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sábado, 18 de diciembre de 2021

Allan Kardec

Flávia Roggerio


Hasta la última edición hemos hecho, en cada nueva publicación, una introducción sencilla sobre los pormenores del Espiritismo, donde en incontables ocasiones, hemos citado a Allan Kardec. Antes de seguir disertando sobre sus obras, profundizaremos en quién fue.


Allan Kardec, codificador del Espiritismo, fue el organizador escrupuloso de un material que fundamentó la corriente espiritista del siglo XIX. Pero, en modo alguno se trató de un escritor imaginativo y  tampoco de estilo místico.


Primeramente, debemos saber que Francia, el 3 de Octubre de 1.804, día del nacimiento de Hippolyte León Denizard Rivail (más tarde veremos cómo pasaría a llamarse Allan Kardec), ya había pasado por la época de la Enciclopedia y, esta línea de pensamiento, dejó en las bases de su sociedad, a grandes pedagogos muy rigurosos, formadores de la conciencia intelectual de Kardec.


Allan Kardec nació en un hogar donde la elevada cultura estaba ya profundamente asentada. Hizo sus primeros estudios en Lyon y los completó en Yverdon (Suiza), en el Instituto del célebre profesor Pestalozzi, conocido por ser uno de los más respetados centros de enseñanza de toda Europa, y por donde pasaron famosos intelectuales de aquella época. Nuestro hombre se reveló aquí como un discípulo brillante en Ciencias y Letras.




Se entregó a fondo a la lingüística; hablaba correctamente el alemán, el inglés, el español y el holandés. De vuelta a París funda allí un Instituto de Enseñanza semejante al de Yverdon. Y como educador publica numerosos libros, gracias a los cuales, a pesar de verse arruinado por problemas familiares, consigue sobrevivir económicamente. Daba también clases de química, física, astronomía y anatomía comparada.


Prosiguiendo su carrera pedagógica hubiera podido desarrollar su vida, pero en 1854, con 50 años, oye hablar por primera vez del fenómeno de las mesas giratorias, que estaba de moda. Fue su viejo amigo Fortier, un magnetizador, el que le dijo:  “He aquí una cosa  extraordinaria. No solamente se hace girar la mesa, magnetizándola, sino que se le hace hablar: se le interroga y ella contesta.” Nuestro codificador contestó: “Yo creeré en ello cuando lo vea y se me haya probado que una mesa tiene cerebro para pensar, nervios para sentir, y que puede convertirse en sonámbula. Hasta entonces permitidme que no vea en ello más que un cuento de niños”. 


Al principio de 1855, encontró a Carlotti (otro viejo amigo). Éste vuelve a relatarle los fenómenos, y a sugerir el hecho de que pudieran estar provocados por espíritus. Esto despierta su irresistible curiosidad de estudioso e investigador y, en Mayo de 1855, visita la casa de una conocida sensitiva, Madame Roger, acompañado de su amigo Fortier.


Allí mantiene una conversación con diversas personas que le redundaron en la idea antes sugerida por Carlotti. Esta reunión le causa honda huella, allí mismo  es ya convidado a asistir a una sesión de experiencias. Cuando sale dice: “fue allí, donde por primera vez puedo dar testimonio del fenómeno de las mesas giratorias, que saltaban y corrían, en tales condiciones que la duda no era posible. Allí vi también algunos ensayos imperfectos de escritura mediúmnica”.


Todavía escéptico, pero impresionado, traba amistad con la familia Baudin, a cuyas reuniones es invitado. Nos cuenta: “Fue allí donde hice mis primeros estudios sobre Espiritismo, más fundamentados sobre las observaciones que sobre las revelaciones. Apliqué a esta nueva ciencia, como lo había hecho siempre, el método experimental. Jamás senté una teoría preconcebida. Observaba con atención, comparaba, deducía y sacaba conclusiones; de los efectos me remontaba a las causas mediante la deducción y el encadenamiento lógico de los hechos y admitiendo la viabilidad de una explicación solamente cuando podía resolver ella todas las dificultades inherentes al tema… Este es el procedimiento que utilicé toda mi vida, a partir de los veinticinco o veintiséis años. De entrada, comprendí la gravedad de la investigación que emprendía y entreví en estos fenómenos la clave del oscuro y controvertido problema del pasado y del porvenir de la humanidad, la solución y la respuesta a todas mis búsquedas. Se trataba de una revolución completa en las ideas y en las creencias; por tanto debía actuar con circunspección y no a la ligera; ser positivista y dejar los ideales de lado para evitar afirmaciones ilusorias”. 


