Buenos días
Mañana, en CEADS, tenemos el Estudio Sistematizado de la Doctrina Espírita (ESDE) y hablaremos de las Contracciones y Mistificaciones.
Os dejo el texto para lectura anterior al estudio.
Contradicciones y mistificaciones
Cuando comenzaron a producirse los extraños fenómenos del
Espiritismo, o mejor dicho, cuando esos fenómenos se renovaron en estos últimos
tiempos, el primer sentimiento que despertaron fue el de la duda respecto de su
realidad, y más aún, sobre la causa que los originaba. Después de haber sido
atestiguados por testimonios irrefutables y por las experiencias que todos han
podido efectuar, sucedió que cada uno los interpretó a su modo, de acuerdo con
sus ideas personales, sus creencias o sus conjeturas.
Los adversarios del Espiritismo no han dejado de objetar que
sus adeptos no están de acuerdo entre sí, que no todos comparten las mismas
creencias, en una palabra, que se contradicen. Ellos alegan: si las enseñanzas os
han sido dadas por los espíritus, ¿por qué no es idéntica? Sólo un estudio
serio y profundo de la ciencia puede reducir estos argumentos a su justo valor.
Apresurémonos a decir desde ya, que esas contradicciones en las cuales algunas
personas hacen tanto hincapié, son en general, más aparentes que reales; que
ellas casi siempre existen más en la superficie que en el fondo mismo de las
cosas, y que, por consiguiente, carecen de importancia. Provienen de dos
fuentes: de los hombres y de los Espíritus. Para comprender la causa y el valor
de las contradicciones cuyo origen estaría en los Espíritus, es necesario estar
identificados con la naturaleza del mundo invisible y haberlo estudiado en
todas sus fases. A primera vista parecerá tal vez extraño que los Espíritus no
piensen todos de la misma manera, pero eso no puede sorprender a aquellos que
hayan comprendido que son infinitos los peldaños que ellos tienen que recorrer
antes de llegar a la cima de la escala. (...) Como se manifiestan Espíritus de
todas las categorías, tenemos como consecuencia que sus comunicaciones tienen
el cuño de la ignorancia o del saber que posean en ese momento, o de la
inferioridad o superioridad moral que hayan logrado. Las instrucciones que
hemos brindado deben conducir a distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno
de lo malo. Además, es necesario que no olvidemos que entre los Espíritus, como
entre los hombres, hay falsos sabios y semi-sabios, orgullosos, presuntuosos y
sistemáticos. Como solamente a los Espíritus perfectos les es dado conocer
todo, para los otros, del mismo modo que para nosotros, hay misterios que
explican a su manera, según sus ideas, respecto de las cuales se forman
opiniones más o menos exactas, a las que, llevados por el amor propio, se
empeñan en hacerlas prevalecer y a las que les gusta reproducir en sus
comunicaciones. Como éstos (los Espíritus) difieren mucho los unos de los
otros, desde el punto de vista de los conocimientos y de la moralidad que
posean, es evidente que una cuestión puede ser resuelta por ellos en sentidos
opuestos, según la categoría que ocupen (...). Éste es un punto fundamental
cuya explicación se logra mediante el estudio. Por eso es que decimos que estos
estudios requieren esmerada atención, profunda observación, y sobre todo, como
también lo exigen las ciencias humanas, continuidad y perseverancia. (..) Por
otra parte, la contradicción no siempre es tan real como parece. ¿No vemos
todos los días hombres de ciencia que divergen en la definición de una cosa,
para lo cual emplean términos diferentes o la enfocan desde puntos de vista
diversos, aunque la idea fundamental sea siempre la misma? ¡Cuente quien pueda
las definiciones que se le ha dado a la gramática! Agreguemos a esto que la
forma de respuesta depende muchas veces de la forma de la pregunta. Por lo
tanto, sería pueril señalar contradicción donde frecuentemente sólo hay
diferencias de palabras. A los Espíritus superiores no les preocupa en absoluto
la forma. Para ellos el fondo del pensamiento lo es todo. Si bien es desagradable
ser engañados, mucho más lo es ser víctimas de la mistificación. Pero este es
uno de los inconvenientes del cual podemos preservarnos más fácilmente. De
todas las instrucciones precedentes resaltan los medios de frustrar las tramas
de los Espíritus embaucadores. (...)
