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miércoles, 8 de octubre de 2014

El Espiritismo

El Espiritismo
(Janaina Minelli)


Se suele pensar en el Libro de los Espíritus como dirigido a la mente y en el Evangelio, al corazón. Esta separación, sin embargo, se debe a nuestra incapacidad de integración del conocimiento de la realidad. El Evangelio según el Espiritismo nos presenta a nuestra doctrina como una ciencia nueva. ¿Qué es una ciencia, si no la observación y la experimentación sistemática que llevan a explicaciones parciales y provisionales de lo observado? Las explicaciones científicas son provisionales porque elaboran principios y estudian causas de los fenómenos naturales a partir de lo conocido. Admitiendo que queda mucho por conocer, ningún científico responsable diría que una explicación científica es definitiva. De hecho, lo que hemos observado en la historia de la ciencia humana es precisamente una continua revisión de conceptos que se corrigen cada vez que el hombre alcanza un nivel de comprensión superior de la naturaleza.

Foto: Marcelo Nogare
Nos dice El Evangelio que esta ciencia nueva que el Espiritismo representa viene a ofrecer a los hombres pruebas irrecusables de la existencia y la naturaleza del mundo espiritual. Fenómenos que antes se atribuían a lo fantástico o se categorizaban como sobrenaturales, reciben con el estudio de la Doctrina Espírita explicaciones que parten de la observación. La realidad espiritual pasa a entenderse dentro de la esfera de los fenómenos naturales y es, por tanto, tan digna de investigación sistemática como cualquier otro campo de estudio de la actividad humana. Con base en el conjunto de orientaciones morales, filosóficas y empíricas ofrecidas por “las voces del cielo” en nuestra doctrina, los espiritistas desarrollamos metodologías propias, es decir, maneras de acercarse al fenómeno mediúmnico con seguridad, respeto y siempre con objetivos altruistas. Así es como en reuniones mediúmnicas en centros espíritas en todo el mundo, el diálogo entre los diferentes planos de la vida se establece de forma natural, bajo supervisión de la espiritualidad superior y dirigida hacia el mejoramiento de los espíritus encarnados y desencarnados.


La nueva ciencia es la Tercera Revelación. Moisés personificó, por decirlo de alguna manera, la primera revelación. Jesús actualizó el conocimiento de la Ley de Dios entre los hombres, personificando la segunda revelación. La tercera revelación no se personifica en un único ser, si no que se trasmite a través de una multitud de voces que vuelven a nosotros para traer “el tributo de sus luces”. En diversas ocasiones son los espíritus mismos quienes nos advierten que no pueden explicarlo todo porque todavía no tenemos capacidad de compresión para alcanzar ciertas cosas. Otras veces reconocen la limitación de su propio conocimiento ante determinadas cuestiones. Las luces de los encarnados y desencarnados que estudiamos la Doctrina Espírita e intentamos, pese a nuestras imperfecciones, vivir según sus principios, son limitadas. Las iremos ampliando a medida que podamos integrar en nuestras vidas, más allá del nivel intelectual, los principios morales y filosóficos que de manera práctica el Espiritismo nos permite experimentar.




El Espiritismo da continuidad a la tradición fundada por Moisés y revigorada por Cristo, explicando en un lenguaje actual lo que antes se explicaba de forma alegórica. Las imágenes terribles del legislador hebreo y las parábolas atemporales del dulce Maestro nos hicieron primero temer y luego reflexionar sobre la vida y la muerte. La Doctrina Espírita explica, de forma tan clara como las luces que tenemos los que a ella nos dedicamos, la inmortalidad del alma, la naturaleza de los espíritus y sus relaciones con los hombres; las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la humanidad. Pero sobretodo, el Espiritismo nos enseña que fuera de la caridad, no hay salvación.

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