En 1855 recibe de Carlotti y de un grupo de estudiosos 50 cuadernos conteniendo relatos de experiencias y comunicaciones diversas, pidiéndole que analizara y ordenara el contenido. Una noche, en una de las sesiones en casa de Baudin, nuestro hombre (todavía Rivail) recibe una comunicación de su espíritu protector. Éste, nombrado Espíritu de la Verdad, le revela una anterior encarnación con los druidas en la Galia y cuyo nombre, en aquellos tiempos, fue Allan Kardec.


También le comunica su ayuda en la importante tarea para la que ha sido destinado. A partir de este momento Allan Kardec se lanza al trabajo, recibiendo instrucciones a través de diferentes médiums (Japhet, Croset, Dufaux, Aline, hermanas Baudin, etc.) diversificando de este modo los intermediarios de su comunicación con los espíritus, para mejor contrastar la verdad.


El 18 de Abril de 1857 publica un libro que marcará el inicio del espiritismo, El Libro de los Espíritus. Este libro ya aparece firmado con el nombre Allan Kardec, apartando así la época de escritor y pedagogo prestigioso que firmaba con el de su nacimiento. En los pocos años que le quedaban ya por vivir en esta reencarnación escribió todos los libros que completan la codificación espírita y completó el primero.


En 1858 editó la Revue Spirite (Revista Espírita). 



En 1861 publica El Libro de los Médiums. Su texto comprueba el carácter científico de la Doctrina Espírita, y provoca un gran revuelo y el catolicismo se levanta contra Allan Kardec. Ese mismo año, 300 libros espíritas son quemados en Barcelona por la inquisición española. Tiempo después, al respecto de este hecho, Kardec recibió, a través de un médium, el siguiente mensaje del obispo de Barcelona, autor del acto de fe que decretó la incineración de los libros, y que ya había desencarnado: “Está escrito. Tú quemaste las ideas y las ideas te quemaron. Rogad por mí; rogad, porque es agradable a Dios la oración del perseguido para con su perseguidor. Habla el que fue obispo y ahora no es más que penitente”. 


En 1864 publica El Evangelio según el Espiritismo. En 1865 publica El Cielo y el Infierno. En 1868 publica La Génesis según el Espìritismo. Allan Kardec desencarnó en 1869, cuando contaba casi 65 años. La obra de Allan Kardec es de obligatorio conocimiento para descifrar el Espiritismo. Muchos libros espíritas se han publicado después, pero en los del codificador se resume el carácter original de esta transmisión espiritual, y la orientación para acercarnos nosotros a los mensajes. Además, estos libros, por su extenso tratamiento del tema, contienen innumerables descubrimientos, muchos de ellos verificados después por la ciencia.



Debemos recordar que en el mismo año de la desencarnación de Kardec, la Sociedad Dialéctica de Londres nombró un comité para estudiar los fenómenos del Espiritismo, cuyo conocimiento se propagaba por toda Europa. Tras meses de investigaciones, sus 22 miembros concluyeron que los fenómenos eran auténticos. A ésta han seguido muchas otras investigaciones sobre los fenómenos y las tesis espíritas, que igualmente han concluido aceptando la propuesta del Espiritismo.

Contada la historia de Kardec, y creyendo que con sus credenciales solo tornará más factible la creencia en sus estudios y en las enseñanzas traídas por los Espíritus comunicadores, empezaremos a discurrir sobre El Libro de los Espíritus a partir de la próxima edición.


Os invitamos a seguir descubriendo la doctrina, que en muchos sentidos calma nuestros corazones, y nos trae la verdad olvidada después de cada reencarnación.




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