento de la ley natural y del razonamiento, tengamos fe en el porvenir. Esta es la clase de fe a la que nos convoca el espiritismo. Implica un verdadero cambio de punto de vista. En lugar de ver las situaciones dolorosas como injusticias de un orden exterior caprichoso, asumimos la responsabilidad por todo cuanto le sucede como resultado de la ley de causa y efecto, viendo en estas mismas situaciones oportunidades de crecimiento moral e intelectual. Las situaciones más duras son desafíos existenciales que hacen parte de la pedagogía cósmica. No perder jamás de vista que somos espíritus inmortales en pleno desarrollo de nuestras potencialidades es imprescindible para sobrellevarlas con fe en uno mismo, en Dios y en el futuro.

No se quedó ahí la reunión. Teníamos nombres de 42 personas que habían marchado por el suicidio. Se le entregó a cada persona que asistió a CEADS ayer una hoja con un nombre para que plasmaran en esta hoja, sus deseos para una futura encarnación, en la que se superarían a sí mismos, venciendo las pruebas que se les presentaran con mucha fe en el porvenir. Vi que un compañero del centro había puesto la imagen de un pintor en la “planificación reencarnatoria” de la persona cuyo nombre había recibido y le pregunté, “¿Será pintor?”. Me contestó: “He imaginado que sería artista para que pudiera expresar su dolor a través del arte”. Se me llenaron los ojos de lágrimas, porque precisamente de este ejercicio se trataba. Nadie allí estaba en condiciones de planificar la existencia futura de nadie, pero sí de expresar deseos de amor fraternales por estas 42 personas que renacerán en alguna parte. Antes de acabar, montamos un bello mural con todos nuestros deseos de fe, esperanza y amor. Realizamos juntos una visualización guiada en la que cada uno de estos espíritus recibía las vibraciones que les empanábamos en aquel momento, pedían y recibían ayuda del plano espiritual superior y eran conducidos a nuevas existencias físicas, renovados por la fe en el porvenir y el conocimiento de su inmortalidad. También visualizamos a sus seres queridos, los sobrevivientes, llenos de paz, consolados y decididos a ser todo lo felices que puedan ser, pese a haberles visto marchar por la puerta falsa del suicidio.





Acabamos, ¿cómo no?, con una oración final. Llenos de gratitud y un sentimiento muy suave, finalizamos el humilde acto que celebramos en solidaridad a los sobredientes del suicidio. ¡Que haya paz en todos los corazones, en los dos planos de la vida!


Cariños de la hermana menor

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