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viernes, 18 de marzo de 2022

La Génesis según el Espiritismo: Dios

Vera Lucia Dallessio

Siguiendo la introducción del capítulo I de “La Génesis según el Espiritismo”, encontramos una proposición bastante compleja y delicada, que es hablar o entender qué es Dios.

Allan Kardec, a través de esta obra, nos presenta muchas consideraciones para comprender mejor Su Divinidad, Su Grandeza y Su Amor por nosotros.


Dios no se muestra, pero quien lo conoce, lo siente dentro de sí mismo. El Fluido Divino inunda toda la naturaleza y, consecuentemente, al ser humano con mayor intensidad. 


A través del Periespíritu, que es el agente intermediario entre nuestro Espíritu y nuestro Cuerpo, estamos constantemente en presencia de Dios. Nosotros estamos en Él, y Él está en nosotros. Dios está en todos los sitios de la naturaleza, así como el espíritu se encuentra en todo el cuerpo del hombre.


Los seres humanos no podemos ver a Dios, pues las cosas de la esencia espiritual no se pueden percibir con los órganos materiales. Es la visión espiritual la que ve a los Espíritus y lo referente al mundo incorpóreo.


Siendo Dios la esencia por excelencia, únicamente los espíritus que han llegado al más alto grado de desmaterialización pueden percibirlo en todo su esplendor. Y nosotros estamos muy, muy lejos de eso.


El espíritu se va purificando poco a poco con el paso del tiempo y las muchas y diferentes reencarnaciones, son escalones y alambiques, en cuyos fondos van quedando las impurezas. Para comprender a Dios nos falta el sentido de la completa depuración del espíritu.


Dios no se nos muestra, pero afirma su existencia por sus obras. Dios es la Inteligencia Suprema y Soberana.

Dios es eterno, inmutable, inmaterial, soberanamente justo y bueno, infinitamente perfecto, único, infinito en todo.

Dios les brinda providencia y cuidado a todas sus criaturas. Él está en todas partes, todo lo ve y todo lo preside, incluso las cosas más pequeñas. En eso consiste la acción providencial.


Los espiritistas, que tenemos a Dios en nuestros corazones, nunca olvidamos que, con su amor y su grandeza, Él nos lleva siempre en sus brazos amorosos y protectores.



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