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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Cartas de Pablo

PARA APRENDER A AMAR
(Janaina Minelli)



Es comprensible que muchas personas vean en Pablo de Tarso la imagen de un misionero que renació con la tarea de esparcir el evangelio en la primera fase del cristianismo. La descripción poética de enorme elevación que el apóstol de los gentiles hace en la primera carta a los corintios nos lleva a pensar en un ser que tal vez haya encarnado con todas las cualidades para ser embajador del Cristo:

El amor es paciente y muestra comprensión. No tiene celos, no hace alarde ni se envanece. No actúa con bajeza ni busca lo suyo, no se irrita y no guarda rencor. No se alegra de lo injusto. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.(Corintios, 1:13)

Foto: Marcelo Nogare
Tal comprensión del amor, sin embargo, no la traía el apóstol de existencias anteriores: fue una conquista de la encarnación en que le conocemos inicialmente como Saulo, y más tarde como Pablo. La historia de renovación de sus posturas y visión de la vida nos la cuenta Emmanuel, por las manos de Chico Xavier, en la obra Pablo y Esteban. Emmanuel nos revela un hombre que, en la fase en la que ya se había dispuesto a abrazar la causa del evangelio, demuestra sensibilidad, tiene dudas, vive momentos de desánimo, experimenta remordimientos, pero aún así es capaz de seguir adelante en el nuevo camino que escogió para su vida con Cristo.

No por otra razón nos dice el apóstol que el amor es paciente y muestra comprensión. Él mismo vivió momentos en que no comprendía la indiferencia de su raza y de su propio padre hacia el mensaje de luz del que se sentía portador. Paulo no siempre tuvo paciencia: deseaba que todo el mundo recibiera la buena nueva lo antes posible. Los años de servicio a Jesús, sin embargo, le enseñaron a tener paciencia y demostrar comprensión. Los espíritas debemos aprender como Pablo, a trabajar laboriosamente, poniendo de nuestra parte nuestros mejores esfuerzos para la difusión de nuestra doctrina. Pero no debemos tener prisa, impaciencia o mostrar incomprensión si nuestras palabras no son acogidas con interés o ilusión. Como en el caso de Pablo, el principal aprendiz de los mensajes de amor del Cristo es siempre uno mismo.

Mientras realizamos nuestras tareas en el centro espírita, sean de gestión, de divulgación, de consuelo o esclarecimiento, debemos aprender a controlar el ímpetu irritable y a gestionar los sentimientos de rencor. Estos corrosivos del alma pueden aparecer cuando alguien, en general alguien querido,  critica el tiempo que invertimos en la Doctrina o nuestra creencia. El rencor también puede surgir cuando compañeros de labor espírita abandonan la tarea o cuando agrupamientos espíritas se separan. Esto demuestra que la codificación no es suficiente para adoctrinarnos. Es necesario que vivamos los principios filosóficos que conocemos. Debemos, como Pablo, aprender en la vida cotidiana, en las relaciones con las personas más cercanas y con los compañeros de ideal, a superar el rencor y la irritabilidad. Así es como Jesús nos educa para el amor a través de la Doctrina Espírita.

Pablo sufrió, mantuvo su creencia, esperó y soportó las luchas de la vida en favor de la causa del evangelio. No nació listo para el servicio a Jesús; se hizo su embajador mientras sufría, mantenía su creencia, aprendía a esperar y soportaba las dificultades de convivir con los pueblos idólatras y los cristianos llenos de atavismo judaico. Pablo aprendió a amar a los idólatras y judíos, demostrando paciencia y comprensión hacia ellos. Cuando el apóstol nos dice que el amor no se irrita y no guarda rencor, nos habla de su propia experiencia. Pablo habla de  su vivencia en la carta a los corintios, mientras nos invita a abrazar el amor como él mismo lo hizo.


Los espíritas tal vez fuimos los idólatras o los judíos que Pablo aprendió a amar, demostrando comprensión y dominando su temperamento irritable en el tiempo del cristianismo naciente. No nacimos preparados para ello: nos preparamos mientras aprendemos a ser espiritistas, mientras aprendemos a amar. Cada espiritista se sienta el principal destinatario de las enseñanzas de nuestra Doctrina. Sepamos, a ejemplo del apóstol, sufrir, creer, esperar y soportar las dificultades que el servicio a Cristo nos presenta.

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