Sobre este tema, éstas fueron las
respuestas que nos brindaron los Espíritus: Las mistificaciones son uno de los
escollos más desagradables del Espiritismo práctico. ¿Habrá algún medio de
preservarnos de ellas? Me parece que podéis hallar la respuesta en todo lo que
se os ha enseñado. Por supuesto que hay para eso un medio sencillo: el de no
pedirle al Espiritismo sino aquello que él os pueda brindar. Su finalidad es el
mejoramiento moral de la Humanidad. Si no os apartáis de ese objetivo, nunca
seréis engañados, porque no hay dos maneras de comprender la verdadera moral,
aquella que todo hombre de buen sentido pueda admitir. Los Espíritus acuden
para instruiros y para guiaros por el camino del bien y no por el de las honras
y el de las riquezas; tampoco vienen para atender vuestras pasiones mezquinas.
Si no se les pidiera nada fútil o que esté fuera de sus atribuciones, los
embaucadores no encontrarían nunca un asidero. De esto debéis llegar a la
conclusión de que aquel que es engañado, es sólo porque lo merece. El rol de
los Espíritus no consiste en informaros sobre las cosas de ese mundo donde os
encontráis, sino en guiaros con seguridad en lo que os pueda ser útil para
vivir en el otro mundo. Cuando os hablan sobre lo que concierne al mundo donde
estáis, es porque lo juzgan necesario, no porque lo pidáis. Si veis en los
Espíritus a los sustitutos de los adivinos y de los hechiceros, entonces,
seguramente, seréis engañados. Pero hay personas que no hacen preguntas y que
son indignamente engañadas por Espíritus que vienen espontáneamente, sin ser
llamados. Esas personas no preguntan, pero se complacen en escuchar, que es lo
mismo. Si recibieran con reserva y desconfianza todo lo que se aparta del
objetivo esencial del Espiritismo, los Espíritus frívolos no las tomarían tan
fácilmente para juguete. La astucia de los Espíritus mistificadores excede
muchas veces todo lo imaginable. El arte con que disponen sus baterías y
combinan los medios para persuadir sería una cosa curiosa si no pasaran de las
simples bromas ingeniosas.
Pero, las mistificaciones pueden tener consecuencias
desagradables para aquellos que no estén prevenidos. (...) Entre los medios que
emplean esos Espíritus deben colocarse en primer lugar, por ser los más
frecuentes, los que tienen la finalidad de tentar la codicia, como la
revelación de supuestos tesoros ocultos, el anuncio de herencias u otras
fuentes de riquezas. Además, deben considerarse sospechosas a primera vista las
predicciones en una época determinada, así como todas las indicaciones precisas
referentes a intereses materiales. Es necesario que no se den los pasos
prescriptos o aconsejados por los Espíritus cuando el fin no sea eminentemente
racional; que nadie se deje deslumbrar por los nombres que utilizan para dar
apariencia de veracidad a sus palabras; desconfiar de las teorías y sistemas
científicos osados, en fin, de todo lo que se aparte del objetivo moral de las
manifestaciones. Llenaríamos un volumen si tuviéramos que referir todas las
mistificaciones de las que ya hemos tenido conocimiento.
Actitud de los espíritas ante las mistificaciones
También se pregunta: ¿cómo se puede distinguir dentro
de la enorme cantidad de comunicaciones cuyos autores son invisibles, qué es lo
que proviene de entidades superiores que debe ser conservado? Para esa pregunta
hay una sola respuesta. ¿Cómo distinguimos nosotros los buenos y los mal os libros
de autores que han fallecido hace mucho tiempo? ¿Cómo distinguir un lenguaje
noble y elevado de un lenguaje banal y vulgar? Nosotros no tenemos un patrón,
una regla para aquilatar los pensamientos que provengan de nuestro mundo o del
otro. Podemos juzgar los mensajes mediúmnicos, principalmente, por sus efectos
moralizadores, que innumerables veces mejoraron muchos caracteres y purificaron
muchas conciencias. Ése es el criterio más seguro de toda enseñanza filosófica.
En nuestras relaciones con los invisibles también hay medios de reconocimiento
para distinguir a los buenos Espíritus de las almas atrasadas. Los sensitivos
reconocen con facilidad la naturaleza de los fluidos, que en los Espíritus
buenos son sutiles, agradables, mi entras que en los malos, son violentos,
denotan frialdad y se los soporta penosamente. (...) Se puede evaluar la elevación
de un Espíritu por la pureza de sus fluidos, por la belleza de su forma y de su
lenguaje. La mistificación que sufra un médium tiene siempre una finalidad útil:
la de apartarlo del amor propio, de la pereza de estudiar sus propias necesidades,
de la vanidad personal o de los excesos de confianza en sí mismo. Los fenómenos
de mistificación no suceden sin el conocimiento de sus mentores más elevados,
pues solamente así los conducen a la vigilancia necesaria y a las realizaciones
de la humildad y de la prudencia en su mundo subjetivo. La simple razón nos dice
que los buenos Espíritus sólo hacen el bien, porque de lo contrario, no serían
buenos, y que el mal solamente puede provenir de los Espíritus imperfectos. Por
lo tanto, las mistificaciones sólo proceden de Espíritus frívolos y mentirosos
que abusan de la credulidad, y muchas veces, explotan el orgullo, la vanidad y
otras pasiones. Esas mistificaciones tienen como objetivo poner a prueba la
perseverancia, la firmeza en la fe, y ejercitar el análisis. Si los buenos
Espíritus las permiten en ciertas ocasiones no es por impotencia de su parte,
si no para dejarnos el mérito de la lucha. (...)
