Hola
familia,
Ayer
la hermana menor no ha estado en el centro, pero nuestro compañero Marcello
promete que nos hará la crónica de la conferencia de Bossi. Durante la semana,
los que no hemos tenido la oportunidad de escuchar a nuestro compañero
presentar su charla ¿Tienen alma los animales?, podremos acercarnos al tema
gracias a la colaboración de Marcello.
Lo
que os puedo contar de mi fin de semana es que me he dedicado a pensar en la
integralidad =) He leído recientemente el libro “El Hombre Integral”, de
Divaldo Franco & Joanna de Ângelis y llevo los últimos tempos, pero de
forma especialmente intensa este fin de semana, dándole vueltas al tema. Así
que para no perder la costumbre de compartir una reflexión dominical, aquí os
presento algunas líneas.
¿Qué
es el Hombre Integral? Para empezar podríamos decir que es un hombre que tiene
una nueva concepción de la vida. A veces decimos cosas como “La vida no va
bien” o “Necesito hacer un cambio de vida”. Hay gente que piensa que sólo se
vive una vez… E incluso hay gente que cree que se vive muchas vidas… Pero nada
de esto es cierto. Diréis, “A la hermana menor se le va la olla… ¿No es
espírita? ¿No sabe que la reencarnación es una ley de vida? Precisamente
después de reflexionar sobre la reencarnación es que estoy haciendo todo lo
posible por reajustar mi manera de entender y hablar sobre la vida. No vivimos
muchas vidas porque la vida no es el tiempo que separa la cuna del túmulo. Esto
es una existencia física. He escuchado a un espírita decir este fin de semana, “Los
que cometen el suicidio se quitan la vida.”, y no es cierto. No podemos quitarnos
la vida. El que comete suicidio interrumpe su existencia física.
Experimentamos
muchas existencias físicas, cada una de ellas irrepetible, preciosa, esencial
oportunidad de aprendizaje y crecimiento intelectual y moral. Pero la vida es
otra cosa: la vida del ser empieza cuando Dios lo crea y no termina nunca,
porque somos inmortales. La vida, por tanto, es esta trayectoria evolutiva, en
la que peregrinamos de la ignorancia hacia la angelitud. Cuando confundimos la
vida con la existencia física las cosas salen de su eje: tenemos miedo a la
muerte; sufrimos demasiado por la muerte de nuestros seres queridos; nos parecen
injusticia las dificultades económicas, físicas y emocionales a las que nos
enfrentamos; no comprendemos el sufrimiento ajeno… Todo esto nos pasa cuando
pensamos que vida y existencia física son lo mismo. No lo son.
Sólo
si separamos una cosa de la otra podremos comprender que la muerte es un
fenómeno biológico. Como nos dice Joanna de Ângelis, en “El Hombre Integral”, “la
muerte es un fenómeno biológico que transfiere al ser de una realidad a otra,
sin extinción de la vida”. La vida, familia, no se extingue nunca. Es el don
por excelencia, el primer regalo divino. Lo opuesto a la muerte no es la vida,
es el renacimiento. Muerte y renacimiento se alternan, marcando el principio y
el final de sucesivas existencias físicas. La vida no tiene un contrario, porque
somos inmortales. El Hombre Integral comprende estos principios en toda su extensión
y es capaz de vivir con la serenidad que aportan, pese a las dificultades
físicas, económicas o emocionales a las que se enfrente.
Cuando
salimos de nuestro eje, tomando la existencia física por la vida, vivimos en
estado de ansiedad y miedo. Vamos con el piloto automático puesto, reaccionando
ante las situaciones, antes que buscando en estado de consciencia presente
nuestra propia integralidad. Si tomamos conciencia de que el mundo exterior es
un reflejo de nuestro mundo interior, es ahí, en lo íntimo de la conciencia,
donde hay que indagar por causas y soluciones a nuestros problemas y sufrimientos.
Por esto nos dice Joanna, que “combatir el mal exterior sin buscar la paz
interior es seguir en la fantasía”.
Si miramos
hacia nosotros mismos y encontramos aspectos de nuestra existencia física que “van
mal”, o sea, que son dolorosos, aún y así podemos considerar que la vida va
estupendamente. Pero es necesario aceptar el dolor sin caer en sufrimiento,
porque este movimiento no es necesario. Como nos dice Joanna, “El hombre
simplemente debe renovarse para mejor, actuando con corrección, sin conciencia
de culpa, sin auto-compasión, sin ansiedad. Vivir el tiempo con dimensión
atemporal, en entrega, confianza y paz.” La noble amiga nos dice que “la
felicidad relativa existe y está al alcance de todos desde que haya la
aceptación de los acontecimientos tal como se presentan. La resolución para ser
feliz rompe las amarras de un carma negativo frente a la oportunidad de
conquistar méritos a través de las actitudes de amor, entrega y servicio
altruista”.
Joanna
describe al amor de forma bellísima, haciéndome recordar la carta de Pablo a
los Corintios:
El amor es una conquista del espíritu maduro, psicológicamente
equilibrado, usina de fuerzas para mantener los mecanismos emocionales en
funcionamiento armónico. Es una forma de negación de sí mismo en auto-entrega
que trae plenitud. No se fundamenta en sospechas, ni exigencias infantiles;
elimina los celos y la ambición de poseer al otro, proporcionando un inefable
bienestar al ser amado que, no estando comprometido con el deber de la
retribución, también ama. Cuando, por alguna razón, no es correspondido, no se
amarga ni se irrita, comprendiendo que su objetivo es darse, y no exigir.
Permite al otro la misma libertad que a sí mismo se proporciona sin cargas de
ansiedad ni de compulsión. Joanna de Ângeleis, en El Hombre Integral
Amar de esta
manera libera al ser, dando libre expresión al Hombre Integral. Soy perfectamente
consciente de que estoy bastante lejos de conquistar mi integralidad. Pero me
llena de esperanza saber, como me ha esclarecido la Doctrina Espírita, que el
espíritu que Dios nos ha enviado como modelo de perfección para la humanidad,
es un Hombre Integral en toda regla. Los estímulos llenos de afecto que el
Maestro me envía a través de la Doctrina Espírita me llenan de ánimo para
superar mis inclinaciones inferiores. Me enternece cómo es capaz de destacar
aspectos luminosos de mi personalidad, cuando tanta sombra me enceguecía. Me
asombro constantemente ante las obras que Él es capaz de hacer a través de
instrumentos tan imperfectos como los que nos decimos cristianos…
Y deseando
que todos podamos ser felices, rompiendo las amarras de nuestros carmas
negativos y buscando la integralidad que existe en potencia dentro de cada uno
de nosotros, me despido agradecida por la oportunidad de servir.
Cariños de la
hermana menor
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