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domingo, 13 de julio de 2014

Victoria sobre la muerte

Victoria sobre la muerte
(Janaina Minelli)

Cada día nos acosan sentimientos de miedo y ansiedad. Tengamos la condición económica que tengamos, vivamos en el país que nos haya correspondido encarnar, todos los que hemos de luchar por la supervivencia nos esforzamos por mantener o mejorar nuestras condiciones de vida. El apóstol de los gentiles debe de haber visto cómo sufría la gente de su tiempo. También él ejercía su oficio para ganarse el sustento, dedicando las horas de descanso a la misión apostólica. Las manos marcadas por el telar haciendo tiendas de campana le habían enseñado a Pablo, el que fue doctor de la ley antes de abrazar la causa del evangelio, que para la gente de condición humilde, ganarse la vida no era nada fácil. 

Aún y así, el apóstol de los gentiles deseaba que las comunidades del cristianismo naciente fueran plenamente conscientes de qué quiere decir estar vivos. La actualidad del mensaje de Pablo es evidente. En la epístola que escribe a los Romanos, en el capítulo 8, Pablo recuerda a la comunidad del cristianismo primitivo que vivir exclusivamente para la materia es en realidad muerte, mientras que esforzarse por seguir los preceptos enseñados por Jesús, es fuente de vida y paz.

Image courtesy of Evgeni Dinev / FreeDigitalPhotos.netPorque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte. () Los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz. () Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. () Si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis.
El apóstol tiene esperanza y anima a los cristianos a luchar con entereza hasta la victoria. Y nos exhorta a todos los que tenemos dificultades, dudas, ansiedades, miedos
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
La lucha cotidiana por la supervivencia no debe hacernos olvidar de nuestro desafío existencial. Para el apóstol de los gentiles, la verdadera victoria es la que obtenemos sobre nuestras imperfecciones morales. La euforia que sentimos ante una victoria en el mundo, la decepción que experimentamos ante un fracaso o el miedo y la ansiedad que nos acosan cuando nos enfrentamos a situaciones de inestabilidad no deben absorbernos hasta el punto de que nos olvidemos de que la vida es la armonía con la ley cósmica de amor. Cada paso que damos en esta dirección, es una pequeña victoria y una conquista de vida.


¡Que nada nos separe del amor al Maestro! No nos llene de temor lo que sólo puede matar nuestro cuerpo físico, no vivamos como muertos, apartados del amor del Maestro. Trabajemos y nos esforcemos por mantener y mejorar nuestras condiciones de vida, pero sin olvidar que nuestro desafío existencial está en la observancia de la ley de amor, expresada de forma sencilla e inequívoca en el evangelio de Jesús.

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