Hola a tod@s,
Aprovechamos para descansar nuestro cuerpo y y usar el tiempo libre para la práctica del ocio del bien para uno mismo, para nuestro cuerpo y espíritu.
Ayer, sábado, hicimos el evangelio en el centro y nos salió el tema "La indulgencia". Os dejo el texto para reflexión y tengáis una óptima semana.
LA INDULGENCIA
16. Espíritas, hoy queremos hablaros de la indulgencia, de ese sentimiento tan dulce, tan fraternal que todo hombre debe tener para con sus hermanos, pero del cual muy pocos hacen uso.
La indulgencia no ve los defectos de los otros, o si los ve, evita hablar de ellos o de
divulgarlos; por el contrario, los oculta con el fin de que sólo él los conozca; y si la malevolencia los descubre, siempre tiene a mano una excusa para paliarlos, es decir: una excusa plausible, seria, y no de aquellas que teniendo el aire de atenuar la falta, la hacen resaltar con pérfida maestría.
La indulgencia nunca se ocupa de los actos malos de los demás, a menos que eso sea para servir , y aun así tiene cuidado de atenuarlos tanto como le es posible. No hace observaciones
chocantes, ni tiene censura en los labios, sino consejos, lo más a menudo disfrazados. Cuándo criticáis, ¿qué consecuencias deben sacarse de vuestras palabras? Es que vosotros, los que censuráis, no habréis hecho tal vez lo que reprobáis, y valdréis más que el culpable. ¡Oh, hombres! ¿Cuándo juzgaréis vuestros propios corazones, vuestros propios enseñanzas, vuestros propios actos, sin ocuparos de lo que hacen vuestros hermanos? ¿Cuándo abriréis
vuestros ojos severos tan sólo para vosotros mismos?
Sed, pues, severos para con vosotros e indulgentes para con los demás. Pensad en el que juzga en última instancia, que ve los pensamientos secretos de cada corazón y que por consiguiente, disculpa las faltas que censuráis, o condena lo que disculpáis, porque conoce el móvil de todos los actos, y que vosotros, que proclamáis tan alto: ¡anatema! Quizás hayáis cometido faltas más graves.
Sed indulgentes, amigos míos, porque la indulgencia atrae, calma, eleva; mientras que el rigor desalienta, aleja e irrita.
JOSÉ, Espíritu protector , Bordeaux, 1863
El Evangelio según el Espiritismo
Capítulo X - Bienaventurados los misericordiosos
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