Hola familia,
La clase de ayer estuvo dedicada al estudio de la Ley de Progreso, que habíamos
empezado a analizar en clases anteriores. Esta vez deberíamos profundizar en la
reflexión sobre dos diferentes clases de progreso: el progreso intelectual y el
moral.
Antes de entrar en materia, nuestros monitores nos preguntaron:
¿Nos podéis dar motivos o razones que demuestren que la humanidad ha progresado
intelectualmente? Alguien citó los avanzos de la medicina y de la informática;
se citó la rueda; y se mencionó el hecho de que el hombre haya sido capaz de
salir del planeta. Nadie dudaba que la humanidad haya evolucionado
intelectualmente. Entonces nuestros monitores siguieron: ¿Nos podéis dar
motivos o razones que demuestren que la humanidad ha progresado moralmente?
Entonces dijimos que hoy en día hay una mayor preocupación por el medio
ambiente, pese a que la práctica esté lejos de ser la adecuada; mencionamos los
derechos de las mujeres, pese a que no se reconozcan en todas partes; citamos
la abolición de la esclavitud, pese a que la desigualdad social siga condenando muchos al trabajo forzado; y una mayor búsqueda de la espiritualidad, pese a que no
siempre traducida en un mayor respeto al próximo y del
auto-conocimiento. Nadie duda que la humanidad haya evolucionado moralmente,
pero es evidente que la evolución moral no ha acompañado el desarrollo
intelectual en nuestro planeta.
De aquí querrían que partiéramos Patricia y Alfredo. Hay dos
tipos de progreso: el intelectual y el moral. Generalmente los individuos y los
pueblos adquieren mayor progreso científico y, más lentamente, se moralizan. ¿Por
qué es así? Una primera razón radica en el mecanismo evolutivo mismo: por una
cuestión de sobrevivencia. Si observamos la trayectoria física y espiritual del
ser, inicialmente era necesario que la humanidad dispusiera de cuerpos físicos
adecuados a la evolución del principio espiritual en nuestro planeta. Por tanto,
las cuestiones de supervivencia en nivel evolutivo son de orden prioritario, o
sea, de un nivel más primitivo que las cuestiones morales. Éstas se
incorporan al conjunto de preocupaciones de la conciencia cuando ya existe capacidad técnica de sobrevivir sin grandes esfuerzos. Las aptitudes
morales, por tanto, son un orden de conocimiento superior en la trayectoria del
ser.
El problema es que una vez los seres humanos han
evolucionado intelectualmente, el orgullo y la vanidad ponen trabas a la
evolución moral. Muchos, incapaces de reconocer que existe una fuerza cósmica
que les es superior, tienen miedo a indagar en su naturaleza divina. Por esta
razón el egoísmo, herencia de las fases de desarrollo primitivas del ser, sigue
condicionando las actitudes humanas en mayor o menor medida. Cada acto de egoísmo,
desde el más pequeño, como empujar para entrar en el metro, hasta el más
absurdo, como la corrupción, son expresiones de la ignorancia de la naturaleza
luminosa intrínseca del ser. El miedo, que es lo opuesto a la fe, condiciona
muchas de nuestras acciones cotidianas. El miedo a perder el trabajo, el miedo
a ser traicionado por la pareja, el miedo a la muerte, el miedo a la enfermedad…
Si el ser cobra conciencia de que está destinado a la perfección y que el
progreso es ineludible no puede hacer menos que afrontar las dificultades de la
vida con optimismo y esperanza.
Las situaciones difíciles nos experimentan, nos convierten
en seres más profundos y sabios si sabemos aprovechar las lecciones que nos
enseñan. Lo que pasa es que, pese a que el progreso sea ineludible, cuesta esfuerzo
y sacrificio del ser. No somos marionetas en las manos de Dios, todo lo
contrario. Él nos hizo artífices de nuestro destino, responsables de todo cuanto
atraemos para nuestras vidas. De hecho las situaciones dolorosas suelen ser las
que sacan lo mejor de nosotros. ¿Cuántas veces, superada una prueba dura, no
miramos hacia atrás y nos admiramos de haber tenido la fuerza para enfrentarnos
a aquella situación? Por esto no hay que tener miedo: somos seres
destinados a la perfección intelectual y moral. Las situaciones dolorosas son
transitorias y la vida es inextinguible.
Si permitimos que el miedo gobierne nuestras vidas, actuamos
en constante protocolo de urgencia, apagando fuegos, muriéndonos un poco cada día
de la ansiedad y del estrés. Si elaboramos un proyecto existencial iluminado por
la conciencia de la inmortalidad, todo dolor, necesidad o molestia se
relativizan. La única realidad absoluta del cosmos es el amor. Algún día la
conoceremos tal como somos conocidos. Hasta entonces, busquemos fortalecer las alas
de la razón y de la emoción para que la humanidad pueda progresar intelectual y
moralmente. ¡Sin miedo al vuelo!
Cariños de la hermana menor
Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa¡¡¡
ResponderEliminarEntonces... ¡a volar¡... yupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii¡¡¡.
Alfredito
Sin miedo, Alfredito!!! =)
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