Los buenos Espíritus velan por
nosotros, nos asisten y nos ayudan, pero con la condición de que nos ayudemos a nosotros
mismos. Es importante destacar que los médiums (...) más meritorios no están
exentos de las mistificaciones de los Espíritus embusteros: primero, porque aún
no hay entre nosotros personas lo suficientemente perfectas como para no tener
ningún lado débil mediante el cual se dé acceso a los malos Espíritus; segundo,
porque los buenos Espíritus permiten muchas veces que vengan los malos con el
fin de que ejercitemos nuestra razón, que aprendamos a distinguir la verdad del
error y que seamos precavidos al no aceptar ciegamente y si n examen todo lo
que se reciba de los Espíritus. Pero un Espíritu bueno, nunca vendrá a
engañarnos; el error, cualquiera que sea el nombre que lo aval e, viene de una
fuente mala. Además, esas mistificaciones pueden ser una prueba para la paciencia
y la perseverancia del espírita, médium o no; aquellos que se desaniman por
algunas decepciones, demuestran a los buenos Espíritus que no son instrumentos
con los cuales puedan contar. Es sabido que los Espíritus, debido a la
diferencia que existe entre sus capacidades, y considerados individualmente,
están lejos de poseer toda la verdad; que no a todos les es permitido penetrar
ciertos misterios; que el saber de cada uno de los es proporcional a su
depuración; que los Espíritus comunes no saben más que lo que puedan saber
muchos hombres, y hasta menos que ciertos hombres; que entre aquellos como
entre éstos, hay presuntuosos y pseudosabios que juzgan saber lo que ignoran;
sistemáticos que toman sus ideas como verdades; en fin, que sólo los Espíritus
de categoría más el evada, los que ya están completamente desmaterializados, se
encuentran despojados de las ideas y pre conceptos terrenos. Pero también es
sabido, que los Espíritus mistificadores no tienen ningún escrúpulo en tomar
nombres que no les pertenecen para obligarla aceptar sus utopías. De esto se
desprende, que en relación a todo lo que esté fuera del ámbito de la enseñanza
exclusivamente moral, las revelaciones que cada uno pueda recibir, tendrán un
carácter individual, sin sello de autenticidad; que deben ser consideradas como
opiniones personales de este o de aquel Espíritu, y que sería imprudente
aceptarlas y propagarlas irreflexivamente como verdades absolutas.
El primer
control, sin contradicción, el de la razón, a la que debe someterse sin
excepción todo lo que proviene de los Espíritus. Toda teoría en manifiesta
contradicción con el buen sentido, con la lógica rigurosa y con los datos
positivos ya adquiridos, debe ser rechazada, aunque sea muy responsable el
nombre que lo firme. Pero ese examen, en muchos casos, quedará incompleto debido
a la falta de luces de ciertas personas, y de las tendencias de muchas otras de
tomar sus propias opiniones como únicos jueces de la verdad. De ese modo, ¿qué
han de hacer aquellos que no tienen confianza en sí mismos? Buscar el parecer
de la mayoría y tomar como guía la opinión de ella. Y este es un modo tan conveniente
de proceder ante lo que digan los Espíritus, que ellos mismos son los
primeros en brindarnos los medios para conseguirlo. La concordancia en lo que
enseñan los Espíritus es pues la mejor comprobación. Es por eso, que en el
ámbito arriesgado y tantas veces oscuro de la experimentación, nos cabe
examinar, analizar las cosas con criterio sereno y extrema circunspección, y solamente
admitir lo que se presente con un carácter de autenticidad perfectamente definido.
Nuestro conocimiento de las condiciones de la vida futura, como el mismo
Espiritismo, se establece sobre la base de los fenómenos mediúmnicos.
Conviene
pues estudiarlos muy seriamente y eliminar todo aquello que no tenga un sello
cuyo origen no sea humano. Con el pretexto del progreso, es necesario no sustituir
la incredulidad sistemática por una confianza ciega, por una credulidad
ridícula, sino separar cuidadosamente lo real de lo ficticio. De eso depende el
futuro del Espiritismo